24 de Octubre de 2008
Tras el pico de 2002, la cantidad de
emigrantes venía cayendo. Pero el año pasado se revirtió
la tendencia.
¡Que se vayan todos! El grito, que durante el año 2002 se
replicaba casi en cada esquina, estaba dirigido a "los
políticos", sin muchas distinciones. Pero mientras algunos
se desgañitaban otros prefirieron hacerse cargo
personalmente de la frase: golpeados por la crisis
económica, sin trabajo ni esperanzas, aquel año se fueron
del país por Ezeiza un récord de 91.370 argentinos. Desde
entonces, al compás de la recuperación, las cifras se
desplomaron. Pero en 2005 esta caída se detuvo, y desde el
año pasado la emigración comenzó a aumentar con fuerza. Las
explicaciones oscilan entre la búsqueda de mejores
oportunidades de estudio o trabajo y la incertidumbre de no
poder hacerse de un futuro en el país. El gobierno se
sorprende con las estadísticas, y las justifica diciendo que
"como Argentina está mucho mejor, ahora el que se quiere ir
puede hacerlo".
Los datos de la Dirección Nacional de Migraciones que miden
el saldo entre entradas y salidas de argentinos por el
aeropuerto internacional de Ezeiza vienen siendo seguidos
con atención para medir la evolución de la emigración, cuyos
destinos principales son España, Italia, Estados Unidos y
Brasil. Aunque a estas cifras habría que sumarle los datos
no procesados del resto de los aeropuertos internacionales y
puestos fronterizos terrestres, en Migraciones admiten que
Ezeiza es la plataforma de salida del 95% de los emigrantes.
Con números altos durante la recesión que acompañó al
gobierno de De la Rúa y un pico extremo tras la devaluación,
a partir de 2003 la curva estadística se había dado vuelta:
ese año dejaron la Argentina por el aeropuerto 29.582
personas; en 2004, 22.469 y en 2005, 12.336, el piso
histórico. Pero la tendencia comenzó a revertirse tibiamente
al año siguiente, con 14.673 partidas netas, y se instaló
con fuerza en el 2007, con 28.572 salidas. En 2008, hasta
setiembre, el saldo migratorio de argentinos por Ezeiza era
negativo en 37.502 personas. Una aclaración: en comparación
con la población nacional y la cantidad de ciudadanos que
viajan al exterior, los números son muy bajos. Pero con
cifras aún menores y tomadas también en Ezeiza, a fines de
2003 desde el gobierno se celebraba la caída del volumen de
emigrantes.
Dos fuentes oficiales consultadas por Clarín dieron su punto
de vista a cambio de negar su nombre. "Durante lo peor de la
crisis se iban todos como podían y adonde fuera. Cuando las
cosas en el país mejoraron la emigración cayó muchísimo,
pero esa misma mejoría también le permitió a quien quería
irse juntar plata para poder hacerlo en mejores
condiciones", ensaya un funcionario con despacho en la Casa
Rosada. "Los jóvenes ahora pueden pagarse una maestría
afuera, y profesionales liberales como arquitectos y
publicistas están siendo muy buscados afuera. Pero no hay
que olvidar que Argentina es el único país de Sudamérica con
tasa de migración positiva: sin importar la nacionalidad, es
más la gente que la elige para vivir que la que decide
irse", redondea otro miembro del gobierno con
responsabilidad directa en el tema.
"Yo vivía bien allá. Tenía dos buenos empleos -incluso uno
de ellos era un teletrabajo que hacía para Miami y cobraba
en dólares-, pero necesitaba un cambio. Y en lugar de
mudarme a Capital crucé el océano", dice desde Barcelona
Olga, una licenciada en Comunicación que a los 28 años, en
noviembre pasado, decidió despedirse de su casa en Isidro
Casanova. Y de inmediato aclara: "ojo, acá también está
llegando gente que se cansó de las discusiones políticas
estériles, la inflación y la inseguridad argentinas". Olga
planificó su viaje al detalle: primero se instaló en la más
accesible Andorra para ensanchar sus ahorros y luego se mudó
a su piso compartido en el barrio del Eixample. Sin
pasaporte europeo ni contrato de trabajo, buscó empleo en
varias agencias de comunicación y superó tres instancias de
selección. "Pero por ser extranjera mi contrato tenía que
ser aprobado por el ayuntamiento y había que hacer mil
papeles que asustaron a los empleadores. Ahora trabajo como
moza en un bar cercano. Cobro 1.400 euros en negro, que me
sirven para armar tranquila mi propia agencia junto con una
arquitecta argentina que conocí acá. 'Si pienso quedarme
para siempre? No sé, es muy pronto para pensarlo", se
despide.
Como Olga, el profesor de sociología de la migración en la
UBA Roberto Aruj duda que todos los argentinos que dejaron
el país terminen siendo emigrantes: "la estadística también
incluye turistas, personas que visitan familiares,
estudiantes que buscan capacitarse o ejecutivos de empresas
trasnacionales. Pero es cierto que, sobre todo entre los
jóvenes, hay mucha frustración de las expectativas de un
futuro en el país. Los salarios siguen debajo del costo de
vida, y para ellos las oportunidades acá son escasas. Pero
entiendo que ante las dificultades que se avecinan en los
próximos diez años -crisis económica, conflictos por la
escasez de recursos naturales, violencia- la emigración va a
declinar".
Patricio Maglio y su mujer Carolina no piensan en eso. Este
año, los dos renunciaron a sus buenos empleos en Argentina,
vendieron su departamento y se mudaron a Inglaterra.
"Queríamos sumergirnos en otra cultura bien distinta, y tras
cinco años de planificarlo hace un mes nos vinimos", cuenta
Patricio. "Yo estoy haciendo un master intensivo en
administración de negocios, y Caro busca empleo como
profesora de literatura inglesa. La idea es que yo termine y
pueda estudiar ella, que después trabajemos para recuperar
la inversión y en cinco años veamos si nos quedamos acá o
regresamos".
Sin apresurar conclusiones, hay datos que sorprenden. Una
encuesta realizada en 47 países por la ONG estadounidense
Pew reveló el año pasado que para el 38% de los argentinos
la emigración "es un gran problema", contra una media global
del 32%. Lo notable es que Argentina es el único país de
todos los encuestados que tiene una tasa migratoria
positiva, y en el que sólo 3% de su población vive en el
exterior. La frustración por ver partir a otros argentinos
sería, al menos desde la matemática, bastante
desproporcionada.
Aunque fuera con goteo, la emigración volvió a crecer, y no
lo reflejan sólo las estadísticas nacionales. Radicado en
España desde 1978 y especialista en temas migratorios, el
sociólogo argentino Walter Actis revela que según el Padrón
de Habitantes español en 2007 la cantidad de argentinos
creció 5,4%, cuando en 2006 sólo había subido un 0,6%: "Son
cifras muy lejanas a las de 2002 -con un 61%- pero indican
que el flujo volvió a crecer; en el primer semestre de este
año llegaron a Madrid 270 nuevos inmigrantes. España los
trata bien: en 2004 el 39% de los argentinos no tenía
papeles, y el año pasado sólo el 17%".
Habrá que ver cómo impactan en este escenario las nuevas y
duras leyes migratorias europeas y la feroz crisis
financiera, que por lo pronto ya le niega a los extranjeros
el acceso a ciertos empleos. A algunos argentinos, como
Fresia Roa, las puertas se les cerraron mucho antes. "El 1
de octubre aterricé en Barajas, y junto a otros ocho
compatriotas nos sacaron de la cola de los trámites, nos
encerraron durante horas para interrogarnos, nos maltrataron
y al final nos denegaron el ingreso a España. Yo iba a
visitar a un amigo, fue una locura", dice enfurecida.
"Si algún compatriota llega a otro país cumpliendo los
requisitos migratorios y tiene dificultades, debe exigir que
lo comuniquen con el cónsul argentino en ese lugar para que
lo asesore", afirma el director de asuntos consulares de la
Cancillería, Félix Córdova Moyano. Fuentes de ese ministerio
niegan que en el último año haya crecido la presión
migratoria en los consulados, aunque admiten que "existe una
exigencia mucho más estricta de los requisitos legales para
permitir el ingreso. Por ahí antes faltaba algo y no pasaba
nada. Ahora te dejan afuera". Quien avisa no traiciona, dice
el refrán.
Por
Claudio Savoia
La Nación