Según cifras del Servicio Penitenciario
Bonaerense (SPB) y de los patronatos de liberados, a las
que tuvo acceso Clarín, más de 14 mil personas detenidas,
acusadas de cometer delitos en Capital y Provincia de
Buenos Aires, están en la calle beneficiadas con
libertades condicionales, transitorias, salidas laborales
o detenciones domiciliarias.
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El tema se instaló en el centro
del escenario de la inseguridad a partir de resonantes
casos policiales protagonizados por presos con prisión
morigerada. En julio estalló la primera ola de
cuestionamientos al sistema cuando Angel Fernández (un
preso beneficiado con el monitoreo por pulsera electrónica
pese a tener antecedentes por violación, robo y homicidio)
mató al matrimonio Mansilla y a su dos hijos, de 12 y 8
años, en Campana.
La cuestión se reavivó a mediados de octubre con un caso
de Capital: un carnicero (Abel Rossi) fue asesinado en el
barrio de Versalles al intentar evitar un asalto a una
farmacia. Uno de los delincuentes -muerto luego en un
tiroteo con la Policía- era un joven de 21 años, Jonathan
Errecalde, que gozaba de salidas transitorias y estaba
prófugo por no haber vuelto al instituto donde cumplía una
condena por homicidio. El ministro de Justicia, Aníbal
Fernández, pidió el juicio político del magistrado que le
concedió el beneficio.
Ambos casos pusieron bajo la lupa sobre todo a los jueces
(ver Ofensiva...), pero también al servicio penitenciario
y a los patronatos de liberados que "tutelan" gran parte
de los presos en libertad. Las críticas incluyeron
declaraciones de la presidenta Cristina Kirchner y del
presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti.
El cuádruple crimen de Campana, por caso, generó la
decisión del Ministerio de Justicia bonaerense de poner al
Patronato de la provincia a trabajar full time en las
prisiones domiciliarias con pulsera electrónica (hasta
entonces bajo el control exclusivo del SPB). Esto provocó
un fuerte reclamo de los trabajadores, quienes lograron
mitigar la medida. Ellos se quejan de estar saturados:
"Cada asistente tiene bajo su responsabilidad entre 60 y
300 casos, y no 30 como marca la ley".
Según lo que aseguran en off fuentes oficiales, se calcula
que al menos un 30% de los presos bonaerenses que salen en
libertad condicional vuelve a delinquir.
"Nosotros realizamos un estudio sobre la población de las
cárceles federales -que es mucho menor a los penales
bonaerenses- y descubrimos que, al cabo de cinco años,
seis de cada diez presos que habían sido liberados volvían
a caer detenidos", explicó a
Clarín Martín Gershnik,
director ejecutivo de "Unidos por la Justicia", una ONG
integrada por jueces, fiscales y abogados. "Hay cosas que
mejorar en la Ley de Ejecución. Por ejemplo, que permite
dar salidas transitorias demasiados flexibles. Pero nada
se soluciona con restringir todas las libertades, subir
las penas y construir cárceles. Hay que apuntar al
tratamiento y seguimiento de los detenidos. Hoy, las
cifras muestran que el sistema es un fracaso", agregó
Gershnik.
La contracara del problema de los presos liberados es el
de los presos sin condena. De acuerdo a datos del propio
sistema penitenciario, entre el 60% y el 80% de los presos
que está en prisión no ha tenido juicio. Por lo tanto, a
estos reclusos nadie, todavía, los declaró culpables. La
Corte Suprema de Justicia, en un fallo de mayo de 2005, ya
había alertado sobre el abuso de las prisiones
preventivas.
Para Marcos Salt, profesor de Derecho Penal y Procesal
Penal de la UBA, el tema carcelario "no se puede analizar
ni mejorar de forma aislada. Lo que ocurre es consecuencia
de una falta absoluta de programación de un plan de
política criminal. Esta tiene que articular medidas de
prevención, asistencia social, educación, funcionamiento
de la Justicia y órganos policiales". Para él, "las
medidas coyunturales no sirven. El camino es diseñar un
programa integral".
"En la Argentina, la tasa de encarcelamiento creció de 63
personas cada 100.000 habitantes (en el año 1992) a 156
personas cada 100.000 en la actualidad. No hace falta
tener más gente en la cárcel, eso nunca resolvió los
problemas de seguridad", opina Gustavo Palmieri, del CELS.
Cristina Caamaño, fiscal penal y miembro del INECIP
(Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales y
Sociales), subraya el bajo nivel de recaída en el delito
de los ex alumnos del CUD (Centro Universitario de la
cárcel de Devoto) y lo señala como una senda a seguir.
"Sólo el 3% vuelve a tener problemas", señaló Caamaño.
La fiscal participó en la elaboración de un proyecto ley
presentado en agosto en la Cámara de Diputados de la
Nación, en el que se plantea estimular la educación en las
cárceles beneficiando a los presos que aprendan un oficio
o completen un ciclo educativo.