10 de Noviembre de 2008
La incultura viene
arrasando
Impresiona el prodigioso nivel de
analfabetismo en adolescentes y jóvenes presuntamente
alfabetizados. En lo personal, me toca sorprenderme, padecer
y apiadarme de estudiantes de periodismo que incurren en
descomunales errores de ortografía y de sintaxis sin que su
evidencia les produzca, en general, la más leve emoción.
Desde luego, mucho tiene que ver con el fenómeno la
explosión de la cultura audiovisual que los educa. "Mi
verdadera maestra fue la tele", suele decir un joven
amigo y es cierto: sólo que quien aprende un idioma con el
lenguaje de las telenovelas colombianas, las despiadadas
traducciones de las series y películas norteamericanas o el
despojadísimo lenguaje de los programas de entretenimientos
locales, difícilmente pueda manifestarse con la riqueza
metafórica que suelen exhibir los hombres de campo o tejer
los juegos verbales de un lector consecuente.
Ni Internet -donde yace, paradójicamente, la suma del
conocimiento-, ni los mails que reverdecieron el
arte epistolar, ni menos aun los mensajes de texto por
celular parecen haber contribuido con la práctica de la
lectura y la escritura a mejorar las cosas. El omnipresente
mito de la velocidad arrasa allí hasta con la integridad de
las palabras y retazos de una escritura taquigráfica, pero
sin reglas, es lo que ha terminado alumbrando. Eso no suma
al lenguaje uno nuevo sino lo sustituye y empobrece.
En el mayor productor de contenidos culturales -esto es,
la tele- el error gramatical o de sintaxis, el
desconocimiento más supino o la barrabasada más extrema
dicha al aire son tomados, en general, como una gracia y
festejados. Y no provocan ni una sombra de vergüenza. Más,
en ciertos conductores, esas "cualidades" de barbarie
intelectual son su sello identidad.
¿Y los maestros? ¿Y los profesores? Muchos seguramente no
están capacitados para luchar contra fenómenos tan nuevos y
repentinos. Por otra parte, la decadencia progresiva pero
inexorable de la escuela pública en nuestro país ha dejado
marcas tan profundas como heridas. Otros la pelean desparejo
y como pueden y otros ya se dieron por vencidos.
Lo peor del caso, yendo a lo puramente pedestre, es que la
sociedad en la que estamos inmersos es la del conocimiento,
cada vez más dirigida por una casta privilegiada con una
educación de excelencia y, por otro lado, masas de
adormecidos consumidores de pantallas a los que les queda la
opción de obedecer.
El nuevo presidente de Estados Unidos no es negro ni
habla con acento afroamericano: es un mulato que brilló
estudiando en Harvard y habla con la precisión y la
elocuencia de un profesor. Sarah Palin, la vencida candidata
a vice republicana, en cambio, demostró en público su
convicción de que Africa es un país.
Por:
Marcelo A. Moreno
reproducción de su columna en
el diario Clarín del 09-11-08