SIGUE CRECIENDO EL
¨TRABAJO INFANTIL¨
NADA HACE EL GOBIERNO
TAMPOCO LA SOCIEDAD

3 de Enero de 2009

Crece el trabajo infantil en el país

Córdoba y Mendoza son las provincias en donde se registran los índices más altos de una situación social que puede agravarse

Las estadísticas difundidas días atrás sobre trabajo infantil en la provincia de Córdoba (similares a las de la provincia de Mendoza, conocidas en noviembre último) arrojan luz sobre una situación que podría llegar a agravarse con la actual crisis económica internacional y local.

Efectivamente, según la Encuesta de Actividades de Niños, Niñas y Adolescentes (Eanna) 2006, la provincia mediterránea es el distrito donde más trabajo infantil se registró. El 8,4 por ciento de los niños y el 30 por ciento de los adolescentes cordobeses trabajan; el 15 por ciento de los niños de entre 5 y 13 años que trabaja repite el grado en la escuela (en relación con el 9,9 de quienes sólo estudian), y el 50 por ciento de los adolescentes de entre 14 y 17 años que trabaja está afuera del sistema educativo.

En cuanto a Mendoza, según datos de la Comisión Provincial de Erradicación de Trabajo Infantil (Copreti), hay un 32,5 por ciento de niños mendocinos que trabajan; la mayoría lo hace entre 4 y 8 horas diarias, sobre todo en labores rurales pero también en empleos domésticos, en comercios y en hornos de ladrillos. Sobre un total de 565 estudiantes encuestados, el 30 por ciento ha repetido alguna vez en la escuela. Es importante destacar que ésta es la primera vez que se hacen estadísticas de este tipo en esta provincia, y que los datos recogidos permiten concluir que el trabajo infantil casi duplica el promedio de todo el país, que ronda el 17 por ciento.

El tema del trabajo infantil, que sólo ha sido reconocido como problema recientemente, no es un hecho natural sino, como lo señalaba el defensor de la Nación, Eduardo Mondino en un artículo publicado en este diario, "El trabajo infantil, un círculo vicioso", es un emergente de una situación social en la que se entrecruzan "condicionantes económicos, políticos, legales y culturales". Por supuesto que a ello contribuye enormemente el hecho de que, todavía, no sea visto por el núcleo familiar como un "trabajo", sino como una contribución a la economía del hogar o casi como un deber filial. Así recolectar cartones, limpiar parabrisas, cuidar o lavar autos, mendigar en trenes y subtes, o, como en las zonas rurales, ayudar a los padres en cosechas, zafras o crías de animales, y finalmente cuidar a los hermanos menores, es sólo una "rutina" familiar.

Sin embargo, un dato que merece ser destacado es el que señala, según el informe de la Eanna, que a mayor nivel educativo de las madres, menor es el porcentaje de niños o adolescentes que trabajan. Es decir que, como siempre repetimos y seguiremos repitiendo desde estas columnas, la educación es aquí también la respuesta adecuada al problema del trabajo infantil.

 Y en este caso la solución educativa debe estar dirigida a todos los miembros de la familia, en primer lugar, y a la comunidad, inmediatamente después. Si los padres poseen el nivel educativo correspondiente lograrán encontrar un trabajo decente, de manera que no necesiten poner a trabajar a sus hijos para enderezar la economía del hogar. Amparados unos y otros en la educación, las únicas tareas de los chicos serán entonces asistir a la escuela y jugar con sus pares, el único "trabajo" para el cual un niño está ampliamente dotado. Editorial II, del diario la nación del 31.12.2008

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A diario desaparecen en el país niños y adolescentes ante la desesperación de sus familias y del resto de la sociedad

Acaban de cumplirse 60 días de la desaparición de Sofía Yasmín Herrera, ocurrida en Tierra del Fuego cuando se encontraba en un camping junto con sus padres, quienes por un momento la perdieron de vista. El caso en sí es dramático, pero asume proporciones muchísimo más significativas y dolorosas porque se suma a una extensa nómina de niños y adolescentes cuya desaparición ha sido denunciada por sus familiares y aún no han retornado a sus hogares, ni tampoco hay noticias acerca de dónde se encuentran y si están vivos aún.

Este fenómeno, que no es exclusivo de nuestro país, aunque aquí ha asumido particular importancia, obedece a causas diversas. Influyen en él desde algunas motivaciones tan escalofriantes como lo es el apoderamiento que de los desaparecidos hacen aviesas redes de explotación sexual infantil hasta otras menos aberrantes que pasan por los maltratos de familiares o las desavenencias hogareñas, como pueden ser las meras travesuras, más de una vez llevadas a cabo por no afrontar una mala calificación escolar o por simple sed de aventuras.

Algunas revelaciones recientes provocan escalofríos: la asociación civil Periodismo Social acaba de informar que desde junio último 40 niños y adolescentes fueron liberados de las garras de esas redes delictivas, que, según la misma fuente, atrapan diariamente a por lo menos trece de esos seres indefensos, incluso a pesar de que la ley castiga tan repugnantes maniobras con hasta 15 años de prisión. Si a esta circunstancia se agregan los casos que han tenido su origen en episodios de otra índole, es claro que nos encontramos ante una durísima realidad, largamente merecedora de la atención del conjunto de la sociedad.

No es cuestión de crear falsas alarmas sino de estimular la prevención y, llegado el caso, la represión de esas indignidades. Un niño o un adolescente que faltan de sus hogares o han sido arrebatados de la tutela familiar por la fuerza no sólo pueden llegar a afrontar serios riesgos físicos, sino que también padecen daños morales que a la postre habrán de herirlos en forma irremediable. De parecido cuño es, sin duda, la tortura espiritual que se les inflige a sus padres, familiares y amigos, por lo general embarcados en una búsqueda equivalente a dar palos en la oscuridad y sumidos en la torturante desesperación provocada por la ignorancia del paradero de un ser querido, sentimiento éste que, ante las noticias al respecto que abundan en los medios de información, incluso les transmiten notable angustia a quienes están totalmente ajenos a esas alternativas.

Estas ingratas circunstancias no han sido pasadas por alto por meritorias organizaciones no gubernamentales. Es el caso de Missing Children de la Argentina, que desde 2000 y a través de la Red Solidaria logró ubicar a 3280 criaturas y jóvenes desaparecidos, aunque sigue sin ubicar a 138. Esos valiosos esfuerzos tienen por contraste el pobre concepto que en el exterior ha merecido nuestro país en materia, por ejemplo, de lucha contra la trata de personas. El Departamento de Estado norteamericano ha juzgado al respecto que nuestro país "no ha demostrado haber aumentado los esfuerzos" para combatirla.

Cuanto se hace al respecto, entonces, está reclamando intensificar todas las acciones al alcance de las autoridades (tal vez, un ente conjunto integrado por todas las fuerzas de seguridad y policiales nacionales y provinciales) para reducir al mínimo factible este presente que, a pesar de lo hecho, todavía no puede calificarse de alentador. Reproducción textual del Editorial del Diario la Nación del 2 de enero de 2009.