12 de Enero de 2009
Kirchner repartirá 15 mil millones
entre los intendentes bonaerenses para obra pública sin
licitaciones ni control.
Es parte de la estrategia electoral para un distrito que
definirá la supervivencia política del oficialismo.
A la
vieja usanza peronista, Néstor Kirchner decidió romper el
chanchito para salir a la conquista de la provincia de
Buenos Aires. De aquí a las elecciones de octubre, el ex
presidente invertirá 15 mil millones de pesos en obras
públicas con el propósito de fortalecer la ingeniería
electoral en el bastión del que depende la subsistencia de
su proyecto polít
ico.
Las obras no pasarán por ningún proceso licitatorio: el
dinero de las arcas públicas irá
a parar
directamente a los municipios bonaerenses, en su gran
mayoría del PJ. En la
Casa Rosada explican que el manejo descentralizado de los
fondos busca sortear los intermediarios y licuar la
burocracia estatal. Pero su finalidad exuda un tufillo
clientelista: el que reparte es Néstor y por lo tanto el que
deberá capitalizar los resultados es el ex presidente y no,
por ejemplo, Daniel Scioli.
A esta altura, Kirchner no se puede dar el lujo de
prescindir del gobernador bonaerense, pero tampoco es afecto
a resignar cuotas de poder. Por eso en las últimas semanas,
decenas de intendentes fueron a Olivos y de allí al
besamanos del Ministerio de Planificación, que comanda Julio
De Vido. El secretario de Obras Públicas, José López, fue el
encargado de hacer el listado de beneficiarios de los
planes.
Los actos en el distrito más populoso del país se sucederán
casi diariamente en 2009. Serán pretendidamente de gestión,
pero indefectiblemente de campaña. Como el del último
jueves, en Florencio Varela, donde Kirchner no tenía otra
razón para estar más que la de mostrarse como el conductor
de un gobierno hacedor. En eso el oráculo de Felipe Solá fue
certero: en un año electoral el oficialismo expondrá su
debilidad por la sobreactuación y la hiperactividad.
La foto de Néstor, sobredimensionada por la ausencia de su
mujer –fue el día que empezó la lipotimia de Cristina–,
fortaleció la idea de su candidatura en la provincia, una
hipótesis que él mismo ordenó instalar a sus laderos. A su
lado estaba Sergio Massa, toda una curiosidad si no fuera
que el jefe de Gabinete es otro de aquellos a los que están
midiendo como postulantes.
Kirchner dice que el intendente de Tigre en uso de licencia
mide en las nunca bien ponderadas encuestas que encomienda
el Gobierno. Aunque los números por ahora son invisibles
para el común de los mortales, calcula que Massa, en el peor
de los escenarios, está por encima de sus contrincantes.
Ellos son Solá, Francisco de Narváez, Jorge Macri, o una
boleta que reúna a los tres juntos. Lo mismo sucede si la
rival es Margarita Stolbizer. Ver para creer.
A la hora de sondear, el Gobierno no se priva de nada. Desde
el recaudador Santiago Montoya, hasta la ministra Graciela
Ocaña, pasando por los hermanos del poder José “Pepe” Scioli
y Alicia Kirchner, todos son potenciales candidatos. En los
últimos dos casos, persiste la fantasía de que la portación
de apellido traccionará votos.
La provincia se nutrirá de otros nombres, pero no como
candidatos sino como operadores políticos. A pesar de la
mala estrella que lo acompaña desde el conflicto del campo,
Luis D’ Elía reaparecerá en escena para fortalecer la ayuda
social. A través de su Federación de Tierra y Vivienda, el
emblemático piquetero K administrará dinero público para
trabajos productivos. Y Emilio Pérsico –el dirigente del
Movimiento Evita recién incorporado a un cargo en el
Ministerio de Desarrollo Social de la Nación– lo hará para
motorizar microemprendimientos.
VALE TODO.
Kirchner necesita ganar y su pragmatismo es a
prueba de balas. El gobierno de los derechos humanos, como
gusta vanagloriarse, terminó justificando su apoyo a Aldo
Rico en San Miguel. Justo un carapintada que se levantó en
armas contra la democracia pidiendo el cierre de los juicios
a los represores de la última dictadura militar.
Esta muestra de pago chico de la lógica K de supervivencia
se reproduce en escala mayor en Santa Fe. ¿Cómo no va a
apoyar la candidatura a senador de Carlos Reutemann si es el
único capaz de hacerle fuerza al socialista Rubén
Giustiniani, y de paso dificultar la carrera presidencial de
su aliada Elisa Carrió y del gobernador socialista Hermes
Binner?
El entusiasmo es tal que Oscar Parrilli esta semana desplegó
sobre su escritorio una carpeta con el escrutinio de la
elección presidencial de 2007 en Santa Fe. Muestra cómo
Cristina ganó con el 35% de los votos, poco más de un punto
por encima de la fórmula Carrió-Giustiniani. La elección fue
posterior al triunfo de Binner en la gobernación. “Es
mentira que en esa provincia no se puede ganar”, afirma el
siempre optimista secretario general de la Presidencia.
–Pero desde entonces hasta la fecha ocurrió la guerra gaucha
–se le recuerda.
–Por eso el candidato a senador es Reutemann. Él estuvo con
el campo –justifica.
No hay respuestas, en cambio, sobre qué pasará en 2011 si en
octubre gana el Lole. ¿Será candidato a presidente? ¿Cederá
ese lugar a Kirchner? Hipótesis sobran. Pero la de María del
Carmen Alarcón tiene un valor agregado. La hoy funcionaria
de Binner fue mano derecha del ex piloto de Fórmula Uno
durante muchísimos años.
-Lo que está armando Reutemann ahora, ¿es sin Kirchner, con
él o contra él? –le preguntó el periodista Pablo Feldman
para una radio rosarina.
–No, es con Kirchner. Reutemann es incapaz de ir en contra
del dirigente por arriba de él que tiene poder. Por eso no
fue candidato a presidente en otra oportunidad: para no
enfrentarse con Menem. Reutemann tiene miedo, yo sé cuáles
son las limitaciones de Reutemann y sé que es un hombre que
tiene miedo de enfrentarse al poder.
El ex presidente fue tan rápido para capitalizar el
lanzamiento del Lole, como lento para cosechar los aplausos
por el éxito del Rally, cuya llegada al país fue gestionada
por el secretario de Turismo, Enrique Meyer.
–Esos eventos son muuuuuuuuy menemistas –fue la chicana de
Kirchner a Massa, con Meyer de testigo, cuando el jefe de
Gabinete hizo alusión al tema, al inicio de la competencia.
Dos días después, al comprobar la repercusión que tuvo entre
la gente, volvió a llamarlo.
–Che, denle manija, ¿por qué no aparecemos ahí nosotros? –se
quejó el santacruceño a viva voz.
Falto de reacción, al menos sobre lo que generan estas
tuercas, al Gobierno –diría Maradona– se le escapó la
tortuga.