Peces muertos en el Delta

30  de Enero de 2007
 

Mi familia conforma uno de los clásicos núcleos de "habitantes de los fines de semana" que se instala en la Primera Sección de islas del Delta.
Un domingo de diciembre, luego de padecer los efectos de la tormenta que azotó a Buenos Aires el sábado por la noche, amanecimos ante un paisaje que nos dejó atónitos. El arroyo Caraguatá presentaba un color verde esmeralda que no se parecía en nada al clásico marrón que le debe a su lecho barroso.
No estábamos enterados de que el artista Nicolás García Uriburu, hubiera teñido las aguas como oportunamente lo hiciera con los canales venecianos. Al aproximarnos al muelle comprobamos que el río tenía un aspecto aceitoso y despedía un asfixiante olor químico.
Sobre la superficie observamos cientos, miles, de peces muertos, o boqueando en procura de un oxígeno que el fluido no contenía.
Durante horas los vecinos de la zona presenciamos el angustiante fenómeno, mientras la marea bajaba hacia el Río de la Plata. Las papeleras aún no están instaladas, por lo tanto el producto contaminante que infectó todo el estuario surgió de la industria nacional. ¿Quién controla estos desastres que no aparecen en las portadas de los diarios? Con seguridad no es el canciller, ni el Tribunal de La Haya, ni el mediador español.
 Todo indica que el rigor ecológico del Estado argentino es de la boca para afuera. Quienes habitan las márgenes del Riachuelo lo saben mejor que nadie. Los habitantes de Tigre también lo comprobamos.


Javier Cófreces
cofreces@edicionesendanza.com.ar
Carta de lectores del Diario Clarín