08 de Septiembre de 2008
Una rápida mirada a la realidad educativa
argentina de hoy bastaría para aventar cualquier esperanza de
mejoramiento. A los paros docentes, que se han disparado en
gran parte de las provincias en esta segunda mitad del año,
hay que agregar ahora las tomas de escuelas por sus
interesados más directos, los alumnos, y también todo tipo de
problemas en los ámbitos académicos.
En
efecto, en ocho jurisdicciones los reclamos salariales
docentes se han reactivado y constituyen la causa relevante de
litigios en desarrollo o de medidas de fuerza que desembocan
en el cese de actividades. En la provincia de Buenos Aires,
donde se planteó el mayor problema, la cuestión sigue sin
solucionarse, al menos por ahora, pese al ofrecimiento del
gobierno provincial de un incremento del 17 por ciento en el
sueldo básico, lo cual redundaría en una mejora del 12 por
ciento como promedio en el salario global.
Con
respecto al resto del país, debe destacarse que sólo en cinco
provincias (Chubut, Formosa, La Rioja, Misiones y Tucumán) no
se han producido pérdidas de días de clases. En cambio, los
paros han afectado en lo que va del año especialmente a Tierra
del Fuego (16 días), Entre Ríos (14), Neuquén (9), Río Negro
(8), Jujuy y Santa Fe (6), Corrientes y Mendoza (5).
Actualmente, en la Ciudad de Buenos Aires se han manifestado
dos tipos de conflictos. Uno, en relación con la docencia,
cuyas numerosas entidades sindicales han llevado adelante el
segundo paro docente durante la gestión del actual gobierno,
para lograr aumentos salariales. Las demandas salariales
pueden ser justas, más aún si se tiene en cuenta el deterioro
que ha provocado la inflación en los ingresos mensuales. Pero,
como siempre lo señalamos aquí, todo tiene su contrapartida y
los derechos van unidos al cumplimiento de obligaciones. Al
decidir los maestros y profesores un cese de la actividad
escolar unilateralmente, se falta al deber y se daña
injustamente a los alumnos. En esto se advierte que uno de los
males que más perjudica el funcionamiento escolar es la
cultura del paro, decantada en nuestras conductas sociales
desde hace años. Siendo censurable el manejo abusivo de las
huelgas, conviene insistir en el empleo oportuno del diálogo y
las negociaciones, antes de que los conflictos estallen y la
decisión de la huelga parezca irreversible. Este es, por
supuesto, el deber de los funcionarios.
En el
otro caso, la novedad del tema no deja de ser preocupante:
ahora son los alumnos los que van al "paro", para obligar a
las autoridades a que se amplíe el régimen de las becas
otorgadas.
También
en este último caso coincidiremos en la importancia de que se
cuente con una política de becas bien administrada y que sirva
a los propósitos de una enseñanza media generalizada. Esa
petición incluso ha contado con la adhesión de los gremios
docentes. Pero un reclamo que puede ser justo en su origen, y
que fomenta la inclusión social, vino acompañado de la
ocupación de escuelas -¡triste imagen la de la foto publicada
en este diario, donde se veía una parrilla con chorizos al
lado de los pupitres escolares!- y de marchas, actividades que
contaron además con la anuencia y hasta el acompañamiento de
muchos padres, una estrategia que creció rápidamente dentro
del perturbado cuadro educativo.
El
otorgamiento de becas exige un control lógico, deben
distribuirse entre quienes realmente las necesiten, que
responderán luego con buen rendimiento escolar, pues ésa es su
obligación. No estaría de más que los mismos padres tan
dispuestos a respaldar a sus hijos en las marchas y las tomas
de escuelas supieran también ayudarlos a darles a esas becas
tan reclamadas el buen uso que merecen.
Es
increíble cómo, de un modo u otro, en la Argentina siempre se
vuelve al punto de partida. Así, un objetivo para nada
exigente, pero que parecería inalcanzable, como son los 180
días de clases (convertidos en norma legal Nº 25.864 a fines
de 2003), se pone otra vez en riesgo y son muy pocos los que
se preocupan por ello. Y muy lejos del diálogo constructivo y
los acuerdos básicos, perdemos de vista la posibilidad de
coincidir en un futuro común. Los argentinos seguimos estando
en falta con una cultura democrática, donde se respeten las
leyes y los derechos de todos los miembros de la sociedad. Reproducción
textual del editorial del diario La Nación del 6-9-08
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