03 de Diciembre de 2008
Sindicalistas
“libres”
Sin
detenidos por la muerte del dirigente de la UOCRA en la
emboscada gremial
El juez
Manuel Álvarez ordenó liberar a los 14 gremialistas
acusados de haber participado de los graves incidentes
ocurridos la semana pasada en La Pampa, que terminaron con
la muerte de Ariel Quiroga
El juez de
instrucción de General Acha, Manuel Alvarez ordenó liberar a
los 14 gremialistas detenidos por los graves incidentes
ocurridos la semana pasada en la localidad pampeana de 25 de
Mayo, que terminaron con la muerte del dirigente de la
UOCRA de Mendoza Ariel Quiroga.
Todos son integrantes del sindicato del Petróleo de Río
Negro y Neuquén.
Según informaron fuentes judiciales a un matutino, la
medida fue adoptada el viernes luego de que terminara la
segunda ronda de indagatorias.
Alvarez decidió excarcelar a los detenidos a raíz de que
durante las rondas de reconocimiento no pudieron ser
identificados como los autores de los desmanes y la muerte de
Quiroga.
Un policía pampeano que estuvo en el lugar de los
incidentes, declaró que la víctima fue golpeada y empujada por
un grupo de sindicalistas rionegrinos al canal, donde luego
fue apedreado.
Esa situación, según la declaración, provocó que Quiroga se
soltara de una rama, para finalmente morir ahogado.
Por otra parte, otros policías de 25 de Mayo coincidieron en
sus declaraciones en que se trató de "una emboscada" y no una
riña, dado que la mañana del 20 de noviembre los efectivos que
custodiaban el Puente Dique advirtieron la sorpresiva llegada
de 200 gremialistas de Río Negro y Neuquén, cuando en el lugar
se encontraban sólo un puñado de desocupados y sindicalistas
mendocinos.
El choque entre gremios, que se disputan la afiliación de más
de 1.100 trabajadores de yacimientos pampeanos, tuvo lugar
el jueves pasado en la localidad de 25 de Mayo, a 415
kilómetros de Santa Rosa. Critica de
la Argentina.
NOTA
RELACIONADA
SANTA ROSA.- No quedan
dudas: el sindicalista mendocino fue golpeado y arrojado a un
canal de agua. Un policía fue testigo y contó, por primera vez
ante la Justicia provincial, que al delegado gremial lo
tiraron a una correntada mortal. Igualmente, los 14 detenidos
fueron liberados.
El ataque, salvaje, ocurrió el pasado jueves 20
en 25 de Mayo, a unos 415 kilómetros al sudoeste de Santa
Rosa. Ariel Quiroga y Sergio Vázquez, ambos delegados en
Mendoza de la Unión Obrera de la Construcción Argentina (Uocra),
habían ido a ofrecer trabajo a desocupados de 25 de Mayo, una
localidad de 12.000 habitantes que en el último año se ha
convertido en una suerte de pueblo del Far West por las
brutales peleas que huelen a dinero: el millonario negocio de
las afiliaciones de los que trabajan en yacimientos petroleros
de La Pampa.
Eran las 7 del jueves 20. En el cruce de dos
rutas se habían juntado unos 30 trabajadores. En un momento,
llegaron unos 150 trabajadores y delegados del poderoso
Sindicato del Petróleo de Río Negro y Neuquén y empezaron las
corridas. Los cuatro policías fueron sobrepasados. Uno de los
delegados del Sindicato del Petróleo señaló a Quiroga y
Vázquez. "Ellos son", dijo. Los atacaron con golpes de puño,
palos y piedras. Vázquez cayó inconsciente. Se escucharon
balazos. Y según el testimonio de uno de los uniformados,
Quiroga corrió. Pero lo alcanzaron, le pegaron con una piedra
en la espalda y, por el golpe, cayó arrodillado. En ese
momento, dos manifestantes -a los que el efectivo policial no
pudo identificar- lo empujaron a un canal de agua. Se aferró a
una planta. Pero le siguieron arrojando piedras y se soltó.
Uno de los policías intentó alcanzarle un cinto para que se
aferre. No pudo. Apareció muerto cuatro horas después.
Impunidad
y protección...
Una ráfaga
de ilusión democrática se hizo sentir hace dos semanas
cuando un fallo de la Corte consideró inconstitucional el
unicato gremial y defendió la libertad sindical.
Fue sólo
una ráfaga. La realidad más cruda del sindicalismo
dominante, apoyado por el Gobierno y al mismo tiempo soporte
fundamental del kirchnerismo, clausuró de inmediato, con un
portazo violento, toda ilusión de que el viento de la
transparencia empezara a renovar el viciado aire de los
despachos del poder gremial.
Como
para que no quedaran dudas, ayer en Rosario un grupo de
gremialistas aliados al líder de la CGT, Hugo Moyano,
confirmó que no serán un fallo judicial ni una ley los que
pongan fin a una larga tradición de violencia y muerte para
adueñarse y defender el poder gremial.
La
impunidad, la protección política y la complicidad
administrativa, alimentadas por gobiernos de las más
diversas inclinaciones ideológicas, ya sean militares o
civiles, peronistas de derecha, neoliberales o
"progresistas", han dado vida y alimentado un cuerpo que ya
parece indestructible.
La
realidad muestra que para acceder a la conducción de un
sindicato hay que sortear más exigencias que para llegar a
la presidencia de la Nación si no se cuenta con la bendición
de quien posee el poder de turno. Un poder que hasta es
capaz de poner al frente de un gremio a quien no se haya
desempeñado jamás o sólo algunos meses en la actividad que
representará, e impedirle el acceso a golpes o chicanas
administrativas y judiciales a un trabajador que acredita
una larga trayectoria en el sector. Desde Lorenzo Miguel
hasta Luis Barrionuevo sobran los ejemplos.
No es
difícil entonces entender por qué pueden llegar a matar
algunos sindicalistas en estos tiempos. No es por ideología.
Tampoco por pasión política. Sólo es una cuestión de poder y
el poder en este ámbito se vincula, casi siempre, con el
dinero. Los gremios manejan cientos de millones de pesos.
Demasiado dinero que permite tener una vida muy confortable,
como de la que disfrutan, impúdicamente, muchos de los
dirigentes más conspicuos, pero no sus representados, y,
también, dinero para hacer política y seguir alimentando su
poder.
No es
casual que en la mayoría de las mortales disputas sindicales
de los últimos tiempos hayan estado involucrados barrabravas
de equipos de fútbol. Las peleas internas en este ámbito se
desatan por causas demasiado parecidas a las sindicales y no
es precisamente por el amor a una camiseta.
Salpicados de sangre
Los
alrededores de Hugo Moyano han quedado indisimulablemente
salpicados por sangre, violencia y muerte en los últimos
años. La batalla a tiros protagonizada por sus huestes en el
traslado de los restos de Perón y el asesinato del tesorero
del gremio, en la misma ciudad donde ayer otros aliados
suyos, del sindicato de los lecheros, mataron a un militante
rival, son los hitos de esa saga.
En
este mismo tiempo, Moyano logró construir un poder casi sin
precedente y les arrebató afiliados a otros gremios mediante
el apriete, la extorsión o el sugestivo convencimiento a
rivales suyos y, sobre todo, autoridades gubernamentales.
Hace 13
días el líder cegetista reasumió por enésima vez al frente
de su gremio y a la celebración asistió Néstor Kirchner, el
hombre que marca las políticas y la orientación del Gobierno
que, formalmente, conduce su esposa.
Ni el ex presidente ni la Presidenta condenaron nunca
públicamente ninguna de las acciones de Moyano y sus
seguidores, ni siquiera las que en algunas ocasiones han
afectado o complicado a su Gobierno.
No parece difícil
comprender, entonces, por qué la violencia sigue siendo la
vía por la que se dirimen las disputas por el poder sindical
y por qué parece casi imposible imaginar que algo cambie.
Aunque la Corte dicte fallos que traten de transparentar y
democratizar ese poder.
Reproducción de la columna de
Claudio A. Jacquelin para el diario La Nación.
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