03 de Diciembre de 2008
ENTREVISTA A DANILO ASTORI
“Uruguay actuó con mucha
paciencia”
Quien fuera
ministro de Economía de Tabaré Vázquez y ahora es el principal
candidato a sucederlo como presidente, propuesto por el propio
Tabaré, habla de política, de las disidencias entre Argentina
y Uruguay, de las diferencias entre el progresismo uruguayo y
el de Chávez, y también hace pronósticos como que “cabe
esperar que el dólar siga subiendo” y que los precios de las
propiedades en Punta del Este bajen.
![](educacion142_archivos/image001.jpg)
Futuro Presidente de Uruguay. Es el favorito entre la mayoría
de los habitantes de su país: Astori fue el elegido de Tabaré
Vázquez para sucederlo y marcha primero en las principales
encuestas.
—¿Cuándo
fue la última vez que dialogó con Cristina o con Néstor
Kirchner?
—Un
brevísimo diálogo con Néstor Kirchner, hace dos semanas en
Santiago de Chile, en una cena convocada por la presidenta de
Chile. Tanto Kirchner como yo expusimos en un seminario
convocado por varias asociaciones progresistas. El tema era
precisamente ése, la evolución del progresismo en América
latina.
—¿Cómo fue la conversación que tuvo en Chile?
—Brevísima. Fue un saludo muy cordial, muy simpático incluso
de su parte, lo comentábamos con el embajador ayer, con un
deseo evidente de transmitir cordialidad, y de la mía también.
—Como
presidente, ¿habría vetado que Néstor Kirchner presidiera
Unasur, como lo hizo Tabaré Vázquez?
—Sí,
comparto totalmente la decisión.
—¿Quién tiene mayor responsabilidad en la crisis bilateral que
atraviesan Argentina y Uruguay?
—Uruguay recorrió todos los pasos que tenía que recorrer,
incluso antes de que asumiera el actual gobierno. El gobierno
del doctor Batlle también dio los pasos que había que dar. Los
estudios ambientales, tanto los que se hicieron en Uruguay por
instituciones independientes y de instituciones multilaterales
como el Banco Mundial, ofrecieron garantías de seriedad. Por
lo tanto, yo creo que Uruguay actuó bien, con mucha paciencia,
mucha tolerancia, me refiero especialmente a los bloqueos de
las rutas. Y con mucho apego a la resolución jurídica en este
tema. Ahora estamos esperando una resolución de la Corte
Internacional de La Haya, que probablemente sea para mediados
del año que viene. Obviamente, estaremos a lo que la Corte
disponga.
—¿Qué
supone que dispondrá la Corte de La Haya?
—Supongo
que su resolución habrá de sustentar la posición uruguaya.
—Durante la campaña presidencial argentina del año pasado,
Cristina Kirchner había dejado trascender que una de sus
prioridades sería mejorar la política exterior, ¿en Uruguay
creen que logró ese objetivo?
—Yo
no creo que estén pasando por un buen momento, ocultarlo sería
hasta ridículo.
—En
la anterior entrevista con PERFIL, usted también dijo que
Tabaré Vázquez “ha tenido mucha paciencia con la Argentina” y
que si usted es presidente “y hay que poner paciencia, vamos a
ponerla”. ¿El comportamiento del gobierno argentino sólo
merece paciencia?
—Yo no
voy a calificar el comportamiento argentino. Uruguay actuó
bien, incluso, a veces siendo el gobierno objeto de reclamos
por parte de otros integrantes del sistema político para que
actuara de otra manera, quizá relativamente con mayor dureza.
El gobierno tuvo, además, el cuidado de escuchar a todo el
sistema político uruguayo.
—¿Siempre la paciencia es recomendable?
—Cuando
están en juego cosas tan importantes como en este tema. No
siempre la paciencia se mide en las mismas dosis respecto a
temas de Estado. En esto creo que vale la pena tenerla y por
eso estoy de acuerdo con que el gobierno la haya tenido. Vale
la pena porque para Uruguay la relación con la Argentina es
una parte muy esencial de su vida como Estado, de su historia,
de su presente y de su futuro. Es uno de los temas donde hay
que poner más paciencia, tolerancia y, obviamente,
inteligencia.
—¿Esa
paciencia tiene límite?
—Todas
las cosas tienen límites, menos, como dice un amigo profesor
de matemáticas, las sucesiones convergentes. En la vida todo
tiene límite, salvo que a veces uno no acierta a definirlo, a
preverlo, a saber dónde está; actúa, sabe que el objetivo por
el que está trabajando es crucial.
—¿Qué
es negociable y qué no en el conflicto por Botnia?
—Cuando uno piensa en algo innegociable, piensa en la
instalación de la planta y su funcionamiento, eso es parte de
la realidad, no tiene regreso.
—Usted anticipó recientemente que habían firmado un acuerdo
con Portucel para instalar la papelera más grande del Cono
Sur. ¿Puede esto, sumado a la futura instalación de Stora Enso
y ENCE, ser foco de nuevos conflictos con los ambientalistas?
—En la
medida en que se cumpla con todos los requisitos de cuidado
del ambiente, no veo la posibilidad de que sea un foco de
conflicto.
—¿Esos requisitos eran los mismos que los de Botnia?
—No soy
un técnico en la materia, creo que la gran similitud sería su
rigurosidad, pero es probable que por la distinta localización
de estos proyectos haya otras exigencias que puedan ser más
duras. Stora Enso está proyectando instalarse en el centro del
país; ENCE, que se relocalizó, está ahora en el suroeste.
Nosotros estábamos repensando que la relocalización de ENCE,
que estaba a seis kilómetros de Botnia, podía ser un factor de
distensión, de apertura, pero, lamentablemente, no fue así. Y
luego tenemos a Portucel instalándose en la zona sureste. El
despliegue está territorialmente equilibrado. Portucel va a
ser una fábrica de papel, no de pasta de celulosa. Visité una
planta de Portucel en Portugal y la prolijidad es absoluta, no
hay, ni siquiera, el más mínimo vestigio de olor, y es de un
cuidado ambiental admirable.
—¿Qué
porcentaje del total del producto bruto de Uruguay van a
terminar representando cuando todas estas plantas de celulosa
y papel estén funcionando?
—Botnia
es hoy 2,3 por ciento. Y Portucel es una inversión que puede
llegar a triplicar la de Botnia en volumen financiero.
—¿Agrandaría la economía de Uruguay un 10%?
—No me
animaría a decirlo así. Es tres veces más la inversión (Portucel),
pero no hay que inferir que vaya a representar similares
proporciones. Va a ser una parte importante del producto, pero
no me comprometo con esa cifra.
—¿Se
podría decir que hay un antes y un después del papel en la
economía de Uruguay?
—Va a
ser gradual porque estamos hablando de un proceso largo,
Portucel puede llevar varios años. Eso todavía no tiene ni
siquiera el diseño. ENCE está más avanzado.
—¿Qué
otra actividad que no sea de materias primas representa en
Uruguay el 10 por ciento del producto bruto?
—El
complejo industrial forestal, estrategia que el país ya empezó
a practicar hace más de veinte años, no es una estrategia de
este gobierno. Es quizás una de las pocas líneas de Estado en
promoción productiva y económica. Luego tenemos la
agroindustria alimentaria, que ha recibido un volumen muy
importante de inversión en los últimos años, en gran parte
proveniente de la Argentina, que ha alcanzado niveles de
eficiencia muy altos. Aquí debería mencionar, aparte de las
carnes, la producción de lácteos, que está a niveles muy
altos, algunos cultivos, como la soja, el trigo y la cebada.
La minería va a dar sorpresas a la brevedad en Uruguay, porque
está avanzando a un ritmo muy importante, también con una
buena captación de inversiones del exterior;
—¿La
minería sería comparable con la industria papelera?
—No.
—¿La
industria papelera es la más grande después de la
agroindustria?
—No lo
sé, otro sector que está creciendo es el de la industria
logística. Están recibiendo un impacto muy importante por el
papel creciente que está cumpliendo Uruguay como centro de
concentración y redistribución en la región. Allí tenemos
básicamente los transportes, las telecomunicaciones y los
servicios portuarios. Este sector está triplicando el ritmo
del producto promedio y está representando una proporción cada
vez más grande de la economía, al punto tal que están
reclamando urgentemente una expansión en los puertos por su
enorme congestionamiento.
—¿En
qué proporción son mercaderías de o hacia Argentina y Brasil?
—Proporciones similares para ambos. Y como hay bienes de
origen extrarregional que llegan a países vecinos, es que a
Uruguay le importa tanto eliminar el doble arancel en común en
el Mercosur, porque eso conspira directamente contra un país
que quiere redistribuir: si tiene que pagar dos veces el
arancel, va en contra de la rentabilidad del negocio. El
producto uruguayo este año va a crecer alrededor de 11 por
ciento, y la logística va por el 130 este año.
—¿Casi la mitad del crecimiento del producto bruto de este año
proviene de Botnia y la lógistica?
—Sí.
Todavía no mencionamos a algunos sectores de servicios que son
muy importantes en Uruguay. El turismo y sus actividades
conexas; hay un gran dinamismo de la producción inmobiliaria,
las últimas cifras que tengo son de 300 mil metros cuadrados
en construcción en Montevideo y más de 400 mil en Punta del
Este en este momento. La industria de la construcción no ha
recibido ningún impacto.
—Setecientos mil metros de construcción, a un promedio de mil
dólares el metro, son 700 millones de dólares, aproximadamente
otro 2% más sobre el producto bruto de crecimiento.
—Sí,
pero además del turismo Uruguay viene desarrollando un muy
interesante crecimiento en tecnología de la información, esto
es software. Uruguay fue el primer país de América del Sur en
producir tecnología nacional y el primer exportador en
tecnología de la información en América del Sur.
—¿Cuánto son las exportaciones totales?
—Este
año van a estar en unos 10 mil millones de dólares.
—Mucho: sobre un producto bruto de 32 mil millones es casi un
tercio del total. ¿Uruguay creció más que la Argentina en los
últimos años?
—Los dos
crecieron muy parejos. El promedio uruguayo al terminar este
quinquenio de gobierno va a estar entre 8 y 9 por ciento.
—En
una entrevista publicada en PERFIL, el ex ministro de
Agricultura del Uruguay, José “Pepe” Mujica, aseguró que “hay
que buscar en el campo de la psicología la causa que puede dar
justificación” al conflicto que tuvo el gobierno argentino con
el campo. Ese fue un duro golpe para el gobierno argentino y
Mujica dijo que nunca habría recomendado imponer retenciones
al campo durante su gestión. ¿Usted qué piensa?
—No me
animaría a entrar en el campo de la psicología, pero coincido
totalmente con su opinión en el caso de las retenciones.
—¿Cómo se podría comparar el sistema de jubilación uruguayo
con el argentino y cuál es su opinión particular sobre un
sistema de reparto y uno privado?
—Nosotros tenemos lo que se puede llamar un sistema mixto, en
cuya base hay lo que se podría llamar un sistema de reparto y
luego un sistema de ahorro individual obligatorio, cuyos
fondos son administrados por instituciones, que no son
instituciones de seguridad social, son administradoras de
fondos de seguridad social.
—¿Qué
diferencia tiene eso con las AFJP?
—Ninguna.
—¿Están contentos con ese sistema?
—Hasta
ahora ha venido funcionando bien. Los resultados de las
aseguradoras muestran que ha habido una rentabilidad
interesante para los fondos de los trabajadores.
—Usted fue ministro de Economía y sería muy interesante
entender cómo el mismo sistema en Uruguay produce resultados
positivos y aquí se supone que no.
—No
conozco los números de las AFJP de la Argentina.
—En
Uruguay, ¿estos fondos estaban obligados a comprar bonos de
deuda del gobierno?
—No,
nunca estuvieron obligados a invertir en ningún sentido,
porque la ley les establece posibilidades y límites de
inversión. La ley dice, por ejemplo: usted puede invertir en
tal destino, hasta tanto. Pero no le dice: usted tiene que
invertir en este destino hasta tanto.
—¿Desde cuándo hay jubilación privada?
—Desde hace 11 años.
—Acá
tenía dos años más. La gran diferencia, entonces, podría ser
que a mediados de 2001 la mitad de los fondos de pensión de la
Argentina eran papeles de deuda, que la deuda argentina se
declaró en default con una quita del 70 por ciento, y parte
del menor rendimiento se deba a esa decisión.
—No
sé pero en Uruguay el Estado obligó a las aseguradoras a
comprar su deuda.
—El
Frente Amplio propone dos candidaturas para la próxima
elección presidencial: la suya y la del José “Pepe” Mujica.
Las encuestas anticipan que Mujica podría obtener la interna,
porque tiene más seguidores en el núcleo nodal de esa alianza
entre los militantes de centroizquierda, mientras que usted
mide mejor entre los independientes. Si no se obtiene una
fórmula de consenso entre usted y Mujica en el congreso que se
realizará a fin de año y en las primarias de mediados del año
que viene usted fuera derrotado, ¿podría presentarse como
candidato presidencial por fuera del Frente Amplio?
—No.
—¿Podría aceptar ser candidato a vicepresidente, secundando a
Mujica?
—Creo
que la fórmula, no sólo para triunfar en una elección, sino
también para hacer un buen gobierno, es la que propuso el
presidente (N de R: Tabaré Vázquez propuso a Astori como su
sucesor).
—¿Qué
chances le asigna a que Mujica acepte?
—Está
dentro de las posibilidades que se están buscando de cara al
congreso del Frente Amplio, que va a tener lugar durante el 13
y el 14 de diciembre, y una semana antes va a recibir las
propuestas de precandidaturas, a los efectos de tratarlas.
Puede no haber resolución, y yo a esta altura no puedo ignorar
que hay dificultades para contestar directamente su pregunta,
y me parece que el método más sano para superar esas
dificultades es celebrar elecciones internas abiertas, como
están previstas por la Constitución, el último domingo de
junio del año que viene. En esa oportunidad se elijen los
candidatos a la presidencia de todos los partidos, en el mismo
acto, a la misma hora, el mismo día, de modo de evitar
participar en más de un partido. ¿Qué otra manera más
democrática, sana, de superar esa dificultad? No existe otra
mejor.
—¿Qué
posibilidades existen de que no se llegue a una interna y que
a mediados de diciembre haya un acuerdo respecto de la fórmula
que propone Tabaré Vázquez?
—Tengo
esperanza, por supuesto. Lo ideal sería poder llegar a un
acuerdo en el congreso y ahorrarnos todo un tiempo de energía
militante. Pero si no es posible, tenemos que ir a internas.
—¿Mujica
tiene más posibilidades en la interna que usted?
—Puede
ser, estamos muy lejos de una interna y, como se sabe, la vida
política es muy dinámica y muchas veces las adhesiones van
cambiando. Yo creo que los sondeos de opinión son instrumentos
muy valiosos para definir acciones políticas, pero
constituyen…
—Una
foto de un momento.
—Exactamente. Hay que observarlos en movimiento y a la luz de
los cambios del contexto histórico en que estamos trabajando.
Yo contestaría esa pregunta cuando estemos cerca de la
interna. Por ahora, las dos precandidaturas recogen
porcentajes importantes de opinión.
—¿Cuáles son las diferencias más importantes que los separan a
usted y a Mujica?
—Desde el punto de vista programático, no existen diferencias
sustanciales. Le digo más, la estructura básica del programa
que vamos a presentar a la ciudadanía está acordada, no sólo
entre Mujica y yo, entre todos los sectores del Frente Amplio.
Puede sí haber propuestas de matices respecto de algunos
temas, de hecho las va a haber en el congreso, y ahí
discutiremos y resolveremos, que es el lugar donde se
resuelven. Pero la estructura fundamental es compartida. Hay
una buena complementación entre ambos para transmitir al
electorado la experiencia de gobierno que hemos realizado en
estos cinco años. Desde el punto de vista económico, hemos
tenido buenos resultados activos, que son un capital que el
Frente Amplio le va a presentar a la ciudadanía.
—¿Las
diferencias entre Uds. son de temperamento?
—Puede
ser, hay diferencias de estilo que no podemos negar, y
capacidad para llegar complementariamente a distintos tipos de
electores. He tenido la oportunidad, por mi trabajo, de tener
una buena llegada con sectores empresariales, con organismos
internacionales con los que Uruguay tiene que trabajar. Mujica
tiene una muy buena llegada en la región, al matrimonio
Kirchner, por ejemplo. Tiene muy buena llegada a sectores de
la población de los que recibe porcentajes muy importantes de
adhesión. Creo que esa complementariedad es la que nos
permitiría llegar a un resultado positivo.
—En
la Argentina tendríamos temor de que un sistema con dos
cabezas con pesos políticos tan similares genere tensión en el
ejercicio del gobierno. ¿Podría pasar eso en Uruguay?
—Creo
que no porque la garantía la está ofreciendo la organización
política a la que ambos pertenecemos, que tiene toda una
historia de funcionamiento colectivo, de adhesión a los
compromisos programáticos. Esto exige de nuestra parte algo
muy importante, y me parece que Mujica compartiría lo que yo
estoy diciendo, y es que no haya un divorcio del gobierno por
un lado y el partido por el otro, que ambos sepamos fertilizar
una actitud de mucha cercanía con la fuerza política. Es la
garantía para que sea realmente una experiencia positiva. El
Frente Amplio es capaz de hacer eso.
—¿Existe alguna experiencia similar en Uruguay?
—Si lo
medimos en términos de adhesión, de opinión pública, es
probable que no.
—Frente a tanta lucha interna en el oficialismo, ¿puede la
oposición de colorados y blancos tejer una coalición para
enfrentar al Frente Amplio en primera vuelta?
—No lo
veo. Creo que es más factible que haya algún acuerdo explícito
o implícito para una segunda vuelta. Desde hace muchos años,
concretamente desde la recuperación de la democracia en
adelante, 1985, los dos partidos históricos han venido
operando formal o informalmente en coalición, en la práctica,
en el gobierno. No hay una sola decisión importante en este
período que no haya sido tomada de común acuerdo por los dos
partidos. Así fueron los dos gobiernos de Sanguinetti, el
gobierno de Lacalle y de Batlle. Políticamente la situación es
ésa.
—Con
la experiencia de que el Frente ganó en primera vuelta, ¿le
resulta posible que hagan una coalición en primera vuelta?
—Formalmente, es absolutamente posible. Mis dudas son en
cuanto al paso que tendrían que dar políticamente los dos
partidos. No lo descarto, pero no lo veo factible.
—¿Uruguay aprende de los errores de la Argentina? ¿La estrecha
relación le permite tener una especie de túnel de viento para
no cometer los mismos errores?
—No.
Uruguay aprende de sus propios errores, y también nos falta
mucho en materia de aprendizaje de errores. Le prestamos mucha
atención a la Argentina, como debe ser, y analizamos quizá
como a ningún otro país su evolución política y, naturalmente,
sus experiencias en la materia. No nos resulta fácil, y no
sería correcto, creer que lo que ocurre en la Argentina debe
ser tomado para bien o para mal respecto de la realidad
política uruguaya, porque somos diferentes. Un ejemplo: toda
la experiencia y la influencia del fenómeno peronista en la
Argentina no existe en Uruguay. La evolución política uruguaya
fue totalmente distinta. El papel que jugaron los dos partidos
históricos en Uruguay no se dio en Argentina, y eso marca
mucho la evolución política posterior.
—Usted dijo que Tabaré Vázquez fue el mejor presidente de la
historia contemporánea uruguaya…
—Me
estaba refiriendo a las últimas décadas. Si uno se remonta más
atrás en el tiempo, seguir comparando es un problema. Porque
son realidades del mundo muy distintas. Y Uruguay en el pasado
tuvo presidentes muy buenos. Por ejemplo, a principios del
siglo XIX, las dos presidencias de José Batlle y Ordóñez
fueron importantísimas.
—En
la Argentina hay algunos que piensan que Néstor Kirchner fue
el mejor presidente de los últimos 50 años. La coincidencia
con su frase sobre Tabaré me lleva a preguntarme si en
realidad, cuando la economía crece a un promedio del 8 o 9%,
es casi imposible no tener una gestión fantástica…
—Pero
el éxito de mi gobierno no se limitó solamente al crecimiento.
Hay que ver cómo se actuó asignando destinos al producto de
ese crecimiento, en el plano de la ciudadanía, como logró
encarcelar a los grandes responsables de las violaciones
salvajes a los derechos humanos que era una herida abierta muy
grande en el alma uruguaya. Y lo hizo respetando la
Constitución y la ley. Hay desarrollos en el plano de la salud
y la educación muy importantes. En materia de inserción
internacional, ningún gobierno hizo lo que hizo Tabaré
Vázquez. Ya visitó 25 países en tres años y medio. Y no fue a
pasear. Lo digo yo que lo acompañé en el 95% de esos viajes. Y
hoy Uruguay tiene un lugar importante en el mundo importante.
Es un país que ha diversificado enormemente sus posibilidades
comerciales fuera de la región, porque en la región tenemos
problemas. Ha desarrollado una capacidad de captación del
exterior muy grande. El porcentaje histórico de Uruguay de
captación de inversiones llegó a estar en un 1% respecto al
producto. Nada. En el año 2006, llegamos a siete puntos, uno
de los niveles más altos en América del Sur. Es
un nivel chileno, para poner un punto de
comparación.
—¿Cuánto es la inversión total sobre el producto?
—El 16%.
—Extranjera el 7% y nacional el 9%, la Argentina tiene una
capacidad de inversión nacional mucho mayor y a pesar de
nuestra baja captación internacional, la total vino superando
el 20%.
—A eso
tiene que llegar Uruguay. El histórico es el 10%, y del
exterior, 1%. Muy mediocre performance. Este gobierno lo llevó
a 16%, pero no podemos tener menos del 24% porque…
—Si
no, no puede sostener el crecimiento.
—Exactamente. La meta para el próximo gobierno debería ser
llegar por lo menos al 20. Pero no es fácil llegar rápido.
Lleva tiempo.
—Usted mencionaba los problemas regionales. ¿Podría ser un
poquito más preciso?
—El
Mercosur no está funcionando bien y salen perjudicados los
países chicos, como Paraguay y Uruguay. No ha funcionado bien
por las razones más elementales. ¿Para qué hicimos el Mercosur
si no fue para tener acceso al mercado ampliado, lo cual para
Uruguay es fundamental porque es un pequeño país? Pero el
acceso al mercado ampliado está trabado por todo tipo de
represiones arancelarias. También por asimetrías importantes,
no sólo de tamaño, sino también políticas. No hay coordinación
en absoluto de políticas macroeconómicas. Cuando la Argentina
pone retenciones, está perjudicando a Uruguay porque afecta
las posibilidades de competencia del producto uruguayo en la
Argentina.
—Si
usted llegara a ser presidente, ¿analizaría que Uruguay
saliera del Mercosur y pasara al ALCA?
—No, soy
proclive a seguir haciendo lo que me tocó hacer en todos estos
años, que es seguir trabajando en el Mercosur para superar
estas dificultades.
—¿Hay
una salida norteamericana para que Uruguay resuelva este
problema de encierro entre Brasil y la Argentina?
—No. Lo
que hay es una estrategia uruguaya de trabajar para mejorar
los problemas de la región, pero también progresar fuera de la
región. No sólo con los Estados Unidos. Con el resto del mundo
también. Hoy en día Uruguay tiene con los Estados Unidos
algunos acuerdos importantes. Tiene un tratado de protección y
promoción de inversiones. Pero también estamos progresando con
otros países en el mismo sentido. Por ejemplo, con India ahora
se está elaborando un tratado de protección y promoción de
inversiones y uno para evitar la doble tributación. Hay un
tratado de libre comercio con México, y se está intentando
realizar acuerdos con Corea del Sur, país que acabamos de
visitar hace muy poco. Estamos intentando progresar en
acuerdos con Rusia.
—¿Chile no es un modelo atractivo para Uruguay?
—Chile tiene un grado de apertura con el exterior muy
importante. Tiene 58 tratados de libre comercio. Nosotros
estamos como miembros plenos en el Mercosur. Tenemos un
estatus diferente. Yo creo que para Uruguay es importante
seguir trabajando en los dos frentes. El Mercosur para Uruguay
es muy importante. No podemos estar afuera. Nos guste o no nos
guste.
—¿Chile sí puede?
—Chile lo puede hacer porque inició un camino unilateral hace
mucho tiempo. Y ahora le sería enormemente costoso regresar.
Chile tiene un arancel externo promedio del 3%. Destrozaría su
economía si eleva sus aranceles para ingresar al Mercosur. Es
imposible. Chile optó por el camino más inteligente. Uruguay
hizo el Mercosur. Como siempre dice Tabaré Vázquez: “Nosotros
somos Mercosur”.
—El
Frente Amplio participó de la reunión del progresismo
latinoamericano en Chile. ¿Qué los diferencia del progresismo
de Chávez y Evo Morales?
—Cuando
usamos la palabra progresismo estamos aludiendo a una actitud
que supone realizar un proceso de desarrollo económico que
incluya como una categoría fundamental la justicia social,
entendiendo por tal la apertura de oportunidades equitativas.
Y debo mencionar en primer lugar la salud, la educación y la
cultura. De modo que los sectores más carenciados de la
población puedan tener un plan de vida que en el punto de
partida sea lo más equitativo posible. Un ejemplo concreto
sería que no haya niños en la calle hambrientos sin una
escuela a donde ir. O que los jóvenes crean en sus países y no
quieran emigrar. Que no haya, tampoco, personas sin viviendas.
Eso es progresismo. Tiene que haber un crecimiento sostenido
que le otorgue una base de sustentación a la obra social. Lo
que debería diferenciar al progresismo de otros enfoques es el
poner en las mismas categorías de importancia al crecimiento y
la mejora social. Esto es no distribuir lo que no se tiene,
pero tampoco crecer primero y distribuir después. Esto es
hacer avanzar en paralelo el crecimiento con la mejora social.
Y esto es muy difícil. Sobre todo en América latina, que es el
continente con peor distribución del ingreso en el mundo.
Mucho peor que Africa. En Africa se ven situaciones de pobreza
para llorar, pero la distribución del ingreso acá es peor.
—¿Por
qué es tan difícil?
—Muchas
veces se disminuye la pobreza y la indigencia, y se cree que
se mejoró la distribución del ingreso. Pero esto no es así. Y
le pongo el ejemplo de mi país. En Uruguay hay un gobierno de
izquierda, que en estos cinco años no ha mejorado la
distribución del ingreso. Se bajó 10 puntos la pobreza y se
redujo a menos de la mitad la indigencia, pero la distribución
del ingreso no mejoró.
—¿Cómo se logra?
—Hay una
herramienta que es vital para esto: la política fiscal. No
tanto desde el punto de vista de los ingresos, sino desde el
del gasto. Cuando se analiza el volumen y la composición del
gasto público en relación a las grandes variables de la
economía se da cuenta si realmente el progresismo va más allá
del discurso y de la retórica.
—En
qué se parecen el partido de Chávez con el Frente Amplio?
—Son
realidades muy diferentes. Y lo mismo pasa con la Bolivia de
Evo Morales. Yo respeto mucho los dos procesos. Los veo
manifestando intensiones de gobernar con un enfoque como el
que mencionábamos recién. Pero no son realidades comparables.
—¿La
palabra progresismo debería incluir también respeto, actitudes
republicanas y división de poderes?
—Convivencia y adhesión democrática. Totalmente. Yo no lo
mencioné y le agradezco que lo haya recordado. El progresismo
no puede ser independiente de una profunda adhesión
democrática. Nosotros no podemos decir que el progresismo
apele a la democracia como una herramienta que puede ser útil
en algunos casos y no en otros. La democracia tiene que ser un
fin en sí mismo para el progresismo.
—¿La
palabra progresismo alcanza a unir de una manera similar a
Kirchner, Bachelet, Lula, Chávez, Evo Morales, Tabaré y Alan
García?
—No voy
a negar que hay diferencias. Vuelvo a señalar que si hay un
punto en común es el deseo de gobernar teniendo
particularmente en cuenta a los más débiles y desprotegidos.
—¿Usted cree que el partido de Uribe no piensa eso?
—Yo no
dije eso.
—Me
pregunto si Tabaré no está más cerca del partido de Uribe que
del de Chávez.
—Es muy
peligroso entrar en una comparación de ese tipo. Y pienso que
a veces las diferencias están emparentadas con realidades
políticas distintas.
—¿No
es obsoleta la diferencia de polos de derecha y de izquierda?
Porque en la Argentina un partido con el discurso que usted
lleva adelante sería considerado de centro derecha.
—Sí,
pero el discurso no es suficiente. Un partido de centro
derecha no tendría el gasto público que tiene Uruguay. Vamos a
señalar un gran cambio. La proporción de intereses de la deuda
pública en el gasto total disminuyó en 14 puntos, y todos esos
14 puntos fueron a la salud y a la educación. Un gobierno de
centro derecha no va a tener una acción como esta. En este
momento, el 50% de todo el gasto público esta orientado hacia
la finalidad de abrir oportunidades. Hoy todos los chicos de
las escuelas públicas de Uruguay tienen una computadora
gratis. Los maestros también. Y esto les está cambiando la
vida. Es como abrirles la cabeza y el alma. Hay una anécdota
formidable. Un chico muy pobre, al que le dieron la
computadora, empieza a manejarla y le preguntan qué siente; el
chico contestó: “Me gusta este país”. Estaba como saliendo de
un país que habitó y estaba ingresando en otro.
—Usted pone más énfasis dentro de la política fiscal en la
orientación del gasto que al ingreso.
—Es una
herramienta que yo elegí buscando oportunidades equitativas.
Para eso la política fiscal es fundamental. Ahora, aquí hay
que diferenciar dos cosas: la política fiscal es sumamente
importante para la toma de medidas de emergencia, como
socorrer a los que más han sufrido. Uruguay tuvo un plan de
emergencia durante los dos primeros años de este gobierno, que
fue atacar la pobreza más dura. Incluso realizando
transferencias… Ingreso ciudadano se llama.
—¿Similar al Plan Jefas y Jefes de Hogar de la Argentina o la
Bolsa Familia de Brasil?
—Parecido. Y para eso sirve la política fiscal. Pero también
es fundamental decir que la distribución del ingreso no se
cambia regalándole plata a la gente. La distribución del
ingreso se cambia abriéndole oportunidades. Y eso lleva mucho
tiempo, y se hace con políticas fiscales. Porque transformar
un sistema educativo, que para mí es la principal arma para
hacer justicia, lleva mucho tiempo. Y eso es política fiscal
también, porque sin dinero la educación no cambia.
—¿La
economía construye la cultura, como creen los marxistas, o la
cultura construye la economía, como creen los liberales?
—Hay una
interacción permanente entre lo que puede ser un proceso como
el de formación educacional y los resultados materiales de la
economía. Yo creo que aquellas afirmaciones mecánicas de las
relaciones entre la infraestructura y la superestructura las
ha ido superando la propia realidad. Hoy sólo es posible
reconocer interacción y no determinación. Muchas veces
adoptando ese esquema clásico de la determinación oscurecimos
tanto la realidad que no la pudimos entender.
—¿La
extrema ideologización oscurece el panorama?
—Yo creo
que hay mutua determinación entre factores de ese tipo. Y que
muchas veces los países atraviesan etapas históricas
diferentes. Y así como en algunas etapas puede haber sido
fundamental el haber destinado frutos del crecimiento material
a mejorar la educación, durante otras la educación generó
capacidad humana para llevar adelante procesos económicos
—¿Por
qué la Argentina, el país más culto de América latina junto
con Uruguay, fue uno de los que menos progresaron
económicamente en las últimas décadas?
—La
hipótesis que pondría sobre la mesa es que el proceso político
propiamente dicho pudo haber afectado lo que podría haber sido
diferente.
—¿Cómo está afectando la crisis mundial al sector inmobiliario
de Uruguay?
—Todavía
estamos en el medio de una incertidumbre muy grande. No creo
que sea posible hoy tener una idea rigurosa de cuál va a ser
el impacto de esta crisis que nació como una crisis de
especulación sobre la economía real. Hay excepciones
lamentables, como la industria automotriz, que está recibiendo
un impacto muy grande y negativo. Yo creo que hasta el primer
semestre del próximo año no vamos a tener una idea más o menos
firme de impacto y de duración. No hay que adelantar
opiniones. Uruguay tiene dos posibilidades de contagio: la
comercial y la financiera. Desde el punto de vista financiero,
las posibilidades de contagio son escasas porque Uruguay
resolvió bien sus problemas financieros: se prefinanció y no
necesita acudir a mercados de créditos internacionales por lo
menos durante dos años largos.
—¿Cúal
es la relación deuda, reservas, producto bruto?
—Las
reservas son las más alta de su historia: entre el Banco
Central y el Ministerio de Economía aproximadamente 7 mil
millones de dólares. Lo cual para un producto de 32 mil
millones está muy bien (N de R: sería como si Argentina
tuviera 70 mil millones de dólares de reservas). La deuda neta
hoy representa poco más de 30% del producto, pero cuando
nosotros arrancamos representaba el 70% del producto bruto.
Además ahora el 35% de la deuda uruguaya está en moneda
nacional: se bajó el riesgo cambiario.
—¿Desde el punto de vista financiero no ve posibilidades de
contagio?
—Exacto.
El sistema financiero uruguayo está muy líquido, y en este
momento tener liquidez es fundamental. Hay buenas condiciones
de rentabilidad patrimonial. En el crédito interno no se ha
notado la crisis. Uruguay sigue teniendo canales de crédito
que funcionan normalmente.
—¿Y
comercialmente?
—Veo dos
posibilidades: la caída de la demanda, que ya se produjo en
algunos casos, y la caída de los precios, que también se
produjo en algunos casos. Pero hay que observar cómo se
vinculan unos movimientos con otros y en ciertos casos llegan
hasta compensarse. Le doy un ejemplo: Rusia ha suspendido la
compra de carne al Uruguay durante el último mes. Es obvio. Ve
que los precios bajan y está buscando el mejor precio posible.
Pero no me cabe duda de que va a volver. En relación a los
precios, llegamos a vender a 4.100 dólares la tonelada, y hoy
estamos vendiendo a 3.100, es decir que hubo una caída del
20%. Pero 3.100 es un excelente precio. Lo que pasa es que se
había llegado tan alto en los precios que ahora, con una caída
del 20%, parece que fuera dramático. Pero no lo es. Entonces,
si analizamos caídas de demanda, de precios, valorización o
apreciación del dólar, hay efectos comerciales negativos que
pueden compensarse de una manera de atenuar el impacto global.
Y luego hay un precio que para Uruguay es absolutamente
esencial que se está hundiendo en las profundidades del
océano, y yo lo quiero seguir viendo hundido. Me refiero al
precio del petróleo. Para Uruguay se da la siguiente paradoja:
siendo ministro, llegué a comprar a 147 dólares el barril. Aún
con nuestros precios por las nubes, en nuestros primeros tres
años perdíamos 10% en términos del intercambio. Transferimos
al exterior ingresos porque nuestros precios estaban
altísimos, pero el del petróleo nos mataba todo el efecto. Hoy
estamos ganando en términos del intercambio.
—¿Aún
con el 20% menos de la carne y de algunos cereales?
—Y de la
leche. La leche pasó de 5 mil dólares la tonelada a 3 mil y
algo. Pero estamos ganando porque tenemos petróleo a US$ 52.
Son paradojas. Impacto hay y va a haber. Pero tenemos que
aguardar para mediar su magnitud. Algo que le interesa a la
Argentina: la industria inmobiliaria está muy pujante.
—Una
eventual recesión en la Argentina no afectará los precios de
Punta del Este?
—Países
invulnerables no hay. Vamos a tener efectos. Ojalá sean lo más
bajo posible. ¿Si cabría esperar un efecto precio en la
actividad inmobiliaria? Yo creo que sí.
—¿Qué
pasa con el dólar y cómo afecta la devaluación del real en
Brasil?
—Ahí
tenemos otra paradoja. Después de tanto especular y de tanta
burbuja, el dólar podría ser una moneda de refugio. Hay un
gran componente psicológico también en cómo juegan esos
factores. Cabe esperar la continuación de un proceso de
apreciación del dólar.
—¿Cuánto aumentó el dólar en moneda uruguaya?
—Un 25%.
—¿Eso
no baja los precios en Punta del Este?
—Probablemente haya un ajuste de precios. La inflación en
Uruguay va a terminar en algo más de 8%.
—Si
el mercado fuera perfecto, que no lo es, tendrían que bajar un
18% los precios en dólares en Punta del Este.
—Seguramente no va a ser así porque todo esto también responde
a los factores de poder en negociaciones. Ahora, sí cabe
esperar un ajuste de precios.
Por Jorge Fontevecchia para
Perfil.com
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