28 de Enero de 2009
Se hace difícil para los
adultos compartir el mismo lugar con adolescentes. Manejan
códigos y gustos distintos y hasta contrapuestos. En
vacaciones y frente al mar el asunto se agudiza. Primero,
porque se pasa muchísimo más tiempo juntos. Y luego porque
además de los propios hijos hay que bancarse a sus amigos y
los que deambulan cerca de uno.
Lo habitual es irse de vacaciones con la mejor predisposición.
El problema es que hay balnearios como Gesell y Pinamar donde
el descontrol en los chicos empieza a no tener fronteras .
Vecinos y turistas se quejan y con razón de que toman en
exceso y hacen el amor en la playa sin ningún cuidado. Lo que
los mismos chicos llaman un touch&go playero. Y cuando hay
muchos chicos hay mucho de todo.
Siempre hubo sexo en la playa en vacaciones. La playa es una
invitación a tenerlo. Y hacer el amor no tiene nada de malo
sino todo lo contrario. Lo grave es pasarse de rosca, como en
todo. Eso que uno de los mismos chicos confiesa en la nota: lo
hizo borracho, no recuerda con quien y sin preservativo.
El otro punto es que la playa es un espacio de todos. Y lo que
uno hace allí afecta a otros. En Gesell y Pinamar dicen que no
hay albergues transitorios porque son balnearios familiares.
Como si las familias no tuvieran hijos que buscan sexo. Y como
si los albergues fuesen un lugar de pecado.
Lo que hacen los chicos es, obvio, un tema de los padres. No
es de este tiempo coartales la libertad y no escucharlos. Pero
es de todos los tiempos ponerles límites. Seguro que eso es
una manera de ayudarlos. Un equilibrio entre libertad y
permisividad. La libertad en el sexo incluye responsabilidad.
La permisividad es indolencia.
Nota
editorial de Ricardo
Roa (rroa@clarin.com),
Editor General Adjunto de Clarín.
NOTA RELACIONADA
Muchos vecinos de Pinamar y Villa Gesell ya no aguantan más.
Dicen que están cansados, que les da pudor y hasta lástima.
Que todas las temporadas es la misma historia, y que cada vez
es peor porque son más chicos y "más acelerados". Que hoy los
jóvenes no tienen límites: toman alcohol en exceso y no les da
vergüenza tener sexo en la playa abiertamente, incluso de día.
Que no les importa con quién ni dónde. Un touch & go playero.
Desde hace tiempo estas ciudades costeras se caracterizan como
los destinos predilectos de los chicos. Más en la segunda
quincena, que se fueron muchas familias y llegaron más
jóvenes. Brenda Yenerich, vecina de la zona del Golf de
Pinamar, se enoja: "Estoy harta de la vida nocturna y
desquiciada de los jóvenes. Es algo más allá de lo que la
sociedad puede soportar. Todos se embriagan y se van a la
playa. Nos ponen en peligro y los policías no logran
frenarlos". Amalia Altieri, vecina del muelle, lo detalla:
"Vomitan, se pelean, rompen botellas, hacen pis, y después
tienen sexo. No tienen noción de lo que hacen". Clarín
comprobó que los "campamentos sexuales" se arman en la orilla,
en las carpas y en las casitas de los guardavidas de cualquier
balneario, desde las cuatro hasta las ocho de la mañana. Los
lugares destacados: los arbustos que rodean al tobogán
acuático del balneario El Viejo Lobo, las playas del sur desde
la rotonda de Bunge y Del Mar, y el descampado junto a los
boliches Ku-El Alma. Para el otro lado, la movida arranca
desde UFO Point hacia La Frontera, y más allá van los que se
aventuran en 4x4. Los paradores exclusivos del Norte, dicen
los vecinos, son zona liberada.
Cuenta Facundo O. (17), de Béccar, en la playa municipal:
"Esta temporada y la pasada tuve sexo. La última vez nos
tiramos en las reposeras a la altura de CR. Si estás a
oscuras, en la playa es más romántico". En Villa Gesell,
Gastón B. (17), de Rosario, dice que conoció una cordobesa en
el boliche Pueblo Límite. "Su casa estaba llena de gente. Así
que a las seis nos fuimos a la 104 y playa con una colcha. Yo
estaba borracho, ella no sé". Juliana (17) de La Plata, dice
que "tenés sexo donde venga".
En todos los paradores uno o dos serenos cuidan los 100 m2 que
tienen en promedio. Pero su límite de vigilancia llega hasta
los postes, que lo separan por 30 metros del mar. "Si los
chicos tienen sexo en la orilla no les podemos decir nada, lo
mismo que si van a la playa municipal. En ambos casos es
responsabilidad de la Municipalidad", afirma Federico Díaz
(29), sereno de El Atlántico. "Ey, ey", grita y prende la
linterna. Apunta a dos rubiecitos arrinconados a los besos en
una escalera. Y revela: "Yo creo que no se cuidan porque cada
vez vemos menos preservativos por acá".
El 911 recibe, cada noche, unos diez llamados por este tema.
El oficial Daniel Videla es uno de los que baja a la playa
cada tanto para controlar que los chicos no tomen alcohol en
los paradores privados. "Son zonas oscuras, es peligroso
porque pueden robarles. Están como en su casa. Estos son
cuatro y se trajeron alcohol para ocho personas", dice
mientras les pide a un grupo de cordobeses menores de 18 que
se retiren del balneario Posta Naútica.
Los jóvenes se defienden. "No nos queda otra", sostienen los
rosarinos Hernán (17) y Antonella (17). No hay hoteles
alojamiento: el único está en la ruta 11, entre las dos
ciudades costeras. "Pero tenés que ir en auto y cuesta $ 40 la
hora, y ya gastamos mucho en el boliche y los tragos", explica
Matías (16), de Villa Urquiza. Tomás C. (17), de Villa
Adelina, confiesa que tuvo sexo oral en la playa: "Estás de
vacaciones, no te vas a perder de cumplir esa fantasía". Su
amigo, Joaquín (17) lo justifica: "Y es una buena anécdota
para contar". El problema es que, reconocen, a veces las
hormonas pueden más que la cabeza y "si te quedaste sin
preservativo, lo hacés igual".
Desde el Municipio de Pinamar afirman que es una ciudad para
las familias. "Por eso no están habilitados los hoteles",
aclara Rosa Boero, titular de la Secretaría de Turismo. Lo
mismo dice la Intendencia de Gesell: "Queremos que vengan más
familias y que la ciudad dejé de llenarse de jóvenes".
La cuestión de los chicos, el alcohol y la diversión motivó un
reclamo empresario (ver Pedido...) y marcó la agenda para este
verano de las charlas que da en la Costa la fundación Proyecto
Padres. "Los padres tienen que hablar de los peligros de
entregarse sexualmente en estado de ebriedad y ser muy claros
con respecto a las consecuencias no deseadas", sugiere Adrian
Dall'Asta, director ejecutivo de la fundación. Mientras tanto,
la polémica parece lejos de disiparse. Diario
Clarin |