26 de Marzo de 2009
Ana Wortman:
"El peronismo nunca le prestó demasiada atención a la cultura"
Según
la socióloga, el PJ no cree que el Estado deba hacer mucho
para promoverla
![Wortman: "El peronismo nunca le prestó demasiada atención a la cultura"](educacion169_archivos/image001.jpg)
"Hay áreas culturales, como el cine, que necesitarían
políticas de Estado", dice Ana Wortman Foto:
LA NACION / Ricardo Pristupluk
La socióloga e investigadora Ana
Wortman dice que el peronismo nunca estuvo demasiado
interesado en fomentar la cultura desde el Estado, y que eso
tiene sus raíces en la tradición histórica del movimiento
justicialista. "En el peronismo hubo, históricamente, muchos
prejuicios para formular políticas culturales desde el Estado,
porque inicialmente la cultura estaba asociada con la elite.
El justicialismo trajo la idea de que lo que debe ser valorado
es la cultura popular y que esto es algo innato. No requiere
la intervención del Estado. Por eso, a mi entender, no le han
prestado ni le prestan demasiada atención, más allá de lo
discursivo."
A los 49 años, Wortman es investigadora del
Instituto Gino Germani en el Área de
Estudios Culturales, desde 1996. En esa entidad
académica dirige proyectos vinculados con las transformaciones
de las clases medias argentinas en la esfera cultural. Además,
es profesora de Teoría Sociológica Contemporánea en la UBA,
tiene una maestría en Ciencias Sociales en Flacso y asesora en
la formulación de políticas culturales al gobierno de Lula, en
Brasil.
"A diferencia de la Argentina, donde no hay políticas
culturales a largo plazo, para Lula la cultura es una pata
fundamental de su gobierno; aquí en cambio es algo que se
enuncia, pero si miramos el presupuesto destinado, es muy bajo
y seguimos teniendo una secretaría, en lugar de un
ministerio", señala Wortman en su diálogo con LA NACION.
Dice también que Internet y la actual revolución tecnológica
están cambiando el concepto tradicional de lo que es ser
culto. Estos nuevos códigos, añade, explican el éxito de las
redes sociales, como Facebook.
-¿Qué
significa ser culto hoy?
-Definitivamente, no ser "ilustrado" en el sentido
tradicional de otras décadas. Antes, ser culto era haber leído
muchos y buenos libros. Para una familia de clase media, tener
una buena biblioteca, con colecciones, era un valor muy
importante. Era saber un poco de literatura universal, de
filosofía, de historia. Hoy, en cambio, uno entra en una casa
de clase media y no hay, necesariamente, una biblioteca, pero
lo que no falta es tecnología: una colección de DVD y una
buena PC, que pasó a ser el centro del hogar. La PC y la banda
ancha reemplazaron la típica salida de la familia de clase
media-media al cine y a cenar, que era tradicional hasta los
80, y que hoy es carísima. Hoy se mira mucha televisión y cine
a través de Internet. Se baja música...
-Entonces, ¿ser culto hoy sería saber manejar tecnología,
antes que leer autores clásicos, escuchar música o ir al
teatro?
-Sí, y no lo digo en sentido peyorativo. Estoy describiendo
una realidad, un cambio de época. El acceso a la tecnología
marca una nueva noción de cultura, como saber idiomas y tener
contactos, conexiones sociales que nos hagan más competitivos
en el mundo laboral. De allí el éxito de Facebook y las demás
redes sociales. La tecnología también pone en escena las
desigualdades, y es lo que actualmente está marcando las
diferencias de clase.
-¿Por
qué?
-Porque el consumo de informática supone ciertas destrezas
culturales. No tiene que ver sólo con una cuestión económica.
Hoy hay todo un mundo que está marginado de la tecnología, los
contactos, los idiomas, y cuyo único entrenamiento es la
televisión abierta y por cable. Además, el acceso a la
tecnología requiere una inversión permanente y, en determinado
nivel, es necesario tener celulares que reciban e-mails, por
ejemplo, y poder responder correos desde cualquier lugar del
mundo. Hay un dato curioso: por esa vocación universalista y
de necesidad de apertura al mundo que tiene la sociedad
argentina, así como en los años 90 ocupábamos el cuarto lugar
entre los países con mayor acceso al cable, hoy sucede lo
mismo con la banda ancha, que se ha transformado en un consumo
masivo. La Argentina es el segundo país más conectado de
América latina, después de Chile.
-Hay
políticos que no leen demasiado y, sin embargo, ninguno lo
confiesa abiertamente. Nadie dice que le gusta el tenis y que
no lee nada. Les interesa parecer más cultos de lo que son...
-Es un rasgo de nuestra sociedad. Probablemente, el
presidente brasileño no tiene necesidad de decir que lee
novelas en su tiempo libre. Aquí, hay que conocer, o
reconocer, como diría Bourdieu, nombres de libros o de
películas, aunque no se hayan leído o visto. También hay que
decir que existe un problema, que requeriría la intervención
del Estado para ser resuelto: ha crecido la oferta cultural.
Por ejemplo, se producen cada vez más películas argentinas,
pero tienen un problema con la exhibición. En las salas, no se
exhibe nuestro cine, y esto tiene que ver con el peso de las
distribuidoras norteamericanas y la globalización cultural.
Entonces, hay películas nacionales muy interesantes, pero
están dos días, y las sacan rápidamente. La regulación en la
distribución de las películas y la formación de un público
nacional podrían ser perfectamente un eje para la acción
cultural desde el Estado.
-¿Por
qué cree que el gobierno actual no hace demasiado al respecto?
-Me parece que no es un punto importante, en la tradición del
peronismo, el fomento de la cultura desde el Estado. Esto
tiene una explicación histórica. Inicialmente, la cultura era
una cuestión asociada con la elite. Y había como un prejuicio
o una idea de que lo que debía ser valorado era la cultura
popular, la que venía de abajo. Esta era una discusión que
había en los años 70. Más tarde, se la retomó con el
alfonsinismo, que desde el Estado se propuso democratizar una
cultura sistemáticamente atacada por la dictadura militar.
Entonces, para ciertos sectores populistas, esa promoción de
la cultura desde el Estado era algo elitista, porque implicaba
la existencia de una cultura legítima, que se vuelve accesible
para el resto de la sociedad. E implicaba también que una vale
más que la otra. Y ellos no creen en esas jerarquías.
-Antes
me decía que había sociólogos estudiando el fenómeno de las
redes sociales en Internet, y, más precisamente, Facebook. Si
entendí bien, ¿el valor social de cada persona, por decirlo de
algún modo, sube de acuerdo con cuán influyentes son los
amigos que tiene en Facebook?
-Sí, eso por un lado. Por otro, hay una necesidad de
marketing personal, de construir la propia identidad como una
marca. Hay una necesidad de reconocimiento por parte de los
demás. Y una fusión entre los que consumen y los que producen
esta nueva cultura, que suelen ser los mismos. Ahí hay otro
cambio fuerte. Facebook es como un Gran Hermano virtual que
hoy convierte en algo más interesante la vida de tus pares que
la de una celebridad.
El
personaje
ANA WORTMAN,
Socióloga
Edad:
49 años.
Profesora:
enseña Teoría
Sociológica Contemporánea en la UBA.
Libros:
Es autora de
Jóvenes desde la periferia , Pensar las clases medias e
Imágenes publicitarias y nuevos burgueses , entre otros.
Frase de cabecera:
"El acceso a la informática, o la falta de él, es lo que
divide hoy a las clases sociales".
Con
Lula da Silva:
es asesora del Ministerio de Cultura de Brasil.
Nota periodística de Laura Di Marco, para La Nación. |