15 de Abril de 2009
Editorial II:
Escuelas de rancho y pobreza rural
Un informe revela
el preocupante estado de pobreza y aislamiento de las escuelas
rurales que no pueden cumplir con su función
Hace una
semana, este diario publicaba una extensa nota sobre las
escuelas rurales argentinas, tan olvidadas como sus alumnos y
las respectivas comunidades. Basta repetir aquí una cita del
artículo mencionado: "Un grupo de caciques de comunidades
wichis en Ramón Lista, Formosa, a más de 600 km de la capital
provincial, decidió dejar de mandar a los chicos a las seis
escuelas de la zona. «Parecen nuestras antiguas chozas; no
tenemos bancos ni baños ni agua, las chapas están con
agujeros, y llueve», dijeron".
Este
ejemplo es más que suficiente para que la sociedad argentina
comprenda hasta qué punto las escuelas rurales, la mayoría del
norte del país, deberían ser conocidas hoy más como "escuelas
rancho". Están aisladas, con graves problemas de
infraestructura y más cerca de servir sólo como comedores que
para impartir enseñanza a los futuros ciudadanos, y los
maestros se sienten cada vez más impotentes ante la pobreza
que crece sin pausa.
Los datos
apuntados y muchos otros más provienen del relevamiento hecho
por la Red de Comunidades Rurales,
la organización social que articula esfuerzos y moviliza
recursos para acompañar el desarrollo de los pobladores
rurales. El informe se realizó entre directivos y docentes de
las zonas rurales del Noroeste (Catamarca, Jujuy, La Rioja,
Salta, Santiago del Estero y Tucumán) y del Nordeste (Chaco,
Corrientes, Formosa y Misiones) durante 2008.
De acuerdo
con el relevamiento, en varias provincias argentinas muchas
escuelas rurales no reúnen las condiciones mínimas para
funcionar como verdaderos establecimientos educativos. Hay
incluso escuelas rancho igual o más pobres que hace casi un
siglo, y nueve de cada diez chicos en cientos de comunidades
no pueden continuar sus estudios secundarios. Aproximadamente
4000 escuelas rurales cuentan con un solo maestro. El promedio
efectivo de clase en una jornada escolar a duras penas llega a
las tres horas y media, cuando la ley vigente habla de
impulsar la doble jornada como base. En cientos de escuelas no
hay agua o electricidad en forma permanente, y en muchísimas
el agua no es apta para el consumo humano.
La escasez
de alimentos es habitual, en especial los necesarios para una
nutrición adecuada durante los primeros años de desarrollo de
los niños. Son importantes causas de deserción escolar los
caminos intransitables, y la falta de calzado o movilidad.
Estos y
otros datos de una realidad rural poco visible son la
contracara de un proceso de construcción colectiva impulsada
por la Red: los Mapas de Recursos para el Desarrollo Rural.
Una iniciativa de pequeño presupuesto pero alto potencial que,
mediante el acceso libre y gratuito a través de Internet,
comenzará a hacer visibles y ubicables en nuestro territorio
nacional tanto los problemas y desafíos como los recursos
humanos y económicos que desde distintos sectores deben o
pueden aportar soluciones para mejorar las condiciones de vida
de más de 1.400.000 pobladores rurales en situación de extrema
pobreza.
Los
conflictos con el campo, las sequías o inundaciones pueden ser
recurrentes, pero la pobreza y exclusión social en el ámbito
rural ya son crónicas y profundamente graves. Las escuelas
rancho simbolizan el olvido y desatención hacia la población
rural. Sin embargo, existen recursos económicos suficientes
para transformarlas en centros comunitarios educativos, en
espacios abiertos para que niños, jóvenes y también adultos
puedan adquirir las herramientas fundamentales para su
desarrollo. Todos tenemos los mismos derechos pero no las
mismas oportunidades. La Justicia debe ser ejercitada con
acciones más que con palabras. Es una obligación para quienes
han sido elegidos para gobernar y una responsabilidad moral
para el conjunto de nuestra sociedad.
Reproducción del editorial del
diario La Nación del 12.04.2009. |