12 de Mayo de 2009
"Una sociedad se juzga por el estado
de sus prisiones"
Albert Camus.
Extorsión tras
las rejas
Investigación especial: las zonas liberadas dentro de las
cárceles
Efectivos del Servicio Penitenciario Bonaerense utilizan a los
presos para cometer delitos a cambio de drogas, armas y
permisos de salida. Las fotos pertenecen a presos “apretados”
tomadas con un celular por ellos.
![](http://www.criticadigital.com/fotos/carcel_OK_1.jpg)
Autorretratos.
Presos que tomaron sus propias fotos para
demostrar que miembros del Servicio Penitenciario Bonaerense
los proveen de facas, drogas y alcohol a cambio de “favores”.
La prisión no puede dejar de fabricar delincuentes.
Los fabrica por el tipo de existencia que hace llevar a los
detenidos: ya se los aísle en celdas, o se les imponga un
trabajo inútil, para el cual no encontrarán empleo. […] La
prisión fabrica también delincuentes al imponer a los
detenidos coacciones violentas; está destinada a aplicar las
leyes y a enseñar a respetarlas; ahora bien, todo su
funcionamiento se desarrolla sobre el modo de abuso de poder.
Arbitrariedad de la administración: el sentimiento de la
injusticia que un preso experimenta es una de las causas que
más pueden hacer indomable su carácter. Cuando se ve
así expuesto a sufrimientos que la ley no ha ordenado ni aun
previsto, cae en un estado habitual de cólera contra todo lo
que lo rodea; no ve sino verdugos en todos los agentes de la
autoridad; no cree ya haber sido culpable: acusa a la propia
Justicia.
Corrupción, miedo e incapacidad de los
guardianes: de 1.000 a 1.500 condenados viven bajo la
vigilancia de 30 a 40 vigilantes que no mantienen cierta
seguridad sino contando con la delación, es decir, con la
corrupción que se cuidan de sembrar ellos mismos.
¿Quiénes son
estos guardianes? Soldados liberados, hombres sin instrucción,
sin inteligencia de su función, que tienen el oficio de
guardar malhechores.
Michel Foucault,
en Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión.
“Tomo conocimiento por diversas circunstancias –escribió
Juan
Manuel Casolati, secretario de Ejecución Penal del
Departamento Judicial de San Martín– que el personal
penitenciario estaría vendiendo facas y drogas a los
detenidos”.
Era el 25 de noviembre de 2008.
Casolati releyó “facas y drogas” y supo que la historia que
estaba por comenzar iba a transformarse en un espiral con
destino incierto.
“Dicho personal –siguió Casolati en su texto– estaría
permitiendo, promoviendo y amparando hechos de violencia entre
la población allí alojada de modo tal de hacer posibles
distintos negocios entre ellos”.
La denuncia que Casolati tradujo al lenguaje judicial tenía
rostros, nombres y apellidos concretos: familiares de
detenidos en las unidades 46, 47 y 48 de Camino del Buen Ayre
y De Benedetti declararon ante el secretario sobre la
circulación cada vez mayor de drogas, alcohol y facas que los
guardiacárceles proporcionaban a los internos. El “marcado
clima de violencia” detallado por los familiares y el propio
Casolati generó, en los últimos meses, casos como el del
interno Ferreyra (Pabellón 3, Unidad 46), herido con 35
puntazos en miembros inferiores, o el de Letieri Lártiga, a
punto de perder la vida a manos de otro interno.
“Todos los hechos denunciados –concluye Casolati en su
presentación- estarían en pleno conocimiento del director y
del segundo jefe del área de seguridad así como también del
jefe del penal, quienes no sólo no pueden desconocer lo que
pasa en el interior de la Unidad 46, en su posición de
garantes, sino que además han sido alertados más de una vez
sobre tales hechos y, lejos de haber implementado acciones con
objeto de controlar o disminuir los hechos de violencia, los
han alentado, amparado y permitido”.
El expediente avanza con extrema lentitud en la Unidad Fiscal
de Investigaciones Complejas Nº 9, a cargo de Edgardo Ledesma.
Recién hace algunos días se enviaron las citaciones para los
testigos propuestos en noviembre por Casolati.
La tormenta penitenciaria, sin embargo, insiste en
alterar la burocrática paz de los juzgados: a las 20.15 del 12
de enero pasado Lidia del Pilar Santamaría Quintana, peruana,
declaró ante el Ministerio Público que agentes del Servicio
Penitenciario bonaerense presionaban a su marido, detenido en
la U47 (uno de los penales citados en la denuncia de Casolati)
para que asesinara a otros internos a cambio de ciertos
favores: drogas para consumir y vender, zonas liberadas y
visitas a gusto. Juan Ramón Giménez Bogado, esposo de Lidia,
lleva siete años detenido en San Martín con una condena no
firme por el delito de secuestro.
–Les están pidiendo a mi marido y a sus compañeros de celda,
Walter Alegre, Néstor Gómez Peralta y Maximiliano Cortez Amato
que maten a dos pibes.
–Me mandaron estas fotos como prueba –declaró la mujer (ver
fotos en esta misma página). Allí se los ve con botellas de
whisky, facas y algunos envoltorios con marihuana o cocaína.
La fiscal Amalia Belaunzarán instruye la causa por presunta
coacción agravada. El 13 de enero allanó la celda de los
detenidos Gómez Bogado y Cortez Amato y encontró “una botella
de whisky, dos facas de 40 centímetros, un cuchillo tipo
Tramontina, otras tres facas y cinco cigarrillos de
marihuana”. Otro de los detenidos le entregó un blíster de
Diazepan, una faca de 45 centímetros, un cuchillo y dos palos
de madera con punta. La fiscal tomó declaración testimonial a
los cuatro detenidos:
–El 20 de diciembre de 2008 me mandaron a llamar a mí –declaró
Gómez Bogado– y a mis compañeros el subjefe del penal,
Machado, el jefe Acosta y el director Sosa. Nos dieron las
facas y la droga: marihuana, un par de pastillas y unos gramos
de merca, y nos dijeron que si en algún momento necesitaban
algo, nos iban a avisar. A fines de diciembre nos pidieron que
les diéramos un par de puñaladas a Alegre y a la mujer porque
estaban molestando con las visitas y con el Comité de la
Tortura. Nos dijeron que si se nos iba la mano, no habría
problemas. (N. del R.: Alegre está preso en el mismo pabellón
y está casado con Claudia Viviana Aguirre, presa en el anexo
de mujeres del mismo complejo).
Dijeron sobre las fotos: “Fueron hechas con el celular de un
encargado de acá, del Servicio Penitenciario, que es nuevo y
que tiene miedo de declarar. Él mismo las bajó a un disquete y
yo se lo entregué a mi hermana para que se hiciera público”.
Sobre la droga que aparece en las fotos: “Fue vendida ayer al
mediodía. El jefe de turno, Luján, se llevó los 150 pesos de
la venta”.
Los vericuetos judiciales llevaron la causa a la fiscal
adjunta de la UFI Nº 9, Diana Paula Mayko, que solicitó otro
allanamiento del penal el 5 de febrero. A esa altura hasta el
jardín de infantes del SPB estaba enterado de la causa y los
nenes recortaban facas de papel glasé. Pero el diablo metió la
cola: “Mientras una parte de la delegación judicial se dirigía
al casino de oficiales encontraron a uno de los guardias que
transportaba una zorra con 38 elementos punzocortantes:
arpones, cuchillos y facas de fabricación casera, algunos de
estos elementos envueltos en tela y muy mojados”. El guardia
Di Rocco dijo que esos elementos habían sido secuestrados,
casualmente, la noche anterior. Y que estaban en un depósito
que luego revisaron los fiscales, extrañados porque en ninguna
parte había humedad ni agua, pero todas las armas estaban
mojadas.
La fiscal Mayko, que cerró causas sensibles contra el SPB (por
ejemplo, la investigación por haberles dado a los presos leche
en polvo industrial no apta para el consumo humano y pagada
con sobreprecio), resolvió archivar la causa de la U47 con el
eufemismo de “faltas administrativas” e imposibilidad de
probar la extorsión. La primera parte de esta causa que nunca
se unificó, instruida por Casolati, sigue todavía firme.
Fuentes del SPB aseguraron a Crítica de la Argentina que
“nunca se pudo comprobar la veracidad de los hechos”, y
evitaron opinar sobre las fotografías. El director del penal,
Carlos Sosa, fue desplazado de su cargo en abril. Reproducción
textual del editorial de Jorge Lanata.
Investigación: JL /Luciana Geuna/ Jésica Bossi.
------------------------
NOTA RELACIONADA:
Escándalo en la presentación de un libro sobre torturas en las cárceles
El director de
Régimen Correccional del Servicio Penitenciario Federal, Julio
César Cepeda, irrumpió en medio de la presentación del libro
Cuerpos castigados , que denuncia torturas en las
cárceles, y negó las acusaciones
Cuando quedaban sólo cinco minutos de debate, Julio César
Cepeda, director general de Régimen Correccional del Servicio
Penitenciario Federal (SPF), pasó al frente de la sala donde
se presentaba
el libro de Alcira Daroqui Cuerpos castigados,
que denuncia torturas y maltratos en las cárceles
federales, y desmintió las acusaciones que la autora hace en
el libro.
Frente a una mesa integrada, entre otros, por
el premio Nobel
de la paz Adolfo Pérez Esquivel, el procurador Francisco
Mugnolo y la doctora Mariana Lauro, el inspector general
Cepeda aseguró: "No es verdad que el Servicio Penitenciario
Federal no tenga datos confiables y propios de lo que ocurre
en las cárceles federales".
En
la sala Julio Cortázar de La Rural,
Nora Cortiñas, madre de
Plaza de Mayo, línea Fundadora,
aseguró: "Estamos pidiendo
visitar las cárceles federales desde octubre y hemos realizado
distintas presentaciones al ministro Aníbal Fernández sin
tener respuesta alguna".
El director del Régimen Correccional del SPF, que depende del
Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos de la
Nación, desmintió a Cortiñas. "No es verdad que esté prohibido
el ingreso a las cárceles federales de organizaciones de
derechos humanos", dijo el funcionario.
Tras ser silbado y acusado de mentiroso por
Cortiñas y por
el titular de la Agencia Walsh, Oscar
Castelnovo, Cepeda pidió que se respeten sus derechos humanos
y volvió a sentarse.
Pedidos. Cortiñas sostuvo: "Creemos imprescindible que los organismos
de derechos humanos estemos vinculados con la gente que está
detenida para recibir de mano directa sus reclamos de
maltratos".
Alcira Daroqui, responsable de la investigación, dijo que el
libro "es contra la tortura y los torturadores" de las
cárceles federales.
Pérez Esquivel aseguró: "Cuando leí el libro sentí lo mismo
que nos pasó a los militantes de derechos humanos en la época
de la dictadura militar". Después agregó: "Si no se pueden
evitar las torturas es porque hay impunidad".
El procurador Penitenciario de la Nación,
Francisco Mugnolo, dijo: "El cambio de la sociedad no vendrá
de la política, sino de un cambio cultural, convencidos que
los que están privados de su libertad tienen los mismos
derechos que las personas libres".
El
procurador señaló que el libro "no es contra nadie en
particular" y que la investigación "es un trabajo responsable
que deja a la luz cómo se aplica la tortura en el Sistema
Penitenciario Federal".
|