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FUNAM
DIFUNDIÓ CUÁLES SON A SU JUICIO
1. La continuidad en sus cargos de funcionarios
públicos incompetentes, con Romina Picolotti a la
cabeza, la inexistencia de políticas ambientales
concertadas, y la corrupción.
2. Siguen destruyéndose los bosques nativos para
la plantación de soja y otros cultivos
industriales, y la obtención de maderas, leña y
carbón vegetal. En Córdoba la tasa anual de
desmonte para 1998-2002 fue de -2,93%, superior a
la tasa media del mundo, -0,23% por año, e incluso
a la de Africa, -0,78% por año. En cercanías de
San Marcos Sierra, en plena zona turística, se
sigue produciendo cal industrial quemando bosques
nativos a razón de unas 50-100 toneladas de leña
por día. Mientras tanto el gobierno cordobés mira
para otro lado. En Chaco, donde se destruyen
bosques nativos únicos para producir 216.000
toneladas por año de carbón vegetal, la
siderúrgica Vetorial de Brasil, que pretende
localizarse en Puerto Vilelas, demandaría 180.000
toneladas por año de carbón vegetal. Esto
duplicaría la actual presión sobre el bosque
Chaqueño.
3. Sigue disminuyendo en Argentina la superficie
ocupada por ambientes nativos de bosque,
arbustales y pastos naturales. Para que un país
mantenga estabilidad ambiental necesita que por lo
menos el 50% de cada ambiente nativo se conserve.
Lamentablemente, en Argentina ya se destruyó más
del 80% de la superficie cubierta con bosques
nativos. En algunas provincias, como Córdoba,
fueron exterminados ecosistemas naturales
completos. Del Espinal y del pastizal pampeano
solo quedan superficies diminutas. En Argentina no
se toma en cuenta que las únicas fábricas
permanentes de suelo son los ambientes nativos, no
los cultivos ni las ciudades, y que toda
legislación de conservación de suelos debe ser
precedida por la conservación de los ecosistemas
autóctonos.
4. Siguen destruyéndose las principales cuencas de
captación hídrica en Argentina. Las zonas
montañosas son irracionalmente utilizadas para la
localización de grandes yacimientos mineros (casos
Pascua Lama, Veladero, Gualcamayo, La Alumbrera,
Agua Rica, Sierra Pintada, Cerro Vanguardia y la
lista sigue), cultivo de soja, papa y pinos
exóticos (serranías de Córdoba), y expansión
descontrolada de la urbanización en faldeos. Todos
los supuestos beneficios económicos sumados de
estas actividades representan migajas frente al
valor incalculable de tener fábricas de agua en
buenas condiciones. Sin embargo, los gobernadores
de San Juan, La Rioja, Catamarca y Mendoza parecen
olvidar que sus provincias son semiáridas, y que
no se pueden regar los viñedos y los frutales con
oro, regalías y espejitos de colores.
5. Sigue disminuyendo en Argentina la resistencia
ambiental de sus distintos ambientes al cambio
climático y a otras alteraciones ambientales
severas. La implementación de los Mecanismos de
Desarrollo Limpio (MDL) que prevé el Protocolo de
Kyoto y sus agregados son buenos negocios y
reducen la emisión de dióxido de carbono, pero no
aumentan la resistencia ambiental. La Secretaría
de Ambiente de la Nación y sus organismos
equivalentes de las distintas provincias parecen
ignorar que la resistencia ambiental se incrementa
conservando la máxima superficie de ambiente
nativo y conservando cuencas hídricas intactas. Al
día de hoy Ambiente de la Nación no tiene ninguna
política de conservación y aumento de la
resistencia ambiental. A lo sumo difunde "huellas
del carbono" para el Día del Ambiente, no las
dramáticas "huellas de la degradación" que
comprometen nuestro futuro como país.
6. Los cursos de agua son utilizados como
proveedores ilimitados de líquido, y como
basurales abiertos para desechos industriales,
urbanos y agrícolas. No existen políticas
nacionales y provinciales para la gestión
integrada de los cursos de agua que atraviesan
zonas productivas, no se conservan como
ecosistemas sino como meros flujos de agua, y en
muchos ríos no se conserva su caudal ecológico, es
decir, el caudal mínimo que sostiene la vida
acuática.
7. Sigue ausente en Argentina una política de
desarrollo agropecuario balanceado y sustentable.
Predomina en cambio la expansión salvaje de
monocultivos transgénicos que reducen
peligrosamente la diversidad de productos,
incentivan los desmontes, destruyen los suelos, y
contaminan con plaguicidas el ambiente y las
personas. En Argentina se siguen enfermando y
muriendo niños, adolescentes y adultos porque las
pequeñas dosis de plaguicidas rompen sus sistemas
hormonales y afectan sus sistemas inmunes mientras
los gobiernos privilegian la recaudación.
8. Siguen faltando en Argentina estadísticas
precisas de morbilidad (registro de enfermedades)
y de mortalidad por causas ambientales (por
contaminación química, por contaminación
microbiológica de agua, suelos y alimentos, por
contaminación del aire urbano, por contaminación
radiactiva, por contaminación no ionizante, etc.).
Esta falta de estadísticas impide conocer el
impacto real de la industrialización, de muchos
productos de consumo, del uso de plaguicidas, de
la energía nuclear, y de otras fuentes de riesgo.
La ausencia de estadísticas de salud es el mejor
incentivo para que se radiquen en Argentina
industrias peligrosas y megamineras, y siga
desconociéndose el impacto que produce la mala
gestión pública del ambiente.
9. Sigue sin aplicarse la evaluación de impacto
ambiental en la mayor parte de las obras,
radicaciones y decisiones, públicas y privadas,.y
cuando se realizan es usual que contengan
gravísimos defectos e imprecisiones. Por otra
parte, el estado sigue siendo uno de los actores
que menos utiliza la evaluación de impacto
ambiental, incluso cuando es obligatoria por ley.
10. Sigue promocionándose en Argentina la minería
de uranio y la energía nuclear sin ningún tipo de
consulta previa, e ignorando que organismos de
energía atómica como CNEA, NASA y ARN protegen más
sus propios intereses que la seguridad y la salud
de la población. La mayoría de las minas de uranio
cerradas siguen contaminando el ambiente porque no
fueron remediadas, y en un barrio densamente
poblado de la ciudad de Córdoba una sola empresa
vinculada a CNEA, Dioxitek S.A., tiene enterradas
sin membranas y sin aislamiento más de 36.000
toneladas de residuos radiactivos de uranio de
baja actividad. No se comunica a la población las
descargas rutinarias y accidentales de sustancias
radiactivas desde las centrales de potencia (Atucha
I, Embalse), ni se advierte que los depósitos de
combustible radiactivo agotado de esas dos
centrales, altamente radiactivos, pueden ser
blanco de ataques terroristas y caída accidental
de grandes aviones comerciales. Si esto sucediera,
se generarían accidentes que equivaldrían a varios
Chernobyl simultáneos (accidente nuclear grado 7
en la escala INES).
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