28 de Julio de 2008
Aunque
los funcionarios kirchneristas se empeñen en remarcar que la
apertura de la presidenta Cristina Fernández a la prensa es
real y sincera y no algo que responde a la necesidad de un
cambio de imagen, la primera mandataria dio este sábado, en su
primera conferencia de prensa, claras muestras de intolerancia
para con los medios presentes. Eso sí, como bailarina después
de un tropiezo, a pesar del malestar nunca se olvidó de
mostrar una sonrisa.
Desde el comienzo quedó claro cuál iba a ser el tono de una
conferencia arbitraria y sin repreguntas. Lo primero que hizo
Cristina Fernández, desde su atril en el salón de Olivos, fue
señalar que esa no era solamente la primera conferencia en la
Era K, sino la única desde 1999 hasta la fecha. “O sea que no
fue solamente el ex presidente Kirchner quien no las hizo”,
aclaró, como si las falencias por ser colectivas dejaran de
ser falencias.
La Presidenta escuchó todas las preguntas alternando ceño
fruncido con sonrisa irónica y, en general, sus respuestas
comenzaron con una broma o una descalificación a su
interlocutor. Así, elevada como espíritu de maestra ciruela,
prefirió hacer hincapié en las falencias ajenas antes que
contestar con exactitud lo cuestionado: una pequeña muestra de
la imagen que esta conferencia pretendía modificar.
Cuando le señalaron que decidió defender al cuestionado
secretario de Comercio, Guillermo Moreno, dijo: “Me llama la
atención el verbo utilizado, usted dice ‘defender a un
funcionario’, no tengo por qué defenderlo, a no ser que
ustedes lo hayan atacado, cosa que no creo”.
Con esa evasiva, la Presidenta justificó su defensa a
“Patota”. Como no se podían hacer repreguntas, nadie tuvo
oportunidad de señalarle que las defensas no se hacen sólo
ante ataques, sino también ante denuncias o acusaciones, y
sobre Moreno pesan unas cuantas.
Al periodista de
Radio 10,
por ejemplo, lo interrumpió en plena pregunta porque la llamó
“Presidente”: “¿Por qué los de
Radio 10
insisten
en llamarme Presidente si
La Nación ya explicó en un artículo que me pueden
llamar Presidenta? Y usted sabe que en materia de tradición
La Nación es
decana”. A la colega Gisela Marziotta del canal
América, que, es
cierto, se extendió bastante en la formulación de su pregunta,
se le rió y exclamó, mirando para otro lado: “Ya no sé qué
contestar, hizo un tendal de preguntas”.
Lo destacable de Cristina Fernández, en este caso, es que no
distinguió entre oficialistas y opositores: al periodista de
Todo Noticias que le preguntó si Cobos tenía
perfil de traidor lo esquivó con un ultrasec: “Yo respeto
mucho a las instituciones”. Y al cronista de
Página/12 qué se
interesó por los “cambios de aquí en adelante” en el Gobierno
le dijo: “Sí, los cambios para atrás serían complicados”.
Los periodistas extranjeros, por su parte, fueron cuestionados
en todas sus apariciones. A uno y cada uno de los que intentó
ser algo punzante, los subestimó con la siguiente pregunta:
“¿Hace cuánto que sos corresponsal en el país?”. Y seguido a
la respuesta del periodista les explicaba que si hubiesen
estado desde antes entenderían algo que sólo ella puede
entender. Incluso a una colega la mandó “a buscar un poquito
en Internet”. Con la periodista de
Reuters, que se
interesó por el futuro de la moneda argentina, al menos
intentó ser graciosa: “Si supiera qué va a suceder con las
monedas en un futuro estaría en cualquier otro lado, pero no
en Olivos”.
Otros momentos cumbre de la conferencia de Cristina, que no
escatimó en “hociquitos” para las primeras filas mientras
otros hablaban (léase “hociquitos” como esa manera de sonreír
con complicidad hacia sus espectadores que ella tiene,
frunciendo un poco la nariz y achinando los ojos), fueron
cuando despachó a una periodista con un “seguí participando”
tras contestarle con un simple “no” cuando le preguntó si
habría más cambios en el Gabinete; o cuando respondió con un
“it’s too much”, cual Moria Casán, al pedido de un cronista de
repetir semanalmente las conferencias; o cuando calló a los
presentes con un “¿por qué tanto murmullo? estoy contestándole
a un compañero de ustedes” (el murmullo era porque se había
anunciado el fin de la conferencia y más de 70 periodistas se
quedaron con las ganas).
Ni Miguel Núñez, vocero presidencial y moderador de turno, se
salvó de la acidez de la Presidenta. Cuando intentó hacerse el
gracioso anunciándole que la periodista de apellido Cavallo
nada tenía que ver con el ex ministro de Economía, lo frenó
sin escrúpulos: “No entiendo el chiste. No veo a qué viene la
aclaración, si tuviera que ver no habría problema tampoco”.
Núñez entendió, entonces, que él debe seguir siendo, como más
de una vez le dijeron, el vocero que no habla.
Cristina reservó la buena onda, por así decirlo, para sus
preferidos: Caiga quien
Caiga. Ignorando los esfuerzos de Núñez por
mantener el orden, dijo en voz baja, riéndose y moviendo la
boca como Patricia Sosa: “¿Quién esta ahí? ¿El de
CQC? No, a vos no,
¡es en serio esto!”.
Para terminar, y por si a alguien no le había quedado claro,
la Presidenta repitió lo dicho al comienzo: “Encantada de
recibirlos y acuérdense, era desde 1999. Gracias, gracias”.
Diario Critica de los Argentinos del
3-8-08
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