2 de Febrero de 2005
Que sin embargo y pese a sus condición de alto nivel intelectual, de sacrificio para estudiar y trabajar, de niña prodigio no encuentra el apoyo del Estado
Nacional y de las Empresas Privadas para desarrollarse y poder dar tantas cosas que ya
posee. Para colmo debe, como tantos , aparte de tener dos carreras , tener dos trabajos, ¿alguien se hará cargo????
Daniela Gonzáles ya en el jardín de infantes sabía leer, escribir; sumar y restar.
Increíblemente a los 9 años terminó la primaria.
Por si fuera poco, a los 13 el secundario, y a los 19 se recibió de licenciada en Química.
Tiene ya 20 y no para González estudia Medicina y Farmacia.
Niña prodigio, mente brillante, mejor persona.
Simplemente hablamos de una joven sobresaliente a la que ya de pequeña los tests indicaban que era dueña de una inteligencia muy superior.
En su casa en Castellar debe atender en la cocina, pues hay 34 grados y solo allí hay un aire acondicionado.
Daniela no tiene límite a la hora de sentarse frente a los libros, aunque el método varía según la carrera.
¿Cuántas veces necesitás leer las cosas para aprenderlas?
Con una o dos buenas lecturas ya me alcanza, contesta.
Es bueno escuchar que dice “Detesto estudiar de memoria. Detesto las materias que hay que aprender memorizado. Cuando arranqué Medicina, pensé: “Anatomía se estudia de memoria, me voy a morir, no lo voy a soportar”.
Recuerdo que la primera semana no me gustó para nada. Pensé que iba a dejar la carrera, pero después me encantó. No sé cómo hago, pero encuentro la forma de razonarla”, revela.
A los dos años, según relata su madre, Daniela miraba la serie Alf por la tele.
Vivían en Merlo cuando una tarde, la niña escribió en el pizarrón la letra a, la ele, y la efe, todas en mayúscula imprenta. Y desde ahí no paró de escribir. A su vez, la pequeña encontró un sistema bastante natural para sumar y restar. “Lo hacía con las hojas de laurel del jardín”, rememora Adriana.
Autodidacta, la nena, con sólo 5 años, escribía los nombres de sus padres y de la señorita sin que nadie se los hubiera enseñado. El segundo día de clase, en primer grado, la directora de la escuela, le avisó a sus papás, que Daniela estaba totalmente alfabetizada. Y la mandaron a un psicólogo que dictaminó que la nena daba una edad intelectual de “ once años y nueve meses”.
De hecho a los 7 años empezó a ir a la escuela de Carlos Antelo, un profesor que daba clase de apoyo, como oyente de química. Una materia que ya le gustaba. “Iba a escuchar, a aprender lo que me interesaba.
Le decía `quiero saber tal cosa´ y él me la enseñaba. Gracias a él me acuerdo algunas cosas de historia
Nunca tuvo una maestra particular y la única materia en la trastabilló fue geografía. “La odiaba”, remarca. Es el día de hoy que Daniela tiene un despiste importante con las calles. No recuerda los nombres.
Tanto que necesitó trazarse unos mapas para llegar a sus dos trabajos: uno es en el laboratorio de bromatología en la Municipalidad de Morón y el otro. En el laboratorio farmacéutico veterinario en Flore.
La cosa es que entre viaje y viaje, no pierde el tiempo: “Voy con mis apuntes a todos lados. Suelo leer mucho cuando viajo en colectivo. Mis carteras son grandes para poder llevar más de un cuaderno”, confía. Su despiste se concentra en lo geográfico, porque para todo lo demás tiene una memoria de elefante. Por ejemplo, recuerda en qué libro de química está tal o cual fórmula o dónde buscar un tema.
Cultora de bajo perfil, Daniela afirma que jamás reparó en que era distinta: “Nunca le presté mucha atención a eso. Uno no es consciente de que es distinto, lo demás te hacen ver que lo sos”, sostiene seria.
¿Te hubiera gustado mantener un perfil más bajo?
Si, porque además es feo. Nunca me gustó la gente que se hace cartel con lo que es. Me parece muy patético hacerse propaganda con lo que uno hace. que digo.
¿Alguna vez sentiste la presión de tu familia para estudiar?
No, además yo tengo carácter fuerte, grito, y soy muy boca floja.
Digo lo que pienso: nunca me dejaría manipular por nadie.
¿Qué consejos le darías a los estudiantes?
Que elijan la carrera a conciencia y le den la importancia que tiene.
Algunos, quizás, estudian para tener el título y después se arrepienten de lo que siguieron.
Les diría que piensen que de eso van a trabajar toda la vida.
Que estudien con el método que quieran, pero con ganas, porque a veces cuando uno lo hace por obligación no sirve de nada.
Breve extracto de una entrevista en la Revista Viva de Clarín.
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