13 de Enero de 2009
La convocatoria de la
Justicia al ex presidente Carlos Menem y al ex ministro de Economía Domingo
Cavallo a declarar en la causa por la venta del Predio de Palermo a la
Sociedad Rural Argentina (SRA) ha reavivado la discusión sobre el precio por
el cual se hizo esa venta. En su momento, y por tratarse de una venta directa
a quien ocupaba el inmueble desde hacía más de 100 años, el precio lo
estableció el Tribunal de Tasaciones.
No se trató de una tasación
convencional que pudiera tomar como referencia los valores de mercado. Eso no
era posible por varias circunstancias. En primer lugar, la venta se hacía con
cargos de cumplimiento obligatorio por parte del comprador. En el lugar debía
construirse un centro de ferias y congresos de nivel internacional. Además,
los edificios considerados históricos, como los pabellones y el comedor
central, debían no sólo mantenerse, sino también rehabilitarse. El gobierno
nacional recibiría, además, un porcentaje de las ventas de entradas a los
eventos, y debían contemplarse condiciones especiales para visitas de
escolares y jubilados. Todos los años el predio debía ponerse a disposición
del Gobierno por un período determinado.
Ninguna referencia de
valores de mercado en la zona resultaba aplicable al caso, ya que el predio de
Palermo no podía ser subdividido ni empleado para usos residenciales o
comerciales. Es más, en ese caso el precio debería ser negativo.
Los hechos ocurridos
posteriormente con la explotación y desarrollo del predio de Palermo indican
más bien que debido al cumplimiento de las obligaciones del comprador, a la
evolución del mercado ferial y a las regulaciones de la ciudad, el precio de
la privatización resultó inadecuadamente alto y no bajo, en función de la
ecuación económica del negocio. Debe tenerse en cuenta que, en todas las
grandes ciudades, los centros de ferias y congresos son desarrollados por los
gobiernos o subsidiados por éstos. En el predio de Palermo no hubo ni hay
subsidios, y deben pagarse todos los impuestos.
La SRA encontró, no sin
dificultad, un socio internacional especializado, que adquirió el 50 por
ciento del usufructo del predio por 30 años a un precio equivalente a la mitad
del precio de compra del inmueble. Con esa asociación se encararon las obras
necesarias para cumplir con los cargos de la compra, que demandaron una
inversión superior a los 80 millones de dólares. A los efectos de hacer
financiable el proyecto, se le incorporó un módulo de entretenimientos, pero
que fue finalmente impedido por el gobierno de la ciudad. La autorización para
ese módulo, hoy transformado en un proyecto de centro de espectáculos
múltiples y convenciones, aún no ha sido otorgada.
La crisis de 2001/2002
perjudicó sensiblemente los resultados de la operación, demandando la
reestructuración de las deudas. No hubo distribución de dividendos y el
paquete accionario del socio internacional fue transferido a un socio local
por 500.000 dólares. Estas referencias pueden dar una idea de la
inconveniencia de adjudicar valores a un inmueble que está sujeto a
obligaciones y restricciones, que finalmente resultan extremadamente gravosas.
La Justicia tiene en sus
manos resolver esta cuestión y, si el tema en discusión se refiere al precio
de la privatización, se espera que lo haga con ecuanimidad y realismo.
Reproducción textual
del editorial de la fecha en el diario La Nación
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