17 de Noviembre de 2008
...Ricardo
Luis Lorenzetti es un hombre manso. Quizás por eso,
desconociendo refranes y consejos, el gobierno Kirchner no
lo puso en su amplio campo de prevenciones y paranoias. En
verdad, no había razones sólidas para incluirlo en esas
listas ligeramente indiscriminadas. Pero, para gente
acostumbrada a dividir el mundo con pasmosa simplificación
entre adictos y enemigos,
resultó un
grueso error de cálculo esperar del presidente de la Corte
Suprema de Justicia un acompañamiento blando y concesivo.
Lorenzetti, digámoslo rápido, es el jefe del Tribunal que
acaba de meterle una bomba de tiempo al edificio del poder
sindical en la Argentina. Pero será muy difícil achacarle
deslealtad: fue él, en persona, quien le avisó a la
Presidenta, durante el conflicto con el campo, que si las
retenciones no pasaban por el Congreso la Corte iba a
terminar declarándolas inconstitucionales. Después, en el
Congreso, sucedió la historia conocida.
Sin
comprar los argumentos tremendistas que se construyeron
alrededor de este fallo de la Corte, lo concreto es que, ni
en forma automática ni inmediata, pero sí con un soporte
jurídico consistente, asoman posibles nuevas formas de
organización gremial, capaces de reescribir la historia que
redactó Perón de puño y letra, hace más de sesenta años.
Ese fallo de la Corte es lo que menos esperaba y deseaba el
Gobierno, que necesita mantener siempre aceitada su alianza
con Hugo Moyano y la CGT, y más frente a un horizonte con
pronóstico cierto de dificultades para la economía, el
empleo y el consumo. Y en las puertas de un año electoral
donde va a jugarse una porción grande del destino político
kirchnerista.
Pues
bien: a contramano de las conveniencias políticas, la Corte
estampó su decisión. Y los jueces fueron noticia al viejo
estilo: hablando por sus fallos.
Distinto había sido pocos días antes, cuando una declaración
pública le costó a Lorenzetti un ligero entuerto en la
siempre sensible corporación judicial. Fue cuando alertó
sobre la necesidad de diferenciar entre la defensa de los
derechos de los ciudadanos, y el riesgo de transformar a los
juzgados en puertas giratorias por las que los acusados
entren y salgan con la misma facilidad. Hubo un rumiar
espeso en los tribunales y Lorenzetti entendió que, habiendo
dicho lo que quería decir, convenía meter violín en bolsa y
no abundar más en el tema. Porque si algo sabe hacer el
presidente de la Corte es cuidar su nombre y su pellejo.
Elegido para integrar el tribunal en 2004, cuando arreció la
ola renovadora post-menemista, Lorenzetti llegó portando un
currículum de 60 carillas en las que resalta su condición
muy poco habitual: no tiene carrera judicial. No fue
secretario, ni fiscal, ni juez, ni camarista. Saltó de la
academia a la Corte, sostenido por antecedentes impecables,
autoridad profesional y, dicen, un sólido contacto político
de esos que siempre vienen bien. Los más audaces aseguran
que fue la propia Cristina Kirchner, por entonces
Primerísima Dama, la que empujó su llegada vertiginosa a la
Corte.
Con su estilo afable, componedor y un tanto grandilocuente,
Lorenzetti escaló de manera discreta pero implacable hacia
la presidencia del Tribunal. Asumió en enero de 2007,
concluido el mandato reparador de Enrique Petracchi. Y de
entrada se dedicó a impulsar una "nueva política judicial",
según la cual la Corte se dedicó a "la resolución de casos
de alto impacto social, económico e institucional". Las
comillas corresponden a palabras del propio Lorenzetti en
aquellos días, ante funcionarios judiciales, abogados y
docentes.
Desde
entonces, la Corte metió mano en las torpezas, impericias
y demoras del Gobierno para sanear el Riachuelo; anuló los
indultos a Videla, Massera y compañía; restauró la movilidad
jubilatoria; cerró los últimos reclamos sobre el corralito y
ahora metió este fallo que, según los propios jueces, "rompe
el monopolio sindical".
Santafesino, 53 años, casado, tres hijos, doctor en Derecho,
docente, académico, vecino de Puerto Madero cuando pasa sus
días en la Capital, con 29 libros publicados y más de 300
conferencias dictadas, Lorenzetti hizo una brevísima
incursión en la política tradicional: en 1983 trató de
postularse como candidato a intendente de Rafaela por el
Partido Justicialista, pero no pasó la barrera de la
interna. Quizás entonces decidió que su ambición se
canalizaría por otros caminos. Mal no le fue.
Reproducción
textual y parcial de la columna del periodista Julio Blank
en el diario Clarín
del 16-11-08.NOTA DE LA REDACCION:
Es
bueno que se tome debida nota, lo que siempre se supo y
recién
ahora se dice mas fuerte, que la “graciosa concesión de
nuestra presidente de llevar el tratamiento de la Resolución
125 al Congreso, no era para que el mismo “debata y la
considere” sino que la Corte se vería en la obligación de
declararla inconstitucional. Hay
buenas dudas asimismo de que el Kirchnerismo, especialmente
CF, no esté “complacida interiormente” de la reciente
resolución de la Corte, habida cuenta ue nunca simpatizó (
es recíproco ) con Moyano y la central sindical.