16 de Octubre de 2008
La independencia de la Justicia es una de las columnas básales
del Estado de derecho de muy difícil concreción en nuestro
país. Así las cosas, el inicio de la administración
Kirchner con el dictado del decreto 222/03, de auto limitación
de la facultad del Presidente para designar a los miembros de
la Corte Suprema, permitió la conformación de un Tribunal de
notables juristas con vocación de independencia de criterio,
entre ellos, a dos mujeres, por primera vez en un período
democrático. Su labor ha ido confirmando esta impresión tanto
por sus sentencias, como por la voluntad de hacerse cargo de
numerosas materias pendientes en la sociedad argentina.
Desafortunadamente, más adelante se produjo un cambio en
sentido opuesto, que culmina con la reforma del Consejo de la
Magistratura. En efecto, la modificación lejos de contribuir a
la construcción de un Poder Judicial independiente persigue el
control del organismo. Ello dado que se reduce el número de
miembros del Consejo pero se mantienen los 5 del oficialismo.
Éstos tienen una capacidad de veto de las decisiones
fundamentales del Consejo, la remoción de los jueces y la
elevación de la terna para la designación de nuevos
magistrados, en tanto y cuanto para tomar esas resoluciones es
necesaria la mayoría de dos tercios.
A partir de allí, la irrupción del Ejecutivo sobre esta
institución ha sido incesante. Se manifestó respecto de los
miembros de la Cámara de Casación Penal. Ello importa una
invasión sobre el Poder Judicial, ya que el Consejo lo
integra, y de que se trataba de una causa pendiente. Esto, no
obstante que el artículo 109 de la Constitución Nacional
claramente le prohíbe al Presidente llevar a cabo este tipo de
actos.
Esta presión pende sobre jueces y fiscales en los casos que
afectan seriamente la imagen del gobierno, fundamentalmente
delitos contra la administración pública, primero fueron los
casos Skanska y Grecco, luego el “affaire Miceli”. Ahora el
denominado “Valijagate” junto a la eventual financiación de la
campaña de la Presidenta con fondos provenientes de la
industria farmacéutica, especialmente de empresarios
comprometidos con el comercio ilegal de efedrina. En todos
los casos resultan perceptibles la demora, la escasez de
procesados, los cambios de jueces. Es decir una mecánica
absolutamente reñida con la transparencia en el ejercicio de
las funciones públicas.
Asimismo, se amenaza a aquellos magistrados que tienen en
estudio causas que interesan al poder político. En efecto, los
miembros del oficialismo en el Consejo han llegado a promover
la iniciación de las actuaciones para la remover al juez
federal marplatense que declaró la inconstitucionalidad de la
Resolución 125, luego de una denuncia presentada ante el
Consejo por el titular del Sindicato de Empleados Judiciales,
aduciendo mal desempeño derivado del carácter político de su
fallo. Este disparate, que en circunstancias normales debería
haber sido rechazado in limine por la Comisión de Acusación,
sin embargo, mereció de parte de ésta la apertura de un
sumario en aras de determinar la responsabilidad del juez,
primer paso hacia la formación del respectivo Jury de
Enjuiciamiento.
Estas situaciones se repiten en muchas provincias y llevan
a que los jueces se transformen en verdaderos rehenes de
Consejos de la Magistratura con mayoría de miembros políticos.
En este marco, toma una gran relevancia la actitud de la Corte
Suprema con motivo de la reciente conferencia de jueces
realizada en Córdoba. Allí se concretó una clara advertencia
contra estos procederes, de parte de su Presidente, el doctor
Lorenzetti. Asimismo, la Corte ha decidido revisar los juicios
políticos promovidos contra jueces provinciales en los que no
se ha respetado el debido proceso.
En suma, el auspicioso comienzo, lejos de afirmarse, va
conduciendo a las instituciones a un estado de situación
similar a la de Santa Cruz, luego de los casi tres períodos de
gobierno del ex gobernador Kirchner. Vale recordar que la
Justicia de esa provincia fue totalmente cooptada por el poder
político. Primero se removió inconstitucionalmente al
procurador general, Dr. Eduardo Sosa, quien hasta el día de
hoy, y pese a varios fallos de la Suprema Corte que han
ordenado su reposición en el cargo, continúa luchando para que
se cumplan. Luego, se amplió el número de miembros del
Superior Tribunal de Justicia y más adelante, se fueron
controlando los nombramientos en función de las necesidades de
los ocupantes del Ejecutivo. Ojalá que los argentinos tomemos
conciencia de la grave amenaza que pende sobre el efectivo
goce de nuestros derechos fundamentales e impidamos que se
consume la instalación de un sistema autoritario en nuestro
país. Daniel Sabsay ,*Abogado
constitucionalista., reproducción textual de su nota para el
Diario Perfil
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