23 de Junio de 2009
Juez Faggionatto: la tradición
trucha y la trampa que falló
![](http://www.lanacion.com.ar/anexos/fotos/29/1009429.jpg)
![](http://www.urgente24.com/uploads/pics/faggionato_marquez-450.jpg)
![](http://luduran.files.wordpress.com/2008/10/kirchner-afjp.jpg)
Si se escudriña por
debajo de los datos sobre intención de voto, que es la
superficie más obvia de las encuestas preelectorales, pueden
encontrarse algunas cosas de lo más interesantes. Por
ejemplo, al menos dos consultoras midieron el impacto de la
citación del juez Federico Faggionato Márquez a Francisco De
Narváez en plena campaña, por los llamados telefónicos que
desde el celular de uno de sus muchos empleados se hizo,
hace tres años, al llamado "rey de la efedrina". A esa
citación le siguieron días de intenso bombardeo por parte de
Néstor Kirchner y sus muchachos, reclamando que el opositor
tatuado se presente en los tribunales. Suponían que esas
descargas ayudarían a pasar a De Narváez por la piedra
esmeril hasta dejarlo finito y desvalido.
Kirchner, que tiene olfato político aunque
muchas veces parece que se olvida dónde lo dejó, percibió
enseguida que la jugada, más bien burda, beneficiaba más de
lo que perjudicaba a su adversario. El hombre de la furia
fácil tenía razón: según las dos encuestas aludidas, el
único que ganó con la jugarreta fue De Narváez. Lo que no
deja de ser curioso, porque las llamadas al "rey de la
efedrina" existieron y si alguien tiene que explicar algo es
él, y todavía no lo hizo.
La encuestadora
Isonomía preguntó si a partir de la citación de Faggionatto,
"usted está más o menos dispuesto a votar por Néstor
Kirchner". El 67,7% dijo estar menos dispuesto. Preguntó
después si "usted cree verdaderas las acusaciones hechas a
De Narváez". El 54,9% respondió que las creía falsas.
Otra consultora,
Management & Fit, preguntó a 1.500 bonaerenses si
"usted cree que la citación del juez Faggionatto es una
maniobra política o un acto independiente de la Justicia".
El 61,2% dijo maniobra política. Y cuando preguntó si la
citación del juez "perjudica o beneficia" a De Narváez, el
60,7% dijo que lo beneficiaba.
Más allá de la
imparcialidad y rigor científico de los sondeos que se
distribuyen en tiempos electorales, Kirchner confirmó por
anticipado estas mediciones cuando impuso silencio absoluto
sobre el tema, después de tres días de dicharacho continuo.
De
Narváez salió de la trampa para osos que le armaron. Quizás
porque atraviesa el estado de gracia con que todo político
sueña, y logra que le resbalen los temas que a otros se les
pegotean fieramente. Mirando ejemplos recientes, sería bueno
que no confiara en que siempre lo acompañará la buena
estrella.
El que quedó complicado por mérito propio es
el juez Faggionatto, un señor que acumula la bonita montaña
de tres docenas de pedidos de juicio político. Y al que se
acusa, entre otras lindezas, de quedarse con la cosecha de
soja de un campo en litigio que estaba bajo su tutela, o de
usar para fines privadísimos una avioneta incautada en un
procedimiento.
En fin, que cuando
oyen el apellido Faggionatto en la Corte Suprema se agarran
la cabeza y sueltan rayos y centellas hacia el comisariato
político que el kirchnerismo ejerce en el Consejo de la
Magistratura, impidiendo que avancen los casos contra Su
Señoría, que sabe bien cómo devolver favores.
Aunque
no habría que ensañarse con Faggionatto, porque esa
estrategia de usar una causa como refugio atómico para
preservar la silla y quién te dice la libertad, ha sido
empleada por unos cuántos jueces en los últimos lustros. Los
de la servilleta, ícono de la década menemista, ni qué
hablar. Pero algunos hicieron de las suyas en tiempos de la
Alianza. Y después para qué te voy a contar.
Hubo una jueza que viajó a Europa porque
debía investigar una causa sensible para el gobierno de
Menem. El ministro del área, en aquella época, admitió sin
pudor que la magistrada había ido a buscar información para
que el entonces Presidente supiera a qué atenerse.
Otro juez, también
viajero a Europa por una causa de altísimo impacto, bajó del
avión y se fue derecho a Olivos a informarle a Menem lo que
pasaba. Después, inteligentes funcionarios monitorearon y
orientaron su trabajo. ¿La independencia de los poderes?
Bien, gracias.
Un
juez andaba en autos deportivos alemanes y vivía entre
caballos de raza. Agarró un caso que le disparaba de lleno a
Menem: se hizo intocable, antes y después del menemismo.
Otros se
escondieron hábilmente detrás de causas sobre derechos
humanos o sonoros casos de corrupción. Desde entonces nadie
los molestó.
Así que Faggionatto no es sino el heredero de
una rica tradición de truchadas judiciales. Y cualquier
parecido entre el menemismo y estos tiempos que vivimos es
pura coincidencia.
Julio Blanck.
jblanck@clarin.com. Reproducción textual de su
columna en el diario Clarín.