28 de Julio de 2008
Según estimaciones de la Organización Internacional para
las Migraciones, 191 millones de personas viven en un país
distinto del de su nacimiento. Desde 1960 hasta la fecha,
mientras se duplicó la población mundial la población
migrante se triplicó. Una de las causas del fenómeno es la
profundización de las desigualdades entre países en
desarrollo y países desarrollados, que tuvo su correlato en
un aumento sustancial de los flujos migratorios de los
primeros a los segundos. En cuanto a la migración irregular,
aproximadamente entre 30 y 40 millones de personas en el
mundo viven y trabajan en otros países sin permiso. Se
estima que 10,3 millones viven en Estados Unidos y entre 7 y
8 millones, en la Unión Europea (UE).
Por eso, ante la reciente sanción de la Directiva de
Retorno por parte del Parlamento Europeo, que establece
reglas comunes de expulsión de los migrantes irregulares, se
hace imprescindible profundizar el debate respecto de la
validez de enfrentar este fenómeno exclusivamente con
políticas rígidas y sobre la base de la criminalización de
los indocumentados.
Francia presentó su propuesta de Pacto Europeo de
Inmigración a sus socios de la UE. Los 27 ministros del
Interior de los países que integran la Comunidad discutieron
los términos de ese pacto en Cannes en estos días, y al
parecer existe el consenso necesario para que sea aprobado
formalmente el próximo 15 de octubre en el Consejo.
Esta propuesta pone el foco en cinco áreas de acción,
referidas a la organización de la inmigración legal con
relación al mercado de trabajo, la lucha contra la
inmigración ilegal y la regulación de las expulsiones, el
control de fronteras, la fijación de bases para una política
europea de asilo y el intento de lograr una asociación entre
los países de origen y los de tránsito migratorio.
Es un avance cualitativo con el que se podría reformular
la Directiva de Retorno. Es indudable que ella tiene
contradicciones que deberán ser resueltas para lograr una
visión más humana del problema. No se puede dejar de
considerar que una de las razones más fuertes por las cuales
las políticas restrictivas no disminuyen la migración
irregular es que la decisión de emigrar es muchas veces
adoptada por la necesidad de dar alimento y garantizar el
porvenir a la familia. En estos casos, quienes toman la
decisión de trasladarse a otro lugar no piensan en las
consecuencias de la política migratoria del país de destino:
su necesidad es más fuerte.
La experiencia demuestra que cuando los sistemas
migratorios son particularmente restrictivos, la inmigración
indocumentada o irregular aumenta, por la imposibilidad de
entrar regularmente. De esta manera, las políticas
migratorias rígidas terminan contribuyendo al incremento de
la migración irregular y dan lugar a uno de los más graves
delitos contra los derechos humanos, como es el tráfico
ilícito de personas a través de las fronteras.
En 2002, las cifras estimadas del negocio global del
tráfico de seres humanos ascendían a 7000 millones de
dólares. Este comercio está muy frecuentemente relacionado
con redes del crimen organizado.
La criminalización de los indocumentados y las
condiciones de vulnerabilidad de los inmigrantes que no
tienen posibilidades de regularizar su situación -sumadas a
la relación que, en muchos casos, establecen con estas redes
criminales para ingresar en el país de destino- crean, a su
vez, situaciones más propicias para el negocio de la trata
de personas, especialmente de mujeres y niños con fines de
explotación sexual y laboral.
Es obvio que la criminalización de las migraciones
irregulares viola principios básicos de los derechos
humanos, en tanto que los instrumentos internacionales sobre
la materia son aplicables a todas las personas, sin importar
su nacionalidad o condición.
Pero el hecho de que ningún Estado de la Unión Europea ni
de América del Norte haya ratificado la convención
internacional sobre protección de los derechos de todos los
migrantes y sus familias, de 1990, prueba la necesidad de
llegar a un consenso mínimo sobre derechos aplicables que la
comunidad mundial se comprometa a cumplir. En este sentido,
es necesario tratar el tema de la migración irregular no
sólo en los debates globales, sino también en las
negociaciones concretas, para que las políticas migratorias
realmente sean coherentes con las conclusiones y los
consensos plasmados en los instrumentos internacionales.
Ante este panorama, un camino posible para regular la
migración sería reducir los niveles de desigualdad,
disminuir los desequilibrios y las diferencias
socioeconómicas y lograr una mayor democratización de las
sociedades, con posibilidades de más trabajo decente.
Objetivos difíciles, pero alcanzables.
Se impone elaborar en conjunto una política de
inmigración desde una perspectiva integral, con reparto de
responsabilidades y cargas financieras compartidas entre
países receptores y emisores, acordadas en los ámbitos
naturales para esos consensos y en rondas de comercio en las
que se puedan someter a debate las necesidades de los países
productores de materias primas y las medidas proteccionistas
de los países más desarrollados, que hacen que los países
expulsores ahonden sus carencias y produzcan día a día más
emigrados.
Por ser un fenómeno internacional, el tema migratorio
requiere un tratamiento multilateral y el compromiso de los
países, tanto de origen como de tránsito y destino. Es
imprescindible que los acuerdos sobre la materia, que
contrastan con una realidad cada vez más dramática y
cambiante, no se tornen meros marcos teóricos, sino
principios a los cuales la comunidad internacional se debe
someter.
Sería positivo, por otro lado, que las naciones europeas
que hoy endurecen sus políticas contra los que emigran en
busca de mejores condiciones de vida no olvidaran que fueron
en el pasado países de origen de inmigrantes que huían del
hambre y de la guerra. Ellos fueron recibidos con los brazos
abiertos por naciones jóvenes, que se enriquecieron con el
aporte de los que llegaron a sus tierras.
Por Eugenio Ambrosi El autor es representante regional de la
Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
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