12 de Agosto de 2008
LOS PEORES DIAS ECONOMICOS DE LOS KIRCHNER
Quizá los Kirchner no podrán prescindir
nunca de Guillermo Moreno y de Hugo Chávez. No lo podrán
hacer en tanto se nieguen a aceptar con realismo que las
cosas no andan bien. Y la virtual
ausencia de un ministro de Economía obligó ayer al titular
de Interior, Florencio Randazzo, a tener que afirmar
públicamente que todo fue puro espejismo en la peor semana
de la economía argentina en muchos años. El espejismo aqueja
al Gobierno si se mira la caída de todos los números de la
economía.
No hay, en rigor, vocación de cambio en
el matrimonio presidencial, más allá de ciertos gestos
mediáticos. Los gestos mediáticos, producto de puntuales
consejos de asesores de imagen, se agotan en sí mismos
cuando lo que no cambia es la política de fondo. Sergio
Massa, por ejemplo, es un hombre amable en sus reuniones con
gobernadores y legisladores, pero sus márgenes para resolver
los problemas son casi nulos.
Incluso Moreno podría ser relevado por
otro hombre, si algún día el Gobierno se notificara de su
defunción política, pero tampoco ese reemplazo garantizaría
una modificación de las políticas. El cambio de la política
significaría el pago de altos costos para una dinastía
gobernante que no quiere pagar precios políticos. La
política reinante, así las cosas, se ha convertido en una
especie de ratonera para los Kirchner.
¿Por qué? Cualquier otra política
requeriría de modificaciones sustanciales en los índices
económicos que embaucan a los Kirchner y en la despojada
política de alianzas internacionales que tejieron.
El Gobierno sigue convencido de que la
inflación anual de la Argentina no ha llegado al 10 por
ciento. Distintas y embrolladas cuentas de economistas
privados sitúan la inflación anual, en cambio, entre el 24 y
el 30 por ciento anual.
Esas vicisitudes de los números
independientes se deben, sobre todo, a la destrucción del
Indec. El Gobierno le cree al Indec. Estás leyendo
mucho los diarios , suele decir la Presidenta a
los funcionarios que le hablan de la inflación. Gambetea
también de otra manera: Ya te lavaron la cabeza , les
responde a los que le plantean ese conflicto.
Lo cierto es que los bolsones de comida para los más pobres
volvieron a convertirse en moneda corriente en el conurbano.
Pero ¿qué sucedería si el Gobierno tomara nota cabal de lo
que ocurre con la inflación o con el crecimiento del país?
Estudios serios indican que el crecimiento
de la Argentina durante 2007 fue del 7,2 por ciento y no de
más del 8 por ciento, como afirmó el Gobierno. Si la
inflación se situara formalmente en el número más benévolo,
el 24 por ciento anual, el Gobierno se verá obligado a
imponer un reajuste de las tarifas de servicios públicos,
cuyo precio debería aumentar exponencialmente. La reciente
actualización de las tarifas eléctricas sólo sirvió para
cubrir en parte las recientes calamidades inflacionarias,
pero no compensó los muchos atrasos preexistentes.
Un sinceramiento de la inflación
produciría también un brinco en el reclamo salarial de los
gremios y su consecuente repercusión en el costo de vida. El
Gobierno ya ha recibido la peor noticia que le puede llegar
a un gobierno: la división de la central obrera. La historia
indica que los amigos y los enemigos del gremialismo
terminan siempre compitiendo por cuál le saca más aumentos
salariales al Gobierno.
Por último, el reconocimiento de una
inflación mayor tendrá que ser acompañado por la confesión
de que la deuda pública es más grande de lo que ya es. Parte
de los bonos de la deuda refinanciada está indexada por los
índices de inflación. ¿Se podría hacer todo eso con la
conducción económica real en manos de Néstor Kirchner?
Parece imposible. La designación de un ministro de Economía
en serio requeriría, forzosamente, del relevo de Kirchner
como virtual ministro de Economía.
Las versiones últimas han apuntado a
supuestos sondeos a Roberto Lavagna y a Mario Blejer para
ocupar la principal poltrona del Palacio de Hacienda. Los
que hablan del regreso de Lavagna no conocen a los Kirchner
, ha dicho un frecuentador de Olivos. Hay un dato
histórico cierto e irrefutable: en sus tiempos de ministro,
Lavagna se llevaba peor con Cristina que con Néstor Kirchner.
Blejer sólo recibió una enigmática llamada de la
Presidencia, hace varias semanas, para confirmar que el
teléfono que atendía era el de él. Punto. Kirchner es el que
manda y no está dispuesto a entregar la conducción de la
economía.
El problema del pintoresco ministro en
funciones es que los números no le están cerrando. Los
subsidios por los servicios públicos rondan ya el 3 por
ciento del PBI, pero los ingresos del Tesoro se achican. A
la desaceleración de la economía se le sumó ahora una baja
en el precio de las materias primas en los mercados
internacionales. Esos precios seguirán altos, según las
comparaciones históricas, pero difícilmente vuelvan a trepar
hasta los niveles artificiales a los que llegaron hace unos
45 días. El precio de la soja se devaluó un 25 por ciento en
las últimas semanas, y el del trigo un 40 por ciento.
No hay soluciones populares en tales
casos. Kirchner debería eliminar los subsidios al consumo de
los servicios públicos, congelar los envíos a las provincias
(como ya lo está haciendo) o reclamar una nueva
refinanciación de la deuda pública. Los vencimientos hasta
2010 alcanzan los 30 mil millones de dólares. Todo es
doloroso. Las encuestas podrían condenarlo aún más; los
gobernadores, intendentes y concejales se fugarían
raudamente hacia sus activos opositores dentro del
peronismo, y el mundo no le tiene confianza al gobierno
argentino como para volver a refinanciarle la deuda. Queda
Chávez, pero Chávez es caro.
Venderle bonos al presidente venezolano al
15 por ciento anual fue, sobre todo, un error político.
¿Quién le cobrará menos a la Argentina de ahora en más
después de semejante tasa concedida al amigo bolivariano?
Pero la dependencia financiera de Chávez influye también en
la política. Sólo la paciencia
estratégica del presidente Lula impidió que éste se
ofendiera cuando Chávez apareció en Buenos Aires en medio de
una importante reunión bilateral de brasileños y argentinos.
El gobierno de Brasil sólo se enteró a
último momento de esa presencia. Más de 300 empresarios
brasileños acompañaban a su presidente. Ofensa argentina
a Lula , sintetizó el periodismo de Brasil.
Empresarios brasileños creen que los
Kirchner están equilibrando con Venezuela el peso de la
relación con Brasil. Si fuera así, conviene recordar que con
Chávez no se asusta a Brasil. Además, el gobierno argentino
se estaría comprando con esa política una mala compañía en
el mundo.
Sin embargo, hay una decisión estratégica
de Brasil de invertir en la Argentina; ya colocó en el país
unos 8000 millones de dólares en los últimos seis años.
La Argentina tiene problemas si se mira el día de hoy, pero
es un país con un enorme potencial y eso saldrá en algún
momento , ha dicho un empresario brasileño. En eso
radica la paciencia estratégica de Lula, que tiene premisas
políticas y también económicas.
En cambio, la estrategia argentina de
morenizar la economía y de chavizar la
política exterior ha construido la peor semana económica y
bursátil desde la gran crisis de principios de siglo. La
Argentina vive también el momento de mayor aislamiento
internacional desde el festivo default de aquella era feroz
y encarnizada.
Reproducción
textual de la columna del politicologo, Joaquín Morales
Solá, en el Diario La Nación de la fecha
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