20 de Agosto de 2008
Es miércoles y hace un rato que oscureció en
barrio Sarmiento, en el norte rosarino. En el cruce de la
avenida Alberdi y bulevar Rondeau, Javier espera que lleguen
dos amigos. Tiene 13 años, usa un pantalón a cuadros
ajustado a sus piernas flaquitas y su flequillo le cae de
costado sobre la frente y le tapa uno de sus ojos. “Sí, yo
soy flogger”, dice y explica lo que ese rótulo implica: usar
ropa vistosa, de marca, tener “piyi” o flequillo, gustar de
la música electrónica y, lo que le da origen a su nombre,
tener un fotolog en internet (espacios de la web donde se
suben fotos y comentarios). Javier cuenta también que los
floggers despiertan bronca entre otros chicos, sobre todo si
forman parte de alguna de las banditas. “Los de la GSP (Gran
Sensación Popular) me corren siempre, y si me agarran, no me
pegan: me cagan a trompadas”, asegura, pero de repente se
calla. “Ahí viene uno”, alerta. A unos veinte metros, el que
se acerca en bicicleta es Alancito, un nene de 9 años y
clásico corte taza.
Parece una broma pero Javier sigue pálido. “No, él no me
pega, pero me marca y les avisa a los otros”, aclara.
Quienes componen ese “los otros” es bastante difuso de
definir. Los chicos de la GSP son más de cien y van a
distintas escuelas de zona norte y centro. Tienen edades
diversas, pero en su gran mayoría son menores de edad.
Antonella y Lucía, de 13 y 14 años, por ejemplo, juran que
la “GSP manda”, como repiten en innumerables graffitis y lo
subrayan en foros y fotologs de la web. Mandar es controlar
una zona, ser los dueños del lugar. Ellas también odian a
los floggers, pero no a Javier porque es su amigo. “Ellas no
me pegan, son los otros”, replica él.
“¿Querés conocer a los chicos?”, proponen las geseperas.
Sobre calle Triunvirato, cerca del Portal Rosario Shopping,
se juntan algunos de los miembros de la GSP. No está “El
Barra”, su líder, que quedó castigado tras haber sido
detenido por la Policía en la batalla campal que se armó el
domingo pasado en la puerta del shopping Alto Rosario, el
punto más disputado.
Los grupos de adolescentes pugnan por el control de
espacios: definir quién manda en cada lugar es lo que
motoriza las peleas. La bronca contra las floggers es
compartida porque son “chetos” (chicos de mejor nivel social
que “se hacen los superiores”), pero con los otros grupos
rivales la disputa es por el respeto, por ser el más
popular.
El domingo 10, la pelea que se dio en el Alto (entre 80
chicos, ocho fueron detenidos) y que llegó a los medios
nacionales no fue un choque entre floggers o “emos”
(adolescentes que visten ropas oscuras, hacen gala de su
sensibilidad emocional y se juntan en la plaza Pringles).
Ese día, los floggers estaban dentro del shopping. Allí
organizan fiestas donde bailan música electrónica y sacan
fotos que luego subirán a sus sitios para pedir que otros
los firmen (otra forma de alcanzar la popularidad). Pero lo
que pasó esa tarde en la calle fue una pelea de gran
magnitud entre bandas por el control del lugar.
La GSP se juntó con la 115 y ambas enfrentaron a otras tres
bandas: LME (La Mafia Electrónica, que “controla” la plaza
Alberdi y el boliche Jade, ubicado en Puccio y Costanera),
CDD (Ciudad de Dios, de la zona de Rucci) y la Banda de
Cucha (otra muy numerosa de zona sur, que incluye a mayores
de edad y que le disputan la zona norte a GSP).
“Nosotros mandamos en todos lados, en los shoppings y en
Medi”, dice Antonella, en referencia al boliche Mediterráneo
ubicado en el Parque Alem. “Sí, pero el otro día los del
Cucha nos corrieron”, apunta Lucía y se lleva las miradas y
reprimendas de todos, que a esta altura ya son unos 15 pibes
de buzos anchos y capuchas que se suman a la “entrevista”.
“Los del Cucha son unos negros de mierda que, encima, están
armados y roban. Nosotros también robamos y tenemos facas,
pero ellos están re zarpados”, aseguran. Se genera tensión
en la charla y uno de los más grandes, que no quiere hablar
–“¿En la nota vas a hablar bien o mal de nosotros?”,
preguntó antes–, desautoriza a los que sí están contando con
cierta exaltación los pormenores de los enfrentamientos.
Los líderes. Las bandas imitan la lógica de las barras
bravas de los clubes de fútbol. Tienen líderes, una
estructura jerárquica y otros chicos que se encargan de
hacer los graffitis o subir fotos y videos a internet. La
valentía sirve para ganar respeto interno y se demuestra
peleando o robando. Algunos “trofeos”, como fotos o videos,
se suben a los fotologs o al portal Youtube.com para ganar
fama en el ambiente adolescente de la ciudad. Salir en los
medios –como empezó a ocurrir– se festeja como un logro. Las
drogas (marihuana en especial) están presentes como en
cualquier otro círculo de jóvenes, y quien la consigue gana
un espacio de poder.
Para la Policía, una de las dificultades del abordaje es que
la mayoría son menores y los padres niegan que sus hijos
puedan formar parte de una banda. “Cuando vienen a
llevárselos de la seccional se enojan. Para ellos siempre
son los otros”, resumió Cristina Machado, titular de la
comisaría 8ª.
LAS PIONERAS.
La pelea entre pibes sub 16 comenzó hace tres años para ver
quién mandaba en el boliche Sonic. Un grupo decidió cerrar
filas bajó el nombre de “La Fabela” (inspirados en las
favelas de Brasil). Y casi en paralelo surgió su rival: “Los
Ninios Populares”. Los choques entre ambos grupos ganaron en
intensidad y se extendieron al Monumento a la Bandera,
shoppings o plazas céntricas (la Pringles, en particular).
Ese proceso fue creciendo en los años 2006 y 2007 y generó
un efecto cadena que se replicó en toda la ciudad.
Los chicos que quedan fuera de las bandas aseguran que
tienen miedo y señalan que no pueden salir a un boliche si
no lo hacen en grupos numerosos. “Si estás solo te sacan la
zapatilla o el celular o te pegan. Te dan a elegir: te roban
o te sumás a ellos”, cuenta Diego, un chico de Parque Casas
que realizó junto a sus compañeros de escuela un informe
sobre el fenómeno.
Crítica de
Santa Fe
se acercó a ese establecimiento y habló con el curso. La
vicedirectora pidió que no se identifique cuál es la
escuela. “A ver si vienen los de la GSP y rompen todo”, se
alarmó la docente.
Dos padres, dos versiones cruzadas
El barra", líder de GSP, tiene 16 años y,
además de haber quedado demorado en la seccional 8ª el
domingo pasado, Marcelo Scott lo denunció en la Justicia por
haber amenazado a su hijo con un arma. "Hablé con el padre
del chico y me dijo que él no tenía nada que ver porque
estaba separado y era la madre quien lo cuidaba. Con ella no
pude hablar. A estos pibes hay que ponerle límites",
reflexionó Marcelo, quien pidió que estos casos se
investiguen porque "esto no es una boludez como todos creen:
algún día va a terminar un pibe en una zanja". Adriana S.,
la madre de "El barra", aseguró a
Crítica de Santa Fe
que su hijo "no forma parte de ninguna banda, ni secta; él
va a la escuela y de noche no sale". La mujer señaló que
ella no niega la situación -sus compañeros de GSP, la
comisaría 8ª y la denuncia penal de Scott apuntan a su hijo-
sino que "los policías lo agarran a él porque tienen que
enganchar a alguien, pero a los que tienen que buscar están
en alguna villa y no se meten". Además, dijo, denunció a los
agentes de la 8ª por agresión y abuso de autoridad.
Diario Crítica
de Santa Fé
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