20 de Agosto de 2008
Una Argentina en estado de asamblea parece
suceder al recio orden político impuesto por el kirchnerismo
durante cinco años.
El peronismo discute todo, y esa discusión se está
trasladando, casi dramáticamente, al Congreso. Los
empresarios se envalentonan con la inflación y los gremios
se dividen en más de dos partes. En Wall Street hablan
prematuramente de un nuevo default argentino, pero esas
versiones influyen en las escasas inversiones argentinas.
Un
gabinete parece más muerto que vivo mientras el poder no ha
decidido, todavía, cómo será el sistema de toma de
decisiones mientras la última palabra sigue estando en
Olivos y no en la Casa Rosada.
El
peronismo no apoyaría hoy a los Kirchner en elecciones
nacionales. Eso está claro
.
La profecía corresponde a un alto funcionario nacional. El
partido oficial se convirtió otra vez en una federación de
liderazgos comarcales tras un rápido abandono implícito de
la jefatura nacional de Néstor Kirchner. A Agustín Rossi,
jefe del bloque de diputados oficialistas, le tocó la peor
suerte: dar vida a proyectos del Gobierno en un mar de
indisciplinas internas. El Gobierno comienza a resignarse:
el rechazo parlamentario de la resolución sobre las
retenciones fue sólo el primer gesto de independencia
política del Congreso.
El proyecto
para aprobar la compra de Aerolíneas Argentinas por el
Estado no saldrá, al menos, tal como llegó al Parlamento.
Es probable que el propio
bloque oficialista suprima la promesa del Gobierno de una
futura reprivatización de la empresa.
Otra facultad que podría ser modificada es el sistema de
valuación de la empresa, que ya fue estipulado en el acuerdo
entre el Estado y la compañía.
Un problema frecuente consiste en que las
cosas se hacen mal. El Gobierno envió al Congreso un amable
acuerdo de venta entre el Estado y una empresa, pero lo
acompañó con fundamentos dignos de una nacionalización
precedida de una expropiación. Dijo, en síntesis, que la
empresa no vale nada y que fue peligrosamente endeudada por
la gestión privada. ¿Para qué vamos a comprar algo que no
sirve? , sintetizan en el bloque oficialista. Un
zafarrancho contradictorio es el resultado de los dos
documentos. Ahora, hasta el macrista Federico Pinedo lo
corre por izquierda al Gobierno.
El caso Aerolíneas Argentinas es simbólico
del estado de asamblea y rebeldía del peronismo. ¿Sólo del
peronismo? No. Empresarios que fueron dóciles compiten por
enrostrarle al kirchnerismo que la inflación anual está
superando el 25 por ciento. Esas confesiones son públicas y
también reservadas, pero una sola conclusión resultaría
irrefutable: nunca ningún dirigente empresario habría dicho
eso si antes no hubiera ocurrido la debilidad del Gobierno.
El propio Hugo Moyano debe lidiar no sólo con
el cisma que le propinó Luís Barrionuevo a la central
obrera. Dentro de los propios aliados de Moyano,
especialmente los llamados "Gordos", hay disidencias sobre
cómo debería ser la relación con el Gobierno. La inflación y
los zigzagueos de un gobierno que perdió la brújula han
incidido en esas embrionarias discordias sindicales. La
percepción gremial sobre el estado del poder es infalible.
El Gobierno está en un callejón sin salida
según el código político de los Kirchner. Nunca dan marcha
atrás. Los desplantes y la mala educación de Guillermo
Moreno ya echaron a dos ministros de Economía, Miguel
Peirano y Martín Lousteau, y están cansando al tercero,
Carlos Fernández, consciente él mismo de que su gestión ya
no tiene sentido. Fernández ha dejado de hablar hasta en las
reuniones de funcionarios en la hermética cima política.
Sabe que cualquier cosa que diga en esos recintos de
aislamientos y espejismos no coincidirá con sus ideas.
Moreno, entre tanto, se mueve entre el
misticismo religioso y el mesianismo político para
convencerse de que él encarna la salvación peronista de la
Argentina. Néstor Kirchner es el santón de su rara teología.
Tres funcionarios lo han enfrentado a Moreno, sin suerte
hasta ahora. Lousteau lo despachó con un no te voy a
firmar nada cuando le llevó una resolución de odio hacia
los ganaderos. Alberto Fernández reclamó su salida del
Gobierno, pero se terminó yendo él y no Moreno. Martín
Redrado, presidente del Banco Central, escuchó con paciencia
una lección de Moreno sobre cómo debía bajar las tasas de
interés con métodos cuarteleros. Lo oyó y después lo frenó:
Primero habrá que nacionalizar la banca .
Quizá los analistas de Wall Street son
precipitados. No hay posibilidad de default a la vista, pero
es cierto que el país tiene compromisos serios de pagos de
la deuda pública en los próximos dos años. Por ejemplo, el
Gobierno deberá buscar fuentes de financiación para el
próximo año por un monto de unos 6000 millones de dólares.
Los problemas son manejables, siempre que se los maneje
, ha dicho un ministro con acceso a los números de la
economía.
Otro jefe de Gabinete, Sergio Massa, debió
ocupar las funciones de ministro de Economía. En una reunión
con Carlos Fernández y con Julio De Vido les reclamó planes
para tres cosas: un programa de financiamiento para 2009, un
proyecto para la deuda en default con el Club de París y un
cronograma serio de reducción del gasto público. Hay que
alejar el fantasma de otro default.
El default con el Club de París condena al
país, es cierto, a la carencia de crédito externo y al
aislamiento político. Massa tendrá
un problema con las ideas de la Presidenta: No le
pagaremos un dólar al Club de París en los próximos diez
años , le dijo Cristina Kirchner a Nicolas Sarkozy en
una de sus reuniones en Francia. Sarkozy calló, como callan
los presidentes elegantes cuando son anfitriones.
La reducción
del gasto público plantea la necesidad del sinceramiento de
las tarifas de servicios públicos, para ahorrar en
subsidios, y una revisión de las formas poco transparentes
de la inversión.
Personas allegadas al Gobierno recibieron en días recientes
denuncias orales de empresarios sobre prácticas corruptas en
la adjudicación de obras públicas. Hagan las denuncias o
denme los nombres , los espoleó el funcionario. No podemos
hacer eso , le contestaron los empresarios como respetando
la ley de la omertá .
El Gobierno se empalaga en estas horas
pensando en un cambio en la conducción del Indec; colocaría
al frente del organismo a una persona prestigiosa para que
todo siga igual.
No sólo Moreno estaría sobrando en el Gobierno si éste
quisiera reconstruir su credibilidad social. El equipo
económico en pleno, incluido De Vido, requiere de una
oportuna sepultura. La Argentina soporta en estos momentos
una mezcla de desprestigio y preocupación internacionales,
que comparten gran parte de los empresarios nacionales y
extranjeros. En Washington hay preocupación ,
aceptaron, lacónicas, fuentes confiables desde la capital
norteamericana.
¿Un equipo económico nuevo? A estas alturas,
ningún candidato aceptaría la cartera de Economía sin un
plan económico propio y sin un equipo igualmente propio. La
necesidad del cambio brinca de despacho en despacho en la
cresta del Gobierno. Pero rebota, porfiada, en la pared del
matrimonio presidencial. El único sistema de toma de
decisiones conocido requiere de Néstor Kirchner, pero sobre
todo de su personal conocimiento y confianza de los miembros
de un gabinete que no ya es el de él. Otro sistema
irremediablemente agotado no reconoce su finitud.
Reproducción textual de la columna de Joaquín
Morales Solá del 17 de agosto de 2008 en el Diario La
Nación |