08 de Septiembre de 2008 No hay peor señal
que pueda dar un gobierno que mostrarse paralizado ante la
adversidad. En la tranquilidad de El Calafate, el fin de
semana último, la presidenta Cristina Kirchner pareció
entenderlo. Esa convicción la llevó a anticipar la decisión
que desde hacía semanas venía evaluando y tratando de
digerir el matrimonio gobernante: cancelar con reservas, y
en un solo pago al contado, la totalidad de la deuda con el
Club de París.
El golpe de confianza que la presidenta
Cristina Kirchner esperaba lograr con el anuncio duró apenas
unas horas. La medida sirvió para que la jefa del Estado
alimentara su ego con el cerrado aplauso que le prodigaron
los empresarios presentes en el acto por el Día de la
Industria y para que los inversores bursátiles se
entusiasmaran con un rebote en las cotizaciones de títulos
públicos y acciones bancarias, que sólo se extendió una
jornada.
Entre el anuncio de la más importante
decisión de la primera mandataria en nueve meses de gestión
y el cierre de operaciones de la semana, el riesgo país
subió un 7,6 por ciento: de 671 a 722 puntos.
Para suerte del Gobierno, el jueves
negro de Wall Street arrastró a todos los mercados
internacionales, por lo que esta vez hubo a quienes echarles
la culpa.
No es poca cosa que un país acostumbrado a
deshonrar sus compromisos anuncie que cancelará la totalidad
de una deuda con un grupo de naciones.
Al mismo tiempo, la normalización de las
relaciones financieras con el Club de París, una vez que
unos y otros se pongan de acuerdo sobre el monto exacto de
la deuda, permitirá destrabar créditos para inversiones
extranjeras en la Argentina.
Pero en la práctica, lo único que esto
implica por ahora es que resultará más factible el sueño
kirchnerista del tren bala, proyecto calificado desde la
oposición como un gran negociado . Claro que para
solucionar graves problemas de infraestructura, como los
evidenciados en la línea Sarmiento, quizás haya que seguir
recurriendo a la "generosidad" de Hugo Chávez a tasas de
interés del 15 por ciento anual en dólares.
Justamente, el principal dato que llama la
atención de cualquier observador local o internacional es
que la Argentina prefiera endeudarse al 15 por ciento para
cancelar al contado una deuda que podría refinanciarse a un
costo mucho menor, del 5 o 6 por ciento. El razonamiento que
se desprende de ese hecho es que el gobierno kirchnerista no
se muestra tan interesado en cumplir con sus compromisos
internacionales como en desembarazarse de cualquier
auditoría del FMI, cosa que hubiera correspondido si se
renegociaba la deuda con el Club de París.
El dilema es qué pesará más en un
potencial inversor extranjero en la Argentina: ¿la voluntad
del país de cancelar una deuda? ¿O los argumentos de tinte
antiimperialista que explican decisiones como la
vinculada con el Club de París o la reestatización de
Aerolíneas?
No son las únicas dudas que subsisten:
¿por qué se recurre a un decreto presidencial y no a un
proyecto de ley, cuando la Constitución nacional señala con
toda claridad que le corresponde al Congreso "arreglar el
pago de la deuda interior y exterior de la Nación"? La
proclamada preocupación de la Presidenta por la
institucionalidad quedó una vez más en el olvido.
El corolario deja un sabor amargo y una
paradoja: la Argentina sigue siendo un país sospechoso para
el resto del mundo hasta cuando decide pagar sus deudas.
Las amenazas que acosan al país van desde
la caída del precio internacional de la soja -descendió el 9
por ciento la semana última- hasta el temor de un nuevo
default, y desde la inflación hasta el retorno de una dañina
pugna distributiva. Esas cuestiones son atravesadas por un
problema central: el aislamiento internacional y la falta de
acceso al crédito internacional.
El anuncio de la cancelación de la deuda
con el Club de París, según coinciden en señalar diferentes
economistas, poco ayudará a resolver aquella falencia si no
es visualizado dentro de un plan integral para recuperar la
confianza de los agentes económicos. Queda la sensación de
que los Kirchner gobiernan por medio de espasmos o
mecanismos reflejos.
"Lo bueno de la medida anunciada es que
parecieron darse cuenta de que tenían un problema. Lo malo
es que parecen estar jugando al juego de la oca: un día
avanzan un casillero y al otro día retroceden dos"
, señaló un referente de la oposición
macrista acerca de la actitud del Gobierno.
¿Podrá Cristina Kirchner advertir que se
requiere un giro mucho mayor para recrear la confianza en el
país?
Aunque prevalece el pesimismo, hay
señales, apenas perceptibles, de que el Gobierno comienza a
preocuparse por la inflación real, que de acuerdo con
distintos estudios privados triplica en lo que va del año a
la medida por el Indec.
Las autoridades nacionales procuran que
las negociaciones salariales entre empresarios y
sindicalistas no sean reabiertas antes del año próximo para
evitar nuevas escaladas de los precios. Esta posición choca,
desde luego, con las aspiraciones del secretario general de
la CGT, Hugo Moyano, a lo cual se suma su descontento con el
"insuficiente" aumento del mínimo no imponible para calcular
el impuesto a las ganancias de los trabajadores en relación
de dependencia.
El bloqueo sorpresivo de empresas
cerealeras realizado por Moyano y levantado anoche debe ser
interpretado, más allá de las demandas salariales y
laborales del gremio camionero, como una exhibición de
fuerza para llamar la atención del Gobierno. ¿A qué apuntan
los popes sindicales liderados por Moyano? A algo por lo
cual siempre se preocuparon: fortalecer la caja de las obras
sociales gremiales.
El equipo económico trabaja en una serie
de medidas para enfrentar la inflación. Lo que hasta ahora
se ha dejado trascender sobre ese paquete, sin embargo, no
es demasiado diferente de lo que viene haciendo el
controvertido secretario de Comercio Interior, Guillermo
Moreno. Se trata de más controles de costos para determinar
los márgenes de ganancias en cada sector de la economía.
Desde ya que a nadie se le ocurrirá
indagar acerca de los márgenes de utilidad que le ha dejado
a Néstor Kirchner la reciente venta de un terreno en El
Calafate a una cadena chilena de supermercados. Lo vendió a
120 dólares el metro cuadrado, cuando dos años atrás se lo
había comprado al municipio a 2,50 dólares por metro. Una
rentabilidad 48 veces superior a la inversión inicial. En
Santa Cruz, pertenecer al poder tiene sus privilegios.
Inminentes anuncios sobre nuevos aumentos
en las tarifas de servicios públicos, especialmente en el
gas, podrían llevar a una progresiva reducción de los
subsidios a la energía, que amenazan cada vez más las
cuentas del Estado. Aunque no se descarta que esos fondos
que se liberen terminen siendo redireccionados, en la misma
forma de subsidios, hacia otros sectores productivos con el
fin de mantener o bajar otros precios, tales como los de los
alimentos.
¿Habrá un plan B, que contemple un giro
mayor? El pragmatismo que alguna vez mostró la pareja
gobernante no lo descarta completamente. Pero, antes, habrá
que agotar otras instancias.
Por ahora, un Estado intervencionista es,
para los Kirchner, la mejor garantía de gobernabilidad y la
mayor fuente de poder personal. Porque el Estado son ellos.
Reproducción textual de la columna del
politicologo Fernando Laborda en el diario La Nación del
7-9-08
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