15 de Septiembre de 2008
“Perón hoy no estaría en el PJ”
El
ministro de Seguridad y Justicia atribuyó la quema de
vagones del tren Sarmiento al reciente estreno de su
película: “La próxima estación”, donde realiza un ensayo
sobre el ferrocarril. El mítico director, a 40 años de haber
filmado “La hora de los hornos” y grabado en Madrid los dos
testimoniales de Perón, está más allá del bien y del mal.
Con la libertad que le permite esa condición, Fernando
“Pino” Solanas reparte palos contra oficialistas y
opositores. Dice que varias veces se sintió usado y que los
Kirchner se han hecho expertos en crear espejismos.
—El primer juicio de varias decenas que Menem,
su familia y sus funcionarios le hicieron a Editorial Perfil
fue justamente por un reportaje hecho a usted por la revista
“Noticias” en 1991. El título era “Menem y su pandilla”.
—Me
acuerdo de que fue tapa de la revista y sorprendió mucho.
Decía que Menem era el jefe de una pandilla que estaba
saqueando el patrimonio público. Eso derivó en un juicio
contra la periodista, contra mí y contra usted también.
Ratifiqué mis dichos dos meses después y di una conferencia
de prensa.
—Está en
YouTube y es interesante verlo hoy, diecisiete años después,
diciendo exactamente lo mismo que dice hoy.
—Hablé
media hora frente a la gente que se agolpaba en las
escalinatas de Tribunales.
—Además de
ese y otros tantos juicios, con bombas dos veces volaron el
frente de la planta de impresión de Perfil, pero usted fue
baleado y herido en sus piernas por dos desconocidos. ¿Cómo
asocia ese hecho con su oposición al menemismo?
—Directamente. Fue una advertencia. Me venían amenazando,
pero uno piensa que la racionalidad funciona… La verdad es
que no funciona. Cuando uno ve las barrabasadas que se han
hecho escapando a la lógica de la política…
—¿Cuál
lógica?
—Que si el
presidente de la Nación había iniciado un juicio por
injurias… Sentí que no se iban a meter conmigo porque estaba
en pleno proceso. La nota de Noticias fue en marzo y dos
meses después, el 22 de mayo, fue el atentado… Había
recibido amenazas, pero en aquella época la técnica de la
amenaza era corriente.
—Pero a
usted le balearon las piernas, eso es otra cosa.
—Supuse
que estaba resguardado. Pero no fue así. Cuatro días antes,
había publicado una contratapa en Página/12 en la cual decía
que con el juicio me estaban queriendo amedrentar, y volví a
reiterar lo que había dicho en el reportaje de Noticias.
—¿No se
imagina la misma situación en la Argentina de hoy?
—Aquel
campanazo me enseñó que cualquiera de las hipótesis o de los
escenarios es posible. Después, algunos de mis abogados
tuvieron relación con funcionarios que habían trabajado en
el Ministerio del Interior y les confesaron, off the record,
que quien intervino fue la cueva 8 de la SIDE. Aquello fue
un operativo bien montado…
—Hicieron
correr a la persona que estaba a su lado para dispararle
sólo a Ud., lo hicieron a las piernas y le dijeron que la
próxima vez era en la cabeza.
—En los
primeros tiros yo estaba de espaldas, y uno solo, a esa
distancia, habría acabado conmigo si hubieran querido
matarme. Pero la intención era callarme, o que me fuera del
país.
—¿Eso lo
llevó a dedicarse a la política de manera partidaria?
—Yo salí a
enfrentarlo, lo hice responsable a él. No iba a jugar yo a
las escondidas. Había pasado ocho años afuera, había
regresado de un largo exilio y no me iban a sacar ni me iban
a callar. Claro que fue un cambio en mi vida. Estaba
terminando el rodaje de El viaje, y no la pude terminar. El
atentado físico estuvo acompañado por un atentado económico
monumental porque yo tengo una pyme cinematográfica, una
productora que se construye sobre la base de mi trabajo, y
cuando yo no trabajo, entra en paro.
—Las
consecuencias de aquel reportaje de “Noticias”: el juicio y
la balacera, dieron inicio a su vida como político
profesional.
—Totalmente. Pero yo no tomé la decisión. Desde aquella
misma noche, empecé a recibir una ola de estímulos, de
apoyo. Ni por asomo había pensado en dedicarme a la
política, lo cual no quiere decir que no estuviera
comprometido con el acontecer político del país, pero desde
la cultura. En esos meses fui recibiendo a mucha gente y
comprendí que quizá podía ayudar a la recomposición de una
oposición en la Argentina. En enero del ’91, Menem
desembarcaba en París y le daban el doctorado honoris causa
en la Sorbona. Y en la comitiva iba una galería de
personajes políticos… Hasta Guillermo Estévez Boero iba… y
Alain Touraine escribía dobles páginas en Le Monde elogiando
el giro a la modernidad de Menem. Habían creado una gran
confusión y eran momentos de soledad, porque ante el mundo
aparecía como un hombre ligado al progreso…
—¿No teme
que la cueva 8 de la SIDE haga, hoy, lo mismo?
—Siempre
es posible. Desde que tomé la decisión de enfrentar las
cosas, supe con plena conciencia que eso podía pasar en
cualquier momento.
—¿Esa
confusión que inicialmente Menem generó dentro del peronismo
y confundió a las figuras progresistas que Ud. menciona se
repite o se repitió con Kirchner?
—Sí, por
supuesto. Es otra variante.
—¿El
peronismo post Perón tiene una enorme capacidad de generar
confusión?
—Sí. Voy a
eso. En el año ’68 visito a Perón en Madrid por La hora de
los hornos…
—Y luego
usted graba dos célebres testimonios de Perón.
—Eso fue
en el ’71. Se entabla una relación muy afectuosa. El está de
acuerdo en hacer dos grandes testimonios, y yo empiezo a
estudiar todo lo dicho por Perón como si estuviera
estudiando el Código Civil, estudié y decodifiqué su
pensamiento. Me preparé muy bien junto con Octavio Getino y
Gerardo Vallejo y fuimos a filmar estos dos largos
documentales. Le estoy diciendo esto para que se dé cuenta
del impacto monumental que tuvo en mí el travestismo infame
que el pensamiento de Perón fue sufriendo ya antes de Menem.
La generación de la renovación empezó a desviarse
radicalmente. Y Menem es el escándalo. A la semana de
asumir, dijo que iba a hacer el programa de la UCeDé. Y
nombró como ministro de Economía al gerente general de Bunge
y Born. Incluso, después, dijo: “Si yo hubiese dicho lo que
iba a hacer, nadie me votaba”. Para quienes creíamos que la
práctica política tenía que ser la expresión de una ética de
la Nación, una síntesis de principios… todo aquello fue
tremendo. Lo que se hizo con el pensamiento de Perón y Evita
fue tremendo. Se hizo exactamente lo contrario.
—¿Por qué
el radicalismo paga el costo político del fracaso de De la
Rúa o la hiperinflación de Alfonsín y el peronismo logra
echarle la culpa a sus dirigentes fracasados como si fueran
de otro partido? Hoy Menem no fue un verdadero peronista y
dentro de algunos años quizá se argumente que tampoco
Kirchner fue un verdadero peronista. ¿La fuerza del
peronismo reside en su plasticidad?
—Hay una
suerte de plastilina que se acomoda a las circunstancias. No
soy amigo de decir que ése es el peronismo. El peronismo es
una especie de territorio cultural en el cual resistió el
pueblo argentino a la pérdida de sus derechos. Lo otro es el
aparato político: el Partido Justicialista llamado PJ.
—¿Se
dividirá el PJ en un ala de centroderecha y otra de
centroizquierda?
—No.
Algunos pudieron haber creído que Kirchner iba en camino a
representar otra cosa. Pero no, la asunción de la
presidencia del PJ lo resumió todo. Es el PJ. Néstor
Kirchner navegó durante 10 o 12 años por los intestinos
putrefactos del justicialismo. Se comió todo. Estuvo con
Cristina en la Asamblea Constituyente de Santa Fe del ’94.
Hicieron lobby para traspasar las riquezas de su suelo a las
provincias, es decir sentar las bases de movimientos
secesionistas en Argentina. Cuando veo a Kirchner o a
Cristina ir en ayuda de Evo Morales frente a la secesión que
le hacen las provincias de la medialuna, es de una
hipocresía absoluta. Porque ellos lo hicieron en el ’94 y en
el ’96. Néstor Kirchner modifica la Ley de Hidrocarburos y
les pasa todos los yacimientos a las provincias, y en 2007
presenciamos en silencio la segunda ola de privatización del
petróleo en la Argentina. Y la clase dirigente cerró el
pico.
—¿Qué
diría Perón hoy de Kirchner?
—Que es el
hombre que concedió la segunda privatización del petróleo en
la Argentina a diez años de recuperar todas las concesiones.
Permitir que las reservas que le quedan a la Argentina se
prolongaran por 30 años más es una canallada que no tiene
nombre. No me cabe duda de que Perón lo señalaría como un
acto de traición a la Patria. Con 50 mil millones de dólares
en el Banco Central, después de haberle pagado de un saque
al Fondo Monetario. No había presiones internacionales. No
hay excusa.
—¿Es el PJ
un sistema de poder donde el jefe manda mientras es ganador
de elecciones y cuando deja de serlo lo sustituye otro que
represente la ideología ganadora, aunque sea la opuesta?
—Eso es el
justicialismo. Desaparecido un líder, un conductor, en la
historia, y Perón lo dice en mis películas, no lo sucede
otro gran conductor, lo sucede una organización. Y esa
organización no se llegó a construir.
—¿Perón
hoy no sería justicialista?
—En
absoluto. Perón sería el líder de un partido
nacional-popular-democrático. Y eso no es el conglomerado
del PJ disfrazado con algunas medidas progresistas, como su
política de los derechos humanos y volver al rumbo del
Mercosur. El resto hoy no se ha apartado de las esencias de
las políticas neoliberales de Menem. La ley financiera de
Martínez de Hoz está presente. La podrían haber derogado
hasta con un simple decreto. Esa ley le impide al crédito
público ir en auxilio de la empresa nacional, la pequeña y
mediana empresa, porque no puede ir en auxilio de empresas
que no tienen la suficiente solvencia. Ese crédito lo
utilizan las multinacionales. Este es un escándalo absoluto.
Kirchner sigue ejecutando el mismo modelo impositivo de
Menem. Por cada punto que bajara del IVA, 1.400 millones de
dólares quedarían en el bolsillo de los consumidores
argentinos. Esto, más la política de extracción y saqueo de
los recursos naturales más valiosos del país, la minería y
el petróleo, que se extraen y se exportan a declaración
jurada sin ningún control público.
—En su
última película, “La próxima estación”, denuncia al lobby
automotor (autos, camiones y petróleo) como primer gran
factor de presión contra el ferrocarril. Y, bajo el
liderazgo de Moyano, el sindicato de los camioneros se
transformó en accionista del tren Belgrano Cargas con el
argumento de controlar a la competencia.
—El poder
de los camioneros es monumental. Pueden parar un país que
llegó a ejecutar una medida tan demencial y perversa como la
supresión del 80% de los ferrocarriles. Toda la carga de
mercaderías y pasajeros pasó a las rutas. Es decir que el
poder del gremio es fundamental.
—¿El gran
beneficiario de lo que Ud. llama “ferricidio” es el
sindicato de camioneros?
—Por
supuesto. Y todo el transporte automotor.
—¿El
sindicato de camioneros es más fuerte porque no hay un
contrapeso en los ferrocarriles?
—Claro. La
destrucción de los ferrocarriles obedece al diseño del Banco
Mundial de golpear a la industria nacional en serio. Después
está el negocio chiquito. ¿A quiénes les damos los trenes
residuales? A las empresas interesadas en la destrucción del
transporte de pasajeros. Y el transporte de carga se lo
damos a los grupos económicos que arreglan con nosotros. Por
eso, el Ferrocarril Belgrano Cargas, con 10 mil kilómetros
que nos unen con 14 provincias, ¿a quién se lo dan? A Macri,
una parte también tiene Roggio, capitales chinos, Moyano
y... ¡¡¡Pedraza!!! Pedraza, que ha logrado sobrevivir a
pesar de todos los saqueos y de las causas penales que
tiene. Cuando Kirchner viaja a China, en el avión
presidencial estaba la mujer de Pedraza, presidenta del
Consorcio Unión Ferroviaria que administra el Belgrano
Cargas. Y en la mesa de recepción en el Palacio San Martín,
con el presidente chino, está la mujer de Pedraza.
—¿Qué
opinaría Perón de la actual conducción de la CGT?
—Perón
decía que un movimiento no se hace sólo con los puros y los
buenos. Para cambiar el país hay que generar una inmensa
mayoría de más del 50% o el 60%, y en ella no son todos los
puros, pero hay una conducción que los contiene. Hoy la
concepción del PJ es que la política es un negocio. Y
estamos ante un gobierno que hace reparto de negocios.
—¿Perón
utilizaría a Moyano?
—Por
supuesto.
—¿Y qué
pensaría Perón de Chávez?
—Se
identificaría plenamente. Chávez me pidió todas las
películas de Perón, que es para Chávez uno de los grandes
referentes latinoamericanos. Perón viene del ejército y
Chávez también. Lo que el mundo de la política no llega a
comprender porque no ha vivido en la corporación que es el
ejército, Chávez lo conoce muy bien. Y sabe los límites y
sabe cuáles son los mandos. Perón decía que a un ejército no
lo manda la mayoría de los oficiales. En un ejército hay un
10% que piensa una cosa, otro 10% que piensa otra cosa. Son
los que disputan el poder. Y hay un 80% que se alinea y hace
“saludo uno, saludo dos”, con el que tiene el poder.
—¿Le
resulta verosímil que Chávez haya aportado dinero a la
campaña de Cristina?
—Eso es un
disparate, porque 800 mil dólares son cuatro aceitunas. Si
el Gobierno nacional tuviera que depender de una valija de
800 mil dólares… Ahora, la valija existió, pero fue la
comisión que alguno cobró por algo.
—¿Le
sorprendió que los mayores aportantes oficiales a la campaña
de Cristina Kirchner hayan sido laboratorios medicinales y
las derivaciones que algunos de ellos tuvieron con el triple
crimen y el mundo de la droga?
—En los
últimos 20 años el Estado nacional ha sido penetrado por las
mafias de las drogas. En el año ’96 o ’97, un titular de
primera plana de Clarín decía: “El Departamento de Estado ha
detectado más de mil pistas de aterrizaje clandestinas”.
Todos miraron para el costado. Las provincias son feudos.
Todas tienen sus pistas de aterrizaje. En estos últimos 20 o
15 años, la Argentina se ha droguizado. Y después están las
desprolijidades y las penetraciones en el poder de todo tipo
de negocios. Eso es indudable.
—Ud.
escribió que hubo un “acuerdo de Kirchner con Menem en 2005
habilitándolo para asumir como senador”, que “significó
encajonar sus causas penales y el desplazamiento del
ministro Beliz, que investigaba sus cuentas en Suiza”,
mientras “quien presidía la Comisión de Asuntos
Constitucionales del Senado era la senadora Cristina
Kirchner”. ¿Por qué Kirchner pudo haber hecho eso?
—Arreglo
hubo. Beliz investigaba y perseguía las cuentas. Se encontró
un justificativo no muy elegante para desplazarlo y nombran
a Iribarne, que siempre ha sido un hombre de estar en causas
oscuras. Hasta ese momento, las causas de Menem eran noticia
en los medios, y ahí empieza el declive silencioso y bien
armado. Por abajo hubo una seria negociación.
—¿Cuál es
su conjetura?
—Necesitaría los votos del Senado o la composición de los
votos en las cámaras y otras cosas.
—¿Que los
ex presidentes no sean investigados?
—Por
supuesto que la negociación con Menem buscaba apoyo del
sector residual del menemismo. Lo cierto es que Menem logró
que se retardaran todos sus procesos jugando a que las
causas terminan. Y también es cierto que la presidenta de la
comisión era Cristina Fernández de Kirchner.
—Cuando
Kirchner se agarró los testículos durante la jura de Menem
como senador, ¿fue un gesto para la tribuna que no se
compadece con la realidad?
—No lo
persiguieron en ningún momento.
—En su
última película bautiza esta época como la “la patria
subsidiada”, y alguien con fama de conocer sobre el tema de
la corrupción, Luis Barrionuevo, dijo que este gobierno era
más corrupto que el de Menem. ¿Comparte ese juicio?
—Es más
prolijo. Cuida más las formas. Es difícil que sea más
corrupto que el de Menem. Tiene un oído sensible al
electorado que le da sustento y no quiere perder. Le doy un
ejemplo: después de haberse tragado el quebranto de
Aerolíneas en los cinco años del gobierno kirchnerista sin
haber colocado una sola denuncia contra Marsans, manda al
Congreso, para resolver en 60 días, un acuerdo con Marsans
para luego reprivatizar la compañía. Un escándalo, y
corrige. Después de la experiencia del campo, se da cuenta
de que las posiciones duras y soberbias de Néstor Kirchner
ya no tenían lugar. Por lo que se abrió el proyecto, y lo
que se votó fue bien distinto de lo que mandaron al
Congreso.
—Ud.
escribió que Kirchner y Menem “descuartizan a Perón”. ¿Cómo
lo hace Kirchner?
—Profundiza la entrega del petróleo y la minería.
—¿En algo
más?
—Las
primeras medidas que toma Perón cuando llega al gobierno
son: nacionaliza los depósitos bancarios, nacionaliza el
Banco Central, nacionaliza el comercio exterior. La
Resolución 125 fue el paraguas de la más grande defraudación
del Estado de los últimos 10 o 15 años: 1.700 millones de
dólares cobrados indebidamente por las exportadoras. Se los
cobraron a los productores y no se lo liquidaron al fisco.
Perón asegura una infraestructura nacional de transporte.
Impulsa el nacimiento de los altos hornos, la siderurgia. Es
decir, todo lo que hace a la infraestructura del país para
ganar soberanía y tener un proceso de industrialización
fuerte con cierta independencia. Menem vende la flota
marítima y fluvial, Aerolíneas Argentinas, y destroza los
ferrocarriles. Kirchner en cinco años no reconstruye nada.
Mire, con 7 mil millones de dólares, que es el disparate que
están anunciando que le van a devolver al Club de París,
usted reconstruye todos los trenes interurbanos del país,
todas las flota marítima y fluvial y Aerolíneas Argentinas.
—Ud.
escribió que los discursos del kirchnerismo “acerca de la
‘ruptura neoliberal’, el ‘modelo de desarrollo inclusivo’,
el ‘desendeudamiento’, la ‘reconstrucción del Estado’, entre
otros, son mitos políticos, es decir, no existen como tales
en la realidad”. ¿Cómo se logró instalar un relato sin
correspondencia durante cinco años?
—Son
operaciones mediáticas fuertes. Todo a la velocidad de un
rayo. El pago de la deuda del Club de París viene a oponerse
a un proceso judicial que está en curso y que el Gobierno no
podría desconocer.
—¿La
política se reduce a la teatralidad?
—Enorme
teatralidad. En eso son muy buenos. Pero el gobierno de
Kirchner ha tenido logros. Mantener esa estabilidad en los
primeros años de su gobierno, la idea quizá más brillante de
oponerse al ALCA y apostar por la integración económica
cultual y política de América del Sur. Y su política de los
derechos humanos. Tres ejes. Pero yo agregaría un cuarto
importante. Néstor Kirchner dijo: “No voy a reprimir la
protesta social”. Toda la derecha pedía que reprimiera. Y en
ese sentido, fue una gran política. El resto es que estamos
ante un gobierno que llegó asombrándose de que había
llegado, sin ningún proyecto ni ningún plan.
—Volviendo
a la teatralidad, ¿haciendo películas son aún mejores que Ud.?
—La arman
bien mediáticamente. Pero si algo no tiene el gobierno de
Kirchner es un plan estratégico de país. En estos cinco años
no hizo nada para la reconstrucción de una Argentina. No hay
reconstrucción de la infraestructura. No hay plan
siderúrgico nacional. No hay recaptura del petróleo, que
podría hacerse fácilmente.
—En “La
República otaria”, Scalabrini Ortiz explicaba que el otario
“cambia una cosa real y cotizable por algo sin valor: una
palabra, un concepto, una ilusión, un halago interesado”.
Esa capacidad de vender algo distinto a lo que es, ¿está
presente hoy más que nunca en la política?
—Un
ejemplo mayúsculo es el pago de la deuda. Les hicieron creer
a las mayorías argentinas que se había negociado la
totalidad de la deuda y que, prácticamente, no quedaba nada
o muy poquito, que el 70% se había pagado. Mentiras
monumentales. El gobierno de Kirchner ha pagado 32 mil
millones de dólares en estos cinco años, y estoy
comprendiendo los 6.700 del Club de París. Pero lo curioso
es que, a pesar de todo eso, Argentina está cerca de los 190
mil millones de dólares de deuda. Cuento también las de las
provincias, que también son deudas.
—¿Por qué
los argentinos tenemos tanta capacidad para construir
relatos y tan poca capacidad para construir realidades?
—Lo más
grave es que no se tiene un plan estratégico para el país.
Lo construye y lo improvisa sobre la marcha.
—¿El
relato es un arma?
—Es la
política del chantaje. La mejor manera de hacer política es
asustar al otro. ¿Qué pasó en el conflicto del campo? O
vienen todos acá a defender la democracia o están con el
golpe. Apelar a los fantasmas más temidos de una sociedad
que todavía tiene heridas de lo pasado es inadmisible.
—¿Qué
piensa de los intelectuales del grupo Carta Abierta?
—Lo que
está en discusión es si el gobierno kirchnerista es la
alternativa progresista en la Argentina.
—¿Las
cosas son lo que parecen o no son lo que parecen?
—El
Gobierno juega esa carta. Incluso hasta levanta a Jauretche
y puede hablar de Scalabrini. La realidad es que ha sabido
manipular. Y una de sus políticas más astutas ha sido
penetrar casi todas las organizaciones políticas y sociales
a canje de algún beneficio. Pero también a un sector del
movimiento de derechos humanos. En esa repartija de poder,
que tiene que ver con subsidios, con planes, con dineros
para obras sociales, para construcción de viviendas o planes
culturales o de cualquier naturaleza, el kirchnerismo ha
construido con enorme habilidad un tejido de alianzas muy
numeroso. Y ahí estamos en el juego de ficciones entre lo
que es y lo que no es. Por eso, en ese juego de ficciones
muchos sectores se preocuparon y se asustaron con el
chantaje y falsa polarización del conflicto del campo y
terminaron creyendo, sinceramente, que acá estaba en marcha
un golpe militar. En los años ’74-’75, el 48% del PBI se
repartía entre la masa asalariada. Actualmente, no sé si se
reparte el 25%, 26% o 27%. El 40% de los trabajadores
argentinos trabaja en negro. Y este gobierno se dice
peronista. Las tres cuartas partes de los trabajadores
rurales trabajan en negro. Entonces, entre estos movimientos
se han generado enormes confusiones y hemos visto acompañar
a las convocatorias que lanzó el Gobierno para defender la
democracia a mucha gente de renombre y personalidades de
prestigio de distintas corrientes.
—¿Incluye
a Carta Abierta en esa confusión?
—Hay que
incluirlo. Veo en lo de Carta Abierta un hecho muy positivo.
Dejemos de lado la manipulación. Hay una intención de hacer
actuar a un sector de la intelectualidad en defensa del
Gobierno. Digo en defensa del Gobierno y no en defensa de la
real distribución de las riquezas. Dejando de lado esto, a
mí me parece un hecho muy positivo, casi diría inédito, que
por primera vez los intelectuales hayan armando un
movimiento para expresarse públicamente sobre el acontecer
nacional en política. Me parece excelente a pesar de no
compartir el diagnóstico. Lo que es más grave es que los
intelectuales no pueden aducir desconocimiento,
desinformación o ignorancia. Entonces, por un lado, estas
cartas fueron muy parciales en el diagnóstico de la
Argentina. Muy benévolas con todo lo que consentía el
kirchnerismo en la pésima distribución de las riquezas.
Porque por un lado criticaba al conjunto de los medios, y
sobre todo al conjunto de la televisión que ampliaba el
conflicto y jugaba para un bando, y al mismo tiempo
desinformaba o no explicaba las causas reales. Pero ellos al
final se terminaron colocando en esa misma posición, porque
tampoco daban toda la verdad sobre lo que pasaba. Toda la
verdad del capitalismo de amigos que se beneficia con las
políticas de Néstor Kirchner, que impulsó la sojización del
país, la destrucción del bosque nativo. El señor Soros tiene
600 mil hectáreas con soja y no paga Impuesto a las
Ganancias. La alianza de poder del gobierno Kirchner es con
los grandes grupos económicos, las transnacionales, los
bancos, el mundo financiero y las exportadoras. Y ésta no es
mi opinión. En el Presupuesto de la Nación hay 35 mil
millones de pesos, es decir más de 10 mil millones de
dólares, que son subsidios por degradaciones o beneficios
impositivos a las 100 empresas más importantes de la
República.
—¿Por qué
intelectuales bien intencionados son seducidos por algo que
parece ser una cosa pero en realidad era otra?
—Seducidos
y asustados. Parte de la seducción era la preocupación
sincera. Acá hubo grandes sectores muy golpeados por la
dictadura y, la verdad, se tomaron en serio el fantasma de
la dictadura. No olvidemos que el 18 se van a cumplir dos
años de la desaparición de Julio López. Es decir que estamos
en una Argentina que también tiene sus razones de peso para
confundirse y asustarse.
—Cuando
Aníbal Fernández, lo acusó de quemar vagones de tren,
intelectuales que apoyan al Gobierno salieron a defenderlo.
—En
general, me salieron a defender. Incluso gente cercana al
Gobierno. Lo de Aníbal Fernández son groserías que le
jugaron en contra. Son las cosas que usaban los gobiernos
autoritarios, que, frente a un hecho violento, lo
ideologizan culpando a una fuerza política social.
—Mientras
el ministro de Seguridad y Justicia lo acusaba, el director
de la Biblioteca Nacional y líder de Carta Abierta, Horacio
González, escribió un elogioso artículo titulado “Pino
Solanas, un aguafuerte”, donde dice: “Pino Solanas se
convierte en el ícono patrimonial del intelectual que
agoniza en el mundo de la ideas reparadoras y resurge con su
destino anímico asociado al de las condiciones realizadoras
del ‘sueño nacional’. Pino, con su ‘Argentina latente’ –y
ahora con ‘La última estación’– encarna la promesa
irrupcional scalabriniana, los sueños escuchados en aquel
bar de su juventud. Lo hace de un modo que hoy reconocemos
como único, pues sus películas de artesano de la épica
colectiva y su propia historia personal mantienen el punto
de conjunción de una rara historicidad”.
—Es
lamentable que los propios funcionarios del Ministerio de
Justicia declararan ayer que no habían encontrado ninguna
prueba ni certidumbre. Por supuesto que en el Gobierno no
faltó alguien que dijo: “Si justo está estrenando la
película, esto está armado”. A mí lo que me causa gracia es
la proyección de potencia que me adjudican como para
disponer de un grupo tan grande como para armar eso.
—En 1942,
Scalabrini no tenía trabajo. El 13 de enero de ese año
publicó en el diario “La Prensa” el siguiente aviso:
“Caballero argentino, casado, de 44 años, con amplias
relaciones, estudios universitarios, técnicos, una vasta
cultura general, científica, literaria y filosófica, con
experiencia general y profunda de nuestro ambiente económico
y político, ex redactor de los principales diarios, autor de
varios libros premiados y de investigaciones, aceptaría
dirección, administración o consulta de empresa argentina,
en planta o en proyecto, en los órdenes de la industria,
comercial o agrario. Dirigirse a Raúl Scalabrini Ortiz,
calle Vergara 1355, Vicente López”. En la Argentina actual,
¿estaría sin trabajo Scalabrini Ortiz o se habría sumado a
Carta Abierta?
—Indudablemente que no. Las medidas económicas del gobierno
Kirchner están en las antípodas del pensamiento de
Scalabrini Ortiz.
—¿Intelectuales a los cuales emplea, contrata o subsidia
pueden ser independientes del Gobierno.
—No. Raúl
Scalabrini Ortiz nunca aceptó un cargo público justamente
porque no quería comprometer la independencia de sus
investigaciones y pensamientos.
—En 1989
Ud. votó por Menem. Luego, ¿por quién votó cuando Ud. no fue
candidato a presidente?
—En 1999
por Domingo Quarracino, del Partido Socialista Auténtico. En
2003 por Patricia Walsh, de Izquierda Unida, y manifesté
públicamente mi voto por Kirchner para la segunda vuelta.
—Ud. fue
diputado nacional por el Frente Grande junto con Chacho
Alvarez…
—Fundacional en la elección de octubre, y asumimos el 10 de
diciembre de 1993.
—Luego
usted se alejó de Chacho Alvarez, quien hoy también se
integró al kirchnerismo.
—El que se
alejó de las ideas fundantes fueron Chacho Alvarez, la
Meijide y todos los que lo acompañaron. Le recuerdo que en
la Convención Constituyente estábamos en medio de la crisis,
operada absolutamente por los medios. Yo era el malo de la
película, el que venía a hacer replanteos de principios o
que quería que hubiera proyectos para que se revisaran las
privatizaciones, para que no se convalidara lo que se había
hecho con la reforma del Estado. Y los que se fueron
corriendo se corrieron tanto que en los primeros días de
septiembre aceptaron un acuerdo con un senador
justicialista. Esto había nacido como una fuerza de
recambio. Por supuesto, para ganar una elección en 1995
había que sumar hasta el último voto radical, cosa que era
imposible.
—¿Su
objetivo no era ser gobierno sino testimoniar?
—Pero se
vendió en el interior de la fuerza que iban a ser gobierno
en 1995. Gana Bordón porque le opera todo el Partido
Justicialista en la interna, Chacho Alvarez comete una
ingenuidad tan grande como ir a una elección interna con
Bordón y, finalmente, la idea que vendían era que iban a ser
gobierno. En definitiva, el doble discurso, lo posible, no
se puede hacer otra cosa.
—¿En ese
punto Chacho Alvarez también es pejotista?
—Claro.
Esa desviación se sigue profundizando y terminan en 1997
acompañando al ala más conservadora del radicalismo, a De la
Rúa.
—Luis
D’Elía se quejó de la diferencia con que los trata la prensa
a él y a Ud. diciendo: “Si uno es blanco y cineasta, no
puede ser sospechado de nada. Si uno es morocho y del
Conurbano, y pega una piña, es un demonio. Es más sospechoso
aún que esto suceda el día que se estrenaba la película de
Pino Solanas sobre los trenes”, y agregó que “en esa
película están los testimonios de muchos que después
aparecieron en los incidentes”. ¿Qué reflexión le merecen
esas declaraciones?
—Toda una
sarta de mentiras, evaluaciones sin ningún fundamento.
—Respecto
de que usted es blanco y cineasta…
—Blanco y
cineasta, varias veces me han agredido y me han querido
matar, y me he tenido que ir del país en 1976. No quiero
polemizar con D’Elía porque sus declaraciones dan pena.
—Ud.
realizó un homenaje fílmico a las Madres de Plaza de Mayo
cuando se cumplieron 30 años de lucha. ¿Qué piensa de la
utilización de la figura de las Madres por parte del
Gobierno?
—En ese
sentido no tiene moral, utiliza todo lo que le viene bien.
Lo que es lamentable es que un movimiento como el de Hebe de
Bonafini y las Madres de Plaza de Mayo haya transgredido una
norma, que era que el movimiento de derechos humanos no se
podía embanderar en ninguna puja electoral. Los movimientos
sociales no pueden dividirse, están integrados por
ciudadanos de distinta pertenencia política.
—¿Alguna
vez se reunió con Néstor o con Cristina Kirchner en el
pasado?
—La
primera vez que lo vi fue en 2004, cuando llegué del
Festival de Berlín. Me habían dado un reconocimiento a mi
carrera. Nos invitó a mí y a Daniel Burman, que también
había ganado un premio importante, para que lo visitáramos y
le contáramos esas cosas. Fuimos como quince, toda la
delegación que estuvo allá. Yo fui con mi abogado de
siempre, Julio Raffo. En esos tiempos, Néstor Kirchner había
dicho que abría los archivos de la SIDE, seguramente con
respecto a causas de la AMIA, de la Embajada de Israel.
Cafecito, no daba para más, a mí no me gusta mezclar las
cosas, acato las reglas de juego; si no, no voy. Pero a
Julio Raffo le cuesta no salirse de la vaina, y cuando se
comenta que la SIDE había abierto los archivos, nos
sorprende a todos preguntándole: “Señor presidente, ¿se
podrían abrir los archivos de la SIDE para conocer quiénes
fueron los autores del atentado a Pino? Le pedimos a Menem,
De la Rúa… Fuimos a ver a Becerra, hemos visitado
rigurosamente a todos los jefes de la SIDE y todos miraron
para otro lado con distintas excusas”. Néstor Kirchner dijo:
“Cómo no, Parrilli, anotá esto rápido”. Hasta hoy lo
esperamos. La segunda vez, lo vi quince días después, en el
Festival de Mar del Plata, se pasaba Memoria del saqueo,
estaban invitados el Presidente, Cristina, los ministros...
No se quedaron a ver la película, fueron prudentes. La
película suscitaba algún grito, alguna puteada (ríe).
Entonces, para no correr riesgos... No hay que olvidarse que
el gabinete de Néstor Kirchner era la mitad de Duhalde y la
mitad… Oscar Parrilli fue el que dio el informe en el que se
dice por qué hay que privatizar YPF en esa histórica sesión.
Todas ésas son formas del reciclaje de lo mismo. Yo soy
presidente del Moreno, el Movimiento por la Recuperación de
la Argentina, un movimiento transversal, y le habíamos
pedido desde los primeros días de su asunción que queríamos
tener una audiencia con él. Nunca la concedió, y cuando el
1º de mayo de 2006 Evo Morales anuncia la nacionalización
del petróleo, días después, por intermedio de Hebe de
Bonafini, me llaman porque me conceden la audiencia. Fue la
tercera vez que lo vi. Fui con Hebe de Bonafini; estaban el
Presidente, De Vido y nosotros dos. Una hora estuvimos.
Reconoció el Presidente que había sido un error la
privatización, que había sido un error el voto en la reforma
constitucional. Se dijo que se iba a formar una comisión
que, por supuesto, nunca se formó. Estaban los periodistas y
piden que hagamos unas declaraciones, y salió en todos los
diarios. Esta es mi interpretación: asustados los mercados
petroleros frente a lo de Evo Morales, lo de Kirchner,
aliado de Evo, recibiendo al presidente del Moreno y a Hebe
de Bonafini reclamando la nacionalización del petróleo era
una jugada muy fuerte. Quince días después, Néstor y
Cristina desembarcaban en Madrid. Eso fue una apretada.
—¿Siente
que lo usaron?
—Por
supuesto. Fue una apretada frente a la negociación pendiente
con los españoles para facilitar el acceso a ese 15 por
ciento, que primero iba a ser 25, porque el que manejaba los
fondos de la provincia de Santa Cruz era el banquero
Eskenazi, con una desprolijidad tan grande... El diario
Clarín menciona en dos o tres oportunidades que en las
reuniones que tuvo Kirchner con Zapatero se discutía la
suerte de Repsol YPF. Finalmente, la llamada
argentinización, un escándalo absoluto, de vuelta otra
operatoria, otro relato que les hace creer a los ciudadanos
desprevenidos. No hay ninguna argentinización. Si son
ciudadanos argentinos, no sabemos, compró una sociedad
anónima formada en la víspera en Madrid. Petersen está
registrada en agosto de 2007 en Madrid. Compraron con nada
cuando el petróleo estaba a 50, 60 y hoy está a 120, 130.
—Ya bajó
de 100.
—Los
Kirchner acompañaron todos los procesos de privatizaciones.
Es más, Néstor Kirchner junto a Sobisch, en marzo o abril de
2002, estaban en la quinta de Olivos reclamando que no se
aplicaran retenciones al petróleo porque se corría el riesgo
de una ola de desocupados petroleros. Esta es la historia
real.
—Por la
impresión que le quedó de sus encuentros con Kirchner, ¿es
una persona a la que usted le creería?
—No le
creería.
—¿Y a
Duhalde lo conoció?
—Menos.
—¿Qué
impresión política tiene de él?
—Acompañó
a Menem en los peores momentos. Indudablemente, un buen
piloto de tormentas, no era fácil estar en 2002. Lo
imperdonable de Duhalde es el poco patriotismo. Cuando Pérez
Companc está endeudado, dice la leyenda que la familia le
recomienda vender la segunda petrolera del país, tenía el 20
por ciento de las reservas. Se desprende en 2002 de ese
activo por 1.050 millones de dólares, que tampoco se paga
cash. Que Duhalde haya posibilitado que pasara a Petrobras
es imperdonable.
—También
Amalita vendió en la misma época por una cantidad similar la
mayoría del cemento argentino a una empresa brasileña.
—No sé si
un jefe de grupo brasileño hubiese actuado así.
—No,
porque en Brasil los empresarios son valorados por su
sociedad mientras que en la Argentina personas como Pérez
Companc o Amalita a determinada edad, pudieron haber
preferido malvender sus empresas antes que soportar ser
blanco de quienes, aprovechando su visibilidad pública, los
estigmatizaran desplazando sobre ellos la frustración de la
población por el fracaso económico del país. Los empresarios
extranjeros envían a la Argentina a un gerente.
—Me da la
impresión de que para esos empresarios nuestros, los
Bulgheroni, los Soldati, la cosa es vender. Es increíble la
falta de ambición de construir. Esa manera de fundir al
Banco Nacional de Desarrollo, que le dejaron 5 mil millones
de dólares de pasivo. Cuando uno piensa en otras épocas, en
otra calidad de gente... Lo real es que los grandes grupos
económicos argentinos sirvieron más para vaciar el país y
permitir la fuga de capitales, y sus grandes activos los
remataron. Con Néstor Kirchner, 468 grandes empresas pasaron
a manos extranjeras. ¿Qué hizo el gobierno Kirchner para
revertir la tendencia? Se duplicó o triplicó la entrega de
las tierras a sociedades extranjeras.
—Durante
la crisis de 2001 Carrió encarnó la crítica al capitalismo.
¿Coincide con el Gobierno, que la acusa de desplazarse hacia
la derecha? ¿Hubo en Carrió un recorrido ideológico en algo
comparable al que Ud. dice que se produjo en Chacho Alvarez?
—Lo ha
percibido el país entero. El discurso era democrático, de
sensibilidad social, de defensa de los recursos naturales,
del patrimonio nacional, con eje en la lucha contra la
corrupción, derechos humanos. No hay que olvidar la denuncia
extraordinaria que hace del vaciamiento financiero en 2001.
En ese momento era la líder de una reconstrucción ética de
la política. Pero ella ha ido corriéndose en su esquema de
alianzas y en su esquema conceptual. De esas posiciones,
terminó con De Prat-Gay. La renegociación de la deuda la
empieza Lavagna, y la siguen Kirchner y De Prat-Gay como
presidente del Banco Central.
—¿Néstor
Kirchner , que hasta el fin de la convertibilidad era uno de
los gobernadores más cavallistas, se apropia del relato de
Carrió?
—El país
lo descubre (a Kirchner) con algún atisbo de discurso
distinto cuando huye Menem de la segunda vuelta, y él
empieza a decir que basta con el manejo y el poder de las
corporaciones.
—¿Y eso lo
extrae de Carrió?
—No podría
afirmarlo porque no seguí a Carrió ni el derrotero de Néstor
Kirchner en su provincia. El la manejó con procedimientos
menos democráticos y progresistas de lo que ha hecho gala en
esos años, aunque, efectivamente, su manera de ignorar al
Congreso Nacional, la tozudez, su intransigencia, el
manejarse con decretos de necesidad y urgencia...
—Ya como
presidente...
—Claro. El
tiene un año muy lúcido que despierta muchas esperanzas. Por
ejemplo, cuando abre el debate sobre la renovación de la
Corte Suprema.
—La
renovación de la Corte y la reapertura de los juicios a la
ditadura, ambas propuestas de Carrió, son las dos medidas
que el 90 por ciento de la sociedad apoya.
—Extraordinario. Pero la reforma de la Corte Suprema no baja
a las Cortes de Casación y menos a los jueces federales.
—Y luego
se modifica en el sentido contrario el Consejo de la
Magistratura.
—Exactamente. En el Consejo de la Magistratura jugó un rol
destacado Cristina Kirchner.
—Mi
pregunta apuntaba a saber si usted alguna vez se preguntó si
ese discurso era propio de Kirchner o, ante su necesidad de
construir un vínculo propio con la sociedad, autónomo del de
Duhalde, incorporó el discurso de Carrió, y luego,
progresivamente, en la medida en que obtuvo todo el poder,
empezó a mostrar el verdadero Kirchner.
—Puede
ser. Por ejemplo, en 2003, entre sus primeras medidas está
la creación de Enarsa. Nosotros tuvimos un papel destacado y
crítico de cómo lo creó. Pensábamos que tenía que formarse
como sociedad del Estado, por lo menos como una sociedad
anónima con mayoría estatal. Pero Enarsa sirvió como oficina
de reparto de áreas de explotación sin licitación, a dedo.
Era el modelo de la Sonangol, que es el mismo tipo de
empresa creado en Angola. Todos los yacimientos o las áreas
las maneja esa empresa y las reparte a dedo, sin licitación.
—Perdone,
Pino, pero su idealismo puede hacerlo un poco ingenuo con el
Estado. James Buchanan ganó el Premio Nobel de Economía de
1986 por advertir sobre los riesgos que corremos cuando
tratamos al Estado con irrealismo. Por ejemplo, cuando a
pesar de que los funcionario son personas con defectos y
virtudes no tan distintas a la mayoría de las personas,
tendemos a pensar que en el Estado se decide siempre e
indefectiblemente buscando el bien común, o asumiendo que el
presidente y sus ministros son personas de una calidad moral
superior, no tomamos en cuenta que el Estado no es una sola
unidad decisoria y hay muchos funcionarios con algún grado
de poder que podrían estar más preocupados por su interés
personal que por el bien común. Buchanan sostiene que un
Estado omnisciente y benevolente no es el más frecuente y
común de los ejemplos, y que en la prática nos encontramos,
muchas veces, con un Estado que tiene sus propios intereses
y actúa como un ente desligado de los ciudadanos.
¿Reflexionó sobre este problema?
—Sí, pero
creo que el problema está acá en el proyecto político y la
conducción de las instituciones del Estado. La asociación de
40 millones de ciudadanos, que son copropietarios de todo lo
que posee esa Nación, delega en el Gobierno la
administración de esos bienes como el consorcio de este
edificio. Las instituciones jurídicas, todo aquello conforma
el cuerpo del Estado para hacer funcionar al Estado si hay
vocación de democratizarlo. Me parece que es un eje
fundamental, no hay sociedad ni Nación si no hay un Estado
eficiente y moderno. Ese fue el verso que nos vendieron en
los 90, pero lo que hizo Menem fue la destrucción del
Estado. Al destruirlo, el ciudadano quedó desamparado, el
más indefenso, el más débil, quedó desamparado frente a todo
tipo de abuso, en el trabajo, en el medio ambiente.
—Nos
ilusionamos con un Estado que funcione como lo hace en
países con un sistema parlamentario sólido, donde las
decisiones sobre lo público se tomaban democráticamente con
consenso y control de diferentes partidos, pero luego
nuestro personalismo nos impulsa a otorgarle absoluta
discrecionalidad a quien sea presidente. Si el poder no
reside en las instituciones sino en una persona,
continuamente habrá conflictos entre el interés público y el
de esa persona. Lo que usted dice de Enarsa, el capitalismo
de amigos, Pedrazza o Camioneros es su consecuencia.
—Venimos
de unos años noventa de destrucción y concentración del
Estado en muy pocas manos y en los grupos. Acá se destruyó
absolutamente todo y lo que falta es una vocación de
democratización. Es más, en los años noventa las grandes
mayorías fueron de alguna manera conducidas o inducidas por
los medios. La entrega de los medios de comunicación de
masas a grupos mediáticos sin haber reformado la ley marco.
La característica de Kirchner de estos años es que se ha
opuesto a promover los debates pendientes que tiene la
Argentina.
—Pensar
con idealismo en un estado omnisciente y benevolente, puede
ser tan grave como en los noventa fue pensar que no debería
haber Estado.
—Está
pendiente en la Argentina un gran debate institucional, el
país se debe un grandísimo debate sobre todos estos temas.
—¿Ud., que
fue un gran defensor del Estado, podría advertir al público
sobre el peligro de ser ingenuos ante el uso demagógico de
lo estatal para que en Aerolíneas y otros futuros debates no
nos pase otra vez lo de Enarsa?
—Pero por
supuesto que no. Lo que hemos vivido en el funcionamiento de
la democracia que terminó perdiendo con el remate del
patrimonio público y con la catástrofe de 2001-2002, la
hambruna, la quiebra de más de la mitad de las empresas
argentinas, todo esto merece un debate que cuestione el
andamiaje fundamental de la república. Pero este debate se
ha negado; por toda esta cuestión de las privatizaciones de
las empresas de servicios, es imprescindible que se realice.
Y más ahora que estamos en las puertas de la fibra óptica,
es imprescindible un debate sobre los medios de comunicación
de masas. Acá hay que defender el derecho a la diversidad de
todos los ciudadanos.
—La
revista “Noticias” y el diario PERFIL tienen una perspectiva
liberal tanto de la política como de la economía y como Ud.
lo ha podido comprobar en su propio ejemplo a lo largo de
dos décadas, siempre hemos dado cabida a la diversidad. Por
eso le pido esa misma amplitud: ni todo lo privado era
bueno, ni todo lo del Estado lo es, ni todo lo argentino es
bueno, ni todo lo extranjero no lo es.
—Eso así,
son los falsos espejismos, como la argentinización de YPF o
la argentinización de Aerolíneas Argentinas: es realmente
escandaloso. Argentina tiene que ir hacia un modelo
superador de esa antinomia.
—Usted
dice en su película que tuvimos una derrota cultural. Para
no repetir la experiencia, habrá que alejarse de las
simplificaciones manipuladoras.
—En
muchísimos aspectos, y en este sentido han aportado la
desinformación de contenidos y de explicación de causas y de
debates plurales tanto los medios de comunicación de masas
como las universidades.
—“La
próxima estación” es el cuarto documental de una serie de
cinco que comenzó a concebir tras la crisis de 2001. Los
anteriores fueron “Memoria del saqueo”, “La dignidad de los
nadies” y “Argentina latente”. ¿Cerrará con “La tierra
sublevada”, sobre los recursos naturales?
—Y la
contaminación. La tierra sublevada es la protesta de la
tierra frente a tanto daño y tanta impunidad. Las
poblaciones aledañas a los grandes yacimientos e
implantaciones mineras tienen las napas de agua
contaminadas.
—¿Qué
papel tendrá la soja en esa película?
—A la soja
hay que ponerle límites, por supuesto. Le dedico un
capítulo. Esta nueva película tiene un fuerte capítulo sobre
la minería. Somos la sexta reserva de metales del planeta, y
la minería no paga nada. Es el único sector del empresariado
nacional que no está obligado a ingresar ni un dólar de sus
exportaciones; en consecuencia, es saqueo puro. Pagan el uno
por ciento de regalías y están exentos de todos los
impuestos.
—Ud.
denunció a Gioja de manejar el negocio minero argentino,
tener allegados o familiares en la Secretaría de Minería y
la Comisión de Minería del Senado, y haber financiado un
congreso de filosofía que tuvo a Cristina Kirchner como
oradora principal. ¿Cuál es la relación de Kirchner, a
través de Gioja, con el negocio de la minería?
—Es él el
que impulsa la reforma de las leyes mineras que tiene su
origen en el Banco Mundial. A fines de los años ochenta, el
Banco Mundial ya tiene los informes de la extraordinaria
demanda de metales que va a haber por el desarrollo de…
—Por el
aumento de los commodities.
—Salen
entonces a la búsqueda, y en 70 países proponen la reforma
de la legislación minera. A la Argentina llegaron 68
millones de dólares del Banco Mundial para la reforma de la
legislación minera. Una cosa inconcebible (ríe), ¿dónde
están esos 68 millones? El paquete de leyes que se promueve,
siendo Gioja el presidente de la Comisión de Minería y Angel
Mazza secretario de Minería, es un atentado a la Nación de
una grosería espectacular.
—Entonces,
su película será sobre petróleo, minería y soja.
—Y la
plataforma marítima continental, toda la riqueza que tiene
el mar.
—¿Compara
la minería con la soja?
—Hoy salen
fácilmente más de 10 mil millones anuales. Solamente la
minera Alumbrera procesa al año 200 mil toneladas de cobre;
a 7.500 dólares la tonelada, son 1.500 millones de dólares.
Pero a la vez, procesa 600 mil onzas de oro a 900 dólares la
onza.
—De la
minera Alumbrera salen 2 mil millones de dólares de
exportaciones.
—Cuatro
veces el presupuesto de Catamarca. Pero no es la mayor, son
Veladero y Pascua-Lama. Lo que sucede con la minería es de
un abandono tal y los intereses de las mineras avanzaron
tanto que hoy tienen territorios en la Argentina. Hay una
franja que no es de nadie, tratado argentino-chileno de
minería de diciembre de 1997 firmado por Frei y Menem, que
es un escándalo absoluto, son los dueños de ese territorio.
A la soja hay que ponerle límites porque no puede acabar con
la agricultura. La soja va a acabar con el monte nativo, el
desmonte que hay en Salta, en Formosa, en Chaco, es
monumental. A la vez, el año pasado se tiraron 50 millones
de litros de glifosato. El proyecto de la Argentina es que
las deidades de la renta, las ganancias y el fin justifican
los medios, o un desarrollo realmente sustentable, en el que
el límite está marcado por la capacidad del cuidado y
desarrollo de la vida. Pero eso es una gran contradicción.
—Para un
empresario inteligente no existe tal contradicción porque
desea también maximizar sus ganancias de largo plazo, y, que
su explotación sea sustentable, es parte de su trabajo.
—Pero eso
es verso.
—No si el
recurso fuera propio de por vida como el campo, pero en las
concesiones como la minería o el petróleo, es diferente.
—Tenemos
que tener normas a largo plazo. YPF perforaba con fluidos
líquidos para no envenenar las napas. El petrolero privado
utiliza los fluidos líquidos más eficaces y en cinco veces
menos tiempo perfora ese pozo. Para la soja rociamos todo
con glifosato. Si no se colocan marcos regulatorios o
jurídicos firmes…
—Se
destruye valor en lugar de maximizarlo.
—Se
destruye valor, se destruye la vida, todo. El interior del
país es la impunidad absoluta.
—¿Qué
pensó cuando De Angeli y Buzzi dijeron en este mismo
reportaje que habían votado por Ud. para presidente en las
últimas elecciones?
—No
conozco personalmente a De Angeli. Yo defiendo siempre los
derechos de los pequeños y medianos ruralistas. No hay real
revolución en la Argentina, en el sentido más profundo del
término, sin que tenga verdadero protagonismo la pequeña y
mediana burguesía rural. Recuerdo que durante décadas
escuchamos todo tipo de conferencias sobre que lo que nos
diferenciaba en la formación económica y social de la
Argentina con los Estados Unidos era que Estados Unidos
había podido desarrollar una pequeña y mediana burguesía
rural con poder, con bienestar, que hacía buenos dividendos.
En la Argentina se ha venido dando. Después de la
concentración latifundista que hemos tenido, desaparecieron
150 mil pequeños productores, desde el año ’80, de 600 mil
productores, hoy tenemos 300 mil. En los últimos diez años
desaparecieron entre 120 y 130 mil. No hay política nacional
sin repoblamiento del campo. Si sacamos en retenciones, esto
coloquémoslo en créditos para que el chacarero que fue
expulsado vuelva. No concentración de la tierra para tener
fondos buitres y 600 mil hectáreas en manos de un sojero.
No. Diversificación de la tierra, repoblar el campo, impedir
que un solo cultivo desplace a todos los demás. Queremos
diversificación agraria.
—Tanto
Scalabrini Ortiz, que nació en Corrientes, como Jauretche,
eran hombres de provincias que desde la Capital luchaban por
rescatar la herencia federal del siglo XIX y al hombre del
interior. ¿Qué habría pensado Scalabrini Ortiz de De Angeli?
—De Angeli
es el líder emergente de una protesta chacarera de pequeña y
mediana burguesía rural. Otra cosa son los componentes
ideológicos.
—¿Cree que
Scalabrini Ortiz lo habría visto con simpatía?
—Habría
visto con simpatía esa protesta rural. Otra cosa fue la
confusión que generó la alianza de los pequeños con la
Sociedad Rural y las dos entidades que, tradicionalmente,
fueron la expresión del latifundio y a la vez estuvieron
asociadas o apoyaron los procesos más ingratos y las
dictaduras militares. Ahí hay una historia difícil de bancar,
y eso ha producido una enorme confusión. Los planteos de la
Federación Agraria que vino haciendo todos estos años eran
correctos y el Gobierno hizo oídos sordos.
—El
argumento de los ruralistas que cortaban las rutas era que
no querían que sus hijos tuvieran que seguir engrosando el
Conurbano porque en los pueblos y ciudades del interior no
tuvieran un futuro económico, lo mismo que Scalabrini Ortiz
mostraba en su célebre novela “El hombre que está solo y
espera”. ¿Este fue el aspecto positivo de esta crisis?
—Hay un
antes y un después de la crisis del campo. Que nos lo cuente
el gobierno de Cristina. Hay razones en el Gobierno porque
el Estado tiene toda la legitimidad de fijar sus políticas
económicas, distribución de la riqueza y retenciones. Las
retenciones móviles existen en la Argentina ya en el
petróleo, no es una novedad. Por otra parte, si los
argentinos se hicieron cargo de una devaluación del 200 por
ciento, era para recuperar la diferencia de los precios
internacionales con los internos en el curso global de la
economía. Si eso no está acompañado por una discusión seria
de coparticipación federal, estamos en una acumulación de
tensiones y de conflictos que estalla como estalló lo del
campo. No hay coparticipación federal, no se puede igualar a
los chicos con los grandes. No pueden pagar todos el 35 por
ciento de las retenciones, acá los más chicos tienen que
pagar el 10, el 20 por ciento. Pero como el Gobierno siguen
aplicando la misma concepción regresiva de tipo impositivo
porque iguala a todos en el impuesto al consumo y no
progresivo, las medidas del 10 de marzo unieron y volcaron a
todos a la ruta. Pero nosotros marcamos que era curioso que
tanto en un campo como en el otro estaban dejando afuera al
tercer protagonista que se sentaba en la mesa de la renta
agraria, que es el sector exportador que se queda con el 30
por ciento de la renta, exporta en negro, triangula, el 60 o
70 por ciento va a puertos como los de Montevideo, le fija
el precio al consumidor y termina estafando a todos, al
productor y al fisco, y se queda con 1.700 millones.
—Sobre
esta serie de películas que comenzó tras la crisis de 2001,
Ud. dijo: “Voy a continuar el discurso de ‘La hora de los
hornos’, por supuesto que con los ajustes de la evolución de
mi pensamiento desde aquella época, pero retomando la
reflexión, el cine-ensayo que fue aquella película”. ¿Cómo
evolucionó su pensamiento desde aquella mítica “La hora de
los hornos”, de hace 40 años?
—Cuando yo
tenía 19 años, en 1955, fue el bombardeo a Plaza de Mayo. El
nacimiento de mi conciencia política e histórica fue en
épocas de dictadura. Vengo de una familia apolítica católica
medio conservadora.
—Su padre
era médico.
—Ideología
de clase profesional burguesa católica neoconservadora,
apolítica, la política es peligrosa, mala palabra,
antiperonista. Cuando digo que retomaré la línea de La hora
de los hornos me refiero como cine. Es un cine histórico,
ensayístico, mezcla la crónica de la historia con el cine de
testimonio de la actualidad y con diversas formas que
utilizo de montaje. Sigo teniendo la misma visión
latinoamericanista.
—La
esencia de Pino es la misma que la de hace cuarenta años.
—Yo creo
que sí, soy muy sanmartiniano, de la causa de San Martín,
Bolívar, Artigas. Creo que nosotros tenemos todo para ganar
como gran nación, pero somos hasta ahora una gran nación
inacabada.
—¿La
crisis de 2001 lo hizo volver al lenguaje cinematográfico
ensayístico del principio?
—Por
supuesto. Inconcebible esos chicos desnutridos. En la
Argentina mueren todavía hoy 20 o 25 chicos por día
—Si
hubiera nacido en un país sin crisis, ¿habría hecho otro
tipo de cine?
—Habría
sido otro yo.
—¿Un otro
yo, por ejemplo norteamericano, habría filmado alguna de las
películas de Michael Moore?
—Me
encanta lo de Michael Moore. Creó un personaje de una gran
simpatía para el espectador y es el provocador que el
espectador tímido nunca se anima a ser.
—En su
última película usted es el protagonista.
—Es cine
de autor y al serlo no tengo por qué ocultarme, por eso está
con mi voz. Creo que sería una falsedad poner la
interposición de otra voz en alguien que escribe el texto y
está haciendo la cámara y la película entera.
—En
“Tierra sin nada, tierra de profetas”, Scalabrini Ortiz
escribió: “La intensidad del pensamiento abstracto me
acercó, sorpresivamente, a la intensidad del pensamiento
lírico”. ¿Es correcto decir que Ud. es también un
representante del “pensamiento lírico”?
—Sin duda,
incluso me inicié como músico y como poeta. Cuando le
preguntaron a Scalabrini cómo fue que se alejó de la
literatura siendo el niño mimado que, en el año 1931, todo
el Buenos Aires literario (Arturo Capdevila, Córdoba
Iturburu, Alfonsina Storni, Borges) festejaba, él dice: “Un
día descubrí que había una causa que hasta ese momento no la
tenía. La clave de la vida es la causa, y ese día me suicidé
en el escritorio donde escribí El hombre que está solo y
espera. En la casa de mi madre decidí suicidar, liquidar,
tirar por la ventana ese escritor que todavía era sensible a
las vanidades, las competencias, los orgullos y decidí dar
un paso hacia la causa”. Se enciende con el fervor de una
gran causa nacional, no en el sentido ideológico, de defensa
del país.
—El lector
podría preguntarse cuál es la receta para seguir filmando a
los 72 años con pasión juvenil. Me pregunto si usted podría
hacer suyas las palabras de Scalabrini Ortiz: “¡Creer! He
allí toda la magia de la vida”.
—Es
exactamente así.
—¿Cuánto
le costo “La última estación” y cuánto recaudará?
—No tengo
el balance definitivo. Seguramente, alrededor de los 500 o
600 mil pesos.
—¿Podrá
recaudar esa cantidad sin subsidios?
—No, no.
Es un milagro que usted pague el estreno. Como no pude
recuperar los estrenos en las otras, en ésta decidí casi no
gastar nada. No pude publicar avisos en los principales
diarios, salí con dos copias mías, la tercera, que está en
el Gaumont, es del Instituto de Cine. Existe alguien que me
ayuda, que en este momento se encarnó en Aníbal Fernández
(ríe).
—¿Ve? Al
final usted también precisa de “la patria subsidiada”.
—Por
supuesto. El cine argentino no existiría sin algunas de las
formas de subsidio, todo el cine europeo no existiría sin la
protección. Uno no recupera nunca. Nadie lleva a la novia el
sábado a la noche, o los matrimonios no van el sábado a la
noche, salvo en casos muy excepcionales, a ver mis
películas. Este cine mío está mucho más cerca del lunes,
martes o miércoles (risas). Y el cine todavía sigue siendo
la salida.
—¿Y la
venta de DVD?
—Tiene una
difusión el DVD pero se lo roban todo. Usted pone plata
encima para hacer la edición. No sé si saca mil dólares.
Esto no hay que medirlo con la lógica del que hace una
película como cine industria. En lugar de escribir una
crónica sobre estos últimos años, he hecho una crónica con
la ambición de que pueda terminar como un testimonio.
—¿Hay algo
que no le haya preguntado y que le gustaría agregar?
—Que, lamentablemente, estamos perdiendo el
tiempo porque estamos detrás de falsas opciones. Voy a decir
cosas repetidas: la opción es encolumnarse detrás de cinco o
diez grandes propuestas que hacen a la recuperación de
nuestras riquezas y que son suficientes para financiar un
desarrollo con cierto grado de autonomía. Y democratizar las
instituciones de la República y bregar por una cultura de la
participación, que el ciudadano se eduque desde joven para
que sepa que esto le pertenece y que como es suyo lo debe
cuidar y debe pedir rendición de cuentas. Democratizar los
poderes para evitar todos estos manipuleos o robos o estafas
que hemos padecido. Democratización, recuperación de los
recursos y, por supuesto, si hay alguna prioridad absoluta,
es dar respuesta a la inmunda..., a la inmoralidad ética, de
que produciendo 134 millones de toneladas de alimentos al
año tengamos cuatro millones de indigentes y regiones del
país como La Quiaca. Hace pocas semanas me llamó Don Pedro
Olmedo, el obispo de La Quiaca, y me dijo: “Mirá, acá el 50%
es desnutrido”. ¿Cómo puede ser? Entonces, recuperar
riquezas para acabar, de una vez por todas, con la
indigencia y esas inmoralidades.
Entrevista a Pino Solanas,
reproducción textual del diario Perfil,
Por Jorge
Fontevecchia