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 30 de Septiembre de 2008

Santa Fe: historias de la sequía más dura de los últimos cien años

Los paisanos hacen lo que pueden para conseguir agua y para proteger a sus animales. La provincia tiene el 70 por ciento de su superficie en situación de desastre.

Sentada sobre una lona a la vera de la ruta, Hermenegilda Corbeti se protege del sol bajo un pequeño arbusto. A los 72 años, le dedica 14 horas de sus días a cuidar las pocas vaquitas que le quedan. "Todo lo que sembré para los animales se secó, así que no tengo más que esto y esperar que llueva", dice. Esto, es buscar las pocas pasturas que sobreviven cerca de su campito, rodear a sus animales con un boyero y mirarlas pastar, a veces morir. "Soy viuda, no me queda otra", se resigna.

Su castigada chacra está en San Cristóbal, la cara más amable del drama que vive la zona de los Bajos Submeridionales, una franja de 5 millones de hectáreas compartida por Santa Fe, Chaco y Santiago del Estero que hace meses contagia sequía. Santa Fe tiene hoy a 7 de sus departamentos declarados en situación de desastre . En el 70 por ciento de la superficie provincial, la tierra cruje. Más allá de San Cristóbal, 9 de julio y Vera son los extremos de esta situación, que cuenta por cientos de miles las muertes de ganado.

En Tostado, cabecera de 9 de julio, Cristina Rossi muestra sus techos sucios. "Acá tengo los tachos, ni bien llueva espero un rato a que las canaletas se limpien y entonces sí sacó los baldes, es la mejor manera de juntar agua", dice. Una buena parte de la población hace lo mismo. En tanto, el pueblo se llena de gente vapuleada por la seca. "En este último año se instalaron aquí más de mil personas. Campo adentro, sin sus vacas, ya no tienen alternativa", dice el intendente de Tostado, Enrique Fedele.

Las cuentas de los productores ya restan medio millón de cabezas. Durísimo golpe para una región con el 90 por ciento de actividad ganadera. Entre estos tres departamentos suman alrededor de 5 millones de animales, y la mortandad que va del 15 al 20 por ciento según quien la cuente, se ensaña con todos. La sequía, la más dura en los últimos 100 años, muestra los dientes en la región desde hace 3 años. Por eso, pueblos como Cañada Ombú, en el departamento Vera, están mejor preparados. Adelina Losantos abraza orgullosa el tanque de 3 mil litros de agua que pusieron en la puerta de su casa. "Lo comparto con cinco familias", dice. Y agrega: "Acá es gratis, pero en otros lugares cobran entre 30 y 100 pesos".

Treinta kilómetros más al norte, en Los Amores, casi en el límite con Chaco, Don Medardo Ojeda señala los canales secos que rodean a su casa. "Los hicieron para que no nos inundemos", cuenta. A punto de cumplir 82 años, este viejo obrajero de La Forestal vivió varias veces en carne propia los caprichos del clima. "Nunca vi algo parecido, se fue el agua y no volvió más", dice, resignado. Diario Perfil.
Por: Horacio Bilbao, Reproducción textual

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GREGORIA PEREZ DE DENIS, Santa Fe.- Son las 13.30 y las calles están casi desiertas. El sol castiga duro y el cuerpo lo siente. Pero poco más de una hora después la historia es otra: hay gente yendo presurosa de una parte a otra y lo hace a pie o en bicicleta. Algo pasa en el pueblo. Hombres, mujeres y niños hacen cola junto a una bomba ubicada a metros de la comuna para conseguir agua. Hasta allí peregrinan todos para tratar de llevar 40 litros por día para su familia.

Con la sequía haciendo estragos en el campo, el norte santafecino va sumando cada vez más matices dramáticos. Por el fenómeno climático, pueblos enteros necesitan una asistencia provincial para que llegue agua desde Reconquista, a más de 400 kilómetros de aquí, para la población, que la tiene racionada. Y Gregoria Pérez de Denis, una localidad de 2500 habitantes ubicada en el noroeste provincial, cerca de la frontera con Chaco, puede dar testimonio de esto.

Aquí todo está seco. No hay agua y la poca que puede haber es de mala calidad. Si bien desde 1999 aquí venían recibiendo agua para consumo, la gravedad de la sequía ha creado la necesidad de que tengan que llegar más camiones. Desde aproximadamente marzo, semanalmente arriban cinco camiones cargados cada uno con 32.000 litros.

Entre los camiones con agua y la planta potabilizadora que hay en el pueblo la gente de este lugar consume 200.000 litros por semana. "Esto [por la necesidad de que llegue agua en camiones] se agravó con la sequía", dice Blanca Godoy, auxiliar administrativa de la comuna.

Precisamente, desde la comuna local, conocida más en la zona por El Nochero que por Gregoria Pérez de Denis, el agua va a un gran depósito y luego en torno a una bomba va la gente con dos bidones de 20 litros cada uno a aguardar el horario de reparto.

La bomba municipal tiene un candado que se libera cuando comienza la distribución, a la mañana y a la tarde. "Llevo agua para mi familia, donde somos doce", decía en medio del murmullo. Por día son 40 litros para doce personas.

En realidad, la gente aquí está mentalizada de que a la poca agua hay que cuidarla. "Acá, con la misma agua que se lava la ropa después hay que lavar el piso", afirma Godoy.

El productor Gustavo Giailevra, oriundo de Tostado, a 120 kilómetros de aquí, contó una experiencia propia vinculada con la necesidad de buscar este recurso y racionarlo. "Yo me baño en el campo con un fuentón y a esa agua después la uso para lavar la ropa y el piso", indicó.

Para Giailevra el gobierno nacional tiene que construir acueductos desde el Paraná para paliar la situación de las poblaciones. En línea recta, Gregoria Pérez de Denis está a 200 kilómetros del Paraná.

Aguateros

En este pueblo hay chicos de no más de 13 años que son "aguateros" de a bicicleta y realizan un delivery a domicilio para la gente. Es el caso de Lautaro, de 12 años, que se hace siete viajes llevando dos bidones de 20 litros cada uno en su bicicleta. Cobra un peso por bidón y al final del día se gana unos 14 pesos. "Voy a la escuela y a la tarde hago esto", contó antes de perderse con su bicicleta en una calle.

Dos chicas el año pasado se compraron un celular acarreando agua y ahora se manejan con los "clientes" vía mensajes de texto.

Hay gente que se anota en un listado y luego recibe el agua en su casa, donde algunos tienen depósitos. Un tractor con un tanque realiza la distribución de a mil litros, por ejemplo, identificando a cada beneficiario. El agua no se cobra, pero para este último caso se pide abonar 25 pesos por el costo del viaje.

Aparte de distribuirse agua en el pueblo, se realiza un reparto entre las escuelas rurales de la zona. "Ayer llevé un acoplado con 22.000 litros para una y 8000 litros a otra", contó Roberto Bravo, empleado de la comuna. Es el repartidor del pueblo.

Así como en esta localidad, también se vive un drama parecido en la cercana Santa Margarita, y en otros 14 pueblos más del norte de Santa Fe. Diario La Nación, Reproducción textual, Fernando Bertello
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