Santa Fe:
historias de la sequía más dura de los últimos cien años
Los
paisanos hacen lo que pueden para conseguir agua y para
proteger a sus animales. La provincia tiene el 70 por
ciento de su superficie en situación de desastre.
Sentada sobre una lona a la vera de la ruta,
Hermenegilda Corbeti se protege del sol bajo un pequeño
arbusto. A los 72 años, le dedica 14 horas de sus días a
cuidar las pocas vaquitas que le quedan. "Todo lo que sembré
para los animales se secó, así que no tengo más que esto y
esperar que llueva", dice. Esto, es buscar las pocas
pasturas que sobreviven cerca de su campito, rodear a sus
animales con un boyero y mirarlas pastar, a veces morir.
"Soy viuda, no me queda otra", se resigna.
Su castigada chacra está en San Cristóbal, la cara más
amable del drama que vive la zona de los Bajos
Submeridionales, una franja de 5 millones de hectáreas
compartida por Santa Fe, Chaco y Santiago del Estero que
hace meses contagia sequía. Santa Fe tiene hoy a 7 de sus
departamentos declarados en situación de desastre . En el 70
por ciento de la superficie provincial, la tierra cruje. Más
allá de San Cristóbal, 9 de julio y Vera son los extremos de
esta situación, que cuenta por cientos de miles las muertes
de ganado.
En Tostado, cabecera de 9 de julio, Cristina Rossi muestra
sus techos sucios. "Acá tengo los tachos, ni bien llueva
espero un rato a que las canaletas se limpien y entonces sí
sacó los baldes, es la mejor manera de juntar agua", dice.
Una buena parte de la población hace lo mismo. En tanto, el
pueblo se llena de gente vapuleada por la seca. "En este
último año se instalaron aquí más de mil personas. Campo
adentro, sin sus vacas, ya no tienen alternativa", dice el
intendente de Tostado, Enrique Fedele.
Las cuentas de los productores ya restan medio millón de
cabezas. Durísimo golpe para una región con el 90 por ciento
de actividad ganadera. Entre estos tres departamentos suman
alrededor de 5 millones de animales, y la mortandad que va
del 15 al 20 por ciento según quien la cuente, se ensaña con
todos. La sequía, la más dura en los últimos 100 años,
muestra los dientes en la región desde hace 3 años. Por eso,
pueblos como Cañada Ombú, en el departamento Vera, están
mejor preparados. Adelina Losantos abraza orgullosa el
tanque de 3 mil litros de agua que pusieron en la puerta de
su casa. "Lo comparto con cinco familias", dice. Y agrega:
"Acá es gratis, pero en otros lugares cobran entre 30 y 100
pesos".
Treinta kilómetros más al norte, en Los Amores, casi en el
límite con Chaco, Don Medardo Ojeda señala los canales secos
que rodean a su casa. "Los hicieron para que no nos
inundemos", cuenta. A punto de cumplir 82 años, este viejo
obrajero de La Forestal vivió varias veces en carne propia
los caprichos del clima. "Nunca vi algo parecido, se fue el
agua y no volvió más", dice, resignado.
Diario Perfil.
Por: Horacio
Bilbao,
Reproducción textual
Notas relacionadas:
GREGORIA
PEREZ DE DENIS, Santa Fe.- Son las 13.30 y las calles están
casi desiertas. El sol castiga duro y el cuerpo lo siente.
Pero poco más de una hora después la historia es otra: hay
gente yendo presurosa de una parte a otra y lo hace a pie o
en bicicleta. Algo pasa en el pueblo. Hombres, mujeres y
niños hacen cola junto a una bomba ubicada a metros de la
comuna para conseguir agua. Hasta allí peregrinan todos para
tratar de llevar 40 litros por día para su familia.
Con la
sequía haciendo estragos en el campo, el norte santafecino
va sumando cada vez más matices dramáticos. Por el fenómeno
climático, pueblos enteros necesitan una asistencia
provincial para que llegue agua desde Reconquista, a más de
400 kilómetros de aquí, para la población, que la tiene
racionada. Y Gregoria Pérez de Denis, una localidad de 2500
habitantes ubicada en el noroeste provincial, cerca de la
frontera con Chaco, puede dar testimonio de esto.
Aquí todo
está seco. No hay agua y la poca que puede haber es de mala
calidad. Si bien desde 1999 aquí venían recibiendo agua para
consumo, la gravedad de la sequía ha creado la necesidad de
que tengan que llegar más camiones. Desde aproximadamente
marzo, semanalmente arriban cinco camiones cargados cada uno
con 32.000 litros.
Entre los
camiones con agua y la planta potabilizadora que hay en el
pueblo la gente de este lugar consume 200.000 litros por
semana. "Esto [por la necesidad de que llegue agua en
camiones] se agravó con la sequía", dice Blanca Godoy,
auxiliar administrativa de la comuna.
Precisamente, desde la comuna local, conocida más en la zona
por El Nochero que por Gregoria Pérez de Denis, el agua va a
un gran depósito y luego en torno a una bomba va la gente
con dos bidones de 20 litros cada uno a aguardar el horario
de reparto.
La bomba
municipal tiene un candado que se libera cuando comienza la
distribución, a la mañana y a la tarde. "Llevo agua para mi
familia, donde somos doce", decía en medio del murmullo. Por
día son 40 litros para doce personas.
En
realidad, la gente aquí está mentalizada de que a la poca
agua hay que cuidarla. "Acá, con la misma agua que se lava
la ropa después hay que lavar el piso", afirma Godoy.
El
productor Gustavo Giailevra, oriundo de Tostado, a 120
kilómetros de aquí, contó una experiencia propia vinculada
con la necesidad de buscar este recurso y racionarlo. "Yo me
baño en el campo con un fuentón y a esa agua después la uso
para lavar la ropa y el piso", indicó.
Para
Giailevra el gobierno nacional tiene que construir
acueductos desde el Paraná para paliar la situación de las
poblaciones. En línea recta, Gregoria Pérez de Denis está a
200 kilómetros del Paraná.
Aguateros
En este
pueblo hay chicos de no más de 13 años que son "aguateros"
de a bicicleta y realizan un delivery a domicilio
para la gente. Es el caso de Lautaro, de 12 años, que se
hace siete viajes llevando dos bidones de 20 litros cada uno
en su bicicleta. Cobra un peso por bidón y al final del día
se gana unos 14 pesos. "Voy a la escuela y a la tarde hago
esto", contó antes de perderse con su bicicleta en una
calle.
Dos chicas
el año pasado se compraron un celular acarreando agua y
ahora se manejan con los "clientes" vía mensajes de texto.
Hay gente
que se anota en un listado y luego recibe el agua en su
casa, donde algunos tienen depósitos. Un tractor con un
tanque realiza la distribución de a mil litros, por ejemplo,
identificando a cada beneficiario. El agua no se cobra, pero
para este último caso se pide abonar 25 pesos por el costo
del viaje.
Aparte de
distribuirse agua en el pueblo, se realiza un reparto entre
las escuelas rurales de la zona. "Ayer llevé un acoplado con
22.000 litros para una y 8000 litros a otra", contó Roberto
Bravo, empleado de la comuna. Es el repartidor del pueblo.
Así como
en esta localidad, también se vive un drama parecido en la
cercana Santa Margarita, y en otros 14 pueblos más del norte
de Santa Fe. Diario La Nación,
Reproducción textual,
Fernando Bertello
Enviado especial