07 de Octubre de 2008
Entre
las 1.663 palabras dichas por Raúl Alfonsín en la Casa
Rosada el miércoles sobresalen nueve: “La política no es
solamente conflicto, también es construcción”.
Minutos antes, el jefe de los diputados kirchneristas,
Agustín Rossi, vociferaba en el Congreso: “Lo único que
federalizó Alfonsín fue la hiperinflación y los saqueos. En
cambio, este gobierno federalizó la obra pública y la
redistribución”.
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Para Alfonsín, de 81 años y enfermo de cáncer, “la
intolerancia, la violencia, el maniqueísmo, la
compartimentación de la sociedad (…), la indisponibilidad
para el diálogo, la negociación, el acuerdo o el compromiso,
han sido maneras de ser y de pensar que (…) constituyen
todavía hoy una de las principales rémoras y déficits con
los que carga nuestra democracia”. Para él “los argentinos
hemos vivido demasiado tiempo discutiendo para atrás”.
La respuesta oficial se conoció de inmediato. Néstor
Kirchner dijo: “Me parece muy bien su mensaje, pero uno no
tiene que renunciar a la justicia” (sic).
Kirchner, que no se opuso a los indultos a los ex
comandantes concedidos por Carlos Menem en 1990, no acompañó
los juicios y sentencias que en 1985 mandaron a la cárcel a
los jefes militares del Proceso.
La segunda réplica a Alfonsín vino de Madres de Plaza de
Mayo: “Alfonsín ya tiene su busto en la Rosada, rodeado por
Illia y Perón. En su extensa lectura repitió aquello de que
‘los argentinos no debemos mirar para atrás’. Seguramente,
la intención será que olvidemos su papelón en Semana Santa,
la teoría de los dos demonios que utilizó en el Nunca más y
sus leyes aberrantes a favor de los genocidas, cosas que no
olvidaremos jamás”.
Rossi, Kirchner y Hebe de Bonafini expresan con deliberada
ambigüedad una ideología adversa a una verdadera cultura
democrática.
El Dr. Alfonsín me concedió una entrevista exclusiva el 14
de agosto, que PERFIL publicó el sábado 16 de ese mismo mes.
Hacía pocos días que Cristina Kirchner había ido a saludarlo
e interesarse por su salud. Alfonsín acababa de completar su
quimioterapia. Privó allí el mismo criterio de Elisa
Carrió:darle un beso a Alfonsín para así “poder dormir
tranquila”.
Le pregunté por sus sentimientos respecto de la visita de la
Presidenta y él, discreto, contenido y perspicaz, me
contestó: “Bueno, pero es lo normal, ¿no? Menem me vino a
ver cuando casi me mato en un accidente, yo lo visité cuando
él tuvo un problema circulatorio delicado, y ahora la Dra.
Kirchner se interesa por mi salud. Algo normal en una
democracia, ¿no es cierto?”.
Alfonsín me dispensa afecto y respeto desde que salió del
gobierno, en 1989. Sólo entonces nos presentaron. Es bueno
tener el aprecio de un patriota cuando carece de todo poder
y nada tiene para dar en lo material.
Cuando me dijo “¿no es cierto?” vi en sus ojos esa sana
malicia que descubrí en 1989, la lucidez de un arquitecto de
la cultura democrática, la más robusta expresión de vocación
de servicio que puede exhibir nuestra corta historia
republicana.
Los paradigmas del viejo luchador son intrínsecamente ajenos
a la praxis del actual oficialismo. Sus vigas maestras son
consenso, reconciliación, diálogo, negociación, acuerdo,
compromiso. Alfonsín cree en lo que el kirchnerismo, en el
fondo, aborrece.
Por eso, las reacciones de Rossi. Kirchner y Bonafini no son
extemporáneas. Son previsibles luego de estas palabras del
ex presidente:”Hoy todavía hay rastros de ese canibalismo
político que ha teñido la práctica política. La política
implica diferencias, existencia de adversarios políticos
(…). Pero la política no es solamente conflicto, también es
construcción. Y la democracia necesita más especialistas en
el arte de la asociación política”.
Ante un equipo gobernante que ha procurado circunvalar un
sistema basado en instituciones, Alfonsín dijo al asumir en
1983 y se lo recordó ahora a los Kirchner, 25 años después:
“No será posible resistir la cantidad de presiones que
estamos sufriendo y sufriremos, si no hay una generalizada
voluntad nacional al servicio de lo que debieran ser las más
importantes políticas de Estado, expresada en la existencia
de partidos políticos claros y distintos, renovados y
fuertes, representativos de las corrientes de opinión que se
expresan en nuestra sociedad”.
Pero la cultura democrática no es sistemáticamente devaluada
en los hechos sólo por el decisionismo hegemónico del
Gobierno. Hasta los medios periodísticos terminan
menoscabando ocasiones excelsas para consolidarla.
A la mañana siguiente del acto en la Casa Rosada, los
diarios mostraron su alma, de cara a las 1.663 palabras
dichas por Alfonsín. Clarín le dedicó 1.424 palabras,
incluyendo 507 consagradas a la ausencia de Julio Cobos y
sólo 90 al discurso de Alfonsín (el 12%). De las 1.299
palabras que usó La Nación, 492 fueron para Cobos y sólo 105
para Alfonsín (13%). De las 1.058 que invirtió Ambito
Financiero, sólo 93 fueron para reproducir el texto de
Alfonsín (9%). Crítica dedicó 745 palabras, con 173 para el
ex presidente (23%). En Página/12 tuvieron 1.087 palabras,
186 para Cobos y sólo 83 para Alfonsín (9%). Es lo que hay.
Pepe
Eliaschev
,Diario Perfil
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