UN RUMBO INCIERTO..
NOS DISCRIMINAN EN EL MUNDO
SON LOS TIEMPOS POLÍTICOS
QUE VIVE LA ARGENTINA

10 de Junio de 2008

 

 
 
Estábamos con el cinturón de seguridad puesto y listos para dejar el aeropuerto de Chicago rumbo a Buenos Aires, cuando escuchamos la voz del comandante: "Me dieron orden de no despegar. Hay un avión con destino a Dublín, lleno de pasajeros, que tiene un desperfecto. Temo que nos pidan el avión para que viajen ellos".

Sin transición, la ligera expectativa del despegue dio paso a un tenso compás de espera. El vuelo AA961 de American Airlines, programado para el viernes 30 de mayo a las 20.10 y ocupado por unos 80 pasajeros, entre ellos este cronista, su mujer y sus dos hijas, tomaba así un rumbo incierto que depararía varias sorpresas, algunas de ellas vinculadas a los inquietos tiempos políticos que vive la Argentina.

La voz del piloto regresó a los quince minutos y confirmó lo peor: el avión nuestro era ahora de ellos. Resignado, pidió que todos descendiéramos. "De aquí no nos saca nadie", se envalentonó un pasajero. Otro refrendó la consigna. Y nadie se movió de su lugar. A los diez minutos llegó un representante de la aerolínea. Ya en otro tono, dio la orden de bajar. Por problemas técnicos, ese avión no volaría a Buenos Aires. Otro avión en condiciones, un poco más tarde, nos llevaría a destino. "Claro, el avión de los irlandeses", ironizó alguno.

Para entonces, ese verdadero piquete argentino en Chicago se había hecho fuerte en la sección de primera. Junto con dos o tres argentinos, Lucas, un abogado norteamericano, se erigió en uno de los voceros del grupo. Se exigió un trato justo e información precisa. El representante de la aerolínea dijo que daría más información cuando todos hubiéramos bajado. Al rato, convencido de que nada podía hacer frente a la obstinación de los pasajeros, amenazó con traer a la policía. Y así lo hizo.

Dos policías avanzaron hasta la entrada de primera, donde el núcleo duro, de unos treinta pasajeros, exigía que nos dijeran qué iba a pasar con nosotros, mientras detrás, en la retaguardia de la clase turista, otros pasajeros (entre quienes había chicos y bebes) seguían atentos el curso de las cosas.

Sin convicción, uno de los policías ordenó que descendiéramos. Lucas sostuvo que arrebatarles su avión a ciudadanos latinoamericanos para dárselo a europeos constituía un caso de discriminación. Otros agregaron que estábamos siendo engañados y pidieron información veraz. "La tendrán en la puerta K7", intervino el representante de la aerolínea. Era la puerta de embarque del avión averiado.

"Si no bajan del avión, serán arrestados bajo cargos federales", dijo el policía. Y sonó convincente. Sobre todo porque llevaba, casi como una prolongación de sí mismo, un perro de buen porte atado de la correa.

Descender del avión fue como bajar al limbo. La puerta K7, a la que los pasajeros desalojados nos trasladamos con nuestros bolsos de mano, era la imagen de la desolación. En el centro de una mesa vacía del stand de la aerolínea sonó un teléfono. Atendió Lucas. " No. No agent, no representative of American Airlines, no plane, no nothing ", dijo. Todos reímos. Una forma de paliar la frustración y la bronca. A esa altura compartíamos un destino común y formábamos una especie de club: después de todo, habíamos sido sacados de un avión como pasajeros de segunda para salvar la imprevisión ajena. Alguien recordó que American había anunciado la cancelación del vuelo Chicago-Buenos Aires. Otro dijo que era un flaco consuelo comprobar que estas cosas no pasan solo en la Argentina.

Llegó el representante de American y nos hizo abordar un avión -sí, el que habían abandonado los irlandeses- con la promesa de que despegaríamos a las 23. Ateos y creyentes ensayamos un Padrenuestro mientras un mecánico trabajaba en la cabina. La orden de bajar llegó a las 23.30: el avión estaba bien, pero la tripulación había cumplido su tiempo reglamentario de vuelo. A esta altura, nadie creía en las explicaciones de la empresa. Con vales de transporte que ningún taxista quería tomar, nos despacharon a distintos hoteles con exiguos cinco dólares por cabeza para el desayuno y, claro, sin cena.

El alivio

En la mañana del día siguiente, mientras dejábamos Chicago, respiré aliviado: la tercera era la vencida. Llevábamos encima el sinsabor del destrato, pero volar de día les permitió a mis hijas deslumbrarse con el turquesa del mar Caribe, las montañas de Colombia y la selva amazónica. Otra sorpresa fue descubrir que Lucas, uno de los artífices del piquete argentino en Chicago, resultó ser Lucas Guttentag, director nacional del Proyecto por los Derechos de los Inmigrantes de la American Civil Liberties Union (ACLU), declarado "héroe de los derechos civiles" por el Human Rights Journal de la American Bar Association.

Este hombre, que defendió a refugiados haitianos detenidos en Guantánamo, pasó buena parte del vuelo a Buenos Aires redactando, sobre la base de testimonios de todos los pasajeros, una larga carta de queja y desagravio, que después compartió llevando su laptop de aquí para allá. Pero lo mejor de todo fue ser testigo -un periodista siempre es testigo- de la respuesta articulada, firme y pacífica de un grupo de hombres y mujeres que sintieron que no deben permanecer pasivos cuando sus derechos se ven avasallados. Copia textual de la columna del dia 7.6.08 ,Por Héctor M. Guyot , De la Redacción de LA NACIÓN.