17 de Junio de 2008
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Los argentinos hemos recibido, hace pocos días, la
lección de un gran maestro que no hay que dejar en
el olvido, porque vale tanto para el Teatro Colón
como para muchas otras realidades del país. Estamos
hablando de Daniel Barenboim, eximio intérprete
musical pero también "humanista, generador y
promotor de la convivencia y la cooperación entre
los hombres y los pueblos", como lo definió el
decano de la Facultad de Música de la Universidad
Católica Argentina (UCA), Guillermo Sacarabino, en
ocasión de ser incorporado Barenboim a la Academia
Nacional de Bellas Artes, en su reciente visita al
país.
Un día antes de recibir la distinción de la
Academia, el artista había estado al frente de la
orquesta Staatskapelle Berlin, en el Luna Park,
dando un concierto memorable en homenaje a los 100
años del Teatro Colón. Fue justamente allí cuando
Barenboim, contra su costumbre, habló al final del
espectáculo, después del largo y cerrado aplauso que
un público absolutamente conmovido les brindó a él y
a la orquesta. Sus palabras fueron "de gran alegría"
pero también de tristeza, porque ese concierto
-advirtió- debería haber tenido lugar en el Teatro
Colón, que estará cerrado hasta 2010 debido a las
obras de restauración largamente demoradas.
El Colón, que el director conoce tan bien, es en las
palabras del propio Barenboim "no sólo un teatro
para traer grandes cantantes y directores; es el
símbolo de la riqueza de la vida cultural de la
Argentina. Por lo tanto, que aún hoy esté cerrado es
una señal de que algo no funciona muy bien". El
breve, sincero y conmovedor discurso terminó con una
versión inolvidable del Himno Nacional argentino,
interpretado por la orquesta Staatskapelle Berlin y
dirigido por Barenboim.
Una vez más hay que reconocer a este artista no sólo
por lo que significa como intérprete de los más
grandes nombres de la historia musical, sino porque
lleva su compromiso con el país en el que nació,
pero en el cual no reside, mucho más lejos que
algunos de los que viven habitualmente aquí. Como
miembros de la sociedad argentina, debemos agradecer
a este compatriota su preocupación porque el gran
teatro se abra de nuevo en 2010, y en el estado que
corresponde y se merece. Como lo recordó Barenboim
en su alocución, el Himno argentino habla de los
laureles que supimos conseguir, pero aclaró que
éstos no son eternos, sino que hay que reinventarlos
todos los días. Reproducción
textual deL editorial del diario La Nación.
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