03 de Diciembre de 2008
Sólo muerto me sacarán de acá." A Julio Cobos le cuesta
esconder el fastidio por las versiones de los últimos días
que indicaban que Cristina Kirchner podría pedirle la
renuncia. También existe la posibilidad constitucional del
juicio político al vicepresidente de la Nación. "El juicio
político necesita causas y no hay ninguna causa para hacerme
juicio político. Me tendrán que aguantar hasta 2011", razona
con una leve y tensa sonrisa.
¿Qué llevó al kirchnerismo a la última embestida contra el
vicepresidente? "No lo sé", dice. El despacho
vicepresidencial es todo lo contrario de lo que Cobos
significa ahora en la política y en las noticias. Viste
siempre con camisa y corbata, pero sin saco mientras
trabaja. Una serenidad de monasterio lo circunda. Cuando
recibe a alguien, ningún secretario interrumpe y ningún
teléfono suena. El bullicio del mundo parece terminar en las
puertas de su oficina. Podría pertenecer a esa clase de
hombres dispuestos a resistir siempre con la paciencia de un
buda.
¿Surgió de él la idea de una consulta popular sobre su
continuidad? "Es un disparate", responde. Pero agrega: "¿Qué
le vamos a preguntar a la gente? ¿Acaso si tengo que cumplir
con la Constitución? Dirán que tengo que hacerlo. Alguien
tiene que respetar las instituciones. Es cierto, de todo
modos, que hay amigos que están muy cansados del acoso y
lanzan esas ideas. No son ideas mías y no dejaré que
prosperen". Cobos interroga, duda, vuelve a preguntarse:
"¿Quién pudo imaginar que a mí me pedirán la renuncia y que
yo renunciaré resignado? No sé de dónde salió eso. Pero debo
aceptar que la noticia me sorprendió", concede.
¿Tenía algún indicio previo de la nueva arremetida?
Responde: "Sí, hubo hace poco una reunión de Néstor Kirchner
con intendentes peronistas de Mendoza. Un diario de mi
provincia publicó que Kirchner les dio la orden de hundir a
Cobos y entonces dijo, por primera vez, aquella frase del
reproche de Cristina por haberme colocado en la
vicepresidencia. No sabía si creer o no en esa versión,
hasta que el propio Kirchner repitió la frase en un acto
público en Buenos Aires. Entonces me convencí de que todo
era cierto".
En esa reunión de Kirchner con los intendentes peronistas
mendocinos pasó algo más: el ex presidente les pidió que le
enviaran una lista con todas las obras públicas que
necesitan para ganar las elecciones del año próximo. "No
sabía que el Partido Justicialista tiene tanta plata",
desliza Cobos, socarronamente, en alusión al único cargo que
ostenta Kirchner: el de presidente del partido oficial.
La confusión entre el partido y el Estado merece recorrer
otro cauce del análisis. ¿Se arrepiente Cobos de su alianza
con el kirchnerismo? "Pensé que iba a ser otra cosa. Creí en
las promesas de institucionalidad de Cristina y en la
necesidad de que los dos grandes partidos se juntaran para
sacar al país de la crisis. Hice la alianza con esas
convicciones. Quizá me equivoqué", subraya.
Entonces, ¿qué lo llevó a creer en un período de mayor
institucionalidad? Respuesta: "Bueno, un primer dato fue que
pensaron en un mendocino para la vicepresidencia. En Mendoza
hay convicciones institucionales muy firmes en la sociedad.
Es tal vez la provincia más institucional del país. Por
ejemplo, no sólo el gobernador no puede ser reelegido;
tampoco lo puede suceder ningún familiar directo, esposo,
esposa e hijos. El gobernador que abandona el cargo tampoco
puede ser senador nacional. Y nadie se atreve a cambiarle
una coma a la Constitución, sobre todo en lo que se refiere
a esos límites".
Cobos habla como si fuera un simple cronista, pero es obvio
que está haciendo comparaciones con la dinastía Kirchner. El
Estado, el partido, el poder personal. Lo ha sufrido en
carne propia desde su famoso "voto no positivo". El gobierno
de Bolivia le retiró una invitación 48 horas antes de la
fecha estipulada, luego de una gestión de la cancillería
argentina ante la administración de Evo Morales. Una unidad
militar también le canceló un día antes la invitación para
asistir a una ceremonia castrense. La orden del Ministerio
de Defensa fue terminante.
También lo privaron del uso de los aviones oficiales. Cobos
se ríe. "El gobernador de Mendoza no tiene avión ni casa.
Estoy acostumbrado a viajar en aviones de línea o en mi
auto. La gente me trata muy bien en todos lados", se ufana.
¿Los Kirchner se habrán enojado porque fue un día a la Casa
Rosada durante la larga gira de la Presidenta por Estados
Unidos y Africa? "Fui un solo día y ocupé el despacho del
vicepresidente, no el de la Presidenta. Ese día no podía
llegar a mi despacho en el Senado porque había
manifestaciones de los afectados por la estatización de las
AFJP. ¿Tengo que dar más explicaciones? ¿Tengo que pedir
permiso?", remata, ya con un tono más serio.
¿Habrá caído mal en Olivos su reconciliación con el
radicalismo? "No lo sé, pero la reconciliación de los
radicales tiene que empezar en Mendoza, porque ahí estamos
los más importantes. Resuelto lo de Mendoza, el resto se
resolverá fácilmente. Las conversaciones con el senador Sanz
no han concluido, pero van por buen camino", anuncia; alude
a Ernesto Sanz, presidente del bloque radical de senadores y
su viejo adversario en la común Mendoza.
Propondrá en algún momento una elección interna abierta
entre todos los presidenciables de una coalición no
kirchneristas para los comicios de 2011. Es evidente que
Cobos ya se ha ido para siempre de la vecindad del
kirchnerismo. Debería dejar un mensaje de gratitud en
Olivos. Nadie ha hecho tanto como Néstor Kirchner para
convertirlo en el político más popular del país. Kirchner no
privó, ni se priva, del gusto de la reprimenda pública y de
la venganza práctica contra el vicepresidente. Los gustos
tienen siempre un precio y, en este caso, Kirchner los está
pagando con la construcción de un competidor imprevisto por
la simpatía social. ¿También por el poder del futuro?
Por Joaquin Morales Sola para el diario La Nación.