03 de Diciembre de 2008
Ante un final de fiesta
Apariencias distintas. Hay una diferencia enorme entre las
apariencias y los actos verdaderos. Cristina Kirchner demoró
menos de 24 horas en concederle una entrevista al cardenal
Bergoglio, que nunca logró las condiciones necesarias para
reunirse con el ex presidente Kirchner. La Presidenta fue
también a la asamblea anual de la Unión Industrial para
anunciar, en buen romance, un final de fiesta. Néstor Kirchner
despreció siempre cualquier conglomerado de empresarios. El
único problema de Cristina consiste en que todo el mundo cree
que el marido presidencial es el que gobierna con antojos
contradictorios.
Final de fiesta para muchos. ¿El comienzo de una fiesta para
algunos pocos? La moratoria fiscal podría servir para lavar
dinero mal habido y para cerrar casos como el de Skanska. El
Congreso debería corregir el proyecto y, por ejemplo,
exceptuar del beneficio a los empresarios del kirchnerismo que
han hecho poderosas fortunas en los últimos tiempos.
¿Ejemplos? Lázaro Báez y Cristóbal López, entre otros. Podrían
agregarse también a empresarios que florecieron bajo la sombra
de otros gobiernos. La moratoria tampoco debería permitir la
extinción penal de las causas abiertas que rozan
peligrosamente el bolsillo de conocidos kirchneristas.
Destacados funcionarios internacionales pusieron la lupa sobre
ese blanqueo. Menos mal que en Washington hay un gobierno que
virtualmente ya no está y otro que no ha llegado todavía. La
relación de los Kirchner con los Estados Unidos siempre fue
buena en materia de trasiego de información sobre
narcotráfico, sobre terrorismo y sobre el dinero de ambos.
Podría cambiar en adelante. Cualquiera puede entrar cuando
se abren las puertas al primero que pasa. ¿Por qué un
argentino no podría lavar dinero de narcotraficantes con sólo
cobrar el 20 por ciento de lo que declararía, que es la
comisión que se paga en el mundo por esos sucios menesteres?
Carteles de la droga están aterrizando en la Argentina, pero
el abundante dinero de ellos es más fulminante que sus armas.
Los buenos ahorristas no traerán el dinero al país. Detrás de
las decisiones institucionales está siempre la impronta de
Guillermo Moreno. Un importante empresario compró en su banco,
hace pocos días, un millón de dólares para pagar compromisos
en el exterior. El banco lo llamó para explicarle que
necesitaba hacerle algunas preguntas por orden de Moreno.
Devuélvame los pesos y dígale a Moreno que no exportaré más
, le contestó el empresario. En el mundo kirchnerista, las
cosas nunca son como parecen.
Néstor Kirchner se notificó en los últimos días de que la
recesión golpea las puertas y de que el Estado exuberante que
conoció ya no existe más. La recaudación sólo permitiría los
gastos impostergables del Estado si se quiere preservar cierto
superávit. Esas erogaciones imprescindibles corresponden a los
salarios de los empleados y a los gastos fijos. No hay más. El
promedio de la poda presupuestaria para el año próximo será
del 20 por ciento, que es justo lo que sobra si se apartan
aquellos gastos.
La
sociedad dejó de comprar. La producción agropecuaria duerme en
silos y frigoríficos por la acción o la omisión del Gobierno.
El turismo se cayó por la crisis internacional. La economía
real apaga los motores. Es el infierno perfecto de cualquier
gobernante. Funcionarios clave acceden sólo al ex presidente;
no le llevan malas noticias a la Presidenta. Eso explicaría
que Cristina Kirchner haya pensado en Débora Giorgi para
abrir nuevos mercados a la producción argentina , mientras
la producción básica argentina no se mueve de la Argentina.
Las malas novedades explican también que el Gobierno haya
decidido bajar el increíble nivel de los subsidios al consumo
de servicios públicos. El Estado de Kirchner despilfarró
dinero durante más de un lustro pagando la luz, el gas y el
transporte hasta de los ricos. Ese paraíso está perdido.
Giorgi se propuso arreglar el conflicto con el campo. Deberá
bajar las retenciones a la soja para convencer a los
productores de que pueden exportar con un precio internacional
que perdió casi el 50 por ciento de su valor. Deberá
vérselas con Ricardo Echegaray, el poderoso hombre de Kirchner
colocado en la agencia de exportaciones para hacerles
imposible la vida a los productores. Es él quien pone trabas a
las exportaciones de carne, de cerdo, de leche y de quesos.
Echegaray es tan odiado como Moreno entre los dirigentes
rurales. O más aún. En última instancia, los dos son cómplices
de la prepotencia del sistema gobernante.
La
nueva ministra viene con fama de un carácter fuerte y
decidido. Tiene muy pocas pulgas , aceptó un
funcionario que la conoce desde hace mucho tiempo. Dará el
portazo si comprueba que su lucha es estéril , anticipó
otro. El ministerio de Giorgi desplumó a Carlos Fernández,
convertido desde ahora en un secretario de Hacienda de lujo.
Es lo que sabe hacer y lo que quiere hacer: sumar y restar con
los números fiscales.
¿Puede existir un Ministerio de la Producción con Turismo y
sin Energía?
La fórmula es medio excéntrica, pero es lo que hay. Nadie
puede tocar a Julio De Vido. Petróleo y obras públicas no irán
jamás a manos de una desconocida, como Giorgi lo es, de alguna
manera, para el hermético universo kirchnerista.
No
hay explicación racional para la cerrada defensa que Néstor
Kirchner hace de De Vido. En sus cinco años y medio de
gestión, el país perdió reservas de petróleo y gas como nunca
en su historia. Dos días de calor intenso fueron suficientes
para que cientos de miles de argentinos se quedaran sin la
indispensable electricidad. En varios barrios metropolitanos
las cacerolas volvieron a salir a la calle con el nombre de De
Vido en la boca de muchos.
Un
temor sordo se extiende entre los funcionarios. La crisis
social, consecuencia del freno económico, podría terminar con
protestas masivas, sobre todo en el conurbano. Quizá por eso
la Presidenta no demoró un instante en recibir a la conducción
de la Iglesia, que ha sido siempre un factor importante para
la contención del reclamo social. Bergoglio será el jefe de la
Iglesia hasta el final del mandato de Cristina.
La
reunión entre la Presidenta y el cardenal fue distendida,
corta y evanescente. Podría haberse planteado la necesidad de
reinstalar el Diálogo Argentino, la experiencia más útil que
la Iglesia hizo en los últimos años a la convivencia de los
argentinos. Nada. Kirchner detesta hablar de eso y su esposa
se contagió de esas fobias. Estuvo el ministro del Interior,
Florencio Randazzo, que nada tiene que ver con la Iglesia, y
faltó sonoramente el jefe de Gabinete, Sergio Massa.
Massa arrastra un pecado. Propuso como embajador en el
Vaticano a su asesor oficial, el empresario Jorge O´Reilly,
que milita en el sector ultraconservador de la Iglesia. En
mayo pasado se reunió en la Nunciatura con importantes
diplomáticos vaticanos. Actuó casi como un embajador de hecho
y presentó un documento con su firma en el que proponía varias
decisiones para recomponer la relación dañada con el Vaticano.
Tras algunas ideas obvias, el funcionario escribió un párrafo
que explotó entre diplomáticos y sacerdotes: "Sería favorable
el desplazamiento del arzobispo de Buenos Aires", sugirió.
Pedía, lisa y llanamente, el relevo de Bergoglio, uno de los
cardenales más prestigiosos en el Vaticano, de su sede
apostólica en Buenos Aires.
La
información fue confirmada por tres obispos y por una alta
fuente del propio Vaticano. El documento existe, aunque no
está firmado por Massa, sino por su asesor. El asunto llegó a
tratarse en una reunión de la Asamblea Permanente de los
obispos argentinos. Finalmente, O´Reilly no fue designado
embajador y el cargo se lo llevó Juan Pablo Cafiero, un hombre
querido por la Iglesia. Dios oyó el ruego unánime y
desesperado de sus obispos. Relevo de Bergoglio. Premura para
recibir a Bergoglio. ¿Dónde está el verdadero gobierno?
Reproducción textual del texto del politicologo Joaquín
Morales Solá para el diario La Nación. |