10 de Febrero de 2009
La actividad del ex presidente por
sobre el Poder Ejecutivo erosiona la calidad institucional y
preocupa a la ciudadanía
SI algo importa garantizar a los argentinos, a 25 años de la
recuperación de la democracia, es que las elecciones de
octubre próximo tengan la transparencia suficiente como para
alejar toda sospecha de fraude.
Por eso, la información de los últimos días que revela los
movimientos del presidente de un partido político,
comprometiendo desde la residencia presidencial de Olivos
fondos públicos para influir en el resultado de los comicios
en el conurbano bonaerense, no puede dejar de preocupar a la
ciudadanía independiente.
Tanto las noticias que se han difundido como las
confirmaciones que han dado varios de los intendentes que
han participado de las referidas reuniones no permiten
albergar dudas respecto de la actividad partidaria realizada
por el cónyuge presidencial en Olivos, con asistencia de
ministros del Poder Ejecutivo y alrededor de 40 jefes
comunales cercanos al gobierno nacional. Tampoco parecieran
existir dudas en cuanto al monto de 5000 millones de pesos
que Néstor Kirchner alardea de disponer para respaldar,
mediante obra pública, a los caciques comunales adictos al
Gobierno que tengan peso electoral decisorio. Esto podría
querer decir que para otros intendentes, también afines al
Gobierno pero alejados del conurbano o con municipios de
pocos electores, no habrá ayuda económica. El esfuerzo
político-financiero del partido gobernante estaría puesto
entonces sólo en aquellos municipios superpoblados que, por
esa condición, puedan llegar a pesar en las próximas
elecciones.
El tema es de una gravedad institucional que no puede ser
disimulada. En primer lugar, Néstor Kirchner no tiene
atribución legal alguna para convocar a los ministros en la
propia residencia presidencial y hacerlos participar de
reuniones netamente partidarias en las que se debate sobre
el destino de fondos públicos.
Tal actitud no es demasiado lejana de la de la usurpación de
títulos y honores que tipifica el Código Penal. En
segundo término, no queda claro cuál es la procedencia de
los fondos, es decir, si son partidas presupuestarias de
aquellas que el jefe de Gabinete puede modificar a voluntad
en virtud de los superpoderes aún vigentes, o si provienen
de la Anses, que se muestra generosa a la hora de repartir
los ahorros de los afiliados a las AFJP. En este
sentido, resulta sugestivamente coincidente el anuncio de la
Anses de hace pocos días, según el cual, su subdirección de
Inversiones destinará en el presente año 5000 millones de
pesos para invertir en obra pública. Esa es exactamente la
misma cifra con la que Néstor Kirchner despierta la ilusión
o el apetito de los jefes comunales.
Tampoco puede disimularse la erosión institucional que
significa el hecho de que el líder de un partido disponga
por sobre la jefa del Poder Ejecutivo el uso de partidas
públicas y la citación a ministros que, se supone, han sido
designados para ocuparse de la administración del país en
sus diversas áreas y no para asegurarle a un partido el
triunfo eleccionario.
Lo mismo puede decirse del gobernador de la provincia de Buenos Aires,
que aparece como un convidado de piedra frente a los manejos
que, en su territorio y con los intendentes de su propia
jurisdicción, realiza el cónyuge presidencial.
Todo este manejo doméstico y opaco no sólo deforma gravemente
las instituciones y altera su normal funcionamiento, sino
que muestra a las claras que, entre las exigencias de la
República y los atajos del clientelismo populista, el
Gobierno ya ha hecho su elección. Pero los argentinos
sabemos -y la experiencia internacional lo avala- que cuanto
más se expande el clientelismo, más sufre la democracia
republicana. Reproducción textual del
editorial del diario La Nación de la fecha.