20 de Abril de 2009
Ya es la hora
Es muy angustiante sentirse desprotegido. Es aterrador.
¿Quién produjo lo que está pasando? ¿El pibe chorro? ¿La
Presidenta? ¿Néstor? ¿El hambre? ¿Arslanian? ¿Scioli?, ¿o
nosotros…? “Se viene una guerra civil”, dice la gente y creo
que la guerra civil ya está instalada. La guerra civil no es
solamente lograr matar al otro sino que basta con la
intención, la idea, las ganas.
Mientras se mueren de hambre en algún lugar de Jujuy, se
mueren de dengue en el Chaco, aquí en la 31 matan por un
plasma, Macri se saca los ojos con el matrimonio, un fiscal
casi es linchado en Lanús y por un raspón en el auto se baja
un taxista y acribilla a otro en Barrio Norte. ¿Es o no es
eso una guerra civil?
¿Qué es lo que definiría por completo el estado de guerra?
¿La cantidad de muertos por hora? Como nunca la sociedad
está crispada, enojadísima, salvaje. Se respira algo
irrespirable. Nos estamos ahogando.
Lo que pasó con el fiscal lo pinta de cuerpo entero. Es una
barbaridad, literalmente. No hay excusa ni justificación
para que un grupo de gente casi mate a un funcionario. ¿Cuán
lejos están de los pibes que mataron al pobre señor que
comía tranquilo en su casa? Por eso hablo de guerra civil.
Estamos a punto de matar al panadero porque la medialuna
salió fea, estamos a punto de matar a la maestra porque le
puso un uno al nene, estamos a punto de matar al conductor
del tren porque sufrió un desperfecto.
Ya no nos protege nadie, ni la policía, ni los bomberos, ni
el Gobierno. Es casi inconstitucional. No tenemos garantías
para nada. Ni siquiera tenemos la garantía de que el de al
lado no nos va a matar porque sí. ¡Es espantoso vivir así!
¡Es una locura!
No entiendo cómo nos quedan ganas de protestar siquiera. Dan
ganas de quedarse sentado en un banquito a esperar que nos
afanen y nos maten.
Hasta aquí sería el contenido de una opinión de algún
periodista pasable de algún diario. Ahora viene la mía, la
drástica, la de un animal… Es lógico que pase todo lo que
está pasando, es casi normal y natural. ¿Qué esperábamos? El
mundo entero está acabado, desesperado, terminando. Ya no
tengo esperanzas. Mientras se derriten los hielos y nos
están por tapar los océanos, mientras hay terremotos que nos
entierran, mientras hay volcanes que nos queman vivos, hay
cataclismos, hay avalanchas y tormentas nunca vistas
perdemos el tiempo pensando en la inseguridad, en los
Kirchner, en los Scioli o en los otros que puedan venir…
Es hora de renunciar a los trabajos inmediatamente, es hora
de amarse sin parar, es hora de hacer ese viaje que nunca
pudimos hacer, es hora de coger sin forro, de andar desnudos
por las calles, de sacarnos un cacho de carne con los
dientes a ver a qué sabemos, es hora de subir las escaleras
mecánicas al revés, de comer de todo en un lugar carísimo y
hacer un Dios se lo pague, de llamar a un amigo y decirle
que estuvimos enamorados de él toda la vida, es hora de
sacarle la mujer a tu mejor amigo, de romper las vidrieras y
sacar todo lo que queramos… total. Es hora de romper la
dieta y morfarnos todo, de tocarle el culo a ésa que va en
el tren, de putear al tachero porque escucha el programa de
radio que no nos gusta, de empujar a la gente por la calle
porque no avanza, es hora de vestirnos de cualquier cosa, de
regalarles flores a todos, de cantar a los gritos en un
concierto de Bruno Gelber, es hora de sacarnos los dientes a
ver cómo quedamos y también es hora de hacer fogatas y
reunirnos. Es hora de desenterrar a nuestros padres,
nuestros padres muertos, hablo de los cadáveres, y decirles
todo lo que nunca les pudimos decir y con las manos llenas
de tierra y barro volver a enterrarlos, taparlos bien y
pasarnos las manos por la jeta. Es hora de meternos cosas
por el orto a ver qué sentimos, es hora de ponernos plumas y
conquistar un territorio y es hora de que con las mismas
plumas bajemos las escaleras de un teatro de revistas y le
toquemos la pelada a un viejo en primera fila, es hora de
volar un avión sin haber tomado un curso y de subirse a un
velero de noche, desamarrarlo, subir la vela y que el viento
disponga, es hora de comprarse cuatro plasmas gigantes y ver
dibujitos animados todo lo que nos queda de vida.
Es hora de decidirnos, de zambullirnos, de proclamarnos, de
perdonarnos, de asumirnos y de autoflagelarnos. Es hora de
hacer lo que se nos antoja, lo que se nos canta el ojete, lo
que se nos venga en gana y lo que mejor nos calce.
Es hora ya de la despreocupación apocalíptica y del
desparpajo total. Es la hora de cada uno de nosotros, de no
tener ni miedos ni vergüenzas porque no y porque sí y porque
tampoco. Es hora de cagarnos encima y lavar el pantalón en
una fuente, es hora tal vez de tocarle el timbre a Amalita
Fortabat a ver si está muerta o viva, por simple curiosidad
no más. Es hora de entrar de prepo a un canal de televisión
y cruzarse en cámaras o hasta de proponerle matrimonio a
Pepito Cibrián. Es hora de hacer cualquier cosa, lo que
quieras, sin dudarlo, sin pensarlo más, es hora de
impulsarse de lleno a cualquier cosa. Es hora de ir derecho
a la Casa Rosada y romperla toda a mazazos, total,
instituciones ya no existen y democracia ya tampoco.
Es hora de pintarnos los labios y dejarnos un beso en el
espejo para cuando volvamos.
Es hora de hacernos la paja en público y de día.
Es hora de cortarle el pelo al de adelante en el colectivo.
Es hora de hachar un árbol.
Es hora de dar vuelta una mesa enorme llena de cosas.
Es hora de vivir como se debe, a lo loco y sin pensar…
Y es hora de darnos cuenta de que esto ya está pasando.
Columna de Fernando Peña en el diario Crítica de la
Argentina.