20 de Abril de 2009
Otra impericia política del kirchnerismo
Se fue
Santiago Montoya del gobierno bonaerense envuelto en
la bandera que, para otros encumbrados integrantes de esa
administración, debería servirle a
Daniel Scioli para relanzar su carrera política
emancipándose de los Kirchner: el rechazo a las denominadas
"candidaturas testimoniales".
Impecable pero involuntario acto de campaña de la oposición:
al expulsar a Montoya, el oficialismo queda obligado, ahora,
a una segunda oleada de defensa de ese engendro electoral de
Olivos.
El proceso por el cual este funcionario quedó
fuera del gabinete de Scioli es otra demostración de la
impericia política que exhibe en estos días el kirchnerismo.
Montoya rechazó en público su postulación como concejal en
San Isidro porque alguien hizo publicar la versión de esa
candidatura. Ese alguien, según los datos disponibles,
trabaja para el gobernador bonaerense. Es decir: la
plataforma para que Montoya pudiera denunciar la impostura
de la estrategia electoral oficialista la montó el
oficialismo. Sin darse cuenta, claro.
Tal vez
fue por eso que Scioli demoró la salida de su recaudador, a
quien considera un técnico idóneo en un elenco en el cual, a
veces, esa especie se echa de menos. Pero si Scioli no es el
dueño de su propia biografía, menos puede serlo de la de sus
colaboradores: Néstor Kirchner tenía
decidido desde hacía tiempo apartar a Montoya del gobierno
provincial.
La razón
de la animadversión del esposo de la Presidenta se
encuentra, como tantas veces, en la presunción de una
conspiración. Kirchner leyó un informe en el que se afirmaba
que la presión impositiva de ARBA sobre los contribuyentes
de la provincia, en especial los del campo, estaba
dificultando su instalación como candidato. Esa lectura se
completaba con una sospecha: Montoya podría estar mandando
reclamos intimidatorios a los bonaerenses para irritarlos y,
de ese modo, beneficiar a su amigo Felipe Solá. Peor aún:
tal vez Montoya se estaba preparando para ser candidato con
Solá.
Nadie se
preguntó, al parecer, si la voracidad fiscal de Montoya no
se habrá debido a que la provincia tiene una deficiencia de
financiamiento de 4000 millones de dólares. Y a que el
último aumento de sueldos a los docentes debió ser dispuesto
sin ayuda alguna de la Nación.
En vez
de esta explicación, fue más comprensible la idea de
complot. Ahora sólo queda esperar que, como tantas veces
sucede con las fantasías persecutorias, ésta no termine por
provocar aquello que pretendía desbaratar. No vaya a ser que
Montoya termine, ahora sí, en las listas de Solá.
Carlos Pagni , reproducción textual de
su columna en el diario La Nación.
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NOTA RELACIONADA
Prohibida la
disidencia
La abrupta
salida del titular de la Agencia de Recaudación de la
Provincia de Buenos Aires (ARBA), Santiago Montoya,
demuestra que en el kirchnerismo no hay mayor margen para la
disidencia, al tiempo potencia las versiones sobre un
acercamiento entre el ex funcionario y el sector encabezado
por Felipe Solá.
Además de ganar fama por su afán recaudador y
por sus torniquetes fiscales, Santiago Montoya es reconocido
como un especialista en estrategias de comunicación.
Por eso
sorprendió que en las últimas horas se despachara a gusto
contra el kirchnerismo, al que acusó elípticamente de haber
perdido "su capacidad de escuchar a la sociedad", tan pronto
como se enteró de que alguien le proponía ser candidato
"testimonial" a concejal en San Isidro.
No menos sorpresa provocó un segundo
comunicado en el que intentó aclarar sus anteriores dichos
en pos de una reconciliación. En vez de aclarar, oscureció
la situación y desató la ira de Néstor Kirchner, quien le
sugirió al gobernador Daniel Scioli que despidiera al
titular del organismo recaudador de la provincia de Buenos
Aires.
Montoya, en el fondo, dijo lo mismo que no
pocos allegados a Scioli piensan, aunque no se animan a
afirmar públicamente, sobre el estilo kirchnerista, tan poco
afín al diálogo y tan proclive al enfrentamiento.
El
funcionario saliente, tal vez, creyó expresar el pensamiento
íntimo de muchos hombres de Scioli. Algunos de éstos, sin
embargo, consideran que, detrás de las palabras de Montoya,
se esconde una maniobra personal con la intención de volver
al redil de Felipe Solá, sin que haya que descartar la
posibilidad de que analice ser candidato a diputado del
peronismo disidente.
Fernando Laborda, reproducción textual de su columna en el
diario La Nación.