27 de Abril de 2009
Recordando el genocidio armenio
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El genocidio armenio a menos de
los turcos fue un drama horrible y espantoso, que avergüenza
nuestras conciencias, y que permaneció en el anonimato por
lustros. Hoy es la gran asignatura de la democratización
plena de Turquía.
NO DEBEMOS OLVIDAR
que hace ya más
de 94 años, en 1915, los líderes turcos de entonces –entre
los que destacaban Taleat Pashá,
ministro del Interior del Imperio Otomano, Djemal Pahsá,
ministro de Guerra y Marina, y el principal responsable, el
siniestro primer ministro Enver Pashá– decidieron
asesinar a todos los armenios que vivían en el territorio
turco. Los planes, previamente analizados y estudiados
por las autoridades turcas, que supuestamente se sentían
acosadas por las potencias aliadas y Rusia, preveían
convertir a Turquía tierra “pura y limpia” de “elementos”
que consideraban ajenos a su cultura y tradiciones; se
trataba del primer precedente serio en el siglo XX de las
tristemente conocidas prácticas de limpieza étnica. Hasta el
embajador norteamericano en la Turquía de entonces, Henry
Morgenthau, da fe de una de las más grandes matanzas de la
historia, aunque el Gobierno de Ankara sigue tratando de
negarlo.
“Turcos
y armenios están obligados a entenderse, a vivir incluso
juntos en paz, armonía y libertad, pero ese reencuentro tan
sólo podrá producirse cuando Turquía se reencuentre con su
propia historia”
El máximo
líder turco de entonces, el aclamado y venerado Mustafá
Kemal Atatürk, el “padre de todos los turcos”, avalaría,
apoyaría e incluso defendería dichas prácticas, en el fin
claro y meridiano de borrar de la faz de la tierra a todos
los “infieles”. “Los turcos son superiores”, decían los
jóvenes líderes turcos de la época.
CASI 2 MILLONES DE MUERTOS
Lo triste del caso es que
dicha política de asimilación, homogeneización forzada y
exterminio del diferente tuvo éxito. Miles de armenios y
griegos, de religión cristiana y lenguas diferentes a las de
los turcos, fueron asesinados en apenas ocho años
(1915-1923) por las autoridades otomanas en un proyecto
macabro, cruel, demencial y sádico; muy pocos pudieron
escapar a las razzías ordenadas y ejecutadas por las fuerzas
de seguridad y el ejército turco. Se calcula que casi 2
millones de armenios y otras decenas de miles de griegos
fueron asesinados sin contemplaciones por las fuerzas
turcas. Otros varios de miles más, siguiendo las más crueles
y rancias tradiciones, fueron expulsadas de sus casas,
tierras y propiedades para siempre siendo obligadas a un
duro y terrible peregrinaje, a través de desiertos y
territorios inhóspitos, hacia otros países que les brindaron
la suerte del auxilio y el hospedaje. Hoy los armenios viven
repartidos, sobre todo, entre Alemania, Argentina, Canadá,
Chipre, Egipto, Estados Unidos, Francia, Grecia, Irak, Irán
y Líbano.
“Los
Lobos Grises son sicarios al servicio de la verdad oficial
turca y han gozado de una impunidad que clama vergüenza”
Hay numerosas pruebas
documentales, escritas y gráficas de este desconocido y
olvidado genocidio armenio, a pesar de que el Gobierno turco
de hoy siga tratando de negarlo y que difundir esta verdad
histórica en la Turquía de la Alianza de Civilizaciones y
Eurovisión es un tabú. Puedes perder tu trabajo como
periodista e informador si hablas de ello. Es más: es un
delito castigado por el Código Penal y perseguido con cárcel
por las autoridades “democráticas” de Ankara. También te
puede costar la muerte, como le ocurrió al
periodista turco de origen armenio
Hrant Drink, asesinado en una oscura calle de Estambul por
militantes de ultraderecha pertenecientes a los
tristemente conocidos como Lobos Grises, siniestra “manada”
donde convergen, por supuesto, policías, militares y agentes
secretos de los servicios secretos turcos. Es un secreto a
voces que los Lobos Grises han sido tradicionalmente
tolerados, y amnistiados, por las autoridades policiales y
judiciales turcas. Son sicarios al servicio de la verdad
oficial turca y han gozado de una impunidad que clama
vergüenza.
LAS RESPONSABILIDADES TURCAS
¿Y
cómo fue posible que se perpetrara este crimen tan
espantoso? En primer lugar, porque nadie hizo nada por
evitarlo y porque las potencias democráticas, al igual que
ocurrió durante el Holocausto judío, callaron. Luego,
y en un segundo orden pero no menos importante, porque no
existía un Estado armenio como existe hoy y porque los
armenios que huían del infierno turco tenían escasos medios
para reivindicar la memoria de los miles de muertos,
torturados, expulsados, desaparecidos y ejecutados. Fue un
drama horrible y espantoso, que avergüenza nuestras
conciencias, pero que permaneció en el anonimato por
lustros. A nadie le interesaba enemistarse con los turcos,
pues los negocios con esta gran nación estaban en juego y
porque en los tiempos de la guerra fría eran nuestros
aliados contra el comunismo. Turquía primero, la verdad
histórica sobre los armenios después.
“Turquía, hoy por hoy, por muchos que algunos se engañen,
sigue sin ser una democracia y no lo será nunca, como le
ocurrió a Alemania tras la Segunda Guerra Mundial y
descubrió el horror de Auschwitz y otros campos”.
Tan sólo condena del
parlamento francés hace años, que provocó la exacerbada y
desproporcionada ira de las autoridades turcas, junto con
las atizadas y nada espontáneas protestas organizadas por
Ankara para desacreditarse con todo lujo de detalles ante el
mundo, volvió a poner sobre la mesa un tema que millones de
armenios en la diáspora y en Armenia no han olvidado ni
olvidarán nunca. Tampoco lo olvidaremos los miles de
demócratas en el mundo que seguimos creyendo que sin memoria
no hay reconciliación posible y que sin justicia no se
asientan las bases para una verdadera y justa democracia.
Turquía, hoy por hoy,
por muchos que algunos se engañen, sigue sin ser una
democracia y no lo será nunca, como le ocurrió a Alemania
tras la Segunda Guerra Mundial y descubrió el horror de
Auschwitz y otros campos, hasta que no reconozca sus
responsabilidades en el brutal e innegable genocidio
armenio.
MEMORIA HISTÓRICA
Hoy,
sin embargo, cuando Turquía trata de ingresar en la Unión
Europea e incluso participa junto a la “democrática” Irán en
las cumbres y encuentros de la mal llamada Alianza de
Civilizaciones –¿se le puede llamar así con semejantes
socios y aliados?–, sería el momento de ejercer la necesaria
catarsis colectiva y, una vez sumidos en este esfuerzo,
asumir la responsabilidad en este pavoroso genocidio
que asoló a las tierras de Anatolia, el Kurdistán y el Egeo
durante ocho largos e interminables años. No se puede vivir
toda la vida en la mentira, sólo sobre la verdad histórica y
la justicia se puede reconstruir el presente y avanzar hacia
el futuro.
Turcos y armenios están obligados a
entenderse, a vivir incluso juntos en paz, armonía y
libertad, pero ese reencuentro tan sólo podrá producirse
cuando Turquía se reencuentre con su propia historia y asuma
sin más dilación un pasado que a veces presenta sinuosos y
siniestros episodios que a estas alturas de la civilización
resultan imposibles de eludir. El genocidio armenio, por
mucho que algunos traten de negarlo, sigue siendo la gran
asignatura de la democratización plena de Turquía. Que
cierren página de una vez por todas y asuman su propia
historia. Análisis
publicado en el boletín de Safe Democracy Foundation, por
Ricardo Angoso, desde Madrid.