Me niego a que Rico sea una opción”
El director de PERFIL conoció a Victoria
Donda al poco tiempo de que asumiera como la diputada más
joven del país; fue el 24 de marzo, en la Plaza de Mayo,
cuando por el conflicto del campo partidarios de Luis D’Elía
lo golpearon y, metros después, Donda se acercó a
insultarlo. Luego hubo un pedido de disculpas telefónico y
un café previo a este largo reportaje justo cuando su
agrupación –Libres del Sur– se retiró del Gobierno.
![](socexclusivas220_archivos/image001.jpg)
LA DROGA. “A nadie se le ocurre pensar que en un barrio se
puede distribuir paco sin estar arreglado con la comisaría.
La Policía siempre estuvo vinculada con la droga.”
—¿En otro reportaje contó: “Empecé a militar a los 16 años
en el movimiento Barrios de Pie y por una investigación de
la agrupación HIJOS un grupo de Abuelas de Plaza de Mayo se
acercó para decirme que había posibilidades de que fuera
nieta de una de ellas”. ¿Cómo surgió el impulso inicial para
militar cuando no conocía su condición de hija de
desaparecidos?
—A los 16 años empiezo a hacer actividades sociales.
Después, en la agrupación juvenil Venceremos, que en 2002
formó Barrios de Pie.
—Estaba en el secundario.
—Sí, empiezo en la Parroquia del Niño Jesús por un cura. Iba
a una escuela de monjas, el colegio Sagrada Familia.
—Leí que en la escuela siempre la mandaban a confesarse
porque era “liera” y el cura Luis, de la escuela de monjas
donde hizo la secundaria, le regaló un libro que la impulsó
a ver la vida de otra manera. ¿Cuál era ese libro?
—Obras Completas del Che Guevara. Tenía 15 años.
—¿Cómo aparecieron sus primeras sospechas sobre su
identidad?
—Nunca tuve sospechas. Un compañero que yo respeto mucho,
con el que las Abuelas se contactaron, me dijo que había
posibilidades de que fuera hija de desaparecidos.
—Afirmó: “El día en que recuperamos la ESMA, decidí hacerme
el ADN”, al referirse a aquel 24 de marzo de 2004, cuando el
presidente Néstor Kirchner traspasó las instalaciones del ex
centro clandestino, donde usted nació, al Gobierno de la
Ciudad para convertirlo en espacio para la memoria. ¿Cómo
fue ese día?
—Hacía muchísimo calor, yo no sabía qué ponerme, y me puse
unos tacos negros muy altos y me dolían los pies. Llegué con
mis compañeros de Barrios de Pie y en ese momento ya sabía
que podía ser hija de desaparecidos, me lo habían dicho en
agosto de 2003. Tenía mucha relación con las chicas de
HIJOS, y me acompañaron en todo el proceso de decidir hacer
el ADN. Me fui a la columna de HIJOS, en la puerta de la
ESMA, y al lado mío estaba Paula, una compañera de HIJOS,
que estaba embarazada de León, su hijo. Le pregunté de
cuánto tiempo estaba y me dijo: “De cinco meses”, y pensé
que tal vez cuando mi mamá entró en la ESMA yo era
chiquitita como ese bebé y esa mujer se merecía que yo
supiera cómo se llamaba.
—¿Soportó la duda entre agosto y marzo?
—No dudaba acerca de la importancia de conocer mi identidad,
pero tenía mucho miedo y eso me paralizaba.
—¿Lo hablaba con alguien?
—Sí, con mis compañeros y amigos, que me sirvieron mucho de
apoyo.
—Desde que le surgió la duda hasta que se hizo el ADN, ¿lo
consultó alguna vez con sus padres no biológicos?
—Sí.
—¿Y qué le decían?
—Que me haga el análisis.
—Su abuela fue una de las doce fundadoras de Abuelas de
Plaza de Mayo.
—Sí.
—Y está viviendo en Toronto.
—Desde la sanción de la Ley de Obediencia Debida y el Punto
Final, que dejó en libertad a mi tío, Adolfo Donda. Cuando
sale, le hace un juicio por la tenencia de mi hermana mayor
a mi abuela y se lo gana, y entonces mi abuela decide irse.
—Su tío, el capitán de navío Adolfo Miguel Donda Tigel, es
sindicado como responsable de la muerte de su propio hermano
y su cuñada, que son sus padres, y de haber sido quien la
entregó a sus apropiadores. ¿Usted tuvo relación con él?
—Hicimos un documental sobre la vida de mis padres. De mi
mamá salieron muchas cosas, de mi papá mucho menos. Cuando
llegué a la base naval de Río Santiago me dijeron que ahí
estaba detenido mi tío; después de algunas vueltas, pedí
verlo; le preguntaron si quería verme, y contestó que no
porque no le constaba que yo fuera su sobrina.
—Que usted se llame Victoria, ¿es un símbolo de resistencia
por haber nacido mientras su madre, María Hilda, estaba
detenida en la ESMA?
—En los juegos, cuando era nena, me gustaba Gloria Victoria.
Después tuve una gata y le puse Victoria, me gustaba mucho
el nombre. Eso sí lo pienso: por ahí, mi mamá, durante los
quince días que estuve con ella me dijo tantas veces
Victoria que me quedó.
—¿Cree que usted lleva la militancia en la sangre?
—No. No creo que la militancia sea genética, porque si no,
uno estaría siendo muy injusto con un montón de gente que
militó siempre y que no viene de familias comprometidas.
Además, no tendríamos la esperanza de poder sumar más gente
a esta idea de transformar la realidad.
—Que no sea necesario no quiere decir que no pueda tener su
influencia, ¿no?
—Creo que tiene que ver con la historia de un pueblo donde
siempre hubo una parte de la juventud que se comprometió
desde distintos lugares. Me parece que sí heredé de mis
padres cosas que tienen que ver con el carácter que te hacen
empezar a militar. Primero, por rebeldía ante las
injusticias.
—Sus padres militaban en la JP y Montoneros. Antes, su
padre, José María, formó parte de la promoción que egresó
del Liceo Naval en 1972, el año de la fuga y los
fusilamientos de Trelew. Entre los egresados de aquella
promoción hubo cinco desaparecidos, entre ellos su padre.
¿Ve alguna relación entre estos hechos?
—Sí. Mi papá, junto a ellos, y otros que no han
desaparecido, empezaron a militar dentro del Liceo Naval.
Armaron una agrupación y fueron parte de la UES en La Plata.
Lo de Trelew marca un punto de inflexión en la sociedad
argentina. Uno de sus compañeros me contó que cuando sucede
lo de Trelew papá estaba en el Liceo con Pato Noriega, que
también está desaparecido, y había un grupo que tenía otras
ideas y los sorprende dormidos a los dos, les pegan y eso
abre un sumario dentro del Liceo. Les preguntaron quiénes
habían sido; mi papá no lo dijo. Entonces, en vez de
hacerles un sumario a los que les pegaron, se los abrieron a
los dos. Todas las instituciones son parte de una sociedad y
la reflejan. Por eso también hay un porcentaje alto de
desaparecidos, porque había un porcentaje muy alto de
jóvenes que estaban comprometidos.
—Su tío Adolfo Donda Tigel fue parte del aparato paramilitar
que respondía a Alfredo Yabrán y participaba de su custodia
en la mansión de Martínez y en Pinamar. En enero de 1997,
Donda Tigel estaba en Pinamar y en esos mismos días fue
asesinado José Luis Cabezas. ¿Le llamó la atención que esa
misma persona haya sido el jefe del aparato paramilitar de
Yabrán?
—Me pareció consecuente con la historia de una persona que
desprecia la vida humana y funciona según sus intereses
personales y el tipo de sociedad que quiere construir. No
sólo existía mezquindad económica individual, sino una
visión política.
—Qué mente extraña debía tener para realizarle juicio a su
abuela por la tenencia de su hermana, y no sentirse aludido
ni amenzado por el rechazo social tan generalizado que se
produjo con la dictadura.
—Creo que la cuota de repudio fue muy grande desde una parte
de la sociedad, pero la teoría de los dos demonios fundó una
sociedad en la que, si no eran las cabezas visibles del
aparato represor, con el resto parecía que no había pasado
nada. Por eso hoy tenemos en instituciones que deberían ser
democráticas personas que fueron fundamentales en el
terrorismo de Estado. Sin ir muy lejos, Rico Tejeiro en
Mendoza, que era el secretario de Seguridad y había sido el
instructor del centro clandestino de detención de esa
provincia. Esto no fue siete años atrás, fue hace cinco
meses.
—Respecto de su tío, no hace menos demonio al demonio el
hecho de que haya dos. ¿Por qué cree que eso tiene que ver
con la teoría de los dos demonios?
—Porque echó sombra sobre aquellos que no salieron tan a la
vista.
—¿La teoría de los dos demonios o la idea de la obediencia
debida?
—Es la teoría de los dos demonios porque, por ejemplo,
Alberto Groppi, intendente de Esteban Echeverría hasta el
año pasado, fue comisionado civil de la dictadura militar en
uno de los distritos donde hubo mayor concentración de
centros clandestinos. Funcionaba una sala de torturas al
lado de su despacho. Nunca fue cuestionado moralmente por la
sociedad, como sí Astiz. Si es militar, algo hizo mal, pero
como los políticos no salieron tan a la luz, no se supo
durante los 80 y 90, no se puso en el tapete la complicidad
política, la sindical, la eclesiástica, nunca se juzgó esto
desde la sociedad. Hasta hace unos años era impensado poder
juzgar cuál había sido el rol de la Iglesia argentina bajo
la dictadura militar, y creo que esto tiene que ver con la
teoría de los dos demonios.
—¿El asesinato de Rucci es un crimen de lesa humanidad?
—No, porque para que lo sea deben existir ciertos parámetros
internacionales, como el control de la territorialidad. Los
Montoneros no lo tenían, no tenían control del aparato
estatal y no había un plan de asesinar a todos los
dirigentes sindicales de la burocracia.
—Esa es la visión más difundida en Argentina, pero una parte
de la doctrina jurídica internacional no exclupa a quienes
no tienen control teritorial o del aparato del Estado: si se
trata de crímenes masivos, sí son crímenes de lesa
humanidad.
—No creo que hayan sido masivos.
—¿Por qué no?
—Es un delito común, no hubo masividad de los asesinatos, no
hay registro de eso. De todas formas, esto no los justifica:
todo homicidio es reprobable.
—En el sitio web de la Juventud K publicaron una encuesta
donde el 41 por ciento de los que responden, supuestamente
militantes kirchneristas, justifica el asesinato de Rucci.
Usted no lo justifica.
—No justifico ningún asesinato en ningún momento en la
historia, todas las vidas son importantes. Pero no hay que
tergiversar la realidad. Ni Montoneros, ni el resto de las
organizaciones armadas tuvieron masividad en sus acciones en
cuanto a violar la vida de otras personas.
—¿Cuál es el límite de la masividad? Déjeme entender su
concepto de masividad. Por ejemplo, el Plan Cóndor, que
ligaba a todas las dictaduras de América latina, está
incluido dentro de los crímenes de lesa humanidad y en
Brasil la dictadura asesinó a cincuenta personas.
—En Brasil asesinó a más de cincuenta personas. El Plan
Cóndor asentó las bases de la dictadura militar brasileña.
—¿Cien o doscientos (N. de la R.: en Brasil fueron alrededor
de 400 casos y en Uruguay, también incluido en el Plan
Cóndor, 200) sí es masivo, o sólo lo es a partir de miles?
—Significa un número importante de personas, no sé si diez,
quince o cincuenta personas. Lo que sí sé es que si yo saco
un revólver ahora y lo mato no estoy cometiendo un crimen
masivo.
—¿Tampoco sería masivo si la misma organización matara a
cien, por ejemplo?
—Si me dice que una sola persona mata a cien, seguramente
será un asesino serial y estamos hablando de masividad.
—Una persona sería un asesino serial con diez muertos...
Estamos hablando de una organización. ¿Es tan fácil de
determinar ese límite de masividad?
—No, no lo es, por eso hay mucha discusión dentro de la
jurisprudencia, de las doctrinas. Recordemos también que
quienes asesinaron en Brasil a esas cincuenta personas sí
tenían control del Estado, sí lo habían planificado y tenían
control territorial.
—Es totalmente incomparable la mayor gravedad que reviste el
mismo hecho realizado por el Estado: además de asesinar
personas, asesina el Estado de Derecho. Pero la cuestión de
grado no elimina el debate respecto de que los otros
crímenes también puedan ser de lesa humanidad.
—Me parece que no se configura el delito de lesa humanidad
con uno solo de los elementos.
—Masividad, control territorial y...
—Control del aparato del Estado. Se puede tener control
territorial y no ser parte del Estado. En Colombia hay una
parte del territorio sobre la cual (el Estado) no tiene
control, pero los delitos, las acciones militares que lleva
adelante esa parte del Estado dentro del territorio
controlado por las FARC…
—Las FARC controlan el territorio y sus crímenes son
masivos: ¿alcanza eso para que sean de lesa humanidad, o
tiene que ser el Estado?
—Creo que tiene que ser parte del Estado, o usar el aparato
estatal.
—¿Mientras no haya un Estado interviniendo, aunque maten 5
mil como en las Torres Gemelas, no se trataría de crímenes
de lesa humanidad?
—Habría que ver ahí qué Estado tuvo que ver. Es bastante
complejo responderle esta pregunta. Para mí, lo de las
Torres Gemelas no es de lesa humanidad, es un delito
aberrante.
—Usted ha hablado mucho sobre su tío, el represor Donda, que
fue quien la entregó a sus apropiadores. Pero nunca habla
del represor que la crió, el prefecto Azic. ¿Tiene una buena
relación con ellos?
—Tengo una buena relación con ellos, por eso en los
reportajes que doy, por una cuestión de respeto, no los
nombro.
—Su tío pidió la tenencia de su hermana mayor a su abuela.
¿Cómo es su relación con ella?
—Ella no quiere tener relación conmigo.
—Si tuviera en sus manos el destino de los represores de la
ESMA, ¿qué decisión tomaría?
—No sólo de los de la ESMA... Les otorgaría un juicio justo
con todas las garantías constitucionales y penales y que
cumplan la pena correspondiente al Código Penal vigente en
el momento que cometieron el delito.
—Primero fue concejal por Avellaneda del Frente para la
Victoria y luego la primera diputada nacional recuperada por
las Abuelas de Plaza de Mayo. Después de varios años como
legisladora, ¿en qué cambió su percepción de la política el
verla desde dentro?
—Me terminé de convencer de que lo mío no es una carrera
política, aunque algunos sí lo piensen como una carrera. Voy
a ser profesional cuando me reciba de abogada. Estoy
estudiando en la UBA, haciendo el práctico que me cuesta
bastante terminarlo por una cuestión de tiempo, pero creo
que la práctica social es importante. Ocupar un lugar en el
Congreso me hizo convencerme, porque ya me había dado cuenta
de que la política no es una carrera, no es ser hoy
concejal, mañana diputada y después senadora.
—¿No hay un ‘cursus honorum’, como en todas las otras cosas
de la vida, donde la persona va progresando cuando acumula
conocimientos y experiencias?
—Depende de lo que uno considera qué es la política y qué es
progresar. Para mí no es estar en cargos institucionales.
Uno está en los lugares donde le toca estar por una idea, y
la mía es cambiar la realidad, y para mí eso es la política.
Si cuando termine mi mandato de diputada, en 2011, mis
compañeros deciden que es mejor que vaya a Tierra del Fuego
a construir mi organización, iré, porque creo que uno debe
estar donde crea que es útil para un proyecto político de
transformación.
—Viendo el Legislativo desde dentro, ¿qué percepción le
cambió?
—Me di cuenta de que hay posibilidades de construir
consensos con gente diversa, y eso me parece interesante. Y
me di cuenta de la necesidad de construirlos. Cuando se
milita en un barrio o en una facultad es mucho más fácil, o
sale mucho natural, no tomar mucho en cuenta la unidad de
los otros y construir la propia representación. Cuando estás
dentro de una institución democrática, te das cuenta de que
la única forma de plasmar esas ideas es construyendo
consensos con la diversidad.
—¿La hizo más humilde?
—Sí.
—¿Por qué está en contra del blanqueo y la moratoria
impositiva?
—Del blanqueo, porque me parece que es una forma de
enfrentar a los evasores.
—También usted se manifestó en contra del veto de la
Presidenta a la ley de glaciares. ¿Por qué la Presidenta
vetó una ley aprobada por unanimidad?
—Presión de los lobbies mineros y de los intereses que
apoyan esas empresas, que están enquistados en la política.
Son grandes.
—¿Qué podrían hacerle esos lobbies a la Presidenta?
—No lo justifico, digo que los lobbies son grandes.
Seguramente, también compartirá algún tipo de interés. Los
lobbies son grandes, las presiones son grandes.
—¿Y por qué habrá vetado esa ley?
—La verdad es que no sé por qué vetó esa ley que había sido
votada por unanimidad. Me parece una vergüenza.
—Después de haber leído que, durante toda su carrera
política en Santa Cruz, los Kirchner no fueron precisamente
arduos defensores de los derechos humanos, ¿pensó que eran
campañas opositoras de la prensa o alguna vez dudó de que
los verdaderos Kirchner no sean los que ellos muestran ser
hoy?
—No la tengo. No la tuve en el pasado.
—La última vez que conversamos Ud. me dijo que siempre
supieron cuáles son los límites del kirchnerismo y que lo
acompañarían mientras fuera conveniente. ¿A quién le
convino, a Kirchner o a ustedes?
—Si fue conveniente para Libres del Sur no lo sé, y si lo
fue para el peronismo, tampoco. Estoy convencida de que fue
conveniente para el pueblo argentino, porque desde 2001 a la
actualidad estamos bastante mejor. Seguimos reivindicando
haber sido parte de este proyecto político porque nos dio la
posibilidad de haber sido los protagonistas en la
construcción de este piso desde donde partimos, pero no
aceptamos el techo que nos pone el Frente para la Victoria.
—¿Entonces, si hoy se corren es porque el kirchnerismo ya no
le conviene al pueblo argentino?
—Si nos corremos es porque no aceptamos ese techo bajo que
nos ponen.
—¿Pero si le conviniera al pueblo argentino?
—No le conviene porque, por ejemplo, el veto a la ley de
glaciares lo perjudica. Vamos a acompañar las cosas de las
que estemos convencidos, como por ejemplo la estatización de
las AFJP, y no las que creemos que están mal, como el
blanqueo.
—¿El quiebre con el Gobierno fue paulatino o desencadenado
por una situación particular?
—Fue un proceso. Primero tratamos de plantear dentro del
Frente para la Victoria cuáles eran nuestras visiones,
tratamos de plasmarlas. Ya no había espacio para seguir
discutiendo y se hizo imposible compartir algunos espacios.
Me niego a que Rico sea una opción en la provincia de Buenos
Aires, y que hoy sea la cara visible del proyecto del Frente
para la Victoria o del Partido Justicialista en San Miguel.
—¿Habló con su compañero de bancada Carlos Kunkel, quien más
apoyó a Rico en San Miguel?
—No lo hablé nunca.
—¿Vale tanto el peronismo en San Miguel como para que el
kirchnerismo pierda aliados y quede tan en evidencia?
—No. Al aparato del Partido Justicialista en las elecciones
de 2005 en San Miguel y en toda la provincia de Buenos Aires
se le ganó. Tiene que ver con otro tipo opciones.
—¿Es autodestrucción, soberbia, darse el lujo de hacer
cualquier cosa?
—No, es recostarse en una estructura política que tiene
poder porque tiene mucho aparato. Es elegir esa estructura
antes que el camino de construir una opción diferente, donde
la política no es el aparato, que los aglutine las ideas y
no los puestos o estructuras tradicionales.
—Ahora que Humberto Tumini se alejó del kirchnerismo, los
jóvenes K se refieren a él como “vandorista de izquierda”.
¿Tiene idea de qué quieren decir con eso? ¿Sabía que Vandor
fue un dirigente sindical asesinado, muy importante, y que
los Montoneros, en los 70, le cantaban a José Rucci: “Rucci,
traidor, a vos te va a pasar lo que le pasó a Vandor”, y
finalmente también fue asesinado? ¿Es una amenaza?
—Habría que preguntárselo a los supuestos jóvenes que
escriben esto. Tumini es el secretario general de nuestra
organización, y una de las personas más consecuentes que
conocí en mi vida. Habría que preguntarles a ellos quién es
Vandor, que quería construir este peronismo sin Perón y fue
uno de los que construyó, dentro del Partido Justicialista,
la parte que se opuso a la resistencia peronista que era la
que quería construir un país más justo. Hay que ver bien
quién es Vandor.
—D’Elía dijo que “a la izquierda de Kirchner no hay nada”,
¿se equivoca?
—No me gusta polemizar con él porque no lo entiendo mucho, a
veces. Nunca me senté a tener una larga charla con Kirchner,
no sé qué tan izquierda es. Me parece que hasta son términos
que ya están…
—¿Obsoletos?
—Sí. De parte de qué tipo de sociedad estás. Yo estoy de
parte de una que es muy diferente de la que quiere Reutemann
en Santa Fe. Claramente, Kirchner quiere hacer una alianza
con él. Yo no sé qué es la izquierda para D’Elía.
—¿Qué es la izquierda para usted?
—Lo que tenemos que definir es ese proyecto progresista,
nacional y popular, democrático, que nuestra sociedad está
esperando para volver a enamorarse de la política y volver a
participar.
—¿Izquierda y derecha no alcanzan para definir el
territorio?
—Nada.
—¿Qué palabras cree que lo representan mejor?
—Nosotros debemos ser progresistas, del campo nacional y
popular, profundamente democráticos, y lo que está enfrente
son las corporaciones políticas, la antidemocracia. En el
medio hay un montón de grises. Hay mucha gente con ese
proyecto que nadie quiere volver a vivir, donde no se piensa
que hay que redistribuir la riqueza.
—D’Elía es nacional y popular y piensa que hay que
redistribuir la riqueza.
—Por eso digo que en el medio hay muchos grises.
—¿Los populismos terminan derechizándose?
—No.
—¿Qué piensa de Chávez?
—Que encabeza un cambio en la sociedad venezolana, apoyado
por el pueblo con mucho entusiasmo. Ha ganado creo que ocho
elecciones, todas menos la anteúltima.
—¿Se siente representada con el proyecto que él representa?
—Sí.
—¿Votaría por él?
—Sí, creo que Chávez empezó a construir el bloque
latinoamericano tan necesario para pararse como región.
—¿Es más nacional, popular, progresista y democrático que
Néstor Kirchner?
—Seguramente, coincido más con Chávez.
—¿Sigue creyendo en este proyecto o dejó de creer?
—Nunca me definí como kirchnerista, porque creo que los
personalismos le han hecho mucho mal a la política. Sí tengo
algunas cosas en común con el proyecto que encabeza Néstor
Kirchner, y otras no tanto.
—¿Hubo una decepción?
—No. Como la realidad, la política no es una foto. Está
conformada por hombres y mujeres que van tomando decisiones.
Hoy Kirchner ha tomado decisiones con las cuales nosotros no
estamos de acuerdo.
—¿A qué atribuye el cambio de rumbo?
—En 2003 había un Kirchner que enamoraba a la sociedad con
un discurso y una práctica de abrir su gobierno a
organizaciones sociales, y se hablaba de construir la
transversalidad. Es una idea que realmente me atrae mucho,
la necesidad que tiene nuestra sociedad de terminar con los
partidos tradicionales, vacíos de contenido político y de
ideología. La ideología tiene que ver con este conjunto de
ideas que mueven al ser humano y hoy me parece que el
Partido Justicialista y la UCR no son más que estructuras
donde se junta gente para ir haciendo carrera política o
tener algún cargo en el Estado.
—¿Necesitan los países profesionales de la política?
—No, le han hecho mucho mal.
—¿Y cómo se organizaría una sociedad sin un servicio público
profesional?
—Con partidos políticos donde haya hombres y mujeres
convencidos de que la política no es un medio de vida, una
forma de ir ascendiendo en la sociedad. No es una forma de
hacer carrera, sino una herramienta de transformación.
—Sin carrera no hay acumulación de conocimientos,
experiencia y maduración. ¿Cómo se generan ministros y
gobernadores que sepan administrar o legisladores que sepan
dictar leyes?
—Puedo estar de acuerdo con usted, pero no creo que eso sea
una carrera, ser un profesional de la política: creo que eso
es hacer bien las cosas. Por ejemplo, Sabatella ha hecho una
gestión exitosa en Morón, ha construido consenso en la
sociedad.
—¿Cree que podría aspirar a ser gobernador?
—Sí, pero para mí eso no es hacer carrera.
—Volvemos a una discusión semántica. Si pone tanto foco al
lenguaje es porque está cargando de ideología a las
palabras. Cuidado con caer en un pensamiento dogmático.
—Coincidimos en el fondo de lo que dice. Para mí lo
semántico encierra ideología.
—¿No le gustaría, a lo largo de su vida, hacer un avance en
el servicio público?
—Por supuesto que sí, pero nunca que me consideren
profesional de la política.
—Habría que ver qué toca de su inconsciente la palabra
profesional. No es peyorativa.
—Macri me parece un profesional de la política.
—Al contrario, es un aprendiz. Un profesional, seguramente,
es Alfonsín. Cambiemos de tema. ¿La distancia con el
kirchnerismo la separa de otros miembros de HIJOS, como Juan
Cabandié?
—Ni Juan ni yo somos miembros de HIJOS. No compartimos nunca
la misma identidad política. Yo empecé a militar hace once
años en esta agrupación y siempre milité en la misma. El
empezó en el kirchnerismo, y el acercamiento que tengo es de
índole personal.
—¿Qué opina de las críticas contra el Gobierno sobre su
“utilización política” de los derechos humanos y de los
organismos?
—Me parece injusta.
—¿Alguna vez se sintió políticamente utilizada por ser hija
de desaparecidos?
—Nunca.
—¿Por qué cree que los juicios a los represores no se
terminan consumando? ¿Cree que el kirchnerismo, a través de
la Procuración General de Esteban Righi, tiene elementos
para transformar el discurso en hechos y no los utiliza?
—Tiene los elementos. Me parece que hay un conjunto de cosas
que hace que los juicios a los represores no se consumen.
Hay algunas áreas sobre las cuales todavía no hemos
avanzado. Por ejemplo, tener un programa de protección de
testigos serio, una ley que inhabilite, hasta tanto no se
les abran las causas, a las personas que ocuparon lugares de
responsabilidad política, que ocuparon cargos públicos y que
están acusados en la Conadep y en los Juicios por la Verdad,
para que no puedan ser funcionarios públicos o presentarse a
elecciones.
—Hace ya casi dos períodos legislativos la bancada radical
del Senado presentó un proyecto para agilizar los juicios.
El oficialismo no lo quiso tratar. ¿A qué lo atribuye?
—Este año también se presentaron cinco proyectos. Los más
destacados eran generar instancias de oralidad para agilizar
el proceso, y fue aprobado, se creó el fondo de recompensas
para que también los miembros de seguridad y Policía puedan
denunciar dónde están los prófugos. Hay cerca de 65 prófugos
y 30 sentencias: más prófugos que condenados. Los esfuerzos
que se han hecho no alcanzan y creo que es porque los
intereses que se tocan cuando uno habla de dictadura todavía
son poderosos.
—Si en el Senado el bloque radical propuso una ley que
permita agilizar los juicios, ¿no la hace sospechar, como
dicen los radicales, que en realidad el kirchnerismo no le
dio bolilla para no darle el crédito a un proyecto
presentado por la oposición?
—No. No voy a hablar mal de un proyecto que no conozco. Creo
que pasa por estos intereses que todavía son muy altos. El
proyecto de ley de inhabilitación que presentamos nosotros a
principios de año todavía no salió porque no dieron quórum
ni el Frente para la Victoria ni la UCR. Es llamativo, no en
términos de que haya un complot entre las dos fuerzas
políticas, sino que todavía haya personas dentro del
Congreso que tienen su compromiso puesto en otro lugar que
no es en la sociedad.
—¿No le sorprende que usted desconozca el proyecto
presentado en el Senado el año pasado, cuando entraba como
diputada? Es el proyecto más importante y está presentado
por los dos camaristas que juzgaron a los comandantes.
—Tiene que ver también con la falta de esfuerzo de la UCR en
generar consensos; hay que ver cómo se trabajó en el
Congreso. Es llamativo que a quienes trabajamos mucho con
los derechos humanos no nos haya llegado el proyecto. Cuando
uno presenta un proyecto, tiene que mostrarlo a otros
legisladores e ir construyendo consensos. No sé si era
bueno, si aceleraba las causas o ponía más trabas de las que
hay.
—¿Qué hay detrás de la decisión de la Cámara de Casación
sobre Astiz y Acosta?
—Es la misma que se tomó tres años en decidir acerca de la
presentación de un recurso que interpusieron los abogados de
los represores.
—No son los mismos cámaristas.
—Para mí es la misma cámara en cuanto a la consecuencia
política de beneficiar a determinados personajes.
—¿Es una cuestión ideológica y no técnica?
—Claramente. Estamos revisando las decisiones que tienen que
ver con el cese de la prisión preventiva de delincuentes
sociales y no personas acusadas de crímenes de lesa
humanidad.
—Usted hablaba de la jurisprudencia internacional, parte de
esa jurisprudencia, a la cual la Argentina ha adherido en el
Tratado de San José de Costa Rica, indica que nadie puede
estar detenido sin juicio más de tres años. ¿Comparte eso?
—Totalmente.
—Entonces, si fuera juez y tiene esta ley, ¿no tendría que
cumplir con la ley?
—Primero, la ley es una discusión política. Después, yo
empezaría a revisar las causas del 70 por ciento de la
población carcelaria de nuestro país que está detenida con
prisión preventiva, sin juicio sorteado y que son pobres y
que no cometieron delitos de lesa humanidad.
—También les cabría.
—No tendrían que estar detenidos y la mayoría están desde
hace más de tres años. Me parecería bueno que la Cámara de
Casación Penal empiece a liberar ahora a todos los que están
con prisión preventiva, sin tener ni fecha de juicio oral,
para cumplir con esta legislación internacional. El problema
con este tipo de juicios es que se tuvo veinticinco años de
impunidad absoluta, una cámara que tuvo ese mismo expediente
en un cajón para que pasen los tres años de prisión
preventiva. No tengo información para acreditar esto, pero
si lo tuvo tres años en un cajón y después se apoyan en esta
legislación que existe, y que vamos a seguir defendiendo los
que defendemos los derechos humanos, me hace sospechar que
algo pasó.
—Asumiendo la hipótesis de que la Sala 2 de la Cámara de
Casación está integrada por filoprosecistas, y que quedan
resabios en la Justicia de personas nombradas en la época
del Proceso afines a su ideología, cuánto peor debe haber
sido cuando la democracia comenzó. Entonces, ¿cómo hizo
Alfonsín para condenar en dos años a todos los comandantes
en un contexto de debilidad absoluta?
—No sé si era un contexto de debilidad absoluta.
—Hubo asonadas con tanques que salieron a la calle.
—Caputo dijo en un reportaje hace poco que cuando fue lo de
Semana Santa o lo del movimiento carapintada, ellos sabían
que no había posibilidades para un golpe de Estado.
—Una cosa es no tener capacidad de dar un golpe de Estado y
otra es la de crear suficiente conmoción y muertes.
—Me parece que con la recuperación de la democracia no había
un gobierno débil. Al contrario: era absolutamente fuerte.
—Déjemelo plantearlo de otra manera. ¿Los militares hoy
están menos fuertes que cuando la democracia recién
comenzaba?
—Sí.
—¿Cómo explica que estando hoy menos fuertes, Alfonsín los
pudo juzgar en dos años y hoy no podemos?
—Yo creo que los estamos juzgando. De hecho tenemos 30
sentencias.
—¿Pero no cree que ya se tendrían que haber juzgado a todos?
—Sí.
—¿El Gobierno no debió preocuparse en construir un sistema
procesal eficaz dotando de recursos a la Justicia, sumando
un sistema de protección a testigos, agrupando causas para
que en pocos juicios haya muchos casos y muchos condenados?
¿No le faltó ejecutividad?
—Es producto de un gobierno heterogéneo. Yo creo en la
vocación de algunos miembros del Gobierno de avanzar con los
juicios.
—¿Y de otros, no?
—Y de otros, no.
—¿No duda de que a lo mejor no es ideológico, sino ejecutivo
el problema, que algunos son incompetentes?
—De algunos, sí.
—¿Qué evaluación hace del trabajo del fiscal Taiano y del
juez Sergio Torres en la causa ESMA?
—Torres ha hecho un trabajo no todo lo bueno que hemos
esperado desde los organismos. Pero no es un mal juez.
—¿Le gustaría integrar el Consejo de la Magistratura como
diputada nacional?
—Me parece un lugar interesante y absolutamente
desaprovechado. El Gobierno debería replantearse qué es lo
que está haciendo el Consejo de la Magistratura.
—¿Siente que en la modificación se perdió o se ganó?
—Más allá de cuántos son los que lo integran, lo importante
es la idoneidad. Y cuando hablo de idoneidad, hablo de tener
un compromiso con la construcción de una Justicia diferente.
—Obviamente es muy importante lo cuantitativo pero si se
modifican las proporciones y quien antes tenía minoría pasa
a tener mayoría o veto, en ese caso lo cuantitativo pasa a
ser determinante.
—Sí, pero que haya mayor injerencia de la oposición no
genera que la Justicia funcione bien. El problema es quiénes
integran el Consejo de la Magistratura, cuál es su rol y
cuál es el control que efectivamente ejerce.
—¿El Gobierno tiene una asignatura pendiente en el Consejo?
—Sí, totalmente.
—¿Es crítica respecto de la acción de Kunkel?
—Con Kunkel, como con el kirchnerismo, coincido con algunas
cosas. En algunas se han trabajado bien desde el Consejo y
en otras no.
—Asumió como diputada en diciembre, y la otra diputada de su
agrupación, Cecilia Merchán de Córdoba, también. ¿Les tocó
el año en el que el kirchnerismo cambió?
—Nos tocó asumir en un cambio de gobierno. Es la continuidad
de un proyecto político, pero hay un cambio de gobierno y
hay una modificación.
—¿Empeoró el Gobierno?
—Creo que el Gobierno empezó a tomar decisiones con las que
no estábamos de acuerdo después de las elecciones de 2005, y
no en 2007.
—En 2005 es cuando le gana a Duhalde.
—Sí, después de haber ganado en la provincia de Buenos
Aires, yo ya no estaba de acuerdo.
—¿Se siente peronista?
—Las filiaciones políticas están bien. Hay que
reconstruirlas. Mi mamá y mi papá fueron peronistas y
murieron por una patria en la que ellos creían. Entonces, si
me lo pregunta desde lo sentimental, la verdad es que yo
estoy convencida de que, con el peronismo en el corazón,
desde la cabeza hay que estar convencido de que hay que
construir otra cosa.
—¿Es peronista sentimentalmente pero no orgánicamente?
—Es una estructura jurídica vaciada.
—¿No tiene ninguna ilusión de que un peronismo disidente
vuelva a llenar de contenido ese vacío?
—No, el PJ ya no puede dirigir ningún proyecto
transformador. Un sector del PJ puede ser parte de un
movimiento transformador. Pero no puede ser la columna
vertebral.
—Tumini también dijo: “Debemos juntarnos para darle la lucha
política tanto al macrismo como a la derecha encubierta de
Carrió, De Prat-Gay y Bullrich”. Carrió fue la primera que
propuso en el Congreso la derogación de las leyes de
Obediencia Debida y Punto final, ¿puede ser de derecha una
persona con esa historia?
—Sí, igual creo que la primera fue Patricia Walsh.
—No cambiaría la pregunta el que fuera la segunda pero fue
la primera junto con otros diputados del ARI y, también,
Patricia Walsh en 2002.
—En ese reportaje Tumini define a Carrió como de derecha
encubierta en virtud del proyecto político y económico que
ella reivindica. ¿Quién puede estar de acuerdo hoy con que
los militares estén libres? Macri no está de acuerdo, pero
sin embargo dijo que para él el mejor intendente fue
Cacciatore. Por eso me parece que no hay contradicción: uno
puede decir que los militares deben estar presos y ser de
derecha. Por eso me parece que Carrió es la derecha
encubierta, no sólo de la ciudad sino del país. Y a veces no
tan encubierta, cuando tiene sentado a De Prat-Gay al lado.
—La entiendo, pero hay algo que me parece contradictorio.
Dice que comienzan a distanciarse del Gobierno a partir de
2005, cuando se incorporan los caciques del Conurbano, y que
entre el 2003 y el 2005 hubo la máxima afinidad. Pero De
Prat-Gay fue justo el presidente del Banco Central de
Kirchner los primeros dos años de su gobierno.
—Pero De Prat-Gay nunca definió la política económica.
Siempre se le criticó a Kirchner que ni el presidente del
Banco Central ni el ministro de Economía definían la
política económica del gobierno, y de hecho por eso lo echan
a Lavagna.
—Se le comenzó a criticar eso a Kirchner después de haber
echado a Lavagna y a De Prat-Gay, quienes habían comenzado
en sus cargos con Duhalde.
—Uno con las fechas se puede enredar. A Lavagna lo echan
antes de las elecciones y a De Prat-Gay, también.
—No, a Lavagna lo echa después de las elecciones. Cuando las
gana es que Kirchner asume directamente el control de la
economía. A De Prat-Gay lo había echado un año antes pero
igual fue su presidente del Banco Central los primeros años
de su gobierno: 2003 y 2004. ¿De Prat- Gay no es de derecha
cuando integra una alianza afín y pasa a ser derecha cuando
su alianza es otra?
—Nunca estuvimos de acuerdo con De Prat-Gay ni con Lavagna.
Sin embargo, participamos del gobierno porque creímos en el
rumbo político que estaba tomando. De 2003 al 2005, varias
veces Lavagna y Kirchner se enfrentaron por ciertas
decisiones que debían tomar. Por ejemplo, cuando Lavagna
decía que el aumento de salarios producía inflación. Esto
pasó antes de 2005, y desemboca en que Lavagna deje su cargo
de ministro de Economía a comienzos de 2006 y aparece una
ministra. Es lo que decía antes. Este es un Gobierno
heterogéneo y siempre lo fue. De hecho, al principio, cuando
Kirchner hizo campaña, nosotros no lo apoyamos y proponíamos
el voto en blanco. Vimos después voluntad de este Gobierno,
al menos de una parte, de construir algo diferente. Y creo
que eso diferente se pudo construir, es ese piso del que
hablaba al principio. Eso no significa que todos los que
estuvieron en el Gobierno eran nacionales y populares y
coincidíamos con todos. De Prat-Gay fue, es y será una
persona que reivindica un modelo neoliberal de la economía,
y nosotros no estamos de acuerdo.
—Pero al final Lavagna tubo razón, cuando él se fue la
inflación se disparó y se consumió parte de los aumentos de
sueldos. A partir de 2006, por causa de la inflación, los
índices de pobreza volvieron a crecer. Entonces, Lavagna
merecería un poco de reconocimiento, ¿no le parece?
—Creo que no. La inflación tiene que ver con la falta de
control sobre los mercados y sobre las empresas. Es creer
que la economía se puede manejar si uno tiene oligopolios y
no una economía diferente.
—¿No le parece que fue al revés? Cuando se va Lavagna se
intensifican los controles, crece la figura de Moreno y
demuestra el fracaso de los controles porque junto con ellos
crece la inflación.
—Algunas empresas coincidían más con las ideas de Lavagna.
Precisamente tienen el poder de generar inflación porque son
oligopolios.
—¿O sea que hubo inflación porque se fue Lavagna pero es
culpa de Lavagna?
—No estoy diciendo eso. Seguramente, tenían determinados
intereses en que esté ese ministro de Economía y no otro.
—¿La inflación resurge porque los empresarios amigos de
Lavagna estaban boicoteando a la nueva ministra de Economía?
¿Realmente piensa que la inflación la crean esos empresarios
cercanos a Lavagna?
—No estoy diciendo eso. Yo creo que la inflación se crea
porque no hay control. Todos le critican a Moreno que es
patotero; pero para mí el problema es que no hay control y
que no se puede pensar que la inflación se va a terminar
porque haya un acuerdo con dos cámaras, con dos o tres
empresas y con los dirigentes de los supermercados.
—¿Por qué cree que cuando se va Lavagna crece la inflación
si aparecen los controles de Moreno?
—Yo creo que Moreno no controla.
—¿Y Lavagna controlaba?
—No, estábamos en una economía diferente.
—Entonces parecería que no es el control sino una economía
diferente.
—Pero que la economía fuera diferente no significa que fuera
buena.
—¿Le parece que hay algo peor para la gente de bajos
recursos que el crecimiento de la inflación a niveles
preocupantes?
—Es peor que haya desempleo.
—¿Un crecimiento alto de la inflación no termina aumentando
el desempleo?
—La verdad es que hoy tenemos una tasa de desocupación que
viene creciendo, pero no es la de 2001. Y en 2001 no había
inflación.
—Sí, eso está claro. Pero yo pregunto si cierto crecimiento
de la inflación genera desempleo.
—Hoy tenemos una inflación alta y está creciendo la tasa de
desempleo. Pero para la gente de bajos recursos es peor el
desempleo que la inflación.
—Contemplando tanto desempleo como inflación, ¿la economía
de 2005 no era mejor que la de 2007?
—Sí, pero la política económica en el gobierno de Kirchner
siempre fue marcada por Kirchner y no por el ministro de
Economía.
—¿No le parece que eso fue a partir de 2005?
—No, antes también.
—¿Qué hacían entonces los mismos funcionarios económicos que
había dejado Duhalde?
—Tanto Kirchner como Duhalde compartían la política
económica.
—¿La misma? ¿Por qué cuando Kirchner vence a Duhalde cambia
al ministro de Economía y al presidente del Banco Central?
—Sí, pero eso no quiere decir que el modelo económico no sea
el mismo.
—¿Y para qué los cambió?
—¿A usted le parece que una persona sola es la que lleva
adelante el modelo económico?
—No resulta tan claro el modelo económico de Kirchner como
sí su modelo financiero, pero sea cual fuera y aun si no lo
hubiera o no fuera tan claro, no cabe duda de que un
ministro eficaz o un presidente del Banco Central competente
hacen mucha diferencia aun con el mismo plan.
—Sí, pero hay que tener en cuenta que las condiciones
internacionales en 2005 y ahora no son las mismas.
—No ahora, pero sí en 2007. Incluso eran todavía mejores.
Uno de los efectos secundarios de la extrema ideologización
es que subestima la importancia del factor humano, la misma
idea, buena o mala, llevada a la práctica por alguien muy
experto logra resultados diferentes.
—Para mí, la práctica está guiada por la ideología.
—A esa perspectiva es a la que temo, la ideología como la
religión corresponde al terreno de lo moral; el conocimiento
técnico, no.
—Entre práctica y teoría hay una relación dialéctica.
—Si todo se reduce a una cuestión ideológica, un ejemplo
extremo sería privilegiar a un médico socialista por sobre
un médico neoliberal, no nos importará si los funcionarios
son mejores o peores.
—Sí, estoy de acuerdo.
—¿Comparte con Tumini que “el gobierno dejó de ser
progresista”?
—Dentro del Frente para la Victoria han consolidado en los
lugares de poder al Partido Justicialista, que,
evidentemente, no es progresista, sino más bien todo lo
contrario.
—Hace una semana entrevisté a Scioli durante casi cuatro
horas y fue una máquina de responder de manera no
conflictiva. Hago votos para que usted, que está empezando
en la política, no se contagie.
—Yo soy una máquina de responder de manera conflictiva, así
que no se preocupe.
—¿Se equivoca Emilio Pérsico, en el pasado muy cercano a
Tumini y su aliado de Barrios de Pie, Jorge Cevallos, al
decir que “la única manera de cambiar la Argentina es
colaborando con el Gobierno”?
—Sí.
—¿Puede ser un poco más amplia?
—Habría sido bueno que ellos hubiesen participado de las
internas del Partido Justicialista, pero no pudieron o no
los dejaron presentarse. Así que, evidentemente, no es desde
dentro del Partido Justicialista desde donde se pueden
cambiar las cosas.
—¿Podrá guiarlos, consciente o inconscientemente, el hecho
de que estando cerca del Gobierno están en una situación más
cómoda que fuera de él?
—No sé qué es lo que los guía a tomar esa decisión. Pero
ojalá que se den cuenta de que lo que nos tiene que guiar
son las ideas.
—¿Si usted se hubiese quedado con el kirchnerismo, le habría
ido mejor?
—Seguramente.
—Tumini denunció: “Tenemos más chicos en los comedores, hay
menos changas, menos trabajos domésticos y menos dinero en
los bolsillos de la gente”. ¿Crecieron en los últimos meses
el hambre y la pobreza en los barrios más castigados del
Conurbano?
—Sí.
—¿Eso quiere decir que las cifras del Indec son mentirosas?
—Sí.
—Moyano dijo que ustedes corren a Kirchner por izquierda. ¿Moyano
es de izquierda o de derecha?
—Es un personaje extraño, porque hay que recordar que tiene
mucho consenso entre los trabajadores de su gremio.
—Gana todas las elecciones, como Chávez.
—No sé si como Chávez.
—En la CGT, sí.
—No coincidimos ni con su forma de construcción política, ni
con la visión que tiene de la realidad, ni con la manera de
defender los derechos de los trabajadores, ni con su
práctica política. El y muchos otros le han hecho mal a la
imagen del sindicalismo en la Argentina, con lo necesario
que es tener una organización sindical que realmente
defienda los derechos de los trabajadores. Por eso vamos a
seguir reivindicando la necesidad de que la CTA tenga
personería jurídica.
—¿Qué importancia tuvo para usted la educación?
—La educación es lo que termina de determinar la identidad.
Y hablo de educación en términos formales, porque la
educación es mucho más que eso. La educación formal es
fundamental porque es lo que permite conocer los distintos
caminos que uno puede tomar en la vida.
—Tuvo una educación confesional. ¿Le quedó un buen recuerdo?
—Más o menos.
—¿Fue nutritiva?
—En términos formales, sí; pero en términos informales, no.
No puede ser eficiente una educación que no les permita a
los jóvenes discutir acerca de su sexualidad.
—¿Qué opinión le merece que el ministro Aníbal Fernández
afirme que la Argentina no es un territorio de producción de
drogas? ¿A quién le cree?, ¿a Fernández o a Stornelli?
—Aníbal Fernández lo que dice es que en la Argentina hay
producción de drogas sintéticas, pero hay menos cocinas de
cocaína. Y eso me parece que es cierto por determinadas
condiciones territoriales.
—Es difícil competir con Colombia y Bolivia en producción de
cocaína, pero sí podríamos ser un país de producción de
drogas sintéticas.
—Sí. No leí en ningún reportaje que Aníbal Fernández haya
dicho eso. Lo que dijo es que en la Argentina lo que se ha
instalado en mayor cantidad son cocinas de drogas
sintéticas.
—¿Cómo califica el consumo de drogas, especialmente la
situación de los jóvenes y adolescentes? Según su opinión,
¿debería despenalizarse el consumo?
—Es un tema que pensé mucho porque yo milito en los barrios,
que es uno de los lugares en los que se puede ver con mayor
crueldad el daño que producen las drogas. Y digo con mayor
crueldad porque hay una diferencia entre la cocaína que se
aspira en Dock Sud y la que se aspira en otro lugar. Y eso
también es importante.
—Igual, hace mal.
—Sí, hace mal de la misma forma. Pero en Dock Sud ni
siquiera se aspira cocaína, sino que terminan muertos en
tres meses por la pasta base, y en los lugares de mayor
poder adquisitivo hay más posibilidades de no deteriorarse
tanto. Lo que hace falta es una política de Estado destinada
a pensar que el problema de las adicciones no es solamente
un problema de salud y policial, sino un problema social, y
que son las condiciones sociales las que van generando las
adicciones. Después, pensar que es imposible terminar con el
flagelo de la droga si no terminamos con la corrupción
policial y política en aquellos territorios en los que la
droga se distribuye. Porque a nadie se le ocurre pensar que
en un barrio se puede distribuir paco sin estar arreglado
con la comisaría.
—Lo que dijo Zaffaroni: no hay droga si no hay connivencia
con la Policía.
—Exacto. También hay cosas que no están avanzadas. Por
ejemplo, los centros de rehabilitación y tener políticas
destinadas a mejorar la salud de los chicos que consumen
algún tipo de sustancia. También ver cuáles son las
condiciones sociales en las que viven y mejorarlas. Pero
aunque se solucione eso, si seguís teniendo connivencia
entre la Policía y la política, no vas a solucionar nunca el
problema de la droga.
—¿Eso es Duhalde?
—Es uno de ellos.
—¿Le resulta verosímil la versión que indica que a comienzos
de los 90 hubo un cambio cuando la política le pidió a la
Policía que cobrara una parte para financiar la caja
electoral?
—Lo escuché. Pero la Policía siempre estuvo vinculada con la
droga.
—La versión de que hasta los 90 eran sólo la prostitución y
la quiniela, y recién a partir de que la política pidió una
parte tuvieron que aumentar los negocios y pasar a la droga.
—Las corporaciones mafiosas van buscando los negocios más
rentables, y así como hace cincuenta años eran la
prostitución y la quiniela…
—Entonces, para Ud., ¿la droga es independiente de la
política?
—Sí.
—Dado que su militancia comenzó muy joven, ¿se sentía
distinta a las chicas de su edad?
—La verdad que no.
—¿Va a bailar? ¿Sale?
—Ahora un poco menos por la responsabilidad que implica
representar un proyecto político dentro del Congreso de la
Nación. La verdad es que nunca estudié tanto como éste
último año y sobre temas tan diversos.
—¿Cómo conoció a su novio? ¿A qué se dedica?
—Es casi sociólogo y trabaja en el Ministerio de Desarrollo
Social de la Nación, en la Dirección Nacional de la
Juventud. Y nos conocimos militando de chicos en la misma
organización.
—¿Ser diputada y toda su obligación política le hicieron
cambiar su estilo de vida?
—Algunas cosas. De chica siempre me gustó bailar, y ahora no
puedo ir a cualquier lugar. Estar en un bar tomando algo con
amigos también es difícil. Primero, por los tiempos, y
después porque hay determinada imagen que uno tiene que
cuidar, cosas a las que antes no le prestaba atención. Por
ejemplo, la manera de vestirme.
—¿Cambió su look?
—La forma de vestirme.
—¿Se siente cómoda con vestidos, o con jeans y remeras, como
antes?
—No me siento igual de cómoda, pero ya lo voy a incorporar.
—¿Cómo la tratan los diputados que son sus colegas? ¿Las
mujeres la celan porque es más joven o los diputados
intentan seducirla?
—Hay de todo en el Congreso. Las diputadas no me celan.
—Dicen que los diputados varones la elogian mucho. ¿Esos
intentos de seducción alguna vez le ha traído algún problema
relevante?
—No. El problema que tengo, aunque creo que es de género, es
el tema del espacio público. Por ejemplo, ¿alguna vez le
pasó a usted en alguna discusión que alguien le diga por qué
te enojás si sonriendo sos más lindo? Seguro que no. A los
hombres suele no ocurrirles, pero a las mujeres sí nos pasa.
Y es un problema, porque se ponen en una actitud de levante
en vez de discutir, y uno tiene que remar más para ponerse a
discutir de nuevo. O también que le digan: “Bueno, nena…”.
—¿Siente que la subestiman?
—A veces, sí.
—Como cofirmante de los “21 puntos básicos por el derecho a
la comunicación”, referidos a la Ley de Radiodifusión
presentados en la HCD, ¿cómo califica que dentro de un marco
democrático el PJ se ensañe con algunos medios y
periodistas?
—Con algunas cosas que plantean sobre los medios de
comunicación estoy de acuerdo, porque no estoy de acuerdo
con que en una sociedad democrática uno pueda pensar que la
comunicación no es un derecho sino un negocio. Es un
negocio, es verdad, pero primero hay que pensar que es un
derecho de los ciudadanos.
—Coincido plenamente.
—Atenta contra ese derecho que los medios de comunicación
estén cada vez en menos manos. La forma de combatir esos
oligopolios de la comunicación no es acordando con ellos,
sino sancionando una nueva ley. Critiqué y voy a criticar la
fusión de Cablevisión con Multicanal, por ejemplo. Porque
eso no es discutir con Clarín, precisamente. Si yo voy a
discutir con este grupo, bueno, no tomo la decisión de
beneficiarlo.
—¿Y no le resulta sugerente que, casualmente, el Gobierno
aprobara esa fusión?
—Me resulta producto de esa heterogeneidad no sólo en la
composición del Gobierno, sino también en su pensamiento.
—Y que los medios de Hadad sean de los más afines al
Gobierno ¿Cómo se lo explica?
—Porque para ese grupo la comunicación debe ser un negocio.
—Para el grupo, sí. La pregunta es por el Gobierno.
—No me lo explico y no lo comparto. Si fuera gobierno,
construiría una ley en la que creo que deben estar esos 21
puntos que firmamos.
—Pasa lo mismo en los medios y en la política: barones del
Conurbano, Clarín, Rico, Hadad. Ud. lo explica por la
heterogeneidad del Gobierno. ¿Nunca duda de que se trate de
demagogia, que se diga una cosa para hacer otra?
—En algunos casos se dice una cosa y se hace otra, y en
otros casos es consecuente con sus ideas. Este Gobierno
tiene contradicciones. Por un lado, tiene a los barones del
Conurbano y a gobernadores inclasificables, y por otro,
impulsa algo que defendí y voy a seguir defendiendo, que es
la implementación de la movilidad jubilatoria.
—Nunca sospechó, entonces.
—Nunca me surgió la duda porque siempre tuve claro que había
cosas con las que coincidía y otras con las que no. Sigo
reivindicando haber sido parte de un gobierno que es el
primero que les dio un aumento a los jubilados.
—¿Y por qué no les iba a dar un aumento a los jubilados si
era evidente que con la devaluación y la inflación iban a
cobrar menos en términos reales que cuando no les daban
aumento durante la convertibilidad?
—Hubo un gobierno que les recortó el 13%.
—Creo que confunde términos reales con nominales, en
diciembre de 2001 antes de la devaluación y aun con el 13%
menos el poder de compra de la jubilación era mayor que la
de 2003. Cualquier gobierno hubiera aumentado las
jubilaciones estatales.
—La verdad es que los jubilados siempre han sido un factor
de ajuste.
—Y lo siguen siendo.
—Yo voté a favor de la ley de movilidad jubilatoria, pero no
estaba de acuerdo con la fórmula de la movilidad. Les habría
dado el 82% móvil, que es la reivindicación histórica de los
jubilados y de la CTA. Pero creo que es bueno avanzar y
tener una ley de movilidad.
—¿Kirchner tiene contradicciones, pero es sincero?
—Sí.
—¿Hay algo que no le haya preguntado y quiera decir?
—Sobre algo que salió en la revista Noticias y que tiene que
ver con el rol de los organismos de derechos humanos. No
creo que haya una utilización por parte del Gobierno de los
organismos de derechos humanos para parecer de izquierda y
terminar haciendo las cosas por derecha. Lo que sí creo es
que este Gobierno toma reivindicaciones históricas. Haber
tenido un presidente que haya dicho que se siente parte de
la generación del 70 y que haya pedido disculpas públicas a
las Madres en nombre del Estado es algo que ningún
presidente hizo. Ni siquiera Alfonsín.
—No, Alfonsín, directamente, metió presos a los comandantes.
—Ahora los estamos metiendo presos también. Pero Alfonsín
después dejó libre a todo el resto, y eso nosotros le
criticamos muchísimo.
—Ud. misma dijo que se agregaron treinta condenados y
sesenta prófugos.
—Sí, pero seguiremos trabajando para que estén todos presos.
También hoy hay miles de procesados que Alfonsín dejó
libres. Entre ellos, mi tío, que gracias a Alfonsín salió
libre, le hizo un juicio a mi abuela por la tenencia de mi
hermana, y lo ganó.
—Sí, eso es aberrante.
—Hay que tener muy claro que determinados organismos, como
las Abuelas de Plaza de Mayo, han llevado adelante una
función que debió haber sido del Estado, y nunca fue así.
Hasta Menem tuvo que reconocerles esa función, no porque
haya sido muy afecto a reivindicar las políticas de derechos
humanos, sino porque la función de las Abuelas de Plaza de
Mayo merece el reconocimiento del Estado argentino. Y si el
Estado argentino no busca a los nietos, es correcto que
apoye a aquellos organismos que sí los están buscando.
Entonces yo quería dejar en claro esto porque a veces, no
por esta nota en particular, sino por otros medios también,
se tergiversan ciertas cosas.
—No entiendo a qué se refiere con esa nota de la revista
“Noticias”, porque, obviamente, estamos de acuerdo con que
el Estado debe buscar a los hijos de los desaparecidos y
apoyar a Madres y Abuelas en esa tarea. Supongo que a lo que
se refiere es a las críticas al uso político que el Gobierno
hizo de las Madres de Plaza de Mayo y los aportes económicos
que no tienen que ver con su misión como construyendo casas,
por ejemplo.
—A mí no me parece mal que el Estado argentino subsidie a
las Abuelas de Plaza de Mayo. Me parece correcto.
—A mí tampoco, deberían contar con un subsidio transparente
que no dependa del arbitrio del gobierno de turno, incluso
con una ley, para que no sea un elemento ni de seducción ni
de presión.
—La realidad es que todos los gobiernos han tenido que
apoyar a los organismos, y me parece también que este
gobierno tiene la obligación de apoyarlos por su lucha. Por
supuesto que sería mucho mejor que hubiera una ley.
—Creo que hay un cierto grado de ingenuidad, al no ver que
hay un guante de seda cubriendo a un puño de hierro. Con el
mismo argumento se coloca dinero en algunos medios de
comunicación a través de publicidad oficial tratando de
promover causas nobles, cuando en realidad lo que se está
solapando es la manipulación de la opinión pública a través
de determinados medios.
—Pero una cosa es el rol de los medios de comunicación y
otra cosa es buscar a una persona.
—Pero el modus operandi es el mismo. Así como una ley
solucionaría la necesidad de subsidio de los organismos de
derechos humanos si hubiera una ley que regulara la
publicidad oficial, como existe en decenas de países, no se
podría un fines nobles para otros fines.
—Totalmente de acuerdo. Pero, mientras, la ley para poder
buscar a los nietos necesita aportes.
—¿Y por qué este Gobierno con años de mayoría no envió una
ley al Congreso?
—La verdad es que lo de un subsidio por ley ni siquiera se
les ocurrió a los organismos de derechos humanos. No se
nos ocurrió a quienes formamos parte de este Gobierno. Me
parece que no hay que mezclar las discusiones. Porque
recién hablamos del rol de los medios de comunicación, y
para mí el acuerdo para manipular la opinión pública no es
bueno para ninguna sociedad y viola el derecho de todos
los ciudadanos a estar informados. Eso es una cosa. Pero
otra es que el Estado argentino aporte a la función de las
instituciones y de los organismos de los derechos humanos
porque el Estado argentino no cumple esa
función. Entrevista
Por Jorge Fontevecchia