09 de Junio de 2009
Hay que saber hacer las valijas a tiempo
"En democracia no se puede
confundir la continuidad de las políticas exitosas con la
del gobernante que las encarnó."
Me lo
preguntan a boca de jarro en medio de dos reuniones
internacionales y me doy
cuenta de cómo se ha instalado una inquietud entre quienes
nos miran desde fuera:
"¿Que está pasando en
América latina que el tema de la reelección presidencial
aparece en distintos lados?"
![](http://www.clarin.com/diario/2009/06/07/thumb/1849844-1.jpg)
Y pienso que eso ocurre justo cuando a los latinoamericanos
nos ven más sólidos y serios para enfrentar una crisis
económica, pero se les ve algo confusos a la hora de
resolver cómo se harán las próximas elecciones
presidenciales. ¿No debería, simplemente, aplicarse lo
que dice cada Constitución? Sí, la aplicación de la
Constitución debería ser la clave. Pero basta leer las
noticias de las últimas semanas en el continente para darse
cuenta de cómo este tema ronda en la agenda regional.
La crisis, dicen todos los analistas, sorprende a América
latina en un buen momento. En los períodos de bonanza
algunos países lograron equilibrar sus economías, hoy las
finanzas públicas son más sólidas y la autoridad monetaria
ha hecho sus tareas. ¿Cuánto durará esta crisis que nosotros
no creamos? No lo sabemos, como tampoco hasta dónde puede
agravarse su impacto en muchos de nuestros países, con
efectos en el desempleo y en la caída de las exportaciones.
Pero así y todo, tras la crisis, América latina será vista a
futuro con mayor respeto. Si seguimos en la ruta económica
en marcha, podríamos llegar al próximo encuentro del G-20, a
fines de septiembre en Pittsburg, dando cuenta de ese buen
manejo a través de nuestras voces latinoamericanas en esa
cumbre: México, Brasil y Argentina.
Pero, podrían preguntarnos cómo anda la marcha de la
política, especialmente cuando se avecinan elecciones
presidenciales en Brasil, Colombia, Chile y Uruguay,
mientras otras ya se han resuelto en el curso de este año. Y
también se observan aquellas realizadas tras referéndum
nacionales, donde el voto ciudadano abrió paso a la
reelección, como en Ecuador, Venezuela y Bolivia.
No cabe duda de que varios de los líderes del continente
cuentan con un alto índice de aprobación. Ahí están los
casos de los mandatarios de Brasil, Chile y Colombia, por
señalar algunos ejemplos. En Panamá el presidente deja su
cargo con la sensación de una tarea realizada, al dar un
tremendo impulso al Canal de Panamá para colocarlo a la
altura del siglo XXI en su capacidad de servicio a las
embarcaciones que lo cruzan. Y en esa decisión, cualquiera
sea el gobierno, ya no puede haber vuelta atrás.
Tal vez ahí esté la clave de todo, para responder a
quienes promueven la reelección para un tercer mandato de
algunos gobernantes. No se puede confundir la continuidad de
las políticas exitosas con la continuidad del gobernante que
las encarnó y sacó adelante. Lo que debe importar es cómo y
con quién esas buenas políticas van a continuar, cómo se
instalan en el traspaso democrático.
Uno puede entender ciertos entusiasmos. Después de todo, se
trata de mandatarios que han cumplido las expectativas por
las cuales fueron electos. Tener buenos respaldos de
aprobación es sano para la democracia y para la legitimidad
de las políticas aplicadas. Pero debemos cuidar el sentido y
profundidad de las instituciones democráticas.
Un presidente latinoamericano dijo una vez, en la
tradicional comida previa a despedirse del mando y mientras
compartía con las delegaciones y jefes de Estados vecinos:
"He estado haciendo valijas en estos días y mientras las
hacía pensaba que en democracia se necesita saber hacer las
valijas a tiempo, porque el rito republicano consiste en
que, al terminar la tarea, se espera que otro la continúe".
De paso por Colombia,
el
destacado escritor peruano Mario Vargas Llosa
lo sintetizó muy bien, cuando se refirió al proyecto de
tercera reelección que se impulsa en el Congreso de ese
país, buscando mantener al presidente Uribe en el poder:
"Espero que no se presente por tercera vez pues afearía una
gestión magnífica que ha hecho. No se puede subir con unas
reglas de juego y cambiarlas en el poder porque eso
deteriora las instituciones", aseguró el escritor. Lo
esencial es hacer política sin socavar la estructura de las
instituciones, especialmente cuando en otros campos, como en
el manejo de la crisis económica, podemos mostrar eficiencia
y seriedad.
Una elección presidencial es un momento profundo en la
convivencia ciudadana, no puede convertirse en un ritual
para cambiar la Constitución por valoraciones
circunstanciales, porque ello es altamente peligroso. Por
eso suenan tan oportunas las declaraciones del presidente
Lula, cuando ha salido con fuerza a quitar respaldo al
intento de hacer una enmienda constitucional para llevarle a
un tercer periodo. Así de oportunas y sensatas se han
escuchado también las palabras del presidente Vázquez cuando
dijo algo similar.
Sería un sino trágico que ahora,
cuando América latina empieza a ser percibida de otra
manera, nos equivoquemos en la búsqueda de la reelección
permanente. Ojala aquellos que hoy están en la duda tomen el
camino correcto.
Un tercer período
presidencial consecutivo no está en la tradición de ningún
país donde la institución presidencial existe. Otra práctica
es aquella del régimen parlamentario, como el europeo, que
en sucesivas consultas tuvo por 16 años a Helmut Köhl en el
poder alemán y 14 años a Felipe González en España. Lo
presidencial, precisamente, por su alcance fuerte y central,
no debiera ir más allá de dos períodos.
Más de un dirigente inquieto podrá
decir: ¿y qué pasará con lo hecho y lo por hacer? Ahí está
la tarea del político de altura: debe buscar que la tarea
continúe, que lo ganado no se pierda ni retroceda, que la
ciudadanía elija sin volver atrás. En suma, que sean las
ideas y el proyecto de futuro lo esencial, más que una
personalidad por muy carismática o mesiánica que parezca.
Ricardo Lagos, ex Presidente de Chile,
columnista invitado para la nota de opinión del diario
Clarín.