09 de Junio de 2009
La Ciudad según Sarlo:
Buenos Aires partida
Sin nostalgia,
la intelectual habla de fenómenos urbanos que se fueron y de
otros que van mutando. Los shoppings, la inseguridad, los
migrantes y Facebook en la Buenos Aires preelectoral. "La
gente no va a volver a tomar mate en las veredas porque los
plasmas no se sacan a la vereda", dice Sarlo.
Suburbanos
En su
último libro La ciudad vista (siglo
XXI) Sarlo recorre algunos de sus temas predilectos.
Del shopping a los vendedores ambulantes, de las villas a
los countries.
Será
porque su oficina de la calle Talcahuano no tiene vista a la
calle que Beatriz Sarlo se las ingenió para salir a patear y
mirar la ciudad por años, tomando fotos de las
transformaciones de la vida urbana para luego escribirlas,
claro. Ciertamente, nada de lo que ella cuenta en La Ciudad
Vista (siglo XXI), su último libro, puede adivinarse desde
aquí, desde un departamento interno en pleno centro porteño
como el que habitan millones de argentinos, acostumbrados a
mirar sin ver. La autora invita entonces a poner el ojo
sobre viejos temas y sus mutaciones, como la cultura
Shopping, los puestos ambulantes, los migrantes de antaño y
los de ahora, pero también habla de Facebook y de las tribus
urbanas buscando allí las conexiones entre ciudades
imaginadas, reales y virtuales. "Uno de nuestros problemas
es mantener sociedad, lo que me une a aquellos que son mis
diferentes", dice Sarlo. Y haciendo gala de esa diferencia,
se esmera en evitar cualquier celebración y cualquier
lamento como clave de asepsia intelectual.
Elogiando a Roberto Arlt, hay
en el libro un esfuerzo por evitar la mirada nostálgica de
la ciudad, a manera de mirada aséptica, ¿es posible y
fructífero buscar este camino?
La
nostalgia es un valor subjetivo. Y en mi caso, es una parte
de la subjetividad que tengo ausente. Soy incapaz de
experimentar nostalgia, no tengo esa relación con el pasado.
Por otro lado me parece que la perspectiva de la nostalgia
no es buena para encarar el pasado. Por eso valoro tanto la
perspectiva de Roberto Arlt, que siempre es una mirada sobre
la ciudad futura.
Pese a
esto, en la ciudad que muestra en el libro hay varias cosas
que se terminan: fin de la sociedad, de la convivencia y del
diálogo, ¿tampoco hay nostalgia sobre esto?
Se que
esas cosas no van a volver, por más que yo me entristezca.
Macri, en su campaña para jefe de Gobierno dijo que
quería una ciudad segura para que la gente vuelva a tomar
mate en la vereda. Nunca más la gente va a tomar mate en la
vereda porque los televisores de plasma no se trasladan a la
vereda. La idea de que restaurando ciertas condiciones,
otras que se dieron en el pasado van a regresar, es
equivocada. Hay que tener una ciudad segura por otros
motivos, pero no para restaurar ciertos aspectos de la
cultura de calle. No quiero chicos jugando a la pelota
mientras los colectivos cruzan con luz roja. Quiero que los
establecimientos deportivos de la Ciudad estén abiertos para
los chicos pobres de la ciudad. Ese pasado es irrecuperable,
por eso es importante tener una visión dinámica y no una
melancólica.
Sin
embargo esas transformaciones y esa dinámica de la ciudad y
la sociedad han generado subproductos como los countries,
los shoppings, las escuelas y universidades de elite, que
perfilan un futuro de no ciudad o al margen de la ciudad...
Son una
forma de futuro que a mí no me gusta, pero el futuro tiene
muchas alternativas. Que la gente elija vivir en countries,
como fue la suburbia de los 50 en el mercado americano,
puede ser un error del mercado inmobiliario y un error de
opción de la gente. Pero hay muchas otras alternativas. Hoy
la gente se está volviendo de los countries. La mayor parte
de lo que sucede en el presente a nivel urbano puede ser
malo, pero hay muchas alternativas que no son la repetición
del pasado.
Y la
ciudad, en estos casos, ¿es el problema o es la solución?
Es la
solución. Cuando se dice urbanizar la villa, se está
pensando que la ciudad es una solución a un problema.
Estamos diciendo que hay que llevar ciudad, que es lo mismo
que llevar ciudadanía. Lo que pasa es que hay que ver qué
ciudad construimos. Si es una ciudad pensada para las capas
medias, cuyos barrios transitables sean sólo para las capas
medias, como los barrios culturales que muestro en el libro.
O si es una ciudad de todos. Ciudad es ciudadanía. Es
distribución del espacio público, de los servicios, de las
escuelas, de los hospitales, distribución igualitaria del
transporte.
Ahora
muchas relaciones de la ciudad del siglo XX están siendo
reemplazados por espacios virtuales en Internet o por el
creciente número de shoppings y guetos, ¿de que depende que
esto sea reversible o no?
Dependerá de que el mercado inmobiliario tome todas las
opciones por nosotros. O si verdaderamente desde el Estado y
las asociaciones civiles se pueden discutir decisiones con
el mercado inmobiliario. Si el mercado inmobiliario decide
que todo el mundo viva más allá de Pilar y viaje más de una
hora y media en vans, la tendencia va a seguir. Pero va a
depender de qué decisiones tome la política en relación a la
urbanización.
¿Y qué
mecanismos han avanzado para llegar a esto, que entramado
ideológico está detrás de nuestras urbes?
En el
caso latinoamericano tiene que ver con la desigualdad. La
desigualdad de acceso al trabajo, de acceso a la educación.
En el caso norteamericano son viejas tradiciones
urbanísticas. Pero en nuestro caso tiene que ver con la
desigualdad. Dónde se decide que se tienen que ir ubicando
los pobres, y respecto de eso dónde se ubicarán las capas
medias y los ricos.
En el
libro habla de la perdida de gratuidad del espacio público y
a la vez, en nuestras vidas virtuales en Internet, lo que no
es gratis fracasa, ¿cómo se conjugan estos dos mundos
teniendo en cuenta el choque generacional?
Yo me
refiero a los mundos virtuales como heterotopías, que son
espacios virtuales que no están del todo en ninguna parte.
Pero no son espacios completamente extraterritoriales. El
tipo de nacionalidad que tiene Internet es muy notable.
Empezando por Facebook, si esperamos ver allí el epitoma de
la globalización, nos vamos a equivocar. La mayoría de los
argentinos tiene amigos argentinos. Es un mundo virtual que
no es enteramente global, tiene una base territorial muy
fuerte. Los diarios son territoriales, los comentaristas de
los diarios son territoriales, y esos comentaristas no
entran a la prensa internacional, aunque los tienen a un
click de mouse. No leen un diario español y ni pensemos en
uno de Brasil. Después están los sitios de descarga de
archivos gratis, esos no son territorializados. Pero el
fenómeno del que hablás me parece interesante. Estamos
acostumbrados a que lo que se baja de Internet sea gratuito
como debe ser gratuito el uso del espacio público. Lo que
pasa es que el espacio público es por definición público. El
Estado lo financia a partir del aporte de sus ciudadanos. En
el caso de Internet, la definición es más complicada.
Por más
que se mantenga la territorialidad, la construcción del homo
internético atenta contra ciertas visiones de la sociedad,
contra el interés por lo público entre otras cosas...
Así como
podríamos decir que la ciudad tiene muchos problemas para
mantener su espacio público, porque su espacio público es
afectado por la violencia sobre todo en los barrios más
pobres, también podemos decir que el otro gran problema que
tenemos hoy es mantener sociedad. No comunidades floggers
que se encuentren en Recoleta, sino sociedad. Que es una
idea más abstracta de aquello que me une a mi comunidad como
un igual. La sociedad es justamente lo que me une a aquellos
que son mis diferentes. Las tribus, virtuales, reales o en
ambos espacios a la vez no son sociedad y por lo tanto son
un sustento muy débil para lo otro que nos falta y que es la
política.
Usted
reafirma, siguen a Walter Benjamin,
que la sociedad se prepara para sobrevivir incluso a
la cultura. ¿Las tribus urbanas son una expresión de esta
supervivencia frente a la decadencia de lo político y lo
social?
Los
floggers son un ejemplo, pero también lo son las hinchadas
de fútbol. Demandan solidaridades muy intensas pero de
alcance muy reducido. Tal vez debiéramos esperar
solidaridades menos intensas pero acopladas con deberes y
retribuciones, lo que caracteriza a una sociedad. No en el
fútbol, pero sí entre las bandas de rock o entre los
floggers, estas solidaridades, además, son temporales. De
los 15 a los 17 o de los 70 a los 71, tienen un límite de
edad. Sociedad es otra cosa, es aquello que nos hace
poseedores de derechos pero al mismo tiempo nos vincula con
deberes y con retribuciones. No lo estamos procesando bien y
sin eso no podemos fundar ninguna sociedad.
La
experiencia televisiva, la instantaneidad de Internet, el
Shopping, forman hábitos efímeros, de expertos en consumo y
en tecnología, ¿hay manera de volver de allí?
Me he
equivocado demasiadas veces en mi vida para decir si se
puede salir o no. Pero nuestras ciudades tienen zonas que no
son efímeras. En el libro tomo la fiesta de la Virgen de
Copacabana en el Barrio Charrúa. Atraviesa el año entero de
la gente que esta comprometida en la fiesta. Hay mucho de
constancia, repetición e identificación. Tiene poco de
efímero lo que articula esa comunidad de bolivianos, hijos y
nietos de bolivianos, y esto hay que subrayarlo, porque son
bolivianos y son sus hijos y nietos. Tienen periódicos
comunitarios, tienen radios, hay una zona de continuidad. No
todo es tan cortado. Cortada es la vida de un pibe de las
capas medias que va a un mal colegio y que solo puede
identificarse por la marca del celular que está usando en
ese momento. Esa es una vida con poca consistencia, pero no
todo es así.
Bueno,
el no mirar esa otra ciudad, es también tema del libro, que
destaca ese cambio de mirada sobre los inmigrantes, que
entre principios del Siglo XX y hoy se ha vuelto sin duda
más xenófoba.
Se da
por dos razones. La primera es porque la inmigración fue un
proyecto nacional, de Estado, desde fines del siglo XIX
hasta comienzos del siglo XX. Después, puede que a las
elites no le gustaran los inmigrantes que llegaban pero era
un proyecto de Estado. Había agentes inmigratorios
argentinos en Europa reclutando inmigrantes y esta es la
primera gran diferencia. Hoy el Estado no tiene una política
sobre los inmigrantes. Lo segundo es que aquellas oleadas de
inmigrantes llegaban en un momento en el que había necesidad
de fuerza de trabajo. Hoy los inmigrantes llegan a un
mercado de trabajo que se esta achicando. Por eso creo que
la defensa de la inmigración latinoamericana tiene que ser
hecha con la Constitución. Nuestra Constitución dice que
nosotros le garantizamos los derechos a todos los que vengan
a habitar el suelo argentino. Ese no es un problema de dónde
están los migrantes, si es en la 1-11-14, en la Villa de
Retiro o en el segundo cordón del Gran Buenos Aires. Ese es
un problema nacional. Es el Estado Nacional el que tiene que
garantizar esos derechos. Al margen de los prejuicios
racistas que aparezcan en la población. La gente no siempre
es de lo mejor, más bien uno puede pensar lo contrario. Pero
nosotros tenemos pactos constitucionales que cumplir.
Pero hay
que incluir en esa discriminación a los pobres en general,
no sólo a los extranjeros...
Los
"blancos" de Buenos Aires no distinguen entre un migrante de
provincias del norte y un extranjero. Y otra vez, tienen que
quedar claro que muchos de estos ya no son migrantes, son
argentinos, hijos incluso de argentinos. El racismo opera
sin importar la nacionalidad, pero el problema es que no hay
una política frente a esto y es muy necesaria en tiempos de
crisis. Al menos la Argentina no tienen una escuela racista
pero tampoco tiene una escuela que les garantice el estudio
a estos hijos de inmigrantes como sí lo hizo con las oleadas
del Siglo XX, con nosotros.
El
título del libro es La ciudad vista, pero la mayoría de los
pasajes se enfocan en cosas que no vemos o no miramos, como
la miseria que nos rodea, ¿qué pasó, dónde perdimos esa
capacidad?
Hubo un
momento donde las capas medias se sensibilizaron frente a la
pobreza, que fue en 2001. Tal vez porque el miedo a la caída
les pasaba cerca. Pero cuando esto pasó y cayeron los que
cayeron la vista volvió a nublarse y se produjo este
acostumbramiento. Ninguna sociedad puede vivir en estado de
visión total ni de memoria total, es imposible. Y también es
difícil pedirle a un adolescente que sale el sábado a la
noche que durante esa salida recuerde a las víctimas del
paco. Pero una de las cosas que los intelectuales podemos
hacer es estudiar bien las cosas, y por eso el título, es la
ciudad que yo ví y estudié, y a partir de allí establecer
ciertos señalamientos tratando de equivocarnos lo menos
posible.
¿Y qué
ve ahora, después del libro, cuando la ciudad se parte en
dos y por un lado inaugura shoppings y hoteles apostando al
consumo mientras por el otro los desalojos y el crecimiento
de las villas parece imparable?
También
veo el cierre de comercios en las zonas de capas medias, y
esto sucede ahora, con mi libro ya terminado. El Shopping
ése está donde tiene que estar, en la puerta de los
countries, en la puerta del Acceso Norte, dónde va estar.
Hay que
pensar en dos Buenos Aires...
Siempre Buenos Aires estuvo partida. Borges lo dice en su
famoso cuento Sur. Lo que pasa es que el norte es más
pequeño ahora. El norte es más chico y lo que crece es el
sur.
Entrevista por Horacio Bilbao, para la revista Ñ.