10 de Junio de 2009
La peligrosa politización de la Justicia
Francisco de Narváez no le permitirá hoy al juez Federico
Faggionato Márquez obtener la foto del candidato
entrando en los tribunales. Su condición de actual diputado
le permitirá esquivar la citación judicial. El único camino
que le quedará al juez será, entonces, pedirle a la Cámara
de Diputados el desafuero de De Narváez.
Es más que previsible el escándalo
institucional que sucedería en ese caso, en las vísperas
mismas de elecciones en las que se medirán personalmente
Néstor Kirchner y De Narváez.
La política ha ingresado,
así, en su propia judicialización o, lo que es aún peor, la
Justicia se está politizando peligrosamente.
Alberto Fernández, el ex jefe de Gabinete, dio quizá la
definición más acertada de este conflicto: "El mayor
problema, en este caso, es que el juez está más sospechado
que la persona juzgada".
Faggionato acumula tres docenas de pedidos de juicio
político en su contra en un Consejo de la Magistratura que
el kirchnerismo maneja a su antojo. De Narváez denunció
públicamente que la diputada Diana Conti, que hace las veces
de verdugo y de benefactor de jueces en el Consejo, se
reunió secretamente con Faggionato Márquez. Conti desmintió
al periodista que consignó la denuncia de De Narváez, pero
no a De Narváez.
Cualquier ciudadano, incluido
De Narváez, debe responder por sus actos ante la Justicia.
Pero son notables la animosidad del juez y la desigualdad de
trato. Las supuestas llamadas entre el celular de la empresa
de De Narváez y el "rey de la efedrina", Mario Segovia, se
registraron en 2006. La investigación judicial dejó pasar
tres años sin hacer nada, pero salió corriendo para citar al
diputado como imputado (lo que lo colocaría en la antesala
del procesamiento) apenas 20 días antes de elecciones en las
que De Narváez podría derrotar a Kirchner, el hombre fuerte
del país.
¿Por qué De Narváez es más importante para la investigación
que el propio Gobierno?
Está más probado el aporte de
dinero que uno de los
asesinados por la guerra entre bandas de la efedrina,
Sebastián Forza, hizo
a la campaña de Cristina Kirchner que cualquier otra cosa.
Sin embargo, no se conoce ninguna actuación, indagación o
requerimiento judicial para esclarecer los lazos posibles
entre una rama de los traficantes y un sector del
kirchnerismo.
La situación más probable es que ni el gobierno ni De
Narváez tengan nada que ver con la efedrina. Por eso,
precisamente, la decisión de llevar la campaña al actual
nivel, en el subsuelo mismo de la degradación, es forzar
otra vez los límites institucionales y, sobre todo, los de
la paciencia social.
¿Cuántos pasos faltan hasta
que estalle de nuevo el arbitrario "que se vayan todos"?
Ahora se entiende por qué el ánimo renovador del
kirchnerismo en la Justicia se agotó bruscamente cuando
cambió la Corte Suprema. Nadie discute que el actual máximo
tribunal de Justicia tiene condiciones intelectuales y
morales mucho mejores que la vieja Corte. Dicen que Néstor
Kirchner está arrepentido de haberle dejado a su esposa la
designación de esos jueces, que resultaron demasiado
independientes para su gusto.
El gobierno nunca hizo nada más. Cuestionados jueces del
fuero federal y del penal económico, algunos acusados de
enriquecimiento ilícito, siguen dictando justicia en los
tribunales. Esos jueces son mejores, para el Gobierno, que
los jueces supuestamente amigos. Estos podrían ser amigos
rectos e independientes. Los malos jueces no tienen, en
cambio, derecho a decir que no. Una guillotina rápida y
eficiente los aguarda siempre a la vuelta de la esquina.
El caso De Narváez no es el primero. En algún momento,
Elisa Carrió
puso contra las cuerdas al poderoso
ministro de Planificación,
Julio De Vido, por sus
manejos poco claros de los dineros públicos. En lugar de
refutar y aclarar, el ministro demandó a la dirigente
política ante la Justicia y pidió su inmediato
encarcelamiento. Ese juicio todavía está en marcha. Es
extraño, con tales antecedentes, que Carrió haya sido tan
poco generosa en sus declaraciones públicas sobre el actual
uso de la Justicia. En una elección se pierde o se gana,
pero la crisis se tornaría irreparable si la Justicia cayera
fulminada por fugaces triunfos o derrotas políticas.
También se anuncian ahora
otros apuros de la Justicia contra Felipe Solá y Claudia
Rucci. La de Solá es una causa terminada en sus tiempos de
gobernador bonaerense. Lo que aqueja a Claudia Rucci es una
perversión de la lógica y la negación de cualquier
sensibilidad, política o moral. Se acusa a su familia de
haber cobrado indebidamente una indemnización por el
asesinato de su padre, José Ignacio Rucci, por obra de una
ley que beneficia a la familia de los muertos en los años
70. La interpretación es que sólo beneficia a los
secuestrados y muertos por las fuerzas estatales y a Rucci
lo habrían matado los Montoneros, pero la Justicia aún no lo
ha probado.
La desesperación de Kirchner lo está empujando a cometer
errores políticos. Encuestadores fiables aseguran que la
persecución está beneficiando a De Narváez en estas
afiebradas horas de conquista de votos. De Narváez no
debería actuar la victimización si quiere conservar ese
favor popular. Kirchner embiste contra su principal
contrincante porque sabe que Luis Patti está a punto de
renunciar a su candidatura. Sus votos, encerrados en el
reclamo social de seguridad, podrían ir a De Narváez. El
otro Narváez, sin partido y sin ganas, podría ser derribado
en los próximos días por la Cámara Nacional Electoral.
Kirchner echa mano de lo que tiene y no tiene. El propio ex
presidente lo impulsó a De Narváez a los tribunales en sus
habituales exhortaciones orales. Intranquilidad.
Impaciencia. ¿Se necesita de encuestas para explicar su
segura sensación de debilidad?
Reproducción textual de la
columna del periodista Joaquín Morales Sola, en el diario la
Nación.
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Nota relacionada:
Arbitraria designación de
jueces
La selección de futuros magistrados que realizó la
Presidenta no respeta el orden de mérito
Cuando faltan pocas semanas
para unas elecciones legislativas en las que el Gobierno
corre el peligro de perder la mayoría en el Congreso y, con
ella, la facultad de lograr imponer, entre otras cosas, sus
candidatos a jueces, la presidenta Cristina Kirchner
sorprendió al enviar a la Comisión de Acuerdos del Senado
los pliegos para cubrir sesenta vacantes que corresponden a
jueces, fiscales
y defensores públicos de distintos fueros de todo el país.
Sorprende a los observadores
que, mientras el kirchnerismo ha sido especialmente lento,
por no decir moroso, en la designación de jueces, a tan poco
tiempo de un acto electoral se produzca el mayor envío de
pliegos para magistrados efectuado por la presidenta
Cristina Kirchner.
Pero lo grave es que en este
paquete la Presidenta ha alterado el orden de mérito de
futuros magistrados, cuya selección realiza
el Consejo de la Magistratura, órgano que cuenta con mayoría
kirchnerista.
También reviste gravedad que entre los seleccionados haya
jueces que se encuentran denunciados ante el Consejo de la
Magistratura. Marcela
Rodríguez, diputada de la Coalición Cívica que ha integrado
ese Consejo, afirmó,
en tal sentido, que muchos de los magistrados elegidos por
la Presidenta "son postulantes que serían muy difíciles de
sostener públicamente con una composición diferente de las
dos cámaras" del Congreso.
En cambio, un caso especialmente llamativo es el del
juez civil Daniel Guillermo
Alioto, actual titular
del Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Civil de la
Capital Nº 80, quien tras enterarse del envío de los pliegos
al Senado efectuó un planteo judicial de
inconstitucionalidad.
Alioto consideró que tanto el Poder Ejecutivo como el Senado
deben abstenerse de tratar las designaciones para las seis
vacantes en la Cámara de Apelaciones en lo Civil, que él
aspira integrar, porque se lo ha "excluido con arbitrariedad
manifiesta y con violación de las normas aplicables al
caso", pues en el concurso ante el Consejo de la
Magistratura obtuvo el segundo lugar entre los concursantes.
Sin embargo, Alioto no fue incluido por la Presidenta, quien
en su puesto ubicó a una jueza que ocupaba el séptimo sitio
en el orden de mérito del Consejo de la Magistratura. Si
bien el Poder Ejecutivo elige los candidatos en forma
discrecional a partir de las ternas elaboradas por el
Consejo, lo que de ninguna manera puede hacer es ignorar el
criterio de idoneidad de los candidatos y efectuar
elecciones arbitrarias.
Otro ejemplo. Para poner al frente del
Juzgado Nº 2 del fuero
Contencioso Administrativo Federal
la Presidenta eligió a
Esteban Furnari,
quien había quedado cuarto en
orden de mérito en el concurso respectivo. Hoy, este juez ya
ocupa ese puesto como suplente, y como tal falló en favor
del Gobierno para la intervención de Aerolíneas Argentinas.
Esta designación arbitraria tiene lugar en uno de los fueros
menos conocidos pero más importantes, en el cual se deciden
asuntos de trascendencia. Por esto mismo, la elección de sus
integrantes requiere la mayor de las transparencias.
Para el Tribunal Oral Federal en lo Criminal N° 1 de la
Capital, la Presidenta eligió al
secretario letrado de la
Corte, Adrián Federico Grümberg,
y al fiscal Oscar
Amirante, y excluyó a
Diego García Berro,
juez en lo penal tributario
que integraba como suplente ese mismo tribunal oral desde
hacía tres años y era el primero en la terna que el Consejo
de la Magistratura había enviado al Poder Ejecutivo.
También habría habido arbitrariedades notorias con
candidatos de la Presidenta para la Cámara Comercial, donde
uno de los que ella eligió se encuentra denunciado en el
Consejo de la Magistratura por la Inspección General de
Justicia porque con pocos días de diferencia firmó dos
fallos radicalmente opuestos en un mismo caso.
Por lo pronto, el Consejo de la Magistratura debería obrar
con la mayor de las transparencias en el proceso de la
selección de los candidatos a jueces, sin anular, como ha
ocurrido, los concursos en los que hayan salido malparados
candidatos que han sido protegidos por el Gobierno.
En el caso que nos ocupa, cabe la posibilidad de que la
Presidenta se haya apurado para aprovechar la mayoría
parlamentaria que le garantice la designación de jueces y
camaristas amigos que puedan resultar fieles al kirchnerismo
en el futuro inmediato. Un futuro que, a juzgar por el
presente, estará plagado de denuncias judiciales y causas en
trámite por hechos de presunta corrupción.
Lo que quizá no haya tenido en cuenta es que, según indica
la actitud adoptada por tantos jueces federales penales
elegidos por el menemismo, las lealtades de muchos
magistrados se mantienen firmes en relación proporcional con
el poder político del gobierno que los eligió. Cuando ese
poder comienza a menguar, o cesa, muchos de los jueces de
este fuero suelen convertirse en celosos investigadores de
los funcionarios a los que antes se cuidaban de investigar,
o cuyas causas demoraban sin razones valederas.
Editorial del diario La
Nación del día de la fecha.