17 de Junio de 2009
La deformación cívica
En un período
preelectoral, ni el diálogo ni la búsqueda de coincidencias
entre partidos deben estar ausentes
No es casual que la presente campaña
proselitista con miras a los comicios del 28 del actual haya
sido calificada como una de las más pobres en materia de
debates y propuestas. El hasta hoy inexplicable
adelantamiento del calendario electoral; su temprana
judicialización, a partir de las llamadas candidaturas
testimoniales y de la confusión que provocaron y provocan;
las sospechas de probables maniobras fraudulentas, y,
finalmente, la citación judicial a un candidato de la
oposición con elementos más que endebles contribuyeron a
convertir lo que debería ser una fiesta cívica en un
espectáculo anodino.
Una de las pocas notas positivas del
período preelectoral, el reciente encuentro de dos
dirigentes de fuerzas políticas enfrentadas,
como el vicepresidente Julio Cobos
y el candidato de Unión Pro Francisco de Narváez,
paradójicamente, provocó interminables recelos y
cuestionamientos por parte de aliados del titular del Senado
de la Nación. Como si la democracia no necesitara el diálogo
y como si las vísperas de un acto eleccionario fueran
incompatibles con la búsqueda de coincidencias entre los
partidos. Todo proceso electoral debe ser una ocasión
privilegiada para contribuir a la cultura cívica del país.
Si funcionarios y candidatos actúan
sirviéndose de recursos legítimos para atraer al ciudadano,
y esa conducta continúa el día de las elecciones y en
oportunidad del subsiguiente escrutinio, se confirmarían
normas constitucionales y se reafirmarían convicciones y
conceptos indispensables para afianzar la vida institucional
de una democracia representativa, republicana y federal.
A la vez, se daría justa gratificación
a las demandas del ciudadano, que aspira a una democracia de
calidad en la cual el hecho de votar posee una particular
significación, que tiene que guardar coherencia con el
permanente funcionamiento político del país. De ese modo, se
estará educando a los jóvenes, hoy tan descreídos de la
política, con el ejemplo vivo del ejercicio de un derecho
sustancial que revela la responsabilidad con que asumen sus
deberes gobernantes y gobernados.
Un cuadro opuesto se presenta cuando se
abandonan las reglas de un juego limpio y sólo vale el afán
de ganar por cualquier medio. Se empobrece así el espíritu
cívico de la Nación, puesto que se percibe con desaliento
que las leyes no se cumplen, que las palabras se
desvalorizan y que no se pretende decir la verdad, sino sólo
persuadir, confundir o falsear.
El declive se agrava cuando la
atmósfera social se contamina de versiones o de denuncias de
corrupción que no se investigan, y se observa la
manipulación de poderes e instituciones según mejor
convenga. La ciudadanía pierde confianza en las
instituciones y los miembros de la generación en formación
adquieren un temprano y comprensible escepticismo sobre el
sentido y valor de la acción política.
Así como los seres humanos deben
"ganarse la vida" y eso exige un esfuerzo cotidiano, la
democracia escrita en los textos y exaltada en tantos
discursos sólo adquiere realidad cuando está viva en el
comportamiento de funcionarios y ciudadanos. Eso significa
que cuanto más se la declama menos se la ejerce; cuando la
ley se convierte en letra muerta, menos existencia tienen
las instituciones.
Es evidente entonces de cuántos modos
puede lesionarse la conciencia cívica de un pueblo, en cuyo
conjunto los menores son los más perjudicados, aunque
todavía no iniciaron su vida de ciudadanos, porque perciben
la discordancia entre los contenidos que estudian idealmente
y lo que captan como datos de la realidad.
Los políticos asumen una función
docente, aunque no lo quieran: sus actos, sus palabras y las
consecuencias de lo que promueven se muestran en la
convocante vidriera pública. Esa función indirecta de educar
por fuera del sistema de enseñanza se vincula con un plexo
de valores o de antivalores, que se revelan en los
comportamientos y hechos que se van produciendo. En el plano
axiológico, los valores éticos se ocultan cuando la
retención del poder y su goce se convierten en objetivos
dominantes. Signos de esa conducta se reflejan cuando impera
el elogio de los golpes bajos, de la habilidad para
transgredir las normas o el olvido por las promesas
empeñadas.
En cambio, cuando son los valores
morales los que resplandecen es porque el propósito que
moviliza la acción política es el logro del bien común y,
con ello, la fidelidad a los ideales, el cultivo de la
austeridad republicana y el respeto por la ciudadanía, todo
lo cual crea un clima de confiabilidad en el que es real la
convivencia democrática que desean los ciudadanos y educa a
los jóvenes. Reproducción textual
del editorial del diario La Nación.
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Nota
relacionada:
El
encuestador preferido de los K analiza la batalla electoral:
"La campaña sucia se hace por miedo a perder"
Artemio López reconoce que la estrategia contra De Narváez
es un error. El
“chamuyo” de los que hacen encuestas. La
ventaja de Kirchner.
![](http://www.perfil.com/export/sites/diarioperfil/img/2009/politica/0613_artemio_lopez_468.jpg_687088226.jpg)
“¿Sabés cuál es la metáfora de las encuestas? Detrás del
biombo no hay nada”, aseguró López. | Foto:
Octavio Mancini
Artemio López tiene una sinceridad que aplasta. “¿Sabés
cuál es la metáfora de las encuestas? Detrás del biombo no
hay nada”, dice entre risas mientras posa
para las fotos en el balcón francés de su oficina sobre la
avenida Corrientes. “Pero no lo vayan a poner como título”,
advierte un poco más serio.
Artemio es uno de los encuestadores favoritos de Néstor
Kirchner y por estos días trabaja sin parar en la campaña.
Es hincha fanático de Boca, fue taxista y tiene un blog que
actualiza a diario. Además, acaba de lanzar
un programa de tevé (Café las Palabras, en Canal
26) junto a Rafael Bielsa y Eduardo Valdez.
El encuestador que más conoce a Kirchner habla de todo. Dice
que la
campaña sucia que se lanzó en estos días contra Francisco de
Narváez es un error, asegura que el ex
presidente lleva una ventaja de entre cuatro y diez puntos
sobre “El Colorado” y reconoce: “Hay mucho “chamuyo” entre
los encuestadores. Sólo
se publican las encuestas que favorecen al cliente”.
- ¿Qué pide Kirchner en campaña?
- Encuestas de posicionamiento, de imagen y sobre todo la
determinación de la problemática de cada gestión para tomar
decisiones de campaña. La campaña se planea a partir de
algunos insumos que proveemos.
- ¿Cómo dan sus sondeos?
- Aún no terminé las encuestas en la provincia, pero las que
tiene Kirchner le dan un triunfo que va de los cuatro a los
diez puntos de diferencia sobre De Narváez. Aunque hay un
nivel de indecisos de ocho a diez puntos que puede modificar
esa distancia.
- La campaña sucia que se lanzó estos días contra De Narváez, ¿no
habla de cierto temor a perder del oficialismo?
- Sí, por supuesto. Todas las campañas sucias se hacen en
función del miedo a perder.
- ¿Pero no termina beneficiando a quien se pretende atacar?
- Las operaciones de campaña no dan grandes resultados en
términos electorales. Yo no conocí en la historia política
reciente grandes cambios de tendencia a través de campañas
sucias.
- ¿Y por qué se hacen?
- Supongo que es una estrategia que surge de las usinas de
marketing de los candidatos. Deben pensar que es efectiva.
Las campañas son falibles y entre esas imperfecciones están
las decisiones de llevar adelante campañas sucias. Igual, si
es una operación lo tienen que determinar analistas
objetivos. Que De Narváez diga que le hacen campaña sucia
porque lo están investigando no necesariamente implica que
lo sea. Lo que hay es la aparición de un tema que podría
estar sospechado de campaña sucia. Si hay una citación de la
Justicia podría no ser sólo parte de una operación. Diario Perfil.