29 de Junio de 2009
Kirchner y el
sentimiento inconsciente de culpa
A Néstor Kirchner le salió todo mal. No sólo perdió en su
distrito adoptivo, la provincia de Buenos Aires, donde nadie
lo obligó a competir. También fue derrotado en Santa Fe,
donde apostó a restarle votos a Carlos Reutemann sin poder
evitar la victoria del ex piloto de Fórmula 1. Además, ganó
su archirrival, Julio Cobos, en Mendoza. Y, por si fuera
poco, sus candidatos cayeron en su provincia natal, Santa
Cruz.
En la terminología tan cruda del peronismo, alguien así es
definido de una sola forma: mariscal de la derrota.
El malestar de no pocos allegados al mandatario bonaerense,
Daniel Scioli,
con el ex presidente Kirchner era bastante evidente en las
últimas semanas, cuando el triunfo oficialista había
empezado a tambalear. Y será más claro a partir de ahora. No
faltarán los hombres del gobernador que esgrimirán que el
resultado en la provincia habría sido distinto si
Scioli
hubiera encabezado la lista de diputados, sin la presencia
de Kirchner.
El ex presidente en ningún momento de la campaña
proselitista pudo modificar la percepción de debilidad
política que lo acompañó desde el momento en que el Gobierno
decidió adelantar la fecha de las elecciones.
A ese error original, se sumó el de las llamadas
"candidaturas testimoniales" a cargos legislativos que nunca
serían ocupados; el de victimizar a Francisco de Narváez y
hasta el de amenazar, a través de dirigentes piantavotos
como
Luis D ´Elía,
el posible copamiento de la Plaza de Mayo después de las
elecciones.
Las idas y venidas en torno de la participación de Kirchner
en el programa más visto de la televisión argentina y su
penoso diálogo telefónico con Marcelo Tinelli, en el que el
ex presidente exhibió un tono desconfiado y por momentos
amenazante, coronó una estrategia electoral que nunca
abandonó el estilo crispado.
Especialistas en psicología distinguen dos clases de
sentimiento de culpa: el consciente y el inconsciente.
El sentimiento consciente de culpa aparece bajo la forma del
arrepentimiento y el autorreproche. Es aquel que conduce a
la reparación del daño ocasionado o, al menos, a la asunción
de la responsabilidad.
Por el contrario, el sentimiento inconsciente de culpa
reconoce manifestaciones muy variadas. A tal punto que puede
aparecer como depresión o como otros síntomas psiquiátricos,
según expresó a LA NACION el médico psicoanalista Jorge Kury.
Un ejemplo de este tipo de sentimiento de culpa podría ser
el de un niño pequeño que, al romper accidentalmente un
juguete, tal vez intentará repararlo, pero si no lo
consigue, lo arrojará al piso hasta terminar de destrozarlo.
Otro caso sería el de un adolescente que ofende a su novia,
luego se arrepiente y le pide disculpas; pero pronto
sentirá, con alguna razón, que su pareja lo debe querer
menos y, para probarla, le inflige una ofensa mayor hasta
despedazar el vínculo.
En otras palabras, el sentimiento inconsciente de culpa
lleva a una persona a estropear cada vez más una situación
de por sí complicada.
Los numerosos errores de Néstor Kirchner a lo largo de este
convulsionado proceso electoral, que concluyó ayer con su
derrota, podrían inscribirse dentro del sentimiento
inconsciente de culpa que definen los especialistas.
Sólo cabe esperar que, como en el ejemplo del niño pequeño,
el ex presidente no crea que la Argentina es un juguete al
que, como no se comporta como desea, termine despedazando
contra una pared.
Fernando
Laborda, Reproducción textual de su columna en el diario La
Nación de la fecha.
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NOTA RELACIONADA:
La derrota tiene padres
El resultado de ayer revela un malestar con el Gobierno
mucho más importante de lo que las encuestas detectaban. Y
que ese estado de ánimo se fue construyendo sobre los
errores en cadena del oficialismo.
Cristina
Kirchner
fue electa Presidenta en octubre de 2007, hace 20 meses, con
más del 45% de los votos. Los resultados de ayer en todo el
país muestran la magnitud del deterioro que ha sufrido el
liderazgo de
los
Kirchner.
De aquel octubre victorioso, con promesas de consensos
ampliados y más calidad institucional, a este desastre
electoral hay una explicación simple: la estrechez de una
conducta sectaria y excluyente que dilapidó su capital
político y entregó a sus adversarios razones para la
victoria.
Cobos,
por ejemplo, ha sido uno de los netos ganadores de anoche.
Tres son los ejes para analizar la derrota:
1) El efecto práctico de esta elección de medio término. El
oficialismo ha perdido 17 diputados propios y 4 aliados. El
control de la Cámara dependerá de una compleja trama de
alianzas, con negociación y concesiones. Pondrá a prueba la
capacidad política de una administración que necesitará más
muñeca que látigo. En el Senado, también, el quórum propio
ha terminado. Y los Kirchner, como peronistas, conocen la
ingratitud de la política cuando comienza la sangría de
poder.
2) El efecto político de la pérdida de liderazgo de
Kirchner, en cuyo derredor se fue construyendo, desde 2003,
un poder de decisión cerrado e indiscutible, que no admitía
acuerdos, coincidencias o apoyo crítico. Kirchner no ha
querido alianzas: siempre ha tratado de imponer una
rendición incondicional. O subordinados o enemigos ha sido
su lema.
Kirchner adelantó las elecciones, se puso a la cabeza de la
lista en Buenos Aires, forzó a
Daniel
Scioli y a los intendentes del conurbano
a acompañarlo, buscando evitar la traición tan temida. Es
decir, condujo la campaña personalmente y llevó al Gobierno
a una derrota electoral cuyas consecuencias políticas serán
duras: ya una ministra ha anunciado que se irá del Gobierno.
¿Quiénes le seguirán?
3) El peronismo está buscando otros liderazgos. Declinado el
poder de los Kirchner, derrotados
Schiaretti
y Busti,
con Scioli pagando el duro precio de haber acompañado al ex
Presidente hasta dentro del cementerio en vez de quedarse en
la puerta, la construcción de ese líder es una incógnita.
Reutemann exhibe un triunfo decisivo. ¿Qué hará
Gioja?
¿O
Solá?
¿O
De Narváez
que, a pesar de haber nacido en Colombia, podría acudir a la
Justicia para que lo habilite a aspirar a la Casa Rosada? ¿O
Macri
ofreciendo sus servicios outsourcing al justicialismo?
Ya lo dijo Gerardo Morales: el radicalismo, que ha dado
señales de vida después de mucho tiempo, votará por la
primera minoría en las cuestiones institucionales. Es una
declaración que no puede pasar desapercibida en tiempos
políticamente tan volátiles.
Ricardo Kirschbaum,
Editor
General de Clarín.