22 de Agosto de 2008
Es perfectamente entendible que la esposa de
Sebastián Forza repita que su marido y los dos socios
asesinados con él no tenían nada que ver con el
narcotráfico. Es tan comprensible como poco creíble: si hay
algo que sobrevuela hoy esas ejecuciones mafiosas es el
presunto vínculo de las víctimas con el negocio de las
drogas. El último dato aparece en esta edición: un ex socio
de Forza, al que él había denunciado por amenazas, es
investigado por la agencia antinarcóticos norteamericana por
exportar efedrina a los Estados Unidos
(La DEA investiga a un socio de uno de los hombres
asesinados).
A diferencia de otros países, acá todavía es posible traer y
vender ese químico dual, clave para elaborar medicamentos y
drogas ilegales a la vez. Util para curar o matar. Lo único
que hace falta para eso es justificar el uso medicinal.
Y Forza lo
tenía: abastecer a hospitales y obras sociales. Todo esto
tiene naturalmente que ser probado. Lo que está ya claro es
que detrás de él hay una historia turbia, una montaña de
denuncias por vender medicamentos truchos y librar cheques
sin fondos, que lo dejaron finalmente sin la credencial de
proveedor del Estado. Se sabe también que multiplicó las
ventas al Francés cuando ese hospital se estatizó, aunque
estaba acusado de vender a otros organismos públicos drogas
contra el sida robadas al mismo Estado. Y que su nombre
figura en la lista de aportantes top a la última campaña
electoral del oficialismo. No parecen ciertamente "tres
pibes divinos que no hacían nada raro", como describe la
esposa de Forza. Más bien, al menos Forza, un amante de la
plata dulce que acaso dejó el mundo de los negocios sucios
con el Estado para entrar al mucho más oscuro aún con el
narcotráfico.
Reproducción textual de su
editorial del 17-08-08,
Ricardo
Roa
, EDITOR GENERAL ADJUNTO DE CLARIN
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