22 de Agosto de 2008
Si
hay algo que ni el Gobierno ni la empresa Marsans,
presuntamente en pugna por la crisis de Aerolíneas, tuvieron
en su paso por el Congreso fue imaginación para defender sus
posiciones.
El Gobierno atribuyó toda la culpa a los españoles y los
españoles se la endosaron a los gremios. Ninguno se hizo
cargo del derrumbe, ni siquiera en parte. En el primer
debate sobre la reestatización, Marsans respondió con
vaguedades: no dio un solo número preciso. El Gobierno
admitió que no tiene plan B si fracasa la ley y sus ex
directores en la compañía hablaron como si nunca lo hubieran
sido. Improvisación y una consigna común: salvar la ropa.
Mucho más revelador que esos discursos es el texto mismo del
proyecto oficial. Enumera todo lo que no hizo o hizo mal
Marsans, lo que es una admisión implícita de lo que no hizo
y dejó hacer el propio Gobierno. La lista de acusaciones es
interminable: subas de capital e inversiones comprometidas
que nunca se cumplieron. Aviones y más vuelos que tampoco
aparecieron. Una deuda que en seis años pasó de casi nada a
890 millones de dólares. Maniobras también por años para
pasarle pérdidas a Aerolíneas y ganancias a Austral. En
suma, una gestión que descapitalizó a la compañía y la llevó
a la cesación de pagos.
Todo dicho para justificar la reestatización. Lo que el
relato oficial omite olímpicamente es que casi todo ocurrió
durante los cinco años y pico de gestión kirchnerista y
siempre con Jaime, el impulsor de este proyecto, a cargo de
la Secretaría de Transporte. Donde no hay confusión alguna
es en que la recompra de Aerolíneas se pagará con plata del
Presupuesto. O sea, de los contribuyentes.
Reproducción de la columna editorial
de Ricardo Roa, DEL 15-08-08, diario Clarin
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