05 de Septiembre de 2008
Mientras el Gobierno se enreda en la teoría
del complot evita ver lo simple: el público quemó el vagón.
Gente que dijo basta.
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Ahora empiezan las teorías: opinan los
sociólogos, los especialistas en transporte, los técnicos,
los políticos del Gobierno y la oposición, los
interpretadores. Este diario no es la excepción a esa regla
que intenta encontrar alguna definición que tranquilice.
Esta mañana incendiaron un tren en Castelar. Tiene que haber
una explicación: fue el terrorismo, fue el Partido Obrero,
fue Quebracho, fue la CIA, fue Bin Laden. A menos que
decidamos acostumbrarnos a que alguien, cada tanto, incendie
los vagones y el hecho deje de ser noticia. Así es en
Francia con los automóviles incendiados en los barrios
tercermundistas de los alrededores de París. Cada año los
franceses asisten, impávidos, al incendio de unos 300
coches. Pero el tema recién llegó a los diarios hace dos,
cuando incendiaron mas de mil.
Mientras el Gobierno se enreda en la teoría del complot
evita ver lo simple: fue el público quien quemó el vagón.
Fueron los pasajeros quienes tiraron piedras contra la
estación, quienes forzaron la salida de los vagones frente a
un cortocircuito que terminó en una creciente nube de humo.
¿Por qué lo hicieron? –se persignan los funcionarios.
¿Buscan la Patria Socialista? ¿Creen que toda propiedad es
robo? ¿Quieren desestabilizar a Cristina? ¿Están contra el
tren bala? Es mucho más simple: quieren viajar como
personas. Y, ya que estamos, quieren vivir como personas, y
trabajar como personas. Viajan un día, y otro, y otro, y
otro más como sardinas en una lata aplastada, expuestos a
los carteristas y a las tocadas de culo, con el frío que te
hace un tajo en la cara al lado de la ventana y el convoy
que se atrasa, que queda detenido en medio de la nada, sin
nadie que explique alguna cosa, sentados en el incómodo
sillón de un tren de mierda. Viajan un día, y otro, y otro,
y otro más sin saber nunca a qué hora llegan, ni a qué hora
salen, ni si llegarán o podrán salir. Viajan en trenes que,
estatales, perdían un millón de dólares por día y que ahora,
privados, pierden un millón de dólares por día (del Estado).
TBA, la propietaria del tren que ardió en llamas, recibirá
140 millones de pesos este año en concepto de subsidio. Los
que quemaron el tren son los que pierden todos los días para
que otros ganen. Después llegaron los activistas y después
los chorros. Cómo no iban a llegar si era esa tierra de
nadie. La policía, como siempre, llegó al final. ¿Quién
quemó, entonces, el tren en Castelar? Gente que dijo basta.
Personas cuya paciencia está por colmar el vaso: usuarios
estafados, pibes que iban al colegio o a la facultad o al
laburo, desocupados a la pesca, vecinos, gente cansada de
que le falten el respeto.
Jorge Lanata.Criitica
de la argentina.
NOTAS
RELACIONADAS
Tapar el sol con la mano
Aníbal Fernández no apareció en escena para hablar sobre la
eterna crisis ferroviaria y el malestar de sus pasajeros,
sino para hacer el trabajo sucio.
Los incidentes de ayer no sólo han
evidenciado el estado miserable del sistema ferroviario,
sino que han permitido mostrar el oportunismo del polémico
ministro de Justicia y Seguridad Aníbal Fernández.
El oscuro funcionario no apareció en escena para hablar
sobre la eterna crisis ferroviaria y el malestar de sus
pasajeros, sino para hacer el trabajo sucio. Su mejor
argumento se concentró en responsabilizar a distintas
organizaciones políticas, entre las que apuntó a Proyecto
Sur, la organización que me postuló como candidato a
presidente en octubre pasado.
Con sus acusaciones Fernández busca disminuir el impacto de
la denuncia que significa mi documental La próxima estación,
la película que estrené ayer y que relata cómo fue vaciado
el sistema ferroviario. Los trenes se incendian todas las
semanas y lo que no puede ocultar Fernández es la obscena
complicidad entre los concesionarios de los trenes y el
secretario de Transporte Ricardo Jaime, algo que se puede
comprobar en los extraordinarios sobreprecios que pagará el
Estado por los arreglos de los vagones.
Los concesionarios los repararán, pero nos los facturarán
por partida doble. No es casual que lo primero que comunicó
la concesionaria fue el costo de los vagones incendiados. El
país necesita la reconstrucción del sistema ferroviario y,
aunque resulte doloroso para muchos, hay que comprender que
Kirchner en vez de reconstruir los trenes propone crear un
tren bala que nos endeudará por 30 años.Pino Solanas.
Diario Perfil
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