08 de Septiembre de 2008
Al FMI, al BM y al BID se
abonaron 24.983 millones de dólares, más que en cualquier
otro período de la Argentina.
Todavía está por verse si la
historia recordará al matrimono Kirchner como la pareja
presidencial que logró mejorar la distribución del ingreso
en la Argentina. Pero Néstor y Cristina ya se ganaron un
lugar en los libros de economía como los mayores pagadores
de la historia argentina a los organismos internacionales de
crédito, con sede en Washington o en París.
Repasemos la información que surge de dos fuentes oficiales:
la página web de la Secretaría de Finanzas del Ministerio de
Economía y un documento enviado por Félix Camarasa, director
por Argentina en el Banco Mundial, al ministro Carlos
Fernández.
Los números son los siguientes:
• Al Fondo Monetario Internacional, desde 2003, se abonaron,
netos de desembolsos del organismo, U$S 17.061 millones. Con
el siguiente detalle: en 2003, 752 millones; en 2004, 2.596
millones; en 2005, 4.102 millones; y en 2006, cuando se
canceló la totalidad de la deuda, 9.611 millones de dólares.
• Al Banco Mundial, desde la era K, se le giraron U$S 5024
millones. El desagregado es así: en 2003, 1377 millones; en
2004, 331 millones; en 2005, 854 millones; en 2006, 1014
millones, en 2007, 879 millones; y en lo que va de 2008, 569
millones de dólares.
• Al Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el matrimonio
presidencial le gatilló U$S 2898 millones. En 2003, 273
millones; en 2004, 584 millones; en 2005, 392 millones; en
2006, 577 millones; en 2007, 496 millones; y en 2008 hasta
junio, 576 millones de dólares.
Insistimos. Los pagos de capital e intereses listados arriba
son siempre netos de los desembolsos de préstamos por parte
de los propios organismos. Es decir que es el dinero cash
que voló desde Buenos Aires a Washington. En total, entre el
FMI, Banco Mundial y BID, suman 24.983 millones de dólares
en los últimos cinco años. Ningún otro período de la
historia argentina del siglo pasado registra semejante
transferencia de fondos a los organismos internacionales.
A PARÍS
ELLA SE FUE.
A la cuenta anterior, obviamente, habrá que adicionarle los
U$S 6706 millones del Club de Paris. Hasta hace unos meses,
desde Washington a París se reclamaba al gobierno un pago
inicial cash en reservas, para refinanciar la mayor parte de
la deuda. La respuesta de la Casa Rosada era que no se
echaría mano a las reservas, pero que había voluntad de
negociar una refinanciación a 8 o 10 años de plazo con tasas
de interés muy bajas, de entre 5 y 6 por ciento.
La versión oficial es que todas las vías de negociación
requerían, por los estatutos del Club, de la intervención
del Fondo Monetario. El último ensayo para tratar de saltear
al FMI habría sido la semana pasada, durante la visita de
Thomas Shannon. El subsecretario de Asuntos Latinoamericanos
de Bush habría dejado en claro que esa alternativa no era
viable.
Para el matrimonio presidencial resultaba inadmisible que
las misiones del Fondo volvieran a desembarcar en Argentina,
aunque más no fuera para confeccionar un documento técnico
sobre la marcha de la economía que dejara tranquilos a los
países miembros del Club, también principales accionistas
del organismo. En los planes oficiales, el pago al Club de
Paris debería cumplir dos objetivos. Por un lado, ahuyentar
el fantasma de la cesación de pagos con el que vuelven a
asustar las calificadoras internacionales de riesgo y
despejar las turbulencias financieras. Por el otro, reabrir
el canal de los préstamos para obras de infraestructura y de
financiación de exportaciones, que podrían aprovechar las
empresas europeas y norteamericanas radicadas en el país.
La reacción de los “mercados” no fue la esperada, ni despejó
nube alguna. En medio de la crisis financiera internacional,
la fuga de capitales de toda la región (incluido Brasil)
hacia los bonos del Tesoro norteamericano no permitió
siquiera el repunte por algunas horas de las cotizaciones de
los papeles argentinos. Para un Gobierno que demuestra
semejante “voluntad de pago”, no es un dato menor. En cuanto
al segundo objetivo, es probable que regularizar la
situación con el Club abarate algunos puntos los préstamos
de bancos europeos para obras de infraestructura, como el
tren bala.
La administración K, es cierto, retomó la iniciativa en
materia de política económica. Pero si el objetivo central
era, con lógica ortodoxa, recrear la confianza de los
inversores financieros, faltó el impacto de un programa que
incluyera otras medidas menos onerosas, como ser el anuncio
de un proyecto para transparentar los números del Indec o de
un plan para reducir gradualmente la inflación en los
próximos 2 o 3 años.
En las últimas horas, en algunos despachos oficiales empezó
a circular la idea de ofrecer otras “señales”, como avanzar
con el descongelamiento de tarifas (gas, agua, peajes,
transporte), implementar una estrategia de recompra de bonos
de la deuda más agresiva y hasta sorprender con algún
anuncio para contener la suba de precios, en un intento por
asociar el pago al Club de París con un cambio del clima
financiero. Si no aparecen resultados a la vista, semejante
costo sólo para “retomar la iniciativa” luce un poquito
elevado.
(AUTO)CRÍTICA
KIRCHNERISTA.
Desde el propio kirchnerismo, funcionarios y ex
funcionarios, vertieron en privado algunas críticas
interesantes a la cancelación con el Club. Desde otra
perspectiva, con información de primera mano, sirven para
sopesar costos y beneficios de la decisión. Veamos:
• Nunca existió la decisión política de negociar con el
Club. Durante la gestión de Martín Lousteau en Economía,
Luis Alberto Moreno, el colombiano que preside el BID, se
había ofrecido para destrabar la refinanciación de la deuda
con el Club. Propuso oficiar de nexo con el FMI para que el
informe de monitoreo económico de la Argentina no lo hiciera
el Fondo sino el propio BID, un organismo políticamente
correcto para los Kirchner.
• Ni el BID ni el FMI pretendían imponer, como en otras
épocas, condiciones (como privatizar la banca pública o
subir las tarifas) al gobierno argentino. Sí hubiesen pedido
transparentar las cuentas del Indec y los números fiscales.
• Si el Gobierno no quiere sanear el Indec ni mostrar los
números fiscales al Club de Paris, ¿cuál es el sentido de
pagarles? El mensaje es el contrario al buscado: como no se
quiere sentar a negociar para no mostrar los números reales,
se les llena la cara de billetes. No se despeja ninguna de
las dudas, pero el país se queda con menos reservas. La
movida puede resultar un boomerang.
• En medio de la mayor crisis financiera en décadas,
Argentina paga 7000 millones a los países más poderosos del
mundo. El contexto actual es muy distinto a la época en que
se canceló la deuda con el FMI. En aquel entonces, el Banco
Central no sabía cómo hacer para frenar la caída del dólar y
en 10 meses recuperó todas las reservas perdidas. Desde
marzo, en cambio, el Central perdió 3000 millones por la
crisis del campo y todavía no pudo recuperar nada.
• Si toda esta jugada era para destrabar el financiamiento
del tren bala, mucho más barato era pagarlo cash con las
reservas. El proyecto original cuesta 1400 millones, pero
con el financiamiento a treinta años el costo total se eleva
a 3900 millones de dólares.
• Si la intención era alejar los rumores (interesados) de un
nuevo default, hubiera sido más efectivo recomprar los
vencimientos de deuda del año próximo. Con U$S 5000
millones, se podía recomprar más de la mitad de los
vencimientos que debería refinanciar el Estado en el 2009, y
la otra mitad podía negociarse con las AFJP. Así, además de
lograr un buen ahorro (hay bonos que cotizan 75 por los que
habrá que pagar 100 si se espera al vencimiento) se disipaba
totalmente el horizonte de la deuda en el año electoral. •
Las decisiones en la cúspide del poder son imprevisibles. De
despreciar la negociación con el Club de Paris a poner todo
al contado. De salir desesperadamente a buscar U$S 1000
millones en Venezuela –a una tasa del 15%, que es el
exorbitante costo al que Argentina consigue financiamiento
en los mercados— a pagar cash 7 veces más.
Diario critica de la argentina, por
Maximiliano Montenegro
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