TECNOLÓGICAMENTE
EL PAÍS ESTA MUY ATRASADO

15 de Septiembre de 2008

El Dr. Marcelo Lascano no es solamente un hombre que ha consagrado toda su vida a la economía, sino el que ha cuidado particularmente los valores humanísticos que la enriquecen. En términos más globales, esto le ha permitido, como señala con buen sentido del humor, “tener, de vez en cuando, algunos aciertos que no son mérito de Marcelo Lascano, sino que me han permitido ver cómo la historia explica ciertos hechos actuales”.

—¿Por qué vivió un tiempo en los Estados Unidos?

—Bueno, en determinados períodos he vivido en distintos países, pero en el caso de Estados Unidos me instalé profesionalmente en períodos durante los cuales iba y venía a nuestro país. Cuando digo “instalado”, me refiero a que tenía un pequeño departamento en Washington donde ejercía profesionalmente mis tareas. Vivía a tres cuadras del Fondo Monetario Internacional, a dos del Banco Mundial, a cinco o seis del BID. Pasaba allí un mes o quince días, y en ese departamento (en el que, como le digo, vivía y trabajaba) escribí tres libros. Pequeños ensayos. Uno, sobre la crisis en Asia. Otro, diez años atrás, sobre la crisis financiera internacional, en el que pedía que se estableciera una nueva arquitectura. Resultó un período muy fecundo, pero cuando vino la crisis de 2001 me di cuenta de que en la Argentina todo se había desbordado. No había proyectos en las empresas, ¡y se habían cumplido varios años en ese ir y venir que mi familia bancaba con gran comprensión! Tengo cuatro hijos y tres nietos que me acompañaban espiritualmente durante mi ausencia, y los periodistas argentinos me llamaban a Washington, de modo que ¡realmente me sentía como en mi casa! Bueno, finalmente vendí ese “dormi-office” y me quedé más tiempo en la Argentina. Los viajes ya me ofrecían menos atractivos, ¡y además estoy más viejo y me canso de viajar!

—No queremos ubicarlo como un gurú pero, con toda esa experiencia acumulada, me imagino que tiene alguna teoría sobre lo que está ocurriendo en nuestro país.

—Mire, si la Argentina es un país racional, como han demostrado serlo sus vecinos, yo diría que tiene que pensar en varias alternativas. Por ejemplo, profundizar en esto que se llama “modelo” y que, respetuosamente lo digo, no es un modelo en los términos de la teoría económica y aun matemática convencionales. Pero bueno, para simplificar e identificarlo, ¡llamémoslo nomás “modelo”! Deberíamos pensar, como lo han hecho nuestros vecinos Uruguay, Chile, Brasil, Perú, y creo que debemos incluir a Paraguay. Brasil ya comienza a brindar un buen ejemplo y el ex sacerdote Lugo, que se ha hecho cargo de Paraguay, me parece que piensa diferente. Y pensar diferente es no sólo un atributo de la libertad, sino además una forma de autodesafiarse. El espíritu conservador de no variar el pensamiento y considerar siempre los mismo aspectos deja de ser válido, salvo cuando toca los principios fundamentales. Por supuesto que debemos ser honorables y respetar las instituciones, eso no se discute. Pero seguir haciendo lo mismo “como por casualidad”, simplemente porque estamos en el mundo, creo que no funciona. Entonces, me parece que el Gobierno actual que tenemos en Argentina, llamémoslo “el matrimonio”, puesto que el Dr. Kirchner es presidente del PJ, debería hacer algo que no vemos en nuestro país. Debería convocar a un elenco de gente insospechable e intachable, con credibilidad pública, a la cual se le pregunte algo muy sencillo: “Bueno, ¿cómo lo hacemos?”, y tomar nota de las respuestas. A partir de allí pueden lograr, con sus propios colaboradores, lo que se llama un juicio crítico. Pero siempre pensando con libertad. No nos podemos quedar embretados ni en el peronismo histórico ni en un progresismo que no tiene porvenir, porque muestra fallas estructurales y conceptuales que no se ajustan al mundo moderno. Y éste es un hecho que demuestra que estamos bastante solos, porque el eje de nuestras relaciones externas (si bien se da a través de una diplomacia que no es de las mejores, salvo en los casos de diplomáticos de carrera) hace que, en algunos temas, nos represente gente que no responde a un proyecto como el que han llevado adelante Chile y Brasil. Además, este Gobierno tiene una gran ventaja, y es la de no tener enfrente a ningún estadista. ¡Diría que es hasta una ventaja extraordinaria! ¡Le pido, entonces, al “matrimonio” que se dé cuenta de esto! ¡Que consulte y coordine con otras fuerzas que le inspiren confianza, que conviva mejor con los otros! Por ejemplo, en el problema del campo, pensar en que vamos a cuidar un poquito más la distribución del presupuesto a partir de criterios racionales en el gasto, en vez de exprimir al contribuyente. Y, finalmente, ¡llegar a acuerdos! Una diplomacia comercial activa orientada a ganar espacios en el mundo...

—Sin embargo, el Gobierno habla mucho del crecimiento del producto bruto...

—Sí, el 8%. ¡Qué bárbaro! Pero descorramos el velo: ¿es un crecimiento de alta calidad, como podría aspirar a tener la Argentina? Entre mis colegas, no es un lenguaje habitual, pero digo que el producto de alta calidad debería ser aquel que proviene, por ejemplo, de todo lo referente a la producción con ciencia y tecnología. Esto se llamaba “el triángulo Sábato”. La industria de calidad y el mundo intelectual aplicados a la ciencia. Creo que esto lo está haciendo Brasil. Nos está dando el ejemplo. Fíjese que nosotros enriquecimos el uranio hace ya 25 años y ahora se trata de deponer posiciones tontas e ideológicas. No podemos pensar que cada militar sea un asesino o que un cura sea necesariamente un réprobo. En el mundo entero, los militares estuvieron relacionados con el enriquecimiento del uranio, con la construcción de submarinos. Hemos desaprovechado un cuarto de siglo sin enriquecer uranio. Esto se había comenzado a hacer en la sede de la Comisión Nacional de Energía Atómica. También en Córdoba se estaba experimentando con cohetería y nuevos combustibles. Todo eso desapareció. Y Brasil es el que ha retomado estos proyectos y quiere asociarse con nosotros para un aspecto del submarino atómico. A ellos les falta lo que en la jerga científica llaman “la pila”. Es decir, el combustible, y eventualmente, la incorporación del uranio enriquecido. Le repito: hemos perdido muchas posibilidades. Y ahora, lo que me preocupa es que también las perdamos con el campo por una mala interpretación. ¡Tenemos bronca contra el campo porque ha ganado plata! Pero, francamente, yo veo a mucha gente que antes no tenía plata y después de pasar por algún gobierno resulta que la tiene. ¿Cómo es esto? Hacer plata no está mal. Lo que está mal es lograrlo a través de objetivos repudiables o siguiendo malas prácticas.

—Más o menos como hablar de “los piquetes de la abundancia” cuando en realidad representan a gente que ha logrado estar mejor económicamente.

—Y hay algo más: el modelo (y vuelvo a un término con las restricciones que mencioné antes) tiene dos soportes: el superávit fiscal, debido a las generosas recaudaciones que acompañan el crecimiento, y el superávit externo, dadas las generosas exportaciones de soja, granos, etc. ¡Nosotros no podemos escupir al cielo, porque este resultado de una transformación espectacular del agro no puede ignorarse por razones ideológicas! Algunos socialistas le tienen bronca al campo. Pero el campo nos da de comer, genera divisas y nos genera recaudaciones desde la AFIP, además de todos los ajustes que ha ido registrando y que nos ha dado una liquidez muy fluida. Recordemos que hemos tenido superávit fiscal por 70, 80 mil millones de dólares acumulados. Y esto no lo orientamos a mejorar el producto apuntando a todo aquello que sea de alta calidad. Nos hemos quedado cortos en transportes, en comunicaciones y en energía. Estamos dejando pasar el tema energía esperando que las represas se llenen de agua mientras no hemos cumplido contratos con Chile. Entonces, hace falta pensar con seriedad y apelar a los mejores espíritus, aunque sean de otros partidos, ¡porque no puede ser que esta nación se convierta en un país de cuarta categoría!

Hay una gran firmeza en las palabras de Lascano, pero aquí surge, obviamente, nuestra pregunta acerca de los números del INDEC, que nos dificultan una visión correcta de la realidad.

—Ese es otro tema –retoma Lascano–, también de tipo institucional. ¡No es posible no poder contar con estadísticas confiables! Y tampoco es posible comprar en negocios que ofrecen marcas poco confiables. A esta altura de mi vida, yo entiendo las debilidades y necesidades humanas. No puedo justificarlas, pero las entiendo. Pero, ¡cuidado! Podemos hacer una travesura en el INDEC, como creo que la han hecho algunos países con los partidos opositores, observando la travesura con microscopio, pero cuando de esto depende el ajuste de la deuda, por ejemplo, con respecto a algún indicador que tenga que ver con el INDEC... ¡si yo lo reduzco, estoy defraudando al acreedor! Esto no se puede hacer sistemáticamente, porque el desfasaje es muy grande. Para este año, los espíritus más generosos hablan de un 20 o 25% de inflación. Y los espíritus, digamos, más sinceros o que pasan alguna factura, hablan del 30%. No podemos carecer de números confiables, porque el sistema estadístico de un país es algo así como un electrocardiograma. ¡Usted no puede acelerarlo y desacelerarlo a gusto para quedar bien con el paciente o para venderle más remedios! No tengo conocimientos médicos, pero me parece un ejemplo válido y creo que es un tema que deberíamos evaluar cuidadosamente. Por supuesto que tiene que haber una política para precios relacionada con la oferta. Adam Smith ya lo dijo: la clave para que los precios naturales y los de mercado se igualen pasa por la oferta. Si nosotros hemos invertido bien y es cierto que este Gobierno pasó la inversión del 16-17 al 20% y algo más, lo importante es saber cuál ha sido le inversión. No invirtió en energía. Vuelvo al ejemplo del transporte: ¡estamos transportando 100 millones de toneladas de granos con la misma infraestructura ferroviaria que cuando transportábamos 30 millones! Este agro “perverso” ha crecido en quince años, y nosotros nos hemos quedado. Hemos perdido un 30% de reservas petroleras. Un 15 o 16% de gas. Ahora, Evo Morales nos prepotea: “Chicos, ¡si quieren gas, hagan el ducto!”. Y no vamos a hacer un ducto de más de mil kilómetros con la irresponsabilidad que Morales nos muestra, y que encima nos diga un día que se separa de Santa Cruz de la Sierra, etc. No hay un pensamiento establecido. Tanto Cardoso como Lula lo han planteado así: ¿con qué recursos intervengo? ¿Y durante cuánto tiempo? Y esto nosotros no lo hacemos.

—¿Y respecto a la deuda con el Club de París?

—En primer lugar, aquí se dio un furcio por parte de quienes acompañan a la Presidenta. No es que yo la quiera salvar, sino que es así. También supongo que el furcio puede deberse también al secreto con que se manejó el tema, lo cual denuncia, en cierta medida, una desconfianza en los aledaños del poder, y esto no se puede admitir. El problema es que hubo, de entrada, una confusión: el Club de París no tiene una personalidad jurídica internacional como la tienen el Fondo Monetario, el Banco Mundial, las Naciones Unidas, la Organización Mundial de la Salud, etc. En 1956, cuando todavía no éramos miembros del FMI (nos incorporamos en 1957), apareció la necesidad de cobrar las deudas que había dejado Perón en 1955. No eran muchas, pero había que pagarlas. Los dos países más importantes del Club de París son Alemania y Japón, a los que se les debe el 60 o 70% del total. Cuando la Presidenta anuncia que le ha dado la orden de pagar al ministro de Economía, y que al día siguiente firmará el decreto correspondiente, en realidad no puede hacerlo, por dos razones. Primero, porque el Club de París no es el que cobra. Cobran sus socios. En segundo lugar, las reservas del Banco Central de la República Argentina pueden utilizarse para pagar a organismos internacionales, y el Club de París no lo es. Le doy un ejemplo primario: nos juntamos en La Boca 15 o 20 tipos que le queremos cobrar a X una docena de pizzas que X no pagó. Me designan a mí para hablar con X, y X me objeta que las pizzas estaban en mal estado... pero yo no soy ni La Boca ni los veinte pizzeros. El Club, entonces, no es internacional, sino una necesidad. Y esto es un furcio comprensible, pero que delata que los jefes de Estado no pueden cortarse solos en algunas cosas muy técnicas sin el asesoramiento de por lo menos el ministro de Economía o el presidente del Banco Central. Estoy seguro de que Redrado, que viene de la patria financiera internacional, tiene que saberlo. No subestimo al ministro de Economía, Carlos Fernández. No lo conozco, pero podría no tener estas informaciones porque estuvo más dedicado a otros temas. Quiero salvar su responsabilidad. Este fue el furcio. También hubo otro: cuando el Gobierno señala que va a pagar los 6.700 millones y, aparentemente, los vencimientos eran de alrededor de 4 mil. Estábamos pagando en exceso, quedándonos con menos reservas y menos respaldo. Pero la disculpo a la Presidenta, no porque quiera quedar bien con ella, sino porque, repito, son temas muy técnicos que también a muchos periodistas se les han escapado. En el Ministerio de Economía hay gente competente. Posiblemente, esta falta de consulta, en otro país, hubiera traído perjuicios personales, cosa que jamás desearía. Pero hay que reconocer que “el matrimonio” no consultó. Se quedó rodeado de su círculo íntimo. Tampoco tiene por qué saber con precisión cómo se mueve el complicado mundo de los organismos, sobre todo en un país como la Argentina, que no le presta mucha atención a todo lo que sea relación internacional más allá de formalidades que son válidas, pero dentro de su esfera. Por otra parte, deberíamos haber pensado si las cantidades estaban definitivamente acordadas. No lo están. Es necesaria una serie de operaciones. Hay que conciliar cuentas, y estos términos no se pueden reemplazar. Y hay que conciliar cuentas en virtud de una serie de consideraciones. ¿Cuánto lleva este proceso? Puede llegar a uno o dos años. También más, si no se ponen de acuerdo. Entonces, esto ha sido un furcio que yo lamento por el país. Quiero que le vaya bien al Gobierno, aunque a veces no haga nada para que eso sea así. Este ha sido un traspié que tampoco la oposición ha sabido aprovechar. ¿Y sabe por qué? Porque la oposición tampoco tiene la menor idea acerca de esto que estamos señalando. EXTRACTOS DEL  Reportaje a Marcelo Lascano, Por Magdalena Ruiz Guiñazu en el Diario Perfil