15 de Octubre de 2008
Más grave que asaltar un banco es fundarlo.”
Bertolt Brecht, en La ópera de los tres centavos.
“Yo creo que las instituciones bancarias son más peligrosas
para nuestras libertades que los ejércitos permanentes.”
Thomas Jefferson, presidente de los Estados Unidos.
“Al capital le horroriza la ausencia de beneficio. Cuando
siente un beneficio razonable, se enorgullece. Al 20% se
entusiasma. Al 50% es temerario. Al 100% arrasa todas las
leyes humanas y al 300% no se detiene ante ningún crimen.”
Karl Marx.
“Yo tengo dos enemigos: el ejército sureño en el frente y
los banqueros en la retaguardia. De los dos, el de la
retaguardia es mi gran enemigo. (…) Las corporaciones han sido
entronizadas, sobrevendrá una era de corrupción a altos
niveles. El poder del dinero en el país se esforzará por
prolongar su reinado trabajando en perjuicio del pueblo hasta
que la riqueza sea concentrada en las manos de unos pocos y la
república será destruida.”
Abraham Lincoln, presidente de los Estados Unidos.
“Amigos, vayamos al grano. El mayor robo en la historia de
este país se está llevando a cabo mientras usted lee esto.”
Michael Moore.
No es casual que los primeros banqueros de la historia, en el
siglo XVII antes de Cristo, hayan sido los sacerdotes: el
dinero es una cuestión de fe. La aparición de la moneda
metálica trajo también a los cambistas, y fueron los griegos
quienes comenzaron a hacer préstamos con cobro de intereses.
Los romanos lo llamaron “mutuum”, nombre que saltó las
barreras del tiempo y hoy se mantiene: mutuo. El interés
romano promedio era 6% al año, 12 para los “préstamos
marítimos” y 3% para las iglesias. El primer banco, en 1407,
tiene en su insignia a un santo en batalla contra un dragón:
el Ufficio di San Giorgio in Genoa.
Ahora Inglaterra nacionalizó la banca y Estados Unidos
aplicará parcialmente una respuesta similar. ¿Déjà vu
socialista? ¿Marxismo súbito? Exactamente al revés: apoyar a
Wall Street es –como sintetizó Michael Moore en su página web–
darle las llaves del gallinero al lobo. Lo curioso del asunto
es que Bush se atragantó con 700.000 millones y “el mercado”
pide más. Las bolsas siguen en caída libre. La codicia que
alimentó las hipotecas subprime e infló la burbuja se mantiene
ahora, cuando reparten los botes salvavidas: queremos un bote
por banquero. Sólo un bote, no. Lo queremos con radio y
minibar. La Argentina guarda en el punto una triste memoria
que fue confundida hasta la vergüenza ajena por Cris cuando,
en plena Madre Patria, aseguró: “La Argentina no necesita Plan
B”. Cris cree que el mundo, que como todo el mundo sabe es un
pañuelo, puede mantener los mocos de un solo lado.
Aquí un día los bancos robaron a las abuelitas y luego
Escasany y tantos otros se golpearon el pecho y finalmente
recibieron dinero del Estado para compensar a las abuelitas
con su propia plata. Esto es: les robaron sus ahorros para
devolverles sus impuestos. Los bancos son como los tinteros
involcables; a ese punto representan una metáfora del sistema.
No pueden caerse. Pueden desmoronarse las fábricas
textiles, las automotrices, las empresas constructoras o de
servicios, los comedores, la Pirámide de Keops, pero no los
bancos. Si caen los bancos se derrumba la fe.
¿Qué pasaría si mañana, por ejemplo, todos los ahorristas
del Banco de Galicia acudieran a pedir su dinero? No podrían
retirarlo. Es lógico –dicen los economistas–, ningún banco
tiene el total de sus depósitos, es dinero con el que
“trabajan”. Lo que depositamos en el banco es pura psicología:
confianza. Entregamos ahorro (trabajo) a cambio de un valor
abstracto: confianza en el señor Escasany a quien,
afortunadamente, no conocemos. Las crisis financieras son,
entonces, como los terremotos: los gobiernos y los medios las
tratan como crisis naturales, malas jugadas del Destino,
errores de la Naturaleza, tragedias en las que nunca, nunca,
hay culpables.
PRIMEROS MOVIMIENTOS SÍSMICOS INADVERTIDOS. A
comienzos de los ochenta la Madre Patria (Estados Unidos,
claro) comenzó su etapa Gordon Gekko, aquel personaje de Wall
Street interpretado por Michael Douglas: el país comenzó a
vivir a crédito para sostener una situación económica
artificial; las empresas se endeudaron por encima de sus
posibilidades, el Estado hizo lo mismo y gastó en nuevas
guerras y los ciudadanos siguieron la misma conducta. Entre
2002 y 2005 los republicanos tuvieron como objetivo combatir
la recesión y lo hicieron estimulando el crédito: la Reserva
Federal mantuvo la “tasa de interés de referencia” debajo del
2% y los bancos saltaron a conseguir el mayor número de
clientes posibles. Lo importante era entregar un crédito,
ya verían cómo cobrarlo. Estas hipotecas de segunda categoría
fueron bautizadas subprime. Los bancos minoristas
vendieron sus carteras de hipotecas a los bancos de inversión
(las “securitizaron” o “estructuraron”) que las transformaron
en bonos; algunos con bajo interés (los paquetes de hipotecas
“confiables” y otros con alta tasa (las hipotecas de
desocupados, etc.). Como sucede en las mejores verdulerías del
ramo, los paquetes no era homogéneos: a veces las subprime
estaban mezcladas con sub-subprime, pero aplicando una vieja
regla de Wall Street, “en el montón colaban” y las
calificadoras (Standard & Poor’s, Moody’s, Fitch) entregaban
las cucardas de AAA a esos bonos. Cuando algo es AAA, como las
pilas, nadie pregunta nada. El negocio ya era increíblemente
redituable: uno tenía un buen racimo de pobres endeudados de
Nueva Orleans comprando su pequeña casita que nunca podrían
pagar pero todos con el sello AAA en la frente, y los bancos
de inversión (Goldman Sachs, Morgan Stanley, Merrill Lynch,
Lehman Brothers o Bear Sterns) ganaban, por ejemplo en 2006,
130.000 millones de dólares en el negocio de los bonos. En el
caso de las inversiones que no resultaban tan redituables se
las “apalancaba” (leverage). Atención, niños: uno tiene un
business que le dejará 3%, si invierte 100 pesos ganará 3 en
un año. Pero uno, queridos niños, puede “apalancarse”
(cualquier cosa con tal de no laburar) o sea pedir 900 pesos
prestados. Entonces invierte 1.000 y, al final del año, gana
30 pesos (el 3% de 1.000). Después devuelve los 900 que pidió
prestados y en un año uno termina ganando 30 cuando arrancó
con 100, o sea ha ganado el 30%. Encantador, aunque riesgoso,
porque el apalancamiento multiplica las ganancias pero
también las pérdidas: Bear Sterns, antes de quebrar en marzo,
debía 35 veces lo que tenía, y las otras empresas entre 20 y
22 veces. El “manual del especulador financiero” afirma que lo
ideal es mantenerse entre las 12 y 15 veces, no más.
Las hipotecas se tomaban a tasa de interés variable y en junio
de 2004 la Fed empezó a subir las tasas para “enfriar” la
economía que antes había calentado. Entonces comenzaron a
crecer las deudas y la morosidad. Los que compraron las
hipotecas les reclamaron a los bancos que no pudieron
responder porque sus clientes no pagaban las cuotas.
Finalmente, nadie tuvo la culpa de nada.
“La dinámica de las burbujas de mercado no es delito –le dijo
Claudio Loser, ex director del Departamento del Hemisferio
Occidental del FMI, a Crítica de la Argentina–. Nadie
habla de delito cuando las cosas van bien, sólo cuando se
vuelven en contra, lo cual es muy cómodo. Por cierto hay
acciones judiciales en contra de aquellos que hicieron
operaciones hipotecarias de mala fe, los corredores que
colocaban hipotecas sin preocuparse de los ingresos de los
deudores.”
–“Los controles del Estado no intervinieron porque “casi” todo
era legal –dice Hernán Iglesias Illa, autor de Golden Boys,
vivir en los mercados, un retrato de jóvenes brokers
argentinos que triunfaron en Wall Street–. Digo “casi” todo
porque hay casos de vendedores de hipotecas que mintieron
sobre la capacidad de pago de los que compraban. Y en los 90
el gobierno de Clinton, queriendo fomentar los préstamos,
relajó las reglas para las hipotecas de Fannie y Freddie.”
“Las tasas eran bajísimas –recuerda Iglesias Illa–. Los
bancos te prestaban el 100% del valor de la casa sin presentar
ningún papel.”
–¿Cómo puede ser que los bancos tenían noticias de esta crisis
desde 2007 y los miembros del Tesoro no hayan tomado ninguna
medida hasta 2008 con la caída de Bear Sterns? –se pregunta
ante este diario un ex banquero de Nueva York.
Un artículo de The Observer del 18 de marzo de 2007
da cuenta del desinfle del boom inmobiliario: “Uno de cada
ocho propietarios de los Estados Unidos no ha podido pagar su
cuota, con dolorosas consecuencias para los bancos, entre
ellos el HSBC”, dice. En agosto American Home Mortgage, que
había negociado 59.000 millones en crédito, anunció el despido
del 90% de su personal (7.400 personas) y declaró su quiebra
dos días después. El 14 de septiembre el Banco de Inglaterra
salva al privado Northern Rock, porque los ahorristas querían
retirar en masa su dinero, y en octubre el UBS, el mayor banco
suizo, anunció una depreciación de activos de 2.400 millones
de euros. Y luego la debacle fue geométrica. Frente al
Congreso, el plan inicial de Bush tenía tres carillas.
Finalmente la propuesta del Tesoro fue de 451 páginas, por
700.000 millones, e insuficiente.
“El fin de este plan de rescate
–escribió Michael Moore– es proteger la cantidad de riqueza
obscena que se acumuló en el país en estos ocho años.” Moore
propuso que el Congreso acuse criminalmente a Wall Street, que
400 americanos ricos pongan en marcha planes de austeridad
personal, que un directivo de empresa no cobre 400 veces más
que su empleado y que, si el gobierno les presta dinero, se lo
cobre con intereses.
NOTA RELACIONADA:
UNA OBVIEDAD Y UNA PARADOJA.
El mundo tiene 6.000 millones de habitantes.
Dos mil setecientos millones son pobres, 923 millones tienen
hambre. De esos 923 millones, 300 millones son niños y 18.000
mueren cada día.
–Lejos de descender, la cantidad de hambrientos en el
mundo actualmente está creciendo a un ritmo de cuatro millones
por año –dice la presentación del Informe Anual de la FAO
(Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la
Alimentación).
Reducir a la mitad la proporción de personas hambrientas
para 2015 costaría 150.000 millones de dólares, la mitad de lo
que le costó al gobierno de Bush salvar de la quiebra a las
compañías Fannie Mae y Freddie Mac y a la aseguradora AIG.
Según la fundación española La Caixa, erradicar la pobreza
del mundo costaría 10 veces menos que el plan de rescate
financiero. Su director, Jaime Lanaspa, aseguró que “es mucho
más rentable en términos humanos destinar esos fondos a
combatir el hambre que a rescatar operaciones de entidades que
no han sido suficientemente responsables, transparentes y
probablemente legítimas en su trabajo”.
Una nota firmada el jueves pasado por nuestro redactor
Rodolfo Palacios da cuenta de la paradoja: un pibe de 16
podría ser condenado hasta diez años de prisión por robar
golosinas en un maxikiosco de Villa Urquiza: dos cajas de
Tita, dos de Rhodesia, tres de Bon o Bon, una de alfajores
Dulce Reina, tres bolsas de caramelos Arcor, cinco paquetes de
galletitas Sonrisas, cinco de Merengadas, cinco de Mellizas y
cinco de Diversión .Columna editorial de Jorge
Lanata en el Diario Critica de la Argentina,
reproducción textual,
INVESTIGACIÓN: J L / LUCIANA
GEUNA/JESICA BOSSI.
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