15 de Agosto de 2009
CONTRATAPA
Carta abierta
En Carta Abierta abunda la paranoia:
allí se puede leer sobre la maldad de los oligarcas y la
desinformación de los medios.
Nacieron en mayo de 2008 en pleno
conflicto agrario con la idea de apuntalar a la presidenta
Cristina. Amparados por las firmas de 750 intelectuales de
fuste, de las más diversas ramas del saber. Entre sus
inspiradores se puede mencionar a Horacio González, director
de la Biblioteca Nacional, el filósofo Ricardo Forster, el
ensayista Nicolás Casullo (lamentablemente falleció). Todos
kirchneristas, algunos fanáticos, otros no tanto.
La condición para compartir las
polémicas con que amenizan las mañanas de los sábados en el
anfiteatro de la Biblioteca Nacional (una simple
privatización del espacio público) es no disentir. Aunque
cada tanto se le marca al Gobierno alguna contradicción, que
no le faltan, más en esta época de derrota.
Detestan –y me quedo corta con la
palabra– a los hombres del campo, a los medios (casi
obsesivamente) con su consiguiente construcción de la
realidad, tanto como a los periodistas y a la clase media
urbana.
Son las huestes de Carta Abierta, un
conglomerado de pensadores, artistas, etc, que se han
propuesto profundizar la transformación del país que, a su
juicio, viene produciendo la pareja presidencial.
El resultado de sus debates es
conocido, hasta el momento circulan seis Carta Abierta, a
las que les preocupa percibir la existencia de un “clima
destituyente” que, cristianizado, significa “falta un
escalón para el golpe”. Menciono este concepto por ser uno
de los pocos inteligibles de toda esta producción
intelectual.
Dos modelos de país están en juego: el
nacional y popular, “que consiste en el mantenimiento,
avance y profundización del proyecto nacional y popular
retomado en mayo del 2003”. En fin un modelo que nos llevará
hacia la emancipación de la “Patria Grande Latinoamericana”.
Teniendo en cuenta lo difícil que resultan las relaciones
con los vecinos –ni gas conseguimos– este último objetivo
parece menos fácil de conseguir.
El otro modelo sería el oligárquico
antinacional y antipopular (la restauración conservadora),
constituido por los que defienden una Argentina para pocos,
que encabeza la Sociedad Rural. Según con qué bando uno se
identifique puede ser un patriota o un traidor.
Hasta ahora eran los kirchneristas los
que etiquetaban, juzgaban y prontuariaban a sus enemigos,
pero la costumbre amenaza con extenderse a los dos lados.
En una entrevista el politólogo
Guillermo O’Donnell explicaba que en los años 60 y 70 hubo
en la Argentina “un criminal maniqueísmo. Por un lado los
montoneros y sus aliados, por el otro, la Triple A y sus
ideólogos: una visión maniquea en que todo el bien está de
un lado y el mal del otro”.
Sumergirse en estos textos sería el
ideal de un ucrónico (ucronía no es nostalgia ni saudade, es
vivir en un tiempo que pudo haber sido y no fue), es
rememorar en el otoño de nuestras vidas conceptos muy poco
freaks. El “enemigo principal” ahora son los medios de
comunicación (todos menos Telesur), la “restauración
conservadora”, el peligro de una “derecha ideológica de
mercado”, la “nueva derecha”. En palabras de Horacio
González: “Duele decirlo, pero el personal del campo y la
Federación Agraria son la nueva derecha.
Y la televisión, sin saberlo, es
capitalismo comunicacional bajo la forma de un supuesto
progresismo”. Adicta a las telenovelas como soy, temo ser
estigmatizada por seguir apasionadamente Doña Bárbara
(venezolana, obvio).
Carta Abierta comenzó su expansión
europea por España (más adelante crearán Carta Abierta
latinoamericana) y allí (con una embajada movediza) juntaron
más firmas y lograron hasta una nota en el denostado diario
El País. Las propuestas de Carta más seductoras no podían
ser. Al día siguiente, en cambio, el diario tituló en tapa
“El Poder enriquece a los Kirchner”.
Tampoco puedo evitar que cuando leo
“restauración conservadora” se me aparezca Luis Napoleón y
su 18 Brumario que da tanto para reflexionar sobre nuestros
populismos, como para imaginar a su bella esposa, Eugenia de
Montijo, en Violetas imperiales, una película que llevaba a
Luis Mariano como galán/cantante.
Resumiendo, en Carta Abierta lo que
abunda es la paranoia. Allí se puede leer cómo implementar
un proyecto nacional, acerca de la maldad de los oligarcas,
la desinformación a que nos someten los medios diariamente.
Sobre la clase media traidora que quiere comprarse un auto e
ir a veranear, no le interesa la política sino el shopping.
Lo más grave es que si es cierto, como
dicen, que los cartistas son el think tank del Gobierno (no
lo parecen o el matrimonio no entiende nada), no han sabido
explicarles con qué se iban a encontrar si se metían con el
campo. Poco actualizados, Cristina, Néstor y su corte
pingüina –estancados en 1910– ignoraban las transformaciones
de la oligarquía, particularmente su dispersión producto de
la división de la tierra por las herencias, lo mismo que las
transformaciones sufridas por las clases sociales del país.
A los integrantes de Carta Abierta, que
el patrimonio de los K haya aumentado un 158 por ciento en
un año, no les mueve un pelo. El mismo Horacio González
sostiene que incluso el modo de investigación periodística
del patrimonio presidencial tuvo rasgos inquisitoriales.
Prueba de que son tan idealistas como pragmáticos.
Que en el Chaco el gobernador
Capitanich desvíe fondos para los pobres (que son más que
bastantes) y que uno de cada tres niños salteños padezca
desnutrición, eso no tiene ninguna importancia para los
empecinados en acabar con la restauración conservadora.
El problema de la libertad (y sus
variantes) tampoco parece preocupar a Carta Abierta, no
figura ni allí ni en los foros de Canal 7. Hace poco el
programa 6-7- 8, que conduce María Julia Oliván, terminó
abruptamente, cuando el tema que tocaban los panelistas eran
los millones del matrimonio Kirchner. Por más que intentaban
desviar el tema a los millones de De Narváez, uno de los
panelistas del programa admitió que le gustaba que “la
fortuna de los K hubiera crecido de esa manera”. De repente
la pantalla se oscureció, se escuchó un grito y apareció en
imagen un aviso de MoviStar en el que la chica se asusta de
la araña.
Cuando volvió la imagen reapareció
Oliván, pero para despedirse y agregar: “Bueno, nos
despedimos, qué lástima que no pudimos conocer la opinión
del licenciado Forster” (quien esperaba su turno en el piso
y había sido enfocado varias veces).
Ironías de esta vida, la profundización
del cambio incluye la aceptación de la censura. Justamente
esto, según se pudo ver, es la esencia de Carta Abierta: una
nada superficial. En vez de un país para pocos, una jerga
para una elite, pero nada que roce la realidad.
O’Donnell concluía su reflexión
bastante preocupado. “Creí que esa visión maniquea se había
extinguido con la democracia y me parece que está
reapareciendo, de manera que puede llegar a producir daños
terribles. Ésta es mi gran preocupación actual. Es muy
riesgoso. Desgraciadamente los K y sus seguidores tienen una
visión maniquea: Todo aquel que esté del otro lado es
canalla o es el idiota útil de los otros”.Sylvina
Walger, Crítica de la Argentina.