06 de Julio de 2009
"Me deje
engañar como un tarado"!!
El crimen de la gripe
Ahora descubrimos
que el gobierno nos mintió sobre el grado de difusión de la
enfermedad en una proporción de uno a cien.
Me dejé engañar como un tarado: confieso que
me dejé engañar como un tarado. El
lunes pasado terminé mi artículo sobre las elecciones con un
largo párrafo sobre la situación de la gripe porcina: decía
que ahora se venía el alud económico y social que el dique
electoral estaba conteniendo, y que esperaba que las cifras
que daría a continuación no fueran la mejor síntesis de todo
eso; entonces analizaba la información sobre el estado de la
gripe en la Argentina según la Organización Mundial de la
Salud.
Las
cifras mostraban una anomalía que parecía muy grave: según
la OMS, la gripe mataba en el mundo a uno de cada 227
enfermos y, decía, “en Canadá hubo 19 muertos sobre 6.732
enfermos: un muerto cada 354 enfermos. En Chile, un muerto
cada 718 enfermos. En Estados Unidos, un muerto cada 246
enfermos. En Guatemala, un muerto cada 127 enfermos”, y en
muchos países no había causado muertos pese a una buena
cantidad de infectados. En cambio en la Argentina la
proporción era completamente otra: “En la Argentina llevamos
1.391 enfermos y 21 muertos reconocidos: un muerto cada 66
enfermos. Y, en los últimos días, la OMS registra aquí 178
nuevos enfermos y 14 muertos: un muerto cada 15 enfermos”.
Era gravísimo y mostraba –creía yo– que la precariedad de
nuestros tratamientos hacía que los argentinos infectados
por la gripe tuvieran entre cinco y veinte posibilidades más
de morirse que el resto del mundo. Me parecía demasiado,
pero las cifras eran claras, precisas.
Por suerte, en medio del caos poselectoral, nadie se fijó
demasiado en estos números, realmente aterradores:
aterradores en sentido estricto, que podrían haber causado
el pánico si alguien les hubiera hecho caso.
Ahora descubrimos que eran falsos:
que en realidad no se trataba de un Estado incapaz de
curarnos –lo es, pero no tanto–, sino de un gobierno
perdidamente mentiroso que engañó a sus ciudadanos, a la
Organización Mundial de la Salud, a todo el mundo. Ahora
descubrimos –lo dice el nuevo ministro de Salud– que los
enfermos de gripe porcina en la Argentina no son, como dice
hoy todavía el informe de la OMS, 1.587 sino “unos cien
mil”. Ahora descubrimos que el gobierno nos mintió sobre el
grado de difusión de la enfermedad en una proporción de uno
a cien: que nos dijo uno donde eran cien y, por lo tanto, no
tomó medidas para nivel cien sino para nivel uno, y permitió
que siguiéramos como si nada a ver si conseguía un par de
votos más. Es demoledor. Una ministra de
Salud que nos engaña porque sus jefes le ordenan engañarnos
para mejorar su actuación electoral debería ir presa. Unos
jefes que ordenan a los suyos engañarnos para
mejorar su situación electoral deberían ir más presos, muy
presos. Este gobierno ha hecho tonterías, se ha equivocado,
nos ha mentido en muchos temas, pero creo que no había hecho
nada como esto. Esto es un crimen, son muchos crímenes, cada
nuevo contagio es otro crimen que va a quedar para siempre
en sus conciencias y, espero, en sus condenas. Y, cuando
quieran, podemos hablar de derechos humanos.
Martín Caparrós, Critica
de la Argentina.
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NOTA RELACIONADA:
Los aprietes para ocultar los
datos de la Gripe A
Un funcionario ordenó a Ocaña
frenar la difusión en vísperas de los comicios. Con la
discusión del número de contagios, buscan eclipsar la
derrota.
![](http://www.criticadigital.com/fotos/Ocaa_II_2.jpg)
Aflojá con los datos –fue la voz indulgente
que escuchó del otro lado del teléfono.
Graciela Ocaña venía
anunciando los primeros números de la gripe A, pero desde la
Casa Rosada estaban inquietos.
–¡Aflojá con los datos,
Graciela! –insistió el alto funcionario.
A una semana de las
elecciones, ninguna mala noticia debía poner en riesgo las
chances del oficialismo.
–No sigas, bajá la
información, en serio; si no, parece que estás trabajando
para De Narváez –cerró el inquieto interlocutor.
La ex ministra de Salud ya
había sido desautorizada en la última reunión de la Unidad
Coordinadora Nacional, a la que había acercado una propuesta
de cerrar las escuelas de manera preventiva.
–Por ahora no vamos a cerrar nada –le
contestó ese día Sergio Massa al ingresar al Salón Sur. El
jefe de Gabinete venía de reunirse en su despacho con
Claudio Zin, el ministro de Salud bonaerense.
Ocaña quedó desencajada. Juan Carr, de la Red
Solidaria, fue uno de los testigos del desaire.
El cierre de las escuelas ponía en riesgo el
desarrollo de los comicios del 28 de junio. Ocaña comenzaba
a ser una mala palabra en los pasillos del poder. Generaba
apatía. Le achacaban falta de idoneidad.
La ex ministra suele
repetir que Kathleen Sebelius, la secretaria de Salud del
presidente norteamericano Barack Obama, tampoco viene del
palo sanitario y que alcanza con estar bien rodeada. La
propuesta que le llevó a Massa la hizo sobre la base de las
conclusiones de su equipo de asesores, la gran mayoría de
ellos médicos de trayectoria.
¿Los nombres? Mario Masana Wilson (director
de Epidemiología de Buenos Aires), Raúl Forlenza (director
de Epidemiología de la Ciudad de Buenos Aires), Daniel
Farías y Lucrecia Raffo (Hopital Posadas), Gustavo Lopardo
(Sociedad Argentina de Infectología) y Luis Camara (Sociedad
Argentina de Medicina).
El grupo se completa
con Carlos Luna (Asociación de Medicina Respiratoria),
Héctor Laplume y Pablo Bonvehi (Sociedad Argentina de
Infectología), Oscar Rizzo (Asociación Argentina de Medicina
Respiratoria), Ángela Gentile (Sociedad Argentina de
Pediatría), Vilma Savy (Sociedad Argentina de Virología),
Jorge San Juan (Hospital Muñiz), Leonardo Sala (Hospital
Posadas) y Ricardo Losardo (Jefatura de Gabinete de la
Nación).
Sabiendo del avance de la gripe A, Ocaña
debió patear el tablero y no lo hizo. ¿Temor a una
titilación delatora? La ex ministra asegura que su renuncia
hubiese “politizado la pandemia” debido a la campaña
electoral. Por lo que haya sido, se equivocó. Nada prima por
sobre la salud de la población y menos si se trata de un
virus que mata.
Aquello que se privó de
transmitir en público, lo hizo en privado.
El martes previo a los comicios fue a
despedirse de Cristina Kirchner y quejarse de la humillación
que le habían infligido varios integrantes del gabinete. El
lunes regresó a Olivos con la renuncia redactada.
El texto completo es el siguiente:
“Siempre he sido leal y
sincera en una relación que, además de las causas
compartidas, se ha basado en el compromiso y la confianza”.
”Siento que en esta etapa,
tal cual lo conversamos personalmente, usted debe elegir
nuevos colaboradores que coincidan en los diagnósticos y
decisiones. Por ello, presento mi renuncia indeclinable al
cargo de ministra de Salud de la Nación con el que me
honrara. Con la certeza de seguir compartiendo los mismos
ideales, con el afecto de siempre”.
El trato con la Presidenta fue gélido. Ocaña marcó el número
de teléfono de varios ministros antes de partir. Sólo un par
le devolvió el llamado.
¿Y Néstor Kirchner? El golpe de las urnas hizo que la ira se
focalizara en los intendentes del conurbano.
El último fin de semana se mencionaba a Zin como sucesor de
Ocaña. Pero Ginés González García, a quien tentó
originalmente el matrimonio presidencial,
recomendó a Juan Manzur. El ex ministro de
Salud mantiene una excelente relación con Hugo Moyano y los
denominados “gordos” de la CGT. Por eso el viernes su pupilo
se tomó una foto con los “muchachos”, los mismos que vienen
pidiendo la cabeza de Ocaña desde que ésta recortó subsidios
a las obras sociales sindicales.
Con la instantánea, casi una rémora del
pasado, el ministro envió un mensaje tranquilizador al
camionero y socio K.
Con las palabras, en cambio, causó pavor en
la Casa Rosada: la admisión de la existencia de 100 mil
casos de gripe A resultó una muestra palmaria de que se
venían ocultando datos. Manssur niega en público lo que
todos admiten en privado.
–¿Por qué se decidió tapar
todo? ¿Por qué en pocos días se saltó de unos 1.500 casos a
más de 100 mil? –preguntó Crítica
de la Argentina a
un diputado nacional de asidua concurrencia a la Residencia
de Olivos.
–Entre una cifra y la otra
estaban las elecciones. ¿Qué íbamos a hacer? Pero además no
fuimos los únicos. Pregúntenle a Macri por qué recién ahora
nombró a Palacios –hizo un parangón con una medida del jefe
de gobierno porteño. Jorge “Fino” Palacios, procesado por la
represión de diciembre de 2001 en la Plaza de Mayo y
sospechado de encubrimiento en la causa AMIA, fue designado
esta semana jefe de la Policía de la Ciudad.
La gripe A reveló una ostensible falta de coordinación entre
los gobiernos nacional, provincial y municipal. ¿El revés
electoral y la negación de los números quitaron autoridad al
kirchnerismo para verticalizar las medidas desde la cartera
nacional?
Los empresarios
alertan ahora sobre el impacto económico de las medidas. No
trepidaron en ejercer su poder de lobby para garantizar la
continuidad de las actividades comerciales, artísticas y
deportivas. El Shopping Abasto llegó al extremo de anunciar
multas para aquellos locales que se negaran a abrir sus
puertas.
Por su parte, la Secretaría
de Turismo de la Nación se sumó a un monitoreo permanente
del flujo de vuelos. Hasta el jueves reinaba la calma: la
tasa de cancelaciones de los chárteres de Brasil no superaba
el 25 por ciento. Saben de todos modos que el papel de los
medios es crucial en la evolución de esos porcentajes.
No por nada Cristina se molestó con la prensa por la
difusión de datos alarmantes de la gripe A, que, dicho sea
de paso, fueron los que salieron de boca del propio Manzur.
En cambio,
la Presidenta evitó hablar del papel del
Estado, que en vísperas de las elecciones manejó los números
de los contagios con la tablita del INDEC.
La cruda realidad que expone la pandemia en estas horas
resulta funcional al Gobierno: sumergirse en un imbricado
debate sanitario parece mejor que hablar de la dura derrota
electoral o de cambios de gabinete.
Crítica de la Argentina.